LEILUNA La luz del día se desvanecía lentamente, tiñendo el cielo de un profundo color naranja que se mezclaba con tonos morados, un espectáculo que solía disfrutar desde la ventana de mi alcoba en el castillo. Pero hoy, el paisaje me resultaba indiferente. Mis pensamientos estaban atrapados en la confusión y el dolor que me causaba la desaparición de mi hija. Me apoyé contra el marco de la ventana, observando el ejército que se formaba en el patio. Nuevos Stardark se alineaban, sus rostros serios y determinados, listos para servir a la causa. Era un ejército que, en otros tiempos, hubiera llenado mi corazón de orgullo. Pero ahora, solo sentía un vacío. —¿Dónde estás, Leni? —susurré, mi voz apenas audible entre el murmullo del viento que pasaba. La traición de su huida me desgarraba por dentro, y no podía dejar de pensar en Trey. Su astucia y su habilidad para manipular a los demás me llenaban de desconfianza. Era seguro que tenía algo que ver con la fuga de mi hija, y esa idea m
MICAH El camino hacia el castillo se sentía más largo de lo habitual, como si el tiempo se hubiera estirado en respuesta a la creciente inquietud en mi pecho. Los árboles, con sus ramas desnudas, parecían erguirse como testigos mudos de lo que estaba por venir. El aire estaba impregnado de una tensión palpable, y a medida que me acercaba, el silencio se volvió ensordecedor. Al llegar, me encontré con una escena que me heló la sangre. Mis soldados estaban agrupados, sus rostros pálidos y llenos de horror, mirando en dirección al castillo. —¿Qué sucede? —pregunté, mi voz resonando con la autoridad que siempre había tenido. Pero en ese instante, no era suficiente para disipar el temor que impregnaba el ambiente. Un soldado se volvió hacia mí, sus ojos amplios y asustados. —Mi Lord, las puertas del castillo se cerraron de repente, y las ventanas estallaron en mil pedazos —dijo, su voz temblando—. No sabemos qué está pasando. El corazón se me hundió al escuchar sus palabras. La
RIHANNON La lluvia caía sin compasión, cada gota golpeando el suelo con un eco de tristeza que parecía narrar una historia de dolor. Estaba quieta, bajo el refugio de un viejo roble que se erguía como un guardián en medio de la tormenta. Las nubes grises se arremolinaban en el cielo, y el viento aullaba como un lamento, trayendo consigo una sensación de desesperanza. Desde que nos enteramos de que mi nieto estaba en peligro, no habíamos hecho más que correr, un impulso desesperado por llegar a su lado antes de que fuera demasiado tarde. Pero en lo profundo de mi corazón, sabía que la distancia que aún nos separaba era una barrera que no podríamos cruzar. La opresión en mi pecho se intensificaba con cada paso que dábamos hacia lo desconocido. —Esto no puede estar sucediendo —murmuré para mí misma, sintiendo cómo las lágrimas se mezclaban con la lluvia. Era una sensación amarga, la impotencia de no poder proteger a aquellos que amaba. Mientras mi mente luchaba entre la rabia y la
LENI La lluvia caía incesantemente, cada gota golpeando mi rostro como si el cielo llorara por nosotros. La opresión en mi pecho no desaparecía; era un peso que se intensificaba con cada segundo que pasaba. Estaba sobre el lomo de Ardian, quien había tomado la forma de un imponente lobo blanco. Su pelaje brillaba con una luz casi sobrenatural a la tenue luz del amanecer que apenas comenzaba a asomarse en el horizonte. A medida que corríamos, sentía el viento azotando mi piel, arrastrando mis pensamientos y las dudas que me atormentaban. A nuestro alrededor, el bosque se desvanecía en un borrón de sombras y luces, los árboles como fantasmas que se deslizaban a nuestro paso. Ardian corría más rápido que jamás había imaginado, como si el mundo entero se hubiera convertido en un mero obstáculo que debíamos superar. La sensación de su cuerpo musculoso bajo mí era reconfortante, pero también aterradora; sabía que cada momento contaba, que cada latido de mi corazón resonaba como un tambor
LENI La atmósfera era densa, cargada de una mezcla de alivio y tensión. Habíamos encontrado a Viktor, pero su estado era preocupante. La luz tenue que se filtraba a través de las hojas del bosque iluminaba su rostro, pálido y sudoroso, mientras todos nos esforzábamos por ayudarlo. Rihannon, su madre, se movía con una determinación feroz, curando las heridas de su hijo con una mezcla de habilidad y amor que solo una madre puede ofrecer. Observaba cada movimiento con atención, sintiendo cómo la ansiedad se apoderaba de mí. Sostenía a Argos entre mis brazos, su pequeño cuerpo cálido y frágil, y cada vez que miraba su rostro, el terror de lo que acababa de suceder me llenaba de un profundo dolor. La lluvia había cesado, pero el aire seguía impregnado de un olor a tierra húmeda y desolación. Los árboles susurraban en el viento, como si compartieran nuestra angustia, y el sonido del bosque se convertía en un eco de nuestras emociones. —Está bien, Viktor. Estás a salvo —decía Rihannon, s
LENI La tensión en la habitación era palpable. Las voces se alzaban, cada discusión resonando como un eco de desesperación y temor. La noticia de la muerte de los padres de Rihannon había caído como una losa sobre nosotros, y mientras los presentes debatían sobre lo que debíamos hacer, yo me sentía atrapada entre el dolor y la incredulidad. A pesar de nunca haber tenido la oportunidad de conocer a mis abuelos, su ausencia pesaba en mi corazón. La idea de que fueran asesinados por Greta me hacía sentir como si una parte de mí se desvaneciera en la oscuridad. —No podemos quedarnos de brazos cruzados —dijo Dax, su voz firme y decidida—. Debemos actuar antes de que ella haga más daño. —¿Y qué hacemos? —respondió Nadav, su frustración evidente—. No sabemos dónde está ni qué planea. En medio del caos, Rihannon se mantuvo en un silencio perturbador. La mirada en su rostro era una mezcla de dolor y determinación, y podía ver cómo luchaba por encontrar la fuerza para enfrentar lo que habí
NARRADOR OMNISCIENTE Bajo la tenue luz de la mañana, un aire cargado de anticipación envolvía el vasto salón de coronaciones en el palacio de Tafaryen. Greta se encontraba de pie, su figura erguida y elegante, rodeada por un halo de poder y determinación. Había esperado este momento durante años, había tejido intrigas y conspiraciones, eliminando a quienes se interpusieron en su camino. Hoy, finalmente, sería coronada como la reina de Tafaryen. Una sonrisa arrogante se dibujó en sus labios cuando contempló las decoraciones que adornaban la sala: banderas ondeando en honor a su llegada, y un trono de oro esperando ser ocupado por ella. —Hoy, todo lo que he deseado será finalmente mío —murmuró para sí misma, sintiendo cómo la euforia comenzaba a brotar en su interior. Mientras Greta se perdía en sus pensamientos, la puerta del salón se abrió con un crujido, interrumpiendo su ensueño. Rihannon y Trey entraron, sus figuras recortadas en el umbral, y su presencia resultó un jarro de ag
LENI Han pasado dos meses desde que la tragedia de Greta y la pérdida de Rihannon sacudieron nuestras vidas. En este tiempo, Tafaryen ha comenzado a encontrar su ritmo nuevamente, como un río que, tras una tormenta, se ajusta a su cauce. Las decoraciones del palacio han cambiado, y la atmósfera es ahora más ligera, aunque todavía hay un eco de lo que fue. La vida sigue adelante, y en medio de todo este caos, Ardian y yo hemos asumido la responsabilidad de gobernar. El día se presentaba brillante y despejado, con un sol radiante que iluminaba las torres del castillo. Desde la ventana de nuestra habitación, podía ver a los súbditos de Tafaryen, hombres y mujeres que trabajaban en el patio, riendo y compartiendo historias. La risa de los niños resonaba en el aire, un recordatorio de que, a pesar de las sombras que habíamos enfrentado, la vida seguía su curso. —Mira, Argos —dije, girando hacia la cuna donde mi pequeño hijo dormía plácidamente. Su rostro redondo y sonrosado era un refle