Un desahogo antes que faltar a la palabra
—Hans, ¿tú por aquí otra vez esta semana? —Lucas el dueño del club lo saluda con su acostumbrada emoción.

—Necesito liberarme del estrés, ¡Qué te puedo decir! —exclamó y levantó las manos—. Si no soy bien recibido me iré a otro lugar, total, huecos como estos es lo que sobran —agregó de manera despectiva pero a modo de broma.

Lucas se carcajeó y le hizo seña para que caminara, al llegar a su lado lo abrazó por los hombros para caminar juntos a una de las mesas exclusivas

—¿Cómo te ha ido con los Dickman? ¿Lograste encontrarte con ellos? —le preguntó luego de que tomaron asiento uno frente al otro.

—No, ya ni recordaba a esos insectos, como en casa no he sentido el efecto de las plagas ni recordaba que andan por ahí buscando picar a quien menos les conviene —contesté serio.

Mi comentario aunque pareciera una broma, estaba lejos de ello. Como me encuentro ahora, alterado por culpa de esa niñata, seguro me consigo a alguno de ellos en el camino y no dudaré en enfrentarme a ellos.

—Ayer m
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