Kamila. 💞
La cena transcurrió sin contratiempos, llena de conversaciones diplomáticas y formalidades habituales. Sin embargo, mi atención se desvió cuando sentí la mano de Víktor rodear mi cintura, un gesto tan automático como intimidante, que me hacía recordar mi posición al lado de él. Justo en ese momento, él hombre de porte elegante con el que baile apareció frente a nosotros.
—Conde Víktor Romanov, es un honor conocerlo. Mi nombre es Lorenzo Bianchi, un placer conocerlo a usted y a su encantadora compañía.
Víktor, siempre en su porte y actitud, inclinó ligeramente la cabeza antes de responder.
—Es un placer, señor Lorenzo Bianchi. Permítame presentarle a mi hermana, Kamila Romanov.
Sabia perfectamente que esta sería su presentación para todos. No importaba el contexto, siempre era su "hermana" ante el mundo, y yo no tenía derecho a decir lo contrario. Lorenzo me miró fijamente, con una sonrisa amplia y cortés, pero había algo más en su mirada que me ponía nerviosa.
—Es un gusto conocerla, señorita Kamila. —Me ofreció una sonrisa que intenté ignorar mientras bajaba la mirada, incómoda. Demonios, porque razón sentía tanto nervios, a decir verdad el hombre se veía demasiado elegante y tenía un porte qué lo hacía ver guapo.
—Igualmente señor Lorenzo.
Luego, Lorenzo volvió su atención hacia mi hermano. Hablaron de negocios con una intensidad que pronto desplazó mi presencia al olvido. Lorenzo explicó su visión de construir hogares y espacios para niños desamparados, una iniciativa noble que Víktor, aparentemente, consideró digna de su apoyo. Un apretón de manos selló la alianza, seguido de un abrazo que parecía más un pacto de pder que una muestra de camaradería.
Al finalizar la cena, sentí un agotamiento que no solo era físico, sino emocional. Lorenzo se acercó para despedirse, dejando un beso en mi mejilla que Víktor observó con ojos entrecerrados. No entendí su molestia hasta que subimos a la limusina y su tono cortante rompió el silencio:
—Lorenzo Bianchi, un don muy conocido en Rusia. Italiano, viudo, y con mucho dinero. —Sus palabras rezumaban sarcasmo y desdén, mientras sonreía de forma inquietante mirando su móvil.
No respondí. Preferí mantenerme al margen, pero su actitud me tenía alerta. Al llegar a la mansión, su mano me jaló con fuerza, llevándome hacia el segundo piso. Los empleados apenas alzaron la mirada, acostumbrados a su temperamento impredecible. Cerró la puerta de nuestra habitación con llave y se quitó el saco con movimientos rápidos, tirándolo sobre la silla.
—No puedo permitir que coquetees con otro hombre en mi presencia.
Lo miré confundida, pero su tono no admitía réplica.
—No estaba coqueteando con nadie. Él solo fue amable conmigo. Si soy tu hermana, actúe como tal. Ademas porque te molestas con algo tan insignificante, hice lo que me pediste actuar como si nada importara. Haz lo mismo.— declare soltando un bufido de exasperación.
Su sonrisa torcida me heló la sangre. Sabía exactamente lo que venía al ver su enojo, el se desquitaba con su forma vil y déspota.
—Eres mi hermana fuera de estas paredes, pero aquí eres mi condesa, mi esposa. Mi juguete... — replicon con autosuficiencia —Te guste o no.
No respondí, estaba acostumbrada, sabía que discutir era inútil. Susmanosempezaron a recorrer mi cuerpo mientras arrancaba mi vestido sin reparo alguno. No era la primera vez que sucedía esto, y cada vez me recordaba cuán atrapada estaba en su mundo. En su estúpido juego de cuando él estaba con esos que querían coquetarme él se sentía ofendido, recordándome que solo tenia que actuar afuera ante la sociedad que era su hermana y cualquier compromiso que me pidieran debía rechazar.
—Esta noche serás mía. —susurró contra mi cuello, mientras mi cuerpo cedía ante él, incapaz de luchar contra los sentimientos contradictorios que me ataban a él, a pesar de todo lo amaba sin esperar los mismos sentimientos por parte de él y más después de aquel año que más me ha odiado al decirme que por mi culpa murió nuestro hijo.
Cerré los ojos con fuerza, intentando ignorar el peso de su cuerpo al levantarme y llevarme a la cama. Su boca comenzó a recorrer mi piel como si cada beso fuera un recordatorio de mi lugar en esta relación. Yo, sin quererlo, dejaba que esas sensaciones invadieran mi cuerpo, aunque mi mente gritara que no lo hiciera.
Él me tomaba con la intensidad de siempre, como un fuego consumiéndome, mientras yo intentaba convencerse de que esto era lo que había deseado durante años. Hubo un tiempo en que realmente creí que me amaba. Recuerdo sus miradas de disgusto en las fiestas de beneficencia cuando otros hombres se me acercaban con sus halagos, sus sonrisas falsas. Pero siempre me lo dejaba claro: ya era su esposa, y eso bastaba.
El divorcio siempre fue una opción que rondaba mi cabeza, pero nunca para él. Él jamás quiso soltarme, y yo... yo nunca tuve el valor de romper las cadenas.
