Al día siguiente la monotonía varía al tener que llevar a Leo al médico para hacerse un chequeo.
Desde que cumplió los tres años parece casi arrastrar consigo un catarro leve que aparece y desaparece cada tanto.
El medico intenta calmar cualquier hipótesis que se pueda montar en mi cabeza, al registrarlo como una posible alergia climática.
No llega a extrañarme del todo ya que también soy victima de ese tipo de maluras, pero la sensación latente e insegura de que hay algo más tras sus repetidas recaídas, me hace actuar un poco más precavida de lo normal.
Por eso he cambiado la corbatilla de Leo por una mullida bufanda del osito adicto a la miel, “Winnie the Pooh”.
Leonel me mira con sus grandes ojos de ese hermoso gris claro, sin quejarse de mi obstinada preocupación al insistir si se siente bien, casi pidiéndole sigilosamente que lo niegue para así poder llevarlo conmigo de vuelta a casa.
Lo reviso una última vez, su naricita está rojita por las veces que he tenido que sonarle.
— Mami… — Su vocecita capta mi atención cuando me pongo en pie y le tiendo mi mano para que la sujete. Sus deditos se aferran a tres de mis dedos — ¿Por qué no puedo ir contigo?
El corazón se aprieta en mi pecho y por un segundo estoy a punto de alzarlo en brazos, meternos en el coche y llevarlo a donde quiera.
Sí, extraño demasiado pasar todo el tiempo con mi pequeño cerca de mí.
— ¿Quieres venir conmigo?
Por un momento ruego a todo que diga que sí, probablemente vaya a ser una madre horrible incapaz de negarle nada a su pequeño, pero adoro verlo feliz.
Para mi desgracia, Leo sacude tiernamente su cabecita en negación, mirando hacia el frente en dirección a las puertas de entrada de la academia.
— No, tengo que ser como Mami… — Me enfoca de nuevo mostrándome sus dientitos en esa sonrisita que adoro — trabajemos mucho hoy Mamá.
Me derrito brevemente por su ternura, dándome cuenta que para lo pequeño que es, es mucho más firme y fuerte que su propia madre -quien ya planeaba sacarlo de ahí y quedarse en casa en pijamas viendo Disney-.
— De acuerdo, tengamos un buen día hoy, cariño.
Ensancha su sonrisa mientras lo ayudo a subir los peldaños cortos de la entrada principal, esa que solo usamos cuando debo acompañarlo hacia el interior del centro, puesto normalmente abren una verja amplia que da directamente hacia el ala de Prescolar.
Así que nos demoramos lo que tanto a Leo como a mi nos gusta apreciar de la magnitud del centro en su área principal, Primaria.
Ama esta parte del centro porque hay niños más grandes que él.
De alguna forma su cabecita lo relaciona con los libros que tanto le leo, sobre ese niño con gafas redondas y cicatriz en la frente, que se enfrenta a todo tipo de aventuras mágicas.
Leonel siempre me dice que su escuela es mágica.
Y son con este tipo de recorridos que yo también termino pensando lo mismo.
Pero termino desconectando mi mente cuando las preguntas inician sobre “¿Mis padres me habrían mandado a un lugar como este si no me hubieran abandonado?” “¿Podrían permitírselo?” “¿Habría ido a un lugar público?” “¿Me habrían traído y llevado con sonrisas y besos llenos de cariño como yo hago con Leonel?”
— Mami…
La vocecita dulce de Leo me devuelve al presente, notando lo vacíos que se encuentran los pasillos del recorrido que ya nos sabemos de memoria.
Él pestañea mirándome para luego enfocar la puerta en la que nos hemos detenido.
Evito sonrojarme al descubrir que hemos llegado y apenas me había dado cuenta.
Le dedico una pequeña sonrisa de disculpa a Leo, antes de alzar mi mano libre y tocar dos veces en la puerta.
