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Capítulo 04: La nueva pareja

Leni

—¡Mi padre es el príncipe Ardian, y esta es nuestra casa! —dice con exceso de alegría.

Me congelo. Mi corazón da un vuelco por completo, las imágenes de lo sucedido vienen a mí como película repetida, el club, el chico que me salvó, la anciana en la cabaña, recuerdo haber subido a un árbol, luego caí en los brazos de Ardian. Todo me daba vueltas.

¿Me había metido con un hombre casado? Y ¿cómo es eso de que es un príncipe? Algo no encaja, necesito salir de este sitio, necesito escapar.

Busco como loca cualquier salida, hace un momento probé con abrir la puerta, pero está estaba cerrada por fuera, intenté por las ventanas, pero el alma se me fue a los pies al ver que estaba muy alto, literalmente había puro bosque abajo, sin contar que alcancé a divisar a varios hombres merodeando la zona.

Permanezco temerosa y callada, sentada en una de las orillas de la cama, mientras comienzo a maquinar una manera de darle una respuesta razonable a todo esto.

—¿Por qué no hablas? —inquiere el pequeño, serio, sin dejar de verme ni un solo segundo—. ¿Vas a ser mi nueva madre?

Le miro con un poco de irritación.

Niño, yo no soy tu nueva madre —tomo una bocanada de aire—. Mi nombre es Leni, ¿cómo te llamas tú? ¿En dónde está tu madre?

Mi nombre es Donomie, el nombre de mi madre es Dama —su mirada se va apagando, ahora sus ojos son grises, lo supuse, mi mente me estaba jugando sucio, todo lo había imaginado—. Pero murió.

Una punzada de remordimiento me invade.

Lo siento mucho —me estremezco al ver su dolor.

La preocupación se reflejaba en los ojos del pequeño, yo también perdí a mi madre hace años, ni siquiera la llegué a conocer porque murió cuando nací, así que Ardian era padre, Dama era su esposa y la perdió, pero… parece muy joven como para haberse casado y encima tener un hijo de cuatro años.

Miro a mi alrededor, este no es un lugar para pobres, por lo que su situación financiera deber ser exorbitante, incluso la ropa del niño es de marca y se ve nueva. Una lenta sonrisa surca labios.

No hay nada que lamentar, no te preocupes, mi padre también está muerto.

Me vuelvo a él con ceño fruncido.

Pero dijiste que Ardian era tu padre.

—¡Sí! —exclama—. ¡Él es mi nuevo papá! Solía ser mi tío, pero ahora es mi papá.

Su tío, ahora comprendo, el padre verdadero de este pequeño, debió ser hermano de Ardian, hago un poco de memoria, sus facciones cuando me encontró en aquel club, eran duras, lo hacían ver como un chico demasiado peligroso, alguien con quien nadie debería meterse en su camino, mucho menos en su cama.

Justo en ese momento la puerta se abre y entra un Ardian con actitud arrogante, solo trae puestos unos pantalones de chándal y una camisa blanca que deja expuestos sus bíceps bien trabajados. Sus ojos brillan con sadismo desquiciado, mi corazón se acelera en mi pecho recordando su dedo dentro de mí, cómo lo lamió.

Levanta la comisura de su labio en dirección al cielo, es apenas visible, pero está ahí, es como si supiera en lo que estoy pensando.

Por fin despiertas.

Dicen que los ojos son la ventana del alma, el caso es que en los suyos no encuentro nada, solo un vacío, un agujero sin fondo. Retrocedo en la cama olvidándome del pequeño Donomie.

—¿Te comieron la lengua los lobos? —esboza una sonrisa con demasiada burla en sus palabras.

Cierro los puños, a lo que él se da cuenta de inmediato.

—¿De qué diablos hablas Ardian?

Vaya, veo que recuerdas mi nombre, Leni —esta vez no hay sonrisa surcando sus labios, pero si el sarcasmo.

Él se toma su tiempo, camina hacia la tumbona que está delante de la cama y toma asiento de manera grosera delante de mí, recargando sus brazos sobre sus rodillas, mirándome como si quisiera penetrar mi alma.

Si las chicas de la agencia de niñeras en la que trabajo lo vieran, dirían que es un hermoso regalo de la capacidad de la reproducción humana, lo es, solo que hay algo oscuro y siniestro que viene de él.

Dime en dónde estoy —musito con un hilo de voz—. ¿En dónde queda todo esto? Y cómo es que te atreviste a cambiarme de ropa.

Sus ojos grises relucen con enojo y adquieren un color sombrío.

—¿Hay algo de malo en que cambie de ropa a mi mujer? —su voz es tranquila y aterradora.

No soy tu mujer —mi voz tiene una incertidumbre que coincide con mi interior revuelto—. No vayas demasiado lejos, ni siquiera te conozco.

Mis dedos no dirían lo mismo —dice con ira, su pecho comienza a subir y bajar.

¿Por qué demonios parece tan molesto? Soy yo la que se encuentra en desventaja en esta situación.

—¡No soy tu mujer, no soy nada tuyo! —exclamo—. ¡Tampoco soy la madre de este niño!

Señalo al pequeño Donomie, en cuanto las palabras se deslizan de mis labios, me arrepiento, el pequeño no tenía la culpa de nada.

Mamá —susurra con ojos de cachorro—. Me gustaría que fueras mi nueva mamá, pero me odias ¿por qué? ¿Por qué no quieres ser mi mami?

No puede ser, he desquitado mi rabia contra un inocente, es que el miedo que siento no me deja pensar bien, yo ya debería estar en la agencia, revisando los datos de la familia del niño o niña que me tocaría cuidar esta semana, no aquí, en donde sea que esté esto.

Ya no te molestaré más —la tristeza llena sus rasgos.

No, Donomie, no quise decir eso…

Trato de llegar hasta él, pero la voz dura de Ardian, me detiene.

Donomie, ve a jugar con Silver, la niñera te está buscando —demanda sin un atisbo de delicadeza hacia el pequeño, luego posa su cruel mirada sobre mí—. Tengo que hablar con Leni.

De pronto, la carita triste del pequeño Donomie cambia con fugacidad, dibujando una sonrisa burlona y casi sádica como la de su tío. ¿Estaba fingiendo tristeza? ¿Me estaba chantajeando sentimentalmente el pequeño? Joder, estos dos eran demasiado raros.

—¡Está bien, Ardian! —corre hacia la puerta—. ¡Pero sé amable con ella, me agrada, quiero que sea mi nueva mamá y que me dé un hermano menor, jugar con Silver ya no es divertido, es demasiada lenta para alcanzarme!

Sale dando un portazo y su risa se alcanza a escuchar al otro lado de la puerta, mis mejillas arden con lo que acaba de pasar, ese niño…

Donomie tiene razón, tal vez si comenzamos ahora, podremos darle un hermano muy pronto —se lame los labios de manera salvaje.

Tal vez soy yo la del problema, pero este chico, cada que me pone los ojos encima, parece que me considera un bocado, como si me quisiera devorar.

Antes de que me permitiera hablar, se me viene encima, mi espalda cae sobre el suave colchón, aprisiona las muñecas de mis manos y comienza a olfatearme el cuello, lo cálido de su aliento me eriza la piel.

Hueles demasiado bien —su voz acelera mis pulsaciones—. Tu olor es exquisito.

Se levanta un poco para quitarse la camisa, dejando al descubierto su torso construido, de nuevo, su mirada está llena de lascivia, de lujuria, de deseo posesivo. Coloco las palmas de mis manos sobre su pecho, intentando mantener toda la distancia posible entre los dos, hasta que veo una enorme cicatriz a un costado, es profunda, e incluso pareciera que le duele cuando la rozo con mis dedos.

Fuiste gravemente herido —no reconozco mi voz.

—¿Sientes pena por mí? —me observa con desconcierto.

Agarra una de mis manos y provoca que la deslice sobre sus pectorales hasta llegar a su miembro endurecido.

No sientas pena por mí, cuando lo único que deseo es hacerte mía —escupe sin escrúpulos.

No —aparto mi mirada, regresando a la realidad.

¿Qué me estaba pasando? Era como haber entrado en una especie de transe.

Bájate —lo logro empujar, no, tacha eso, él es quien me libera—. Todo esto es extraño, tú eres un extraño, Ardian.

No te importó anoche que un extraño te follara con los dedos —se pone de pie y su altura me intimida—. Nada de esto estaría pasando si no te hubieras escapado y comido de aquella fruta silvestre, entrar al bosque brumoso no fue una gran idea, Leni.

—¿Bosque brumoso? ¿Fruta silvestre? Esto es una locura —camino de un lado a otro—. ¡Quiero regresar a Los ángeles, ahora mismo! Tengo un trabajo que no puedo perder, un hogar, ¡no puedes mantenerme prisionera en donde sea que esté esto!

Su rostro se arruga en un ceño fruncido mientras sus ojos me evalúan.

Hay algo que tienes que saber, Leni —arguye con un borde sospechoso en su tono de voz—. Aquí yo soy un príncipe, un lobo alfa, y tú eres mi princesa, mi luna, dejarte ir simplemente nunca será una opción.

Resoplo.

Estás loco, ¿lobo alfa? Lo que dices no tiene sentido, me parece que has estado viendo demasiadas películas.

Sus rasgos se endurecen, sus ojos se vuelven de un rojo intenso.

Lo que dije es cierto —dice sin enmascarar la frialdad de su voz.

Entonces, una luz brillante aparece delante de mí, un enorme lobo con pelaje negro y ojos rojos que adquirían de pronto un color gris resplandeciente, hace que me caiga de bruces. No era mentira… Ardian se acababa de transformar en este enorme lobo que me mira como bocado, es incluso más grande que los que me rodearon en aquel árbol.

¿Cómo pude haber dejado que un animal salvaje me tocara de ese modo tan indecoroso? ¿Me estaba volviendo loca? Sí eso debía ser, El miedo se apoderó de mí y sin poder evitarlo, me desvanecí, escuchando a lo lejos un aullido que erizó mi piel.

ARDIAN

Ella es demasiado hermosa, príncipe Ardian, pero me temo que es humana.

La voz de Greta me saca de mis pensamientos, hace poco más se ocho horas que Leni se desmayó al verme convertido en lobo, no era mi intención hacerlo, no tan pronto, pero esta mujer me saca de quicio, no dejaba de parlotear, provoca en mí muchas cosas, y una de ellas es la pérdida del control que siempre he tenido.

Es mi mate —gruño.

Una mate que es humana, sabes bien que tus padres nunca lo aceptarán, tampoco el resto de la manada —añade la Greta, revisando la temperatura de Leni.

Me quedo callado al instante, ella tiene razón, Leni es humana, la manada no lo verá con buenos ojos, lo aceptarían con el paso del tiempo, sin embargo, queda el obstáculo de mis padres, quienes han forjado su matrimonio a base de las viejas costumbres, mismas que nos enseñaron a mi hermano Danae y a mí.

Tengo que pensarlo.

No hay nada que pensar.

Volteo a ver a Rein, quien entra a la habitación, una expresión de pocos amigos se le cruza por el rostro y creo que no tiene buenas noticias para mí.

—¿Qué sucede? —pregunto con el ceño fruncido.

Hay rumores entre la manada, ya se habla sobre la mate del príncipe King, no escuché mucho, pero te puedo decir que las opiniones están divididas.

Habla.

Algunos están interesados en conocer a la futura luna de su alfa, sus expectativas son demasiado altas pese a que ya se sabe que es una humana, mientras que la otra mitad, están seguros de que el que te hubieras encontrado con ella, es un signo de mal augurio y que la llegada de Leni Marshall, es una señal de mala suerte.

Te lo dije, Ardian, ella no pertenece a este mundo, tiene que estar con los suyos.

Greta tiene razón, no solo es el por el hecho de que no sea parte de este mundo, sino, que al ser humana no tiene la capacidad ni la fuerza que se necesitan para ser la luna de un alfa King —finaliza Rein.

Sé que los dos tienen un punto a su favor, y opino igual, yo mismo me sorprendí de haber encontrado a mi mate en una humana.

Tienes que olvidarte de ella, encontrar y unirte a una loba que sea compatible contigo, una que haya crecido bajo nuestras leyes y te pueda dar hijos, un alfa siempre debe tener descendencia —arguye Greta mirando a Leni inconsciente—. Ella no es para ti, te traerá demasiados problemas con la manada.

Me molesto, una parte de mi quiere dejarla ir, pero mi lobo interno se niega a hacerlo.

Ella es nuestra, más vale que no renuncies a ella, es nuestra mate, nuestra luna” Me gruñe internamente.

No, ella se queda —espeto con firmeza, con los puños cerrados y con las ganas de romperle el cuello a alguien.

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