La Hija de mi Socio (De padre sustituto a esposo)
La Hija de mi Socio (De padre sustituto a esposo)
Por: YrlyWriter
El fin y el comienzo de una vida (1)

—Queridos hermanos, estamos aquí reunidos para celebrar la boda entre la señorita Becca Van Dijk y nuestro excelente joven y ejemplo a  seguir, el primogénito de la familia Dickman, Siem Dickman —escuché que anunció el sacerdote.

Si bien oía a la perfección el discurso del sacerdote, no prestaba mayor atención, estaba nerviosa, ni me atreví a mirar a los lados para no tener que enfrentar el tumulto de personas que entre invitados y curiosos llenaron la Catedral San Juan Evangelista. La boda se estaba celebrando en ese lugar porque la familia de Siem es apegada a sus creencias. Accedí a pasar por esta fase solo porque lo amo, o eso creí sentir, estaba ahí solo por eso, no creo en formalidades y menos religiosas, no soy como él, no siento ese apego ciego a la espiritualidad que su familia profesa. 

La vida no me ha dado oportunidad para hacerlo, tampoco me interesa, pienso que es pura hipocresía. 

Desde muy pequeñas tanto Lotte como yo hemos sido solo las dos, solo hemos estado la una para la otra, protegiéndonos de la maldad de las pocas personas que nos han rodeado. Recibimos malos tratos físicos y psicológicos y en ningún momento estuvieron esas personas que se daban golpe de pecho hablando de su espiritualidad y el amor al prójimo. 

«Hipócritas desalineados» Es el pensamiento que cursa por mi mente cada vez que veo a personas con esas mismas tendencias, y es lo que a cada instante pienso cuando estoy rodeada de la familia de Siem.

¿Qué si soy hipócrita al estar ahí y casarme con un hombre cuya familia hace precisamente lo que más odio? Sí, lo soy, lo acepto, pero no me importa, a fin de cuentas me voy a casar es con su hijo, su hermano, su sobrino, el nieto mayor, el primogénito, el consentido, en fin, con el prospecto a esposo y padre perfecto. 

Me ganó, Siem logró hacerme verlo diferente de la manada de personas delineadas con la vida que normalmente he coincidido.

¡Qué carajos! Me da igual, tenerlo a él era suficiente. 

Toda la congregación Dickman se apostó en esta Catedral para presenciar la celebración del matrimonio eclesiastico del hombre ejemplar. Cómo cuál familia disponedora y castradora del futuro de su crías, muchas fueron las chicas que la familia de Siem consideró como candidatas para ocupar el lugar donde estoy sentada, enfundada precisamente en el tan asediado vestido de novia Dolce & Gabbana, tacones Christian Dior, lencería de Victoria's Secret, joyas finamente esculpidas por las mejores joyerías de París y luciendo un maquillaje casi natural cuidadosamente elaborado por uno de los mejores maquillistas y un peinado digno de una princesa, elaborado por uno de los mejores estilistas de la alta sociedad de Ámsterdam. Tenía mucho para ser envidiada, pero nada de eso me había impresionado, me daba igual, solo quería casarme con él. El dinero, los lujos que él y su familia representaban, no me deslumbraban. 

Aunque crecimos en varios orfanatos hasta que lograron aceptarnos en el internado de Inglaterra, al día de hoy, Lotte y yo por dinero no nos hemos quejado nunca, no conocemos lo que es la carencia económica, por arte de magia siempre hemos tenido todo de manera comedida. ¿Quién nos lo aporta? No estamos seguras. Dizque es herencia de nuestros padres. Lo cierto es que de acuerdo al lugar donde nos ha tocado estar, incluso estando en el orfanato más humilde, lo básico lo hemos tenido. La carencia de dinero o alimentos, milagrosamente no nos ha arropado.

Hasta el día de hoy desconocemos qué tanto hacían nuestros padres para amasar tanta fortuna, el caso es que desde que nos independizamos cada mes recibimos una notificación de que en la una única cuenta bancaria que manejamos Lotte y yo está abonada la cuota correspondiente. Por Lotte, que fue la primera en independizarse, supe que era mucho dinero, luego comprobé que era verdad, tanto que no nos hemos preocupado en trabajar, solo estudiar, y en mi caso estoy estudiando porque Lotte me vuelve loca diciendo que una mujer siempre debe aprender algo para defenderse. No veo para qué, pero es la hermana mayor, a quien si bien no siempre le hago caso, tomo como buen augurio sus consejos proyectados hacía el futuro; en cambio, sus críticas y prohibiciones, sí las aviento al aire y hago lo que me venga en gana, una de ellas es precisamente lo que estoy haciendo en este instante.

