Felicidad robada
Pasé todo el día amarrada como si fuera un puerquito preparado para llevarlo al matadero, con las manos atadas hacia atrás, mis pies unidos por una soga que me estaba causando un ardor tremendo y ni hablar de la mordaza con la que me impidieron toda posibilidad de expresarme.

Odiaba a ese hombre, odiaba a esos dos que se atrevieron a desafiarme, odiaba al mundo y a la vida misma por tratarme de la forma en la que lo estaba haciendo en este momento.

Sentí mucha ira, Siem era la tercera persona importante en la vida que me quitaron de las manos, no había comenzado a vivir ni siquiera una mínima porción de la felicidad que teníamos prometida cuando ese hombre le puso término a su vida.

Sentimientos confusos, todos negativos recorrieron mi cuerpo. Dejar pasar esto era algo que no iba a hacer.

No sé cuánto tiempo me mantuvieron allí en esa habitación tirada sobre esa cama. El hecho es que de un momento a otro escuché que la puerta se abrió.

—Vamos a desatarla, pero compórtese, señorita —esc
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