—¿Por qué estás tan pensativa? —preguntó, levantándose un poco, deteniendo sus besos. Su mirada penetrante me buscaba respuestas que no estaba dispuesta a dar. —Quiero que sientas placer al igual que yo lo siento contigo —dijo con esa voz que siempre usaba para dominarme—. Ya te lo dije, como la primera vez: disfruta. Aunque estemos juntos sin amor, debemos aprender a disfrutarlo.
Mis ojos lo miraron con frialdad, pero no respondí.
—O... ¿estás pensando en ese moreno? ¿El señor Lorenzo? —continuó, con una sonrisa burlona.
Mis labios se curvaron en una mueca de desafío, levanté el mentón y, sin pensarlo dos veces, atrapé sus labios en un beso brusco.
—Está bien, voy a disfrutar, como tú lo dices. Pero cállate y empieza.
Él sonrió, satisfecho, mientras retomaba el control. Yo, una vez más, me sentía prisionera en un juego al que nunca quise jugar, expuesta y despojada de todo, menos de este cuerpo que parecía no ser mío.
Recuerdos 2019KamilaEl vestido de novia colgaba frente a mí, inmenso, pesado y cargado de significado. Observé cada detalle de la tela blanca como si fuera ajena a mi cuerpo. No sentía emoción alguna. Para mí, no era más que un símbolo de la prisión en la que había estado atrapada desde que llegué a esta mansión. Nunca imaginé que este día llegaría, y mucho menos que sería así: frío, distante y sin amor.Todo empezó cuando mi madre, en un acto de altruismo, salvó la vida del viejo Conde. Desde entonces, él decidió que su familia se encargaría de mí. Cuando ella murió, me dejaron aquí, cuidada pero aislada, marcada por un destino que no había elegido. El conde decretó que sería la esposa de su nieto, Viktor, el futuro Conde Romanov. Ahora, a mis dieciocho años, mi vida estaba sellada con esta unión.Viktor no me quería. Nunca me quiso. Desde niños, su desprecio era evidente, y ahora, su odio parecía multiplicado. Según él, yo era la causa de este matrimonio forzado. Pero la verdad er
Abrí los ojos lentamente. La habitación estaba en penumbras, iluminada apenas por la tenue luz que se filtraba a través de las gruesas cortinas. Lo observé recostado junto a mí, aún desnudo, con un cigarrillo entre los dedos. El aroma del tabaco llenaba el aire, mezclado con el de nuestras pieles y el licor que había estado bebiendo durante toda la noche. Me sentía exhausta, pero no dije nada. Era mi deber permanecer en silencio, como siempre lo había sido. Desde que era pequeña, todo lo que sabía era que este lugar, con su opulencia y sus secretos, sería mi cárcel, y él sería mi dueño.Viktor apagó el cigarrillo en un cenicero que descansaba en la mesita de noche y tomó una copa de cristal. Bebió el contenido de un solo trago, dejando que el alcohol intensificara la sombra de deseo en sus ojos. Su mirada se clavó en mí, devorándome, mientras sus manos comenzaban a recorrer mi cuerpo con una mezcla de posesión y desinterés. Estaba ligeramente ebrio, y aunque podía sentir su peso emoci
ViktorEl aire de la mañana era frío, pero vigorizante, mientras caminaba por los terrenos cercanos al río. Los charcos helados reflejaban la luz del sol, creando destellos que dotaban al paisaje de una belleza efímera. Alrededor mío, el gobernador y dos nobles discutían reformas y presupuestos. Sus voces eran como un murmullo lejano; mi atención estaba fija en las cabañas a lo lejos, humildes refugios para quienes más lo necesitaban. Los trabajadores seguían mis pasos en silencio respetuoso. Sus rostros, curtidos por el esfuerzo y el clima, mostraban signos de esperanza, una llama tenue que me esforzaba por avivar. —¿Están seguros de que estas reformas serán suficientes para este invierno? —pregunté al gobernador, deteniéndome a observar los planos que sostenía con sus manos enguantadas. —Absolutamente, señor conde —aseguró con vehemencia, desplegando cifras y proyecciones frente a mí. Sus palabras buscaban transmitir confianza, pero no lograban disipar mis dudas. Había aprendido
KamilaVivo atrapada en una jaula de oro, soñando con el mundo más allá de estas paredes, deseando caminar libremente por Moscú, sentir mis pies rozar la nieve, bailar sin restricciones en algún altar desconocido, mi pasión siempre fue ser una bailarin de ballete. Pero la realidad no es más que una cruel burla. Estoy confinada a esta mansión, oculta en las sombras, con el título de condesa como única compañía para su familia. Lo máximo que se me permite es pasear por el jardín o asistir a las interminables reuniones de beneficencia organizadas por mi esposo. En esas ocasiones, soy apenas una sombra, alguien que finge con maestría ser lo que nunca quise. Una Hermana que apoya al Conde.Sus palabras resuenan en mi mente “ Mil veces preferiría ser un don nadie como tú lo has sido siempre, antes que el mundo enterro sepa que eres mi esposa” Esa frase, repetida tantas veces, me cala hondo. Vivo bajo su sombra, cansada de una rutina que me consume. Lo amo en silencio, aunque sé que es inúti