No pasa mucho tiempo hasta que la puerta se abre y esa mujer me recibe.
La cordial sonrisa que pintaba sus labios decae al reconocer mi rostro, pero termina enfocando su completa atención en Leonel, a quién sí le brinda una sonrisa encantadora.
— Leonel, creíamos que hoy no vendrías… Pasa y toma asiento, tesoro.
La veo hacerse a un lado para permitirle el paso, pero Leo duda en seguir su petición al mantenerse aún enganchado de mi mano.
Me mira con esos grandes ojos preciosos, casi como si esperara algo de mí.
Sonrío orgullosa de mi pequeño.
— Ve, cariño, Mamá te recogerá a la salida.
Él asiente soltando mi mano y precipitándose en la clase casi como un huracán siendo recibido por sus amigos.
Sonrío con mi corazón estrujándose en mi pecho.
Pero la sonrisa tiembla cuando vuelvo a toparme con esa mirada tan afilada.
— ¿Acaso no conoce el horario señora Monteri?
Empujo una sonrisa en mis comisuras sin realmente sentirla.
Esta mujer realmente me desprecia.
— Señorita Monteri — Le corrijo, observando como sus fosas nasales se inflan en un evidente malestar y rechazo. Endereza aún más su postura, levantando su mentón con la arrogancia de quien se cree superior — Conozco el horario y debido a eso la directora a sido notificada con antelación… — Sus ojos afilados me barren con evidente desprecio, juzgando posiblemente todo en mí — La salud de Leonel es frágil estos días, alergia climática señalan los expertos, así que le ruego controle las corrientes que pueda perjudicar su estado, disculpe las molestias.
La mujer termina accediendo, dando un breve asentimiento antes de girar sobre sus finos tacones y adentrarse de nuevo a la clase.
Pero antes de que cierre la puerta tras suya, la detengo.
— Disculpe ¿Sabe cuándo volverá la señora Clower?
Ella se medio gira en mi dirección, arrastrando una de sus finas cejas hacia arriba antes de responder con cierto tono déspota.
— Pregúntele a la directora, señorita Monteri.
Y finalmente me cierra la puerta en mis narices.
Genial, esta mujer realmente me desprecia.
Suelto un pesado suspiro antes de apartarme de la puerta cerrada y volver a atravesar el pasillo por el que hemos venido.
El recorrido de vuelta hacia la salida se siente mucho más solitario, silencioso y triste.
Las paredes pierden casi su belleza lujosa entre cascaras lúgubres de nostalgia.
El suelo pierde el brillo geométrico del mosaico que forman las diversas baldosas de mármol pulido.
He incluso la luz pierde su fuerza a pesar de las extravagantes lámparas que cuelgan en los altos techos de la academia.
Pero me es normal desde que Leonel llegó a mi vida.
Desde el mismo momento en el que lo atrape entre mis brazos y sentí el calor de su cuerpecito contra mi pecho, todo ese mundo gris, carente apenas de color, se volvió mucho más brillante y colorido.
Como si por fin hubiera encontrado lo que tanto había estado buscando todos esos años antes.
Me detengo, cesando el ruido de mis tacones sobre el pulido suelo, al apreciar nuevamente ese par de ojos de discordante color.
Uno gris tan claro como el de Leonel y otro de un azul casi verdoso.
El mismo niño extraño del otro día.
Ahora luciendo su elegante uniforme de la Academia, mientras me contemplaba al final del pasillo con su cabello rizado y revuelto casi por las orejas.
Un nuevo escalofrío recorrió mi columna vertebral al apreciar la tristeza manchando su mirada.
Un destello que duró muy poco, pues antes de poder apreciarlo correctamente, ese mismo niño, se echo a correr hacia el otro lado del pasillo, perdiéndose en una de las esquinas del otro lado del área central.
Intento no darle mucha importancia a lo extraño que comienza a resultarme ese pequeño niño escurridizo.
En su lugar me enfoco en salir