Ilan—¡Espera! —gritó Selene a mis espaldas—. ¡Rocky! —Escuché sus pasos apresurados detrás de mí, hasta que me alcanzó y se atrevió a rascar mi cabeza—. Había olvidado lo gruñón que eres —resopló—. No quiero regresar a la cabaña, lo último que quiero es ver a Ilan después de lo que me hizo, pero entiendo que has venido por mí y no quiero meterte en problemas.Caminamos en silencio de regreso a la cabaña, yo unos pasos por delante de ella hasta que estuvimos frente a la puerta y tuve que cambiar para poder abrir.Nunca en toda mi miserable vida me había sentido avergonzado de mi desnudez como lo hacía ahora bajo su escrutinio. Me obligué a reprimir el cosquilleo que recorrió mi columna al sentir sus ojos sobre mí, y decidí enfrentarla y acabar con esa tontería de una buena vez.—¿Dónde carajos te metiste? —pregunté, como si no supiera ya la respuesta.Abrí la puerta y tiré de su brazo, haciéndola entrar a la cabaña. Selene agachó la cabeza cuando me planté frente a ella en toda mi glo
IlanLa luz matutina iluminó de forma tenue el dormitorio, y el trinar de las aves me recordó que estaba en casa. Siempre había valorado mi vida y todos mis privilegios, pero ese día parecía ser más consciente de ellos. El simple hecho de respirar aire puro, de poder sentir algo más que el dolor y la desesperanza recorriendo mi cuerpo, eran cosas dignas de agradecer.La suavidad de mi cama me incitaba a quedarme acostado un rato más, pero sabía que tenía mucho trabajo por hacer: debía ponerme al día con mis tareas en la manada, que incluían ordenar la supervisión del territorio y asegurarme de que ningún lobo solitario rondara la aldea; organizar al grupo de caza y a los centinelas encargados de vigilar el muro de día y de noche, entre otras cosas.Suspiré con pesar, sin ganas de levantarme aún. Habían sido muchas semanas de mal dormir durante mi cautiverio, por lo que sentía que me hacían falta unos minutos más de sueño. Quise acomodarme de lado, pero algo me lo impidió. Agaché la ca
Ilan—Conozco esa mirada de culpa, hermano —señaló—. ¿Sabes?, creo que hiciste lo correcto al traer a esa joven aquí. No la conozco, aún no alcanzo a entender el nivel de conexión que tienes con ella, pero… me gusta lo que ha hecho en ti.—¿Lo que ha hecho? ¿De qué hablas, Garo? —inquirí, confundido—. Soy el mismo de siempre.—Por supuesto que no —declaró—. Hacía años que no te veía preocuparte realmente por algo. Desde Nami te volviste frío, vacío… y ahora veo otra vez ese pequeño brillo en tus ojos.—¡Estás hablando estupideces! —Me levanté de un salto, furioso sin saber por qué—. Deja de insinuar que Selene me importa de otra forma. Le estoy agradecido, le perdoné la vida y esta es mi manera de apoyarla. Ella me rogó venir aquí, ¿se supone que dijera que no, después de todo lo que hizo por mí? —pregunté exasperado.—El viejo tú lo hubiera hecho —declaró con seguridad, y lo supe. En ese momento supe que decía la verdad.Antes de mi cautiverio, no me hubiera detenido a pensar si una
SeleneUna tonta sonrisa bailaba en mis labios desde que Ilan salió de la cabaña y me dejó para que preparara su desayuno. No sabía por qué, o desde cuándo, pero empezaba a gustarme mucho estar cerca de él. Cada vez que sus dedos rozaban mi piel, algo en mis venas se encendía y en mi estómago revoloteaban decenas de mariposas; era una locura. Nunca había sentido algo ni remotamente parecido.Me dispuse a buscar en la pequeña cocina lo necesario para preparar la comida para ambos. No sabía exactamente qué le gustaba a Ilan, o qué acostumbraban a comer en la manada, pero seguro con el tiempo aprendería.Tiempo. Hacía apenas un día me encontraba llorando, deseando escapar de la manada y regresar a mi mundo, y ahora estaba aquí, feliz de hacer el desayuno para mi nuevo dueño y pensando en un futuro a su lado.«¿Qué cambió entre los dos para empezar a pensar de esa manera?», me pregunté, pero la respuesta llegó sola: no estaba pensando, eso era… estaba sintiendo. Y mucho.Aún existía en mi