Lotte, preocupada por mi suerte al considerarme inexperta en la vida, hasta el último instante intentó convencerme de que casarme con Siem con tan solo ocho meses de noviazgo, era una locura. 

Aunque nada me obligaba a dar ese paso, sentí la necesidad de hacerlo. En mi constante rebeldía en contra de la vida, del sistema, de las personas que le quitaron la vida a nuestros padres, y en mi creencia de estar enamorada de Siem, el único hombre que, después de mi padre, se había esmerado a darme cariño, ternura, atención y todo lo que se parece al amor, acepté embarcarme con él en ese proyecto de vida que llaman familia. 

Con nervios y toda la ilusión de lograr hacer de mi vida lo que hubiera sido si mis padres no se hubieran ido tan rápido, ahí me encontraba sentada al lado del hombre que hacía mi vida distinta. Cuando me atreví a moverme, giré el rostro para ver a Siem, me sonrió y le devolví esa sonrisa tan amorosa con un beso enviado desde el aire. Él me guiñó un ojo.

Esas manifestaciones de afecto eran las que me hacían contradecir las creencias de Lotte, y para no discutir con ella siempre la ignoraba cuando comenzaba a darme malas referencias de Siem y nuestra relación.

Inicio del Flashback:

—Becca, piénsalo mejor hermanita —me dijo Lotte insistente.

Ese día era la enésima vez que me pedía lo mismo. Es la única persona a la que le tengo paciencia. Porque la amo es que la soporto, si no la hubiera mandado a volar meses atrás.

—No necesitas nada de esto —manifestó insistente señalando las cajas con vestidos y diversos pares de zapatos que me envió Siem esa mañana de la boda—. Nuestros padres nos dejaron lo suficiente para comprar esto y más. 

—Lotte, no me caso por esto —señalé las cajas en actitud de menosprecio a ese detalle—, todo esto es insignificante, no me importa —le dije también por enésima vez, y parecía no creerme.

Me fastidia tener que repetir lo mismo, respiré profundo y miré directo a sus ojos color gris hermosos, la admiro. Mi hermanita es hermosa, tiene el cabello color castaño lacio abundante, tan lacio que no puede sostenerlo nunca en una cola de caballo, ella lo odia y yo la veo tan preciosa que quisiera que el mío fuera igual. Lotte es tan tierna, pienso tan digna de encontrar a alguien que de verdad se gane su corazón, porque pese a toda la m****a que la vida nos ha aventado encima, no deja de ser dulce y considerada, es paciente, benévola, tan tímida como con carácter inseguro que la hace relegar su vida a las metas que se trazó, y que contrario al paso que voy a dar, para nada piensa en el matrimonio.

Definitivamente que la ausencia de nuestros padres y la carencia de afecto, dejó en una y otra efectos contradictorios. Ambas tenemos una carencia profunda de amor. Yo que me muestro fuerte, rebelde, desinteresada de todo, no confío en nadie; en cambio Lotte al ser una chica dulce, atenta, colaboradora, siempre se muestra disponible para ayudar, y aun así no quiere nada que tenga que ver con el amor, no busca cariño, le es más fácil darlo que recibirlo, constantemente me decía que era mejor, por temor a que se lo pueden arrebatar como nos quitaron el amor de nuestros padres, ella sí confía en las personas siempre y cuando no intenten engañarla con el tema del amor. Solo ella me comprende y sólo yo sé cuando ella necesita de un abrazo.    

—Esto no va a salir bien, Becca —tomó asiento a mi lado en la butaca de dos puestos del buró—. Te vas a cansar rápido, tú no tienes alma de ama de casa y no creas que Siem va a ser el esposo amoroso toda la vida  —continuó diciéndome con voz de desesperación para que abandonara la idea de casarme.

—No insistas hermanita, déjame vivir esta etapa, por favor —le pedí en súplica mientras pasé mi brazo izquierdo por encima de su hombro y rodeé su cuello para abrazarla mientras nos mirábamos a través del espejo—. ¿No ves que es hasta bonita? Cierto que rodeada de pura gente hipócrita, pero bonita —le dije con sarcasmo y sonriendo como tonta—. Se siente rico cada vez que Siem me mira a los ojos y me dice que soy su sol —miré al techo del departamento simulando buscar el sol—. No sé cual sol —cuestioné eso—. Cada vez que me lo dice dudo si será el sol que se acerca a la noche o al que la madrugada le da entrada —aduje en duda—, porque el de la mañana y mediodía no soy, de eso estoy clara —sonreí—, soy un pinche volcán erupcionando en medio de la noche oscura, llena de odio e inconformidad, sólo él ha sabido entenderme.

—Pero no por eso debes entregar tu vida al primero, y así tan rápido sin conocerlo bien, Siem es lindo, pero… —ni completó la palabra.

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