Esa noche, después de dejar a Becca en la casa, me aventuré por las calles de la ciudad en busca de distracción, me sentí aliviado al alejarme de esa tentación que estaba empezando a consumirme. Aún cuando intentaba enfocarme en cualquier otra cosa que no fuera la chiquilla, su imagen seguía atormentando mis pensamientos constantemente. Su belleza era como un imán que me atraía de manera irremediable, y sabía que si no ponía distancia entre nosotros, mis deseos podrían salirse de control. Me sentía como si estuviera atrapado en una especie de sueño donde no podía escapar de ella. En mi intento de apartar de mi mente las imágenes de Becca, me impuse recordar el compromiso que asumí con su difunto padre. Me sentía culpable por sentir esa atracción hacia ella, pero sabía que debía ser fuerte y resistir cualquier intento de acercamiento por parte de la condenada. Llegué al club nocturno de Lucas, él me recibió con una sonrisa de complicidad, sabiendo que mi presencia allí solo buscaba la
Los pensamientos fueron mi condena, los siguientes días que siguieron a ese en el que cometí lo que creía fue mi mayor error. Me reproché por haberme dejado llevar.Fui un bruto, el verdadero ser irracional. Me nublé por completo. En ese momento, toda razón y moralidad fueron arrojadas por la ventana, y me dejé llevar por el deseo que había estado reprimiendo durante tanto tiempo. Nos entregamos el uno al otro, sin pensar en las consecuencias de nuestros actos. Sentado detrás del volante de mi camioneta, recordaba que esa noche antes de abandonar la habitación, al amanecer, mientras contemplaba a Becca dormida a mi lado, me embargó un sentimiento de culpa y arrepentimiento. Sabía que lo que habíamos hecho estaba mal, y que debía poner fin a esa relación prohibida antes de que fuera demasiado tarde. Todo esto me llevó a confirmar mi decisión de alejarme definitivamente de Becca y romper todo contacto con ella, a pesar de lo difícil que me resultaba renunciar a la pasión que habíamos c
—Queridos hermanos, estamos aquí reunidos para celebrar la boda entre la señorita Becca Van Dijk y nuestro excelente joven y ejemplo a seguir, el primogénito de la familia Dickman, Siem Dickman —escuché que anunció el sacerdote.Si bien oía a la perfección el discurso del sacerdote, no prestaba mayor atención, estaba nerviosa, ni me atreví a mirar a los lados para no tener que enfrentar el tumulto de personas que entre invitados y curiosos llenaron la Catedral San Juan Evangelista. La boda se estaba celebrando en ese lugar porque la familia de Siem es apegada a sus creencias. Accedí a pasar por esta fase solo porque lo amo, o eso creí sentir, estaba ahí solo por eso, no creo en formalidades y menos religiosas, no soy como él, no siento ese apego ciego a la espiritualidad que su familia profesa. La vida no me ha dado oportunidad para hacerlo, tampoco me interesa, pienso que es pura hipocresía. Desde muy pequeñas tanto Lotte como yo hemos sido solo las dos, solo hemos estado la una pa
Para Lotte, Siem no era el hombre que me iba a dar lo que yo necesitaba, ella lo afirmaba siempre, porque ella experimentó lo mismo que yo sentí cuando perdimos a nuestros padres, ella sintió como nos desprendieron el alma cuando nos bajaron del auto para llevarnos a la delegación y de ahí más nunca los volvimos a ver, ni sabemos si fueron sepultados dignamente, solo nos alejaron y nadie nos dio explicaciones. Al día de hoy aún buscamos respuestas sin preguntar a nadie. Aprendimos que es mejor no hablar sobre ese tema con nadie más que la una con la otra. La vida nos ha convertido en dos chicas hermosas, pero reservadas y tristes, tanto que en nuestros ojos se refleja el vacío del alma.Estuvimos trece años encerradas en un internado en Inglaterra, hasta que ella cumplió diecisiete años, que logró independizarse y con el fideicomiso que ellos nos dejaron, ella pudo comprar un departamento en una zona exclusiva de Ámsterdam, cumplió su sueño de comenzar a estudiar arquitectura en la Aca
No podía creer lo que nos estaba pasando. A lo lejos escuché un grito ahogado de dolor que desgarró mi alma.—Sieeem —la voz de su madre retumbó en toda la catedral y fuera de ella.Mis oídos y todo mi ser registró ese grito de dolor, imaginé que jamás podría olvidarlo. Estaba tan sorprendida que ni ganas de llorar sentí. Debería estar ahogada de tanto llorar, y al contrario, como si estuviera procesando todo lo que sucedió mi mente no conectaba con mi corazón. No pude sentir dolor. No del tipo del que debía estar sintiendo la madre de Siem allí adentro. No sabía qué sentir.Y claro que no podía sentir nada distinto si estaba siendo arrastrada a un lugar incierto y mi hermana iba mucho más adelante de mí. Sentí más preocupación por Lotte que por mi misma y el mismo Siem que desde que lo vi tirado ahí al pie del altar supe que estaba muerto.Hice un movimiento brusco para buscar soltarme del desconocido, y la respuesta que recibí fue un leve golpe y luego oscuridad en mi cabeza. Horas
—Lotte, bienvenida.La veo nerviosa, aunque aparenta una tranquilidad silente, el movimiento de sus dedos me lo dice. Es normal este tipo de reacción, más en ella que es tan centrada, a diferencia del ciclón que dejé encerrado en la habitación.—¿Quién es usted? ¿Por qué estoy aquí? —la sutileza de su voz hasta era curiosa.«¿Cómo pueden dos seres que han vivido la vida pegadas la una a la otra como siamesas ser tan brutalmente distintas?» pregunté en mi cabeza molesto por todo lo que tuve que dejar de hacer para estar aquí parado en frente de dos adultas que parecen niñas de kinder, bueno, más una que la otra. —¿Quién soy? ya lo vas a saber —le advertí y con la misma sutileza con la que me respondió estiré mi mano invitándola a tomar asiento en el sillón que estaba frente a mí. Esperé a que hiciera caso a mi petición, la imité y cruce mis piernas y uní mis manos para apoyar mi mentón sobre los nudillos de mis manos mientras la observaba con atención.La belleza de ambas chicas era
Pasé todo el día amarrada como si fuera un puerquito preparado para llevarlo al matadero, con las manos atadas hacia atrás, mis pies unidos por una soga que me estaba causando un ardor tremendo y ni hablar de la mordaza con la que me impidieron toda posibilidad de expresarme.Odiaba a ese hombre, odiaba a esos dos que se atrevieron a desafiarme, odiaba al mundo y a la vida misma por tratarme de la forma en la que lo estaba haciendo en este momento.Sentí mucha ira, Siem era la tercera persona importante en la vida que me quitaron de las manos, no había comenzado a vivir ni siquiera una mínima porción de la felicidad que teníamos prometida cuando ese hombre le puso término a su vida.Sentimientos confusos, todos negativos recorrieron mi cuerpo. Dejar pasar esto era algo que no iba a hacer.No sé cuánto tiempo me mantuvieron allí en esa habitación tirada sobre esa cama. El hecho es que de un momento a otro escuché que la puerta se abrió.—Vamos a desatarla, pero compórtese, señorita —esc
—Sígame —me dijo un hombre que parecía una muralla infranqueable de lo alto, ancho y fuerte que se veía, ni hablar de sus ojos, su mirada transmitía temor.No le respondí, solamente caminé a paso lento detrás de él, el maltrato en mis pies tampoco me permitía hacerlo con más rapidez. Bajé las mismas escaleras que subí y luego otras más para llegar a una planta baja. Me pareció estar en el internado por lo inmensa que a simple vista se veía esa propiedad.Después de pasar varias áreas, el hombre me indicó con una seña de su mano traspasar un arco alto, avancé y al ingresar en el espacio me encontré no solo con una enorme mesa de unos doce puestos de los cuales solo uno estaba ocupado, y precisamente por el hombre que me había jurado cobrarle una cuenta que había revivido heridas del pasado, una herida que no había sanado y que solo fue despertada como el monstruo más enfurecido al serle interrumpido su descanso.Una calentura rabia subió por mi cuerpo al verlo sentado en total tranquili