SeleneNo pude evitar tragar saliva al escuchar su amenaza tan específica, y asentí bajando la cabeza sin pronunciar palabra. Desde luego que me aseguraría de que nada le sucediera al pequeño Turik. Me gustaba mi piel justo donde estaba, gracias.Seguimos recogiendo a cada lobito y cuando estuvimos completos fuimos directo al huerto de hortalizas. Los pequeños se divertían sacando zanahorias de la tierra, mientras que mi mente se encontraba lejos, muy lejos.—¿Pasa algo? —preguntó la joven loba a mi lado—. No tengo mucho tiempo de conocerte, pero te noto muy preocupada.—Ah… yo… —balbuceé—. Estaba pensando en algo que escuché en la asamblea… —No mentí del todo. Los lobos habían dicho algo que había estado rondando en mi cabeza desde entonces—. ¿Qué es un Sigma? —pregunté, y hasta los pequeños lobos voltearon para verme con sus ojitos bien abiertos.Kaiya vaciló al escucharme y bajó la voz cuando me respondió:—Un Sigma es un lobo solitario muy peligroso —reflexionó—. Son despiadados,
SeleneLa mañana llegó como de costumbre, iluminando la habitación a través de las cortinas del ventanal. Desperté enseguida y me levanté de la cama con prisa, intentando ganarles a las mucamas que siempre entraban sin permiso a mi recámara. Corrí al cuarto de baño, y cuando comencé a desvestirme para asearme, las tres chicas entraron saludando tan alegres como siempre:—Buenos días, su majestad.Entorné los ojos con fastidio. ¿Acaso toda la vida sería así? Ya estaba harta de ser tratada como una inútil. Me moría por poder hacer las cosas por mí misma y sentir que mis manos habían sido hechas para algo más que para entrelazarlas frente a mi regazo o saludar a las multitudes que no tenían ni idea de quién era realmente yo. Ni siquiera yo misma me conocía.—Buenos días —respondí cortésmente.—Hoy luces divina —espetó una de ellas con labia—. Se te ve descansada.—Por supuesto que estoy descansada, si no me dejan hacer nada —increpé con molestia, provocando que las jóvenes jadearan sorpr
SeleneContinuamos lavando vegetales y haciendo conservas de frutas para almacenar. Kaiya me enseñó a curtir pieles y a cómo coser mis propios diseños de ropa, aunque me explicó que, al llegar los cazadores, las pieles se repartían entre las hembras de mejor posición, y algunas de ellas eran lo suficientemente agradecidas para obsequiarle sus sobras a las hembras Omega de la manada. Los machos podían conseguir sus propias piezas.—En ese caso, creo que me quedaré desnuda —resoplé entornando los ojos.Nadie en la manada me conocía, o tenía la menor intención de conocerme, ¿por qué razón me regalarían algo, lo que fuera?—Yo te compartiré todo lo que a mí me den, no te preocupes. —Me dio un abrazo fraternal que me hizo sentir aún mejor—. Ya se les pasará, créeme, conmigo eran igual.—¿Contigo? —cuestioné—. ¿Acaso no naciste en esta manada?—Hum… no —respondió, alejándose de mí—. Yo también tengo poco tiempo en esta manada.—¿Cómo llegaste aquí?, si se puede saber.—Mi antigua manada me
IlanDespués de la discusión con Ainara, el grupo comenzó a dispersarse y a reunir a las presas, listos para regresar a la aldea. Me quedé en mi sitio, observando el cadáver del oso frente a mí y pensando en cierta jovencita humana por la que acababa de arriesgar, no solo mi vida, sino la de todos mis hermanos. Las cosas pudieron haber salido verdaderamente mal; el oso pudo haber sido más rápido y entonces no hubiera habido poder en el mundo que me ayudara a salir de sus feroces garras.¿Qué me estaba haciendo esa niña de ojos cafés y sonrisa tímida? Un Alfa experimentado como yo no podía permitirse distracciones de ese tipo; no podía simplemente actuar sin pensar en las consecuencias, mucho menos cuando se trataba de cuestiones de vida o muerte, como el enfrentarme a un oponente más fuerte que yo.«Ay, Selene, ¿qué estás haciendo conmigo?».—¿Estás bien, hermano? —La voz de Garo me sacó de mis pensamientos. Sacudí mi cabeza para alejar el recuerdo de esos ojos que me volvían cada vez