Capítulo 0006
—Pum, pum, pum —resonaron una sucesión de explosiones.

La energía que produjo la palmada de Lucía Blanco fue tan fuerte que era difícil de resistir.

Se cruzaron más de diez movimientos entre los dos en cuestión de segundos.

Miguel no tenía intenciones de matarla, por eso, solo se enfocó en defenderse.

A pesar de que todavía no se repuso de la herida, Lucía quedó muy lejos de ser rival para él.

—Para, Lucía.

En este momento, Mía la detuvo desde la cama.

Al escuchar, Lucía detuvo sus ataques.

Lo miró con descontento y se quejó:

—Mía, este muchacho...

—Basta. El médico Rodríguez viene para curarme, ¡sé cortés! —dijo Mía con calma.

El padre de Lucía era su maestro, y las palabras de Miguel, en realidad, le causaron disgusto.

Siendo la más fuerte de las tres generaciones de la familia Álvarez, así como, un genio de las artes marciales, debía pensar y actuar con aplomo.

En aquel enfrentamiento, ya observó que los movimientos de Miguel eran muy ágiles, esto evidenció que su fuerza se podía subestimar.

Sin embargo, intentó no luchar con Lucía a rienda suelta.

Si hubiera luchado con todas sus fuerzas, Lucía habría, seguramente, ser derrotada. Esta fue la razón por la que intervino el enfrentamiento.

Por la intervención de Mía, Lucía no hizo nada más que acatar, se retiró silenciosamente.

Mía volvió la cabeza hacia Miguel y le consultó:

—Médico Rodríguez, usted mencionó tan fácilmente la causa de mi enfermedad, ¿conque puede encontrar algún método de tratamiento?

Alejandro y José dirigieron una mirada a Miguel conjuntamente.

No obstante, Miguel, cabizbajo, meditó tocando la barba, frunciendo las cejas.

—Señor Rodríguez, ¿hay algún problema? —preguntó José con preocupación.

Miguel alzó la cabeza lentamente.

—No es más que una enfermedad ligera, que se puede curar en un abrir y cerrar de ojos.

Después de decir esto, miró a Mía.

—No esperaba que la técnica que practicaba fuera tan inútil. Perderá todas sus fuerzas, aun cuando pueda moverse. Pero, no pasa nada, acabo de mejorar la técnica, luego, practique lo que le voy a enseñar. Regresará a su apogeo en un año.

Lucía apretó los puños y sus comisuras se crisparon ligeramente.

Sus ojos se abrieron desmesuradamente.

—Por muy inútil que sea la técnica, te derrotaré sin esfuerzo.

José podía decir que el clima era muy tenso, aunque no se metió en el asunto.

Señor Rodríguez era bueno en todo, menos en hablar sin rodeos.

La heredera del Puño Trueno estaba aquí, tenía que guardarle la cara.

La mirada de Miguel estaba puesta en Mía.

—Solo se lo enseñaré una vez, mire bien.

Miguel emitió la energía moviéndose las manos.

En un instante, el dobladillo de su ropa se arremolinó sin la presencia del viento.

—Pum.

Y en un instante, Miguel ya se había abalanzado contra Lucía, como una flecha lanzada, con un movimiento casi imperceptible.

Lucía trazó una sonrisa con la comisura de los labios.

Fue él quien tomó la iniciativa.

No le obligó a hacer nada.

Le afrontó con el Puño Trueno.

—Lucía, no debes hacerle daño.

—Señor Rodríguez, no golpee con toda la fuerza.

José y Mía casi gritaron simultáneamente.

Lucía se fijó en Miguel, con la boca abierta que casi cupo un puño entero.

—Esto... ¿Es el Puño Trueno?

Miguel utilizó la técnica exclusiva de la familia Álvarez.

La había practicado durante más de diez años, era improbable que se equivocara.

Pero, ¿cuándo la había aprendido Miguel?

A través de observaciones, su Puño Trueno era mucho más fuerte que el de ella.

—Pum.

Solo se intercambiaron un movimiento.

La cara de Lucía palideció rápidamente.

Un dolor agudo corría por su brazo.

Esta palmada, como el mar bravío, tenía una fuerza que arrasaba las montañas y que nunca estaba agotada.

Lucía no era su rival, se echó atrás unos pasos.

—Clank.

Se estrelló contra la pared.

Su rostro enrojeció y casi vomitó por la agitación que tenía en la sangre.

Alejandro se quedó en su lugar, como un pincel, se volvió a José con movimientos rígidos.
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