Capítulo 0002
Miguel salió de la villa y volvió la cabeza para ver el lugar donde había vivido durante tres años.

Vino solo y se fue con las manos vacías.

Un Rolls-Royce llegó desde lejos y paró frente a él.

Se abrieron las puertas y se apeó un hombre de mediana edad, vestido de traje.

—Señor Rodríguez...

Trotó hasta Miguel con una sonrisa radiante en su rostro.

—¿Por qué vienes?

Miguel lo miró y descubrió que era el propio presidente de Celestial Global.

—Es que estos días estoy trabajando con la señora Rodríguez en el proyecto de desarrollo en la Ciudad Oeste. Hoy, vengo personalmente para discutir los detalles con ella —repuso francamente José Morales.

Miguel asintió

—No hace falta discutir nada más. Alicia ya tiene como respaldo a la familia Ramos, no necesita más nuestro apoyo, tampoco se apellida más Rodríguez.

—¿Qué? ¿Cómo que no se apellida Rodríguez?

Miguel no escondió la verdad.

—Estamos divorciados. De aquí en adelante no tengo ninguna relación con los Salamanca.

Miguel miró a José y le dio unas palmaditas en el hombro.

—José, te agradezco mucho el trabajo que has hecho durante estos tres años.

José instaló todos los negocios en el extranjero, y le pidió regresar para ayudar a la familia Salamanca.

Por eso, no sacó ninguna ganancia durante este tiempo.

José dirigió una reverencia apresurando sus palabras:

—No es para tanto, señor Rodríguez. Es un placer servirle a usted. Por cierto, ¿por qué la señora Salamanca se separó de usted de repente? ¿Es por las artimañas de ese tal Ramos?

José arqueó las cejas con fuerza y dio una palmada en el pecho diciendo:

—Si es así, se lo explico todo a la señora Salamanca en persona.

Aunque fue él quien colaboraba con los Salamanca, todo esto se debía a las órdenes del señor Rodríguez.

Si no, la familia Salamanca ni siquiera sería digna de levantar sus zapatos, y mucho menos de cooperar.

Ahora que la empresa cotizó en bolsa, se atrevió a divorciarse del señor Rodríguez, realmente tenía una perspectiva limitada.

Miguel sacudió la cabeza.

—Olvídalo, ya me he divorciado de Alicia, a partir de ahora no estamos relacionados el uno con el otro. Si no hay nada más, puedes irte primero.

José se dio un golpe en la cabeza, parecía que recordó algo.

—Señor Rodríguez, todavía queda un asunto. Ya tengo noticias del elixir que me pidió encontrar, es que...

—¿Qué pasó? —interrogó Miguel volviéndose.

—Es que el elixir éter espiritual es una herencia familiar de los Álvarez, no se vende.

José cambió de tema.

—Sin embargo, tras curiosear, la hija única de Alejandro Álvarez adoleció de una enfermedad malsana desde hace cinco años, ya tiene los días contados. De modo que, se está recuperando en Ríomar. Si le ayuda, seguramente, usted conseguirá lo que quiera.

Los ojos rasgados de Miguel se entrecerraron ligeramente.

El elixir era muy importante para él, ya que había sufrido de una herida grave en la batalla en el Mar del Sur, por la que su fuerza se mermó enormemente.

Solo con los cinco tesoros elementales podría sanar su herida oculta y volver a su punto.

De todos modos, tenía que obtener este elixir.

—¿Parece que ya te has comunicado con la familia Álvarez?

Una expresión seria afloró en el rostro de Miguel.

José tragó saliva y el sudor frío le rezumaba por la frente.

Dijo humildemente:

—Usted es tan perspicaz que yo no me atrevo a ocultar nada. Alejandro ha dicho que estará de acuerdo con cualquier condición suya, siempre y cuando su hija esté curada.

Miguel, plantado, con las manos en la espalda, no le pidió cuentas.

—Ya que es así, vamos a visitar a la familia Álvarez.

José, exultante, cerró las puertas por Miguel después de que había entrado en el coche.

Miguel estaba a punto de entrar en el coche Miguel, vio un BMW que se les acercó…

Se detuvo en la puerta de la villa de los Salamanca.

Un hombre salió del coche a toda prisa.

—Presidente Morales, ¿usted ha terminado de hablar con mi hermana? ¿Por qué no se queda un rato más?

Este hombre que venía era, precisamente, el hermano menor de Alicia, Juan Salamanca.

Juan le miró de reojo a Miguel, y le asestó un “hum” con desprecio.

José no tardó en subir al coche.

Ahora Miguel ya se había divorciado de Alicia, no le hacía falta dar buena cara a los Salamanca.
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