Capítulo 0004

Cuando Miguel descansaba con los ojos cerrados en el coche, una llamada lo despertó.

Inesperadamente, era una llamada de Alicia.

Al contestarla, oyó su voz fría:

—Miguel, ¿estás con el presidente Morales?

Miguel echó un vistazo rápido a José, a su lado, y respondió:

—Sí.

Alicia respiró profundamente y estalló de furia.

Juan no le mintió.

—Miguel, me decepcionaste muchísimo. Si estás descontento con nosotros, puedes decírmelo a la cara. ¿Para qué difamaste a la familia Salamanca a sus espaldas?

Miguel se frotó las sienes y dijo:

—¿Me creerás si digo que nunca he difamado a tu familia?

—¿Y por qué el presidente Morales se marchó súbitamente y terminó las cooperaciones con nuestra familia? —interpeló Alicia.

—Su decisión no es asunto mío, no tiene nada que ver conmigo.

Alicia estaba que brincaba, pensó que Miguel no tenía coraje de admitir lo que había hecho.

Trituró entre dientes cada palabra:

—Realmente me equivoqué contigo.

El tono de Miguel era cada vez más frío.

—Siempre crees lo que quieres creer sin ganas de conocer la verdad. No sé lo que te ha dicho Juan, pero tampoco tengo ánimo para explicártelo. No me molestes más con este tipo de cosas.

Al terminar la frase, colgó la llamada.

Se abultaron las venas en sus brazos y se atisbó la apatía en sus ojos.

No se imaginaba que Alicia no tenía ninguna confianza en él a pesar de tres años que pasaron juntos.

Solo por unas especulaciones, le atribuyó toda la culpa.

Quizás en el fondo, él siempre fue un gorrón que vivía de ella.

De las conversaciones anteriores, José podía adivinar que era una llamada de los Salamanca.

Preguntó con toda cautela:

—Señor Rodríguez, ¿quiere darle una lección a la familia Salamanca?

Miguel suspiró y rechazó con las manos.

—Está bien, nos mantendremos lejos de ellos.

Todavía no quería tomar medidas drásticas contra ellos, simplemente los dejó a la deriva.

El Rolls-Royce avanzó lentamente a la villa de los Álvarez, a media montaña.

Los sirvientes les atendieron y les llevaron al salón inmediatamente, como si hubieran recibido un aviso de su llegada de antemano.

—Ustedes pueden descansar un momento aquí, voy a avisar al señor Álvarez ahora.

Tras servirles un vaso de té, se marchó hacia arriba.

Miguel observó a su alrededor y exclamó:

—¡Parece que la familia Álvarez no tiene muchos miembros!

—No le menosprecie, señor. Alejandro Álvarez solo es un representante de los Álvarez en Ciudad Ríomar, pero los Álvarez tienen mucha influencia en la capital. Además, la señorita mayor Mía Álvarez es muy competente. Cinco años atrás, estableció un conglomerado comercial multinacional con sus propias manos, con diez mil millones de dólares en activos. Incluso, es la última discípula del Gobernador de Ciudad Ríomar. Si no hubiera enfermado gravemente, con sus habilidades sobresalientes en artes marciales, sería la primera entre la generación joven de Ríomar.

—¡Admiras mucho a la señorita Álvarez! ¿Cómo es Alicia si la comparas con Mía?

—Ja, ja, ja...

José prorrumpió en risas y bromeó:

—Entonces, es como comparar un caballo común con un unicornio, o un cuervo con un fénix.

De todos modos, Miguel ya se había divorciado de Alicia, así que ya podía hablar sin reservas.

De repente, José rodó los ojos y se rio:

—Usted no solo es apuesto, sino que también tiene un gran corazón. Es un modelo a seguir. Al mismo tiempo, la señorita Álvarez es hermosa, a la vez que talentosa. Si los dos atan el nudo, serían un matrimonio armonioso sin duda alguna. Yo estoy dispuesto a hacer de celestina si usted está interesado.

Miguel comenzó a toser.

Miguel casi se murió de tos y le fulminó con la mirada.

—No te preocupes por mí, ocúpate de los tuyos.

José, avergonzado, se rascó la cabeza, no pensaba que a Miguel le interesara lo más mínimo.

Se oyeron unos pasos rápidos.

José se puso de pie en acto seguido y recibió con una sonrisa a quién venía.

—Señor Álvarez.

Alejandro tomó las manos de José y dijo emocionado:

—Hermano Morales, ¿dónde está el médico divino que mencionaste?

José presentó inmediatamente:

—Este es Miguel Rodríguez, ha estado en el extremo del Mar del Sur para cultivarse, apartándose del mundo, y tiene habilidades médicas extraordinarias.

Al ver que Miguel era tan joven, se congeló la sonrisa en su cara y preguntó en voz baja a José:
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