Capítulo 03: Aliviaré tu deseo

Leni

Las horas pasaban, se estaba haciendo tarde y estos lobos no se iban, seguían quietos, sentados alrededor del árbol, aullando. Hubo un punto muerto en el que no había avances, no comprendo por qué parecían ansiosos y desesperados. El sol se estaba poniendo, dentro de poco anochecería, levanto la mirada y noto que hay un par de frutas silvestres moradas.

El hambre que me atenazaba era tanta, que no dudé en estirar la mano para arrancar una, al probarla, un sabor dulzón explotó en mi boca, le di un segundo mordisco hasta que sentí que algo no andaba bien.

Un aullido más feroz llamó mi atención, todos los lobos habían dejado de aullar, pero seguían rodeando el árbol, a excepción de uno de ellos, que era el único que aullaba en dirección del bosque, su aullido era más fuerte que el resto, firme, como si estuviera esperando a alguien.

Las sombras frente a mis ojos y el entumecimiento de mi cuerpo hacían que viera doble, una ola de calor recorría mi cuerpo, era como estar en llamas, sentía que mi corazón se saldría de mi pecho en cualquier momento, la comezón de mi piel y de pronto el deseo bestial de ser tocada, hicieron que casi me cayera.

Qué me sucede —digo con agitación.

La humedad en mi coño no era normal, este deseo enfermo tampoco.

No…

Pierdo el equilibrio cayendo al vacío, cierro los ojos con fuerza, esperando mi final, uno que no llega, porque en cuanto levanto la mirada, me encuentro con un par de ojos metálicos.

Ardian —mi voz es tan pequeña como patética.

Un nuevo picor que comienza de mi piel y se extiende por todo mi cuerpo hasta instalarse en mi vientre, me obligan a aferrarme a sus brazos cuando me baja, ya no hay lobos alrededor, ¿los habré imaginado?

No sé qué me sucede —me agito—. Tengo mucho calor.

Mi pecho sube y baja, mi respiración está descontrolada.

No me decía nada, había cierta rabia en su mirada, incluso creí haber escuchado que maldecía, sin saber por qué, su cercanía se convierte en una abolladura a mi plan de escape, aplasto mis labios contra los suyos, esperando un rechazo que no llega.

Todo lo contrario, parece ser que él acepta el beso, incluso lo profundiza más, su lengua llega hasta mi garganta, sus manos viajan por la curvatura de mis caderas hasta acunar mis pechos con sus manos, aplastándolos. Rompiendo el beso, dirigió su atención a mi cuello, lamiendo, succionando mi piel.

Comiste del fruto del árbol, ¿verdad? — pregunta recostándome en el suelo.

No respondo, estoy sin aliento.

Se trata de un árbol antiguo, parecido a un mándala que da como frutos, un afrodisíaco natural.

—¿Qué?

Relájate, te ayudaré a resolver este problema.

No entiendo nada de lo que dice, mi respiración se profundiza, Ardian comienza a quitarse la ropa, admiro su mandíbula afilada, su pecho marcado, el cuerpo me tiembla como si agujas estuvieran pinchando mi piel, hasta concentrarme con los ojos ahumados más escalofriantes que he visto en la vida.

Y con un interés silencioso y maniaco, se desabrocha los pantalones.

Los duros planos de los abdominales de Ardian, aceleran la tensión actual, es como si su físico hubiera sido esculpido para convertirse en un arma para infligir dolor y placer al mismo tiempo.

No me siento bien —mi voz tiende de un hilo.

Aliviaré tu deseo, Leni —su mirada punitiva se encuentra con la mía.

Con la fiereza de una pantera que está a punto de engullir a su presa, da un paso adelante acercándose. No intento luchar cuando sus manos hábiles terminan por desnudarme, dejándome solo las bragas y el sostén.

Eres demasiado hermosa.

No, no puede estar pasando esto, una pequeña voz en mi cabeza me pide que detenga esto antes de que sea demasiado tarde, soy virgen, no quería que esto se rompiera por un completo desconocido, sin embargo, mi cuerpo lo exigía.

Jamás había experimentado esta clase de cúmulo de sensaciones que explotaban en mi interior, un deseo ardiente se apoderó de mi ser, las manos de Ardian recorrieron mi cuerpo hasta que abro los ojos por completo.

Por favor, no —coloco las palmas de mi mano sobre sus perfectos pectorales—. No puedo… no quiero.

La ola de calor se expande con más brutalidad por mi cuerpo, intento cerrar las piernas, pero él, en su lugar, liberó una de mis manos y dirigió la suya hasta mi… coño.

—¿Qué haces? —tiemblo.

Te lo dije, solo te ayudo —siento como olfatea mi cuello, como si quisiera grabar mi olor en su memoria.

No iba a perder la virginidad que por muchos años había estado guardando para el chico indicado, sin embargo, cuando Ardian comienza a besar mi cuello de nuevo, y comienza a frotar su dedo sobre mi parte íntima, sobre la fina tela de las bragas, este se vuelve traicionero, exigiendo más.

Un suave gemido se desliza de mis labios y aumenta la fricción, tengo que sostenerme de sus hombros como si me estuviera cayendo en un abismo, su atención pasa a mis pechos, deslizando lentamente los tirantes de mi sostén.

Detente —susurro en un tono apenas audible.

No me presta atención, gruñe empujando sus caderas, algo duro golpea mi entrada, me quedo sin aliento por completo.

No quiero —repito.

Apago todas estas sensaciones excitantes, quiero tomar el control, no puedo dejar que este extraño deseo me domine, no, no puedo. No me hace caso, al contrario, siento sus deslizarse por debajo de mis bragas, introduciendo un dedo, mis piernas actúan de manera propia y se abren más.

Eso es, Leni, déjate llevar —me susurra al oído.

¿Cómo es que llegué a esto? A que un completo desconocido me esté tocando de este modo. Poco a poco, conforme el deseo toma el poder de mis emociones, la comezón que sentía en la piel, se alivia, las manos de Ardian están sobre todo mi cuerpo, tocando cada parte que nadie nunca ha tocado, hasta que mi pecho se agita, cierro los ojos y exploto en medio de un gemido.

El entra y sale de su dedo hacen estragos que nunca pude haber imaginado, respiro profundo cuando termina. Viendo cómo saca su dedo y lo lame como animal hambriento.

Sabes demasiado bien, Leni Marshall.

Entonces, me congelo, el color gris de sus ojos se vuelve más intenso, puede que sea mi imaginación, no puedo confiar en mi mente ahora mismo, pero juraría que se ponen de un rojo intenso, se inclina hacia adelante, mordiendo mi cuello, el dolor se dispara por mi columna vertebral.

Grito, trato de apartarlo, es en vano, es como empujar un enorme pedazo de acero, después, todo se oscurece, me hundo en un profundo sueño, aquella oscuridad era diferente, y esos ojos rojos tenían un matiz que me erizaba la piel.

[…]

Abro los ojos, deseando despertar de la pesadilla, poco a poco mis ojos se acostumbran a la luz, no estoy en un hospital, lo primero que miro es un techo blanco con bordes dorados, mi cabeza estalla, ¿acaso bebí algo anoche y soñé todo?

—¡Por fin despiertas!

El rostro de un pequeño niño aparece delante de mí, doy un respingo que me hace incorporarme de golpe.

Pensé que nunca abrirías los ojos —me dice el pequeño, observándome con cierta diversión inocente.

Desciendo la mirada, no traigo mi ropa, solo un enorme camisón al estilo vitoriano, color blanco, no tengo sostén, tampoco bragas, fuera de esta tela delegada, estoy casi desnuda, o al menos así me siento.

—¿Estás bien? —me pregunta el pequeño que no debe tener más de cuatro años.

Quiero responderle, pero al observar la habitación en la que me encuentro, las dudas asaltan mi mente, es un lujoso dormitorio, demasiado amplio, bien podría medir todo lo que abarca el pequeño departamento en el que vivo con mi padre y mi hermanastro.

Todo está mal, nada parece real, ¿acaso todavía no despierto de la pesadilla? Me doy una bofetada para probar si despierto, no pasa nada, pellizco mis mejillas y sigo sin obtener ningún resultado, el miedo al sentirme desorientada y sumamente perdida en una irrealidad, hacen que comience a hiperventilar.

—¿Eres la nueva pareja de mi padre?

Tenso el cuerpo, miro al niño que permanece a mi lado, mirándome con esos ojos rojos… espera… ¿ojos rojos? No, debe ser mi imaginación, el pequeño niño de cabello oscuro, ojos rojos y tez clara, me sonríe de oreja a oreja, con esperanza, con anhelo, como si quisiera algo de mí.

—¿Quién es tu padre? —mi voz tiembla—. ¿Sabes en dónde me encuentro?

  

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