11. Empezando el juego.

Lorenzo.

Me preparé con calma, observando mi reflejo en el espejo de mi amplia y lujosa habitación. Mi traje estaba impecable, cada pliegue y costura en su sitio, reflejando la imagen de un hombre que lo tenía todo bajo control. Las criadas me asistieron en la tarea de abotonarlo con precisión, mientras mi mayordomo esperaba de pie, sosteniendo una bandeja con una taza de té humeante.

Una vez estuvieron listos los últimos detalles, hice un leve gesto con la mano, indicándoles que se retiraran. La habitación quedó en absoluto silencio, salvo por el tenue sonido del líquido caliente cuando llevé la taza a mis labios. El aroma intenso y exquisito me llenó los sentidos.

—Muy bien —murmuré con satisfacción, dejando la taza sobre la mesita de mármol junto al sillón.

Mi mayordomo inclinó levemente la cabeza en señal de respeto.

—Quiero que preparen una habitación —ordené con voz firme—. Será para mi futura esposa.

—Sí, señor, como usted disponga —respondió de inmediato.

—Quiero q
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