Capítulo 0007
Era como si le preguntara quién era este muchacho.

José enjuagó el sudor en la frente y dejó un gran suspiro.

Por suerte Miguel tenía clemencia, no habría herido de verdad a Lucía.

Si no, se dejaron resentimientos entre ambas partes.

Frente a la mirada atónita de Alejandro, no sabía cómo lo explicaría.

—¿Cuándo aprendiste el Puño Trueno de nuestra familia a hurtadillas?

Lucía se apoyó contra la pared y se puso de pie con piernas temblando.

Sus ojos estaban llenos de pasmo e incredibilidad.

—Lo aprendí cuando lo ejerciste —dijo Miguel como si no pasara algo importante.

—Jis...

Mía hizo una respiración profunda.

Solo de un vistazo, ¿ya aprendió el Puño Trueno?

Incluso, ¿ lo mejoró en cuestión de minutos?

Su talento en las artes marciales eran diez veces más que ella.

A Lucía se le pusieron los ojos en blanco, a punto de desmayar de rabia.

Tardó cinco años en dominar el Puño Trueno, y Mía, un año, pero él, ¿la conocía solo con mirarlo?

¡La comparación entre personas solo provocó saña!

—Ja, ja, ja...

Alejandro se rompió en risas.

—El médico Rodríguez, no solo dominó la medicina, sino también las artes marciales. Los dos se han conocido por la pelea. Seguro que tendrán la oportunidad de practicar juntos en otra ocasión. ¿Si le conviene tratar a Mía ahora?

Aunque no sabía mucho las artes marciales, la facilidad con la que derrotó a Lucía hizo conocer a Alejandro lo fuerte de Miguel. Ahora, lo miró sin el desdeño del principio.

—Señor Álvarez, por favor, ayúdeme a sacar un conjunto de agujas de plata. Ahora, voy a desbloquear los canales de energía de su hija.

—No hay problema, tengo todo el equipamiento en casa, tanto el de la medicina china como el de la occidental.Alejandro pidió a un sirviente que le trajera las agujas.

Tras recibirlas, Miguel ordenó:

—Desnúdese, señorita Álvarez.

Mía se quedó en blanco y su expresión se congeló en un segundo.

Alejandro interrumpió a Miguel:

—Espera, espera... Médico Rodríguez, ¿por qué tiene que quitarse la ropa?

—Necesito aplicar cuarenta y nueve agujas para revitalizar la sangre. Es natural que no lo pueda hacer con ropa.

—¿No hay otra manera?

Miguel negó con la cabeza y explicó:

—Con la ropa, la energía que traba los canales no se disminuye y permanecerá en el cuerpo de su hija. Todos los esfuerzos se vuelven en vano.

—Hermano Álvarez, el señor Rodríguez no piensa más que en el tratamiento que va a aplicar a la señorita Álvarez, no te preocupes, todos los médicos tienen piedad y no se extralimitan —persuadió José.

Alejandro tenía sentimientos enfrentados y dijo:

—Por supuesto... pero es que Mía ya está comprometida...

—No importa, padre. El tratamiento no tiene nada que ver con el compromiso.

Mía paró a Alejandro frunciendo el ceño.

Detestó muchísimo que su padre le recordara el compromiso.

Hizo tantos esfuerzos, justamente, para deshacerse de la atadura matrimonial.

Sin embargo, toda la familia Álvarez, incluso su padre, siempre le inculcó las ventajas del matrimonio.

Esto le hizo aborrecer más.

—Por favor, tráteme, médico Rodríguez.

Después, pidió que Lucía le desvistiera.

—Lucía, ayúdame.

Ahora, solo pensó en recuperar sus fuerzas, no quería quedarse en la cama ni un momento más.

Más aún, no quería que su vida estuviera en manos de otros.

Alejandro comprendió el desagrado de su hija y guardó silencio.

Con un suspiro ligero, salió de la habitación.

Lucía vino al lado de Mía y le quitó el edredón.

Mía se vestía de un camisón blanco de seda, que no cubrió su silueta.

Se divisó las curvas de su cuerpo.

Cuando se le quitó el camisón, el cuerpo perfecto de Mía se presentó delante de Miguel.

Se contrajeron las pupilas de Miguel y no pudo evitar admirar este cuerpo impecable, aunque tuvo muchas experiencias con mujeres.

Tampoco pudo evitar mirarlo unas cuantas veces más.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo