No podía creer lo que nos estaba pasando. A lo lejos escuché un grito ahogado de dolor que desgarró mi alma.
—Sieeem —la voz de su madre retumbó en toda la catedral y fuera de ella.
Mis oídos y todo mi ser registró ese grito de dolor, imaginé que jamás podría olvidarlo. Estaba tan sorprendida que ni ganas de llorar sentí. Debería estar ahogada de tanto llorar, y al contrario, como si estuviera procesando todo lo que sucedió mi mente no conectaba con mi corazón. No pude sentir dolor. No del tipo del que debía estar sintiendo la madre de Siem allí adentro. No sabía qué sentir.
Y claro que no podía sentir nada distinto si estaba siendo arrastrada a un lugar incierto y mi hermana iba mucho más adelante de mí. Sentí más preocupación por Lotte que por mi misma y el mismo Siem que desde que lo vi tirado ahí al pie del altar supe que estaba muerto.
Hice un movimiento brusco para buscar soltarme del desconocido, y la respuesta que recibí fue un leve golpe y luego oscuridad en mi cabeza.
Horas después, o así lo sentí, desperté con un dolor tremendo de cabeza, abrí los ojos y tuve que cerrarlos de inmediato para dejar pasar la rafaga de dolor que experimenté. Llevé ambas manos a lo alto para pasar el malestar, y al hacerlo a mi memoria llegó de golpe un flashback de todo lo ocurrido.
—Loootte —grité el nombre de mi hermana al abrir los ojos de golpe y sentarme del mismo modo en lo que luego identifiqué como una enorme y cómoda cama.
Miré alrededor y pude ver que estaba en un lugar que no identificaba, era una habitación lujosa y amplia, me bajé de la cama y ahí comprobé que me habían quitado los tacones, conservaba el vestido de novia y al girar para ver mi reflejo en un enorme espejo que había sobre un buró pude certificar que hasta el tocado que llevaba en el cabello había desaparecido, las joyas y el vestido aún estaban en mi cuerpo, lo que me dio a entender que quien fuera me tiene ahí no tenía intención de robarme. Eran muchos los millones de Euros que estaban alrededor de mi cuello, mi tobillo, mi muñeca, manos y en mis orejas.
—Loootte —volví a gritar al acercarme a la puerta e intenté abrirla al pretender girar el pomo de la cerradura que jamás cedió.
Desesperada comencé a dar golpes y patadas a la puerta de madera de manera estruendosa. De tener más fuerza, la puerta no existiría. En cuestión de escasos minutos golpeé tanto la madera que terminé hiriendo los nudillos de mis manos.
Sin esperarlo algo me aventó hacia atrás para lanzarme al parquet del piso. Me golpeé la cabeza.
—Aaayyyy —grité en reacción.
—¿Qué mierdas pasa contigo? —escuché una voz masculina que me obligó a levantar la cabeza para ver quien me había empujado de tal manera y luego se atrevía a gritarme.
«¡Wow! Eres tú» Exclamé en mi mente al reconocerlo.
El mismo hombre que se atrevió a interrumpir mi boda.
«Mi boda», repetí en mi cabeza.
«Siem», recordó mi subconsciente.
—¿Qué hiciste con mi hermana? ¿Por qué le hiciste eso a Siem? —lo acusé al tiempo que me puse de pie con torpeza ya que estaba aturdida por el segundo golpe que me llevaba en la cabeza en tan poquitas horas.
No tenía la certeza de que fuera él quien se llevó a Lotte ni de que hubiera asesinado a Siem, pero era demasiada coincidencia, él irrumpe en la catedral, interfiere en su boda, y me lleva así sin más.
—¿Quién carajo eres? —pregunté mirándolo con desprecio.
Para ese momento la adoración que sentí cuando lo vi en la entrada de la catedral fue sustituida por resentimiento, lo odiaba por cambiar el rumbo de mi vida sin tener derecho, por matar la única ilusión que la vida me había dado.
—Lotte, ¿Dónde la tienes? —le inquirí en un grito histérico.
Me dolía muchísimo la cabeza, pero ese dolor no era superior al coraje que sentía. Estaba cansada de que terceros interfirieran en mi vida y cambiaran mis planes. Odié a ese hombre parado ahí mirándome en tranquilidad, sin ninguna intención de responder a mis interrogantes.
Ya no vestía el esmoquin gris, lo sustituyó por unos jeans prelavados, una sudadera y unos tenis, se veía más relajado. Estaba relajado, la expresión de su rostro claramente lo denotaba.
Al ver que no iba a responder a mis preguntas caminé en dirección a la puerta, me vi zarandeada por su mano que fuertemente rodeó mi antebrazo y me obligó a detenerme.
—¿Para dónde crees que vas? —me inquirió en un tono de voz fuerte, con un volumen normal pero contundente—. Ya basta de que sigas haciendo estupideces —reclamó y me atreví a mirarlo a los ojos. Descubrí que son como los de Lotte, grises, pero en su caso un gris que transmitía maldad—. No voy a permitir que cometas una cagada más.
No podía entenderlo, no sabía a qué se estaba refiriendo ese abusador. Lo odié mucho más por pretender regañarme sin motivo alguno, no le debo nada a él, apenas lo estaba viendo, apenas la vida lo puso en mi camino.
—No, tú no tienes nada que reclamarme, ¿qué carajos te crees? —lo encaré sin titubear—. No eres nadie para decirme qué debo hacer. No te conozco.
—Pero yo sí te conozco, y tengo todo el derecho de terminar de ponerle un alto a las pendejadas que vienes haciendo —expresó de manera confusa para mí—. Becca, esta vez sobrepasaste todos los límites. Hubiera dado la orden para que al salir del internado te hubiese estado esperando una patrulla policial o una vans para internarte en un reclusorio o un sanatorio para evitar que hicieras tantas estupideces.
—¿Qué te pasa? ¿Cómo sabes mi nombre? —grité y me moví bruscamente para que me soltara.
—Un año —me mostró uno de sus dedos—. Un maldito año tienes en la calle y has hecho más desmadres que tu hermana —suspiró, se notaba que estaba enfadado y buscaba contener su ira, su respiración de toro enfurecido me lo demostró—. Lotte ni se siente, en cambio tu has cagado los lugares por donde pasas.
¿Quién carajos era ese hombre? Lo miré con los ojos entrecerrados al ver que sabía más de nosotras de lo que yo de él. No sentí miedo. En lugar de ello, me moví con mayor brusquedad y al ver que por la presión que había hecho en mi brazo dejó esa área morada, le envié una mirada de odio. Me sentía en desventaja. Cuando intenté moverme a la puerta él fue más rápido, se paró en toda la entrada de la habitación.
—Cuando te comportes es que vas a salir de esta habitación, antes no —me dijo y vi cuando levantó su mano y detrás aparecieron dos hombres tan altos como él—. Ya saben lo que tienen que hacer, aseguren la puerta y cuiden que nuestra fiera no haga otra cagada, todo lo que hay aquí me cuesta un ojo de la cara.
Y así sin más, lo vi como abandonó la habitación y me dejó ahí de frente a los dos hombres, uno de ellos no perdió tiempo sino que cerró la puerta y me aisló una vez más, dejándome en un abismo de incertidumbre y odio que no pude contener.
—Si todo lo que hay aquí te cuesta un ojo de la cara, te voy a hacer perder por lo menos uno —amenacé en voz alta.
Fuera de mí, comencé a tirar al piso todo lo que podía ver que era frágil, hasta el espejo del buró se vio estrellado por un cenicero de porcelana fina que había en una mesa de noche, sobre el buró ya no había nada, las lámparas las revente, una y otra vez sobre el buró, despegué el teléfono local de la conexión y de la ira terminé reventando las teclas de marcado de este. Iba a comenzar a reventar las gavetas cuando la puerta volvió a abrir.
—Señorita, pare, ¿Qué hace? —preguntó uno de los hombres y el otro me tomó por los brazos y los llevó hacia atrás para impedirme cualquier movimiento.
Eso, si bien impidió que usara los brazos, en reacción actuando como enloquecida comencé a patalear para buscar soltarme.
—Suéltame —grité a todo lo que me daban los pulmones—. Suéltame —exigí una vez más.
—No puede seguir destrozando todo —me dijo el hombre que me tenía agarrada por los brazos.
—Atala —sugirió el otro.
—El señor no dio esa orden —se opuso el que me tiene agarrada.
—De alguna forma debemos controlarla aunque sea un par de horas —opinó el mismo hombre.
—Nooo —grité buscando impedirlo.
Había pensado que no podíamos vivir más desgracias. Cuando Lotte y yo logramos reencontrarnos en el apartamento, imaginé el fin de la vida de represión que nos tocó vivir. Di por sentado que en lo adelante tendríamos una vida de éxitos viviendo a nuestra manera, sin nadie que decida por nosotros. Diecisiete años estuvimos dependientes de personas ajenas a nosotras, todos y nadie a la vez decidieron por nosotras, nunca vimos rostros. En todo ese tiempo nadie nos preguntó cómo nos sentíamos, qué queríamos o qué nos gustaba o desagradaba, nadie hizo eso; y aparentemente al obtener la libertad de vivir a nuestros aires alcancé la gloria.
No era consciente de que la pesadilla no había acabado. Había una soga invisible atada a nuestro destino que lo guiaba de tal modo que cuando menos lo imaginamos la tensaron y de un solo jalón nos trajeron en picada a este horroroso presente. No nos permitieron ver que en realidad la soga que ha movido por siempre los hilos de la vida de Lotte y la mía era tan maleable que se había estirado tanto que nos hicieron creer que éramos libres, nos dieron la sensación de que el control había acabado.
Aun en contra de mi voluntad, los dos sujetos se las ingeniaron para atarme de manos y pies y cubrir mi boca para impedirme gritar. Los miré con odio cuando terminaron de hacerlo y en mi mente juré que esa humillación no se quedaba ahí, tarde o temprano tendrían una pequeña muestra en retaliación.
Conmigo tirada en el centro de la cama comenzaron a recoger todo lo que destrocé.
—No quiero estar en su pellejo cuando el señor vea todo esto —acusó uno de ellos.
—Se nota que esta chica no conoce de límites —respondió el otro.
—Ni al demonio, definitivamente —adujo el otro mirándome con compasión.
«Esto no es nada, prometo darle más motivos para arder de la ira. No me pienso detener» les respondí en la mente mirándolos con odio.
Comencé a sacudir mi cuerpo en rechazo. Sabía que no iba a lograr nada con eso, más que agotarme más de lo que ya estaba, solo les demostraba de qué estaba hecha, si tenían alguna duda.
—¿Será que el señor las va a mantener aquí? —inquirió el más joven—. Porque si es así, prepárate para hacer la de niñero. Ni mi hermanita jode tanto.
Mi sangre bulló del coraje, cómo se atrevían a hablar de mi en mi cara. Si no sabían lo que era una mujer que no le ha temido a nada, era porque no habían tenido la suerte de tenerme al frente. Ellos y su maldito jefe me buscaron y me encontraron, después no se quejen de haber cometido semejante error.
—Lotte, bienvenida.La veo nerviosa, aunque aparenta una tranquilidad silente, el movimiento de sus dedos me lo dice. Es normal este tipo de reacción, más en ella que es tan centrada, a diferencia del ciclón que dejé encerrado en la habitación.—¿Quién es usted? ¿Por qué estoy aquí? —la sutileza de su voz hasta era curiosa.«¿Cómo pueden dos seres que han vivido la vida pegadas la una a la otra como siamesas ser tan brutalmente distintas?» pregunté en mi cabeza molesto por todo lo que tuve que dejar de hacer para estar aquí parado en frente de dos adultas que parecen niñas de kinder, bueno, más una que la otra. —¿Quién soy? ya lo vas a saber —le advertí y con la misma sutileza con la que me respondió estiré mi mano invitándola a tomar asiento en el sillón que estaba frente a mí. Esperé a que hiciera caso a mi petición, la imité y cruce mis piernas y uní mis manos para apoyar mi mentón sobre los nudillos de mis manos mientras la observaba con atención.La belleza de ambas chicas era
Pasé todo el día amarrada como si fuera un puerquito preparado para llevarlo al matadero, con las manos atadas hacia atrás, mis pies unidos por una soga que me estaba causando un ardor tremendo y ni hablar de la mordaza con la que me impidieron toda posibilidad de expresarme.Odiaba a ese hombre, odiaba a esos dos que se atrevieron a desafiarme, odiaba al mundo y a la vida misma por tratarme de la forma en la que lo estaba haciendo en este momento.Sentí mucha ira, Siem era la tercera persona importante en la vida que me quitaron de las manos, no había comenzado a vivir ni siquiera una mínima porción de la felicidad que teníamos prometida cuando ese hombre le puso término a su vida.Sentimientos confusos, todos negativos recorrieron mi cuerpo. Dejar pasar esto era algo que no iba a hacer.No sé cuánto tiempo me mantuvieron allí en esa habitación tirada sobre esa cama. El hecho es que de un momento a otro escuché que la puerta se abrió.—Vamos a desatarla, pero compórtese, señorita —esc
—Sígame —me dijo un hombre que parecía una muralla infranqueable de lo alto, ancho y fuerte que se veía, ni hablar de sus ojos, su mirada transmitía temor.No le respondí, solamente caminé a paso lento detrás de él, el maltrato en mis pies tampoco me permitía hacerlo con más rapidez. Bajé las mismas escaleras que subí y luego otras más para llegar a una planta baja. Me pareció estar en el internado por lo inmensa que a simple vista se veía esa propiedad.Después de pasar varias áreas, el hombre me indicó con una seña de su mano traspasar un arco alto, avancé y al ingresar en el espacio me encontré no solo con una enorme mesa de unos doce puestos de los cuales solo uno estaba ocupado, y precisamente por el hombre que me había jurado cobrarle una cuenta que había revivido heridas del pasado, una herida que no había sanado y que solo fue despertada como el monstruo más enfurecido al serle interrumpido su descanso.Una calentura rabia subió por mi cuerpo al verlo sentado en total tranquili
—¡No puedes estar diciendo la verdad! —me dice dejando ver la incredulidad que se gasta la tonta.Llevo meses al borde con sus decisiones imprudentes, me ha tenido corriendo y poniendo a correr a mis hombres detrás de ella como si fuera una niña de un año recién comenzando a caminar. Nunca pasó por mi mente tener tanto problema o más de los que debo enfrentar en mi mundo al pendiente de mis negocios y de mis enemigos. Becca en solo nueve meses ha desestabilizado toda la planificación con la que he venido llevando mi vida. A fuerza me hizo enfocar la atención en ella. Ni siquiera cuando era niña había logrado tanta atención. A una semana de estar en la calle, como cuál presa recién liberada desestabilizó a mis hombres al punto de que no les dejó más opción que recurrir a mí, cuando les había encomendado de manera radical y exclusiva el cuidado de ella y de Lotte. Lotte con un año que tiene llevando una vida de adulto ni se ha sentido, parece más bien una niña reprimida, juiciosa en sus
—¿Cómo te atreves a mencionar a mi padre para decir semejante mentira? —cuestionó Becca totalmente enfadada—. No acepto que pretendas engañarnos de esa manera.Hans solo la miraba fijamente, la dejé vomitar todo lo que tiene en su interior, por las facciones de su rostro se notaba toda la amargura que era evidente tenía contenida.—Siempre hemos estado solas, nunca nadie ha estado ahí para Lotte ni para mí, no te atrevas a mencionar a mi papá y mucho menos decir que has cuidado de nosotras, eres un maldito desgraciado, asesinaste a Siem, también a mis padres y ahora pretendes que te creamos semejante mentira. No nos creas tan tontas, sabemos perfectamente quién ha estado a nuestro lado en todos estos años, es decir, nadie —me dijo con coraje. Su rostro estaba enrojecido de la rabia.—Becca, por favor —le pidió Lotte.—No, ya basta, deja de ser tan boba, este desgraciado es el típico manipulador, nos quiere hacer algo, no sé qué, porque no tenemos nada —gritó totalmente fuera de sí.—F
Bajo un estado de profundo enfado, me fui al night club de uno de mis socios, necesitaba drenar y olvidar los reclamos sin sentido de esa niña. Llegué al lugar y estaba lleno de gente por todos lados.—Hans —me saludó Lucas, el dueño del club—. No imaginé verte por aquí hoy.—Umm ¿por qué no habría de venir? —pregunté extrañado.—Porque se corre el rumor de que Sem Dickman dio la orden de encontrarte donde fuera —me comentó sentándose al frente de mí y al mismo tiempo le hizo seña a una mesera—. Me contaron la aventura que tuviste hoy, muchos comentan la muerte de su hijo. ¿Qué te dio para hacer esa locura?—¿Locura? —me sonreí—. Bien sabes que me tiene una deuda de años. Tarde o temprano iba a ser el momento de comenzar a cobrarla.—De verdad que hay que tenerte miedo —manifestó Lucas, desvió la mirada para poner atención a la mesera—. Tráenos una botella del mejor whisky que tengamos. —No, no es para espantarse, no sí nada me has hecho.Miré alrededor para ver el ambiente. Todo est
Para mi sorpresa, dormí bien. Pese a estar dolida por la muerte de mi novio no me di tiempo a sufrir por no tenerlo, por no estar con él en la que hubiera sido nuestra primera noche de bodas. Dormí profundamente, sobre todo porque al regresar a la habitación después de la cena, en el botiquín de primeros auxilios conseguí otros productos con los qué curar las heridas de la soga y me tomé un analgésico. Tal vez por eso fue que no me dio tiempo a pensar en Siem y sufrir su ausencia. Tan profundamente fue lo que dormí que no reparé la hora de mi despertar, en la mesa de noche había un reloj que cuando lo giré hacia a mí, luego de abrir los ojos y estirarme en la cama, me avisó que eran cerca de las diez de la mañana. Al recordar el lugar donde estaba y todo lo que sucedió el día anterior, sabiendo que este día no tenía gran cosa por hacer, suspiré, me senté en la cama y miré a mi alrededor, volví a suspirar al confirmar que el destino de Lotte y el mío no estaba resultando tan fácil
—Hans —Lotte llamó su atención—. Ignora a Becca —me pidió ahí en su cara, lo que la alteró más.—¿Cómo te atreves? —le reclamó Becca.—Deja las tonterías, no quiero perder tiempo —giró a verme—. ¿Es cierto eso que dijiste anoche?—¿A qué te refieres? —le pregunté siendo más sutil. La diferencia entre ambas es bastante grande.—A eso de que Dickman fue el que asesinó a nuestros padres, bueno, no él, sino sus hombres; y eso otro de que nuestros padres nos dejaron algunos bienes. Lo que leí anoche ¿Es real? ¿Esos documentos aparecen en algún registro?—Por supuesto —afirmé al tiempo que moví la cabeza de arriba hacia abajo—, ¿recuerdas cuando fuiste a firmar la supuesta compra del departamento? Lotte asintió subiendo y bajando la cabeza.—Bueno, en esa ocasión allí lo que hiciste fue firmar la transferencia de la propiedad de uno de esos bienes —le aclaré—. En ese registro reposan los documentos de muchos de los bienes cuya lista te di a leer. Poco a poco les iré explicando y como has d