Juan se quedó perplejo, ¿qué pasó con este José? Ni él mismo le había ofendido.Le pasó el Rolls-Royce.Juan abrió desmesuradamente los ojos, como si hubiera vivido una escena increíble.¿Miguel estaba realmente en el coche de José?¿Qué demonios estaba pasando aquí?En el escritorio de la familia S
Cuando Miguel descansaba con los ojos cerrados en el coche, una llamada lo despertó.Inesperadamente, era una llamada de Alicia.Al contestarla, oyó su voz fría:—Miguel, ¿estás con el presidente Morales?Miguel echó un vistazo rápido a José, a su lado, y respondió:—Sí.Alicia respiró profundamente
—Estás bromeando, ¿no? ¡Es demasiado joven!Le interrumpió en seco José, con una expresión seria:—Señor Álvarez, todo lo que digo es verdad. Si el señor Rodríguez no puede curar la enfermedad de la señorita Álvarez, quizás no haya nadie que pueda curarla.Aunque Alejandro no estaba convencido de qu
—Pum, pum, pum —resonaron una sucesión de explosiones.La energía que produjo la palmada de Lucía Blanco fue tan fuerte que era difícil de resistir.Se cruzaron más de diez movimientos entre los dos en cuestión de segundos.Miguel no tenía intenciones de matarla, por eso, solo se enfocó en defenders
Era como si le preguntara quién era este muchacho.José enjuagó el sudor en la frente y dejó un gran suspiro.Por suerte Miguel tenía clemencia, no habría herido de verdad a Lucía.Si no, se dejaron resentimientos entre ambas partes.Frente a la mirada atónita de Alejandro, no sabía cómo lo explicar
—¿Ha visto lo suficiente?Lucía vio que Miguel miraba a Mía fijamente, y no se contuvo de preguntar.Pese a su talento en artes marciales, sospechó que este tipo tenía pensamientos abyectos contra Mía bajo el pretexto de quitarle la ropa para el tratamiento.Miguel sonrió, pero no se halló vergüenza
—Señorita, ¿ya puedes moverte?Al ver que Mía levantó su brazo, Lucía se alegró mucho.—Sí.Los ojos de Mía se volvían más febriles, estaba muy contenta de recuperar el control de su cuerpo.Miró a Miguel y dijo:—Médico Rodríguez, sus habilidades son realmente brillantes.—Admiro mucho su resistenc
Cuando Miguel salió de la puerta de la villa de los Álvarez, se paró un Rolls-Royce al lado.Se abrieron las puertas, y bajó Mía.—Señor Rodríguez, ¿dónde vive usted? Si quiere, lo acerco.—Por ahora, no tengo una residencia fija, me hospedaré en un hotel.No tenía propiedad en Ríomar, tras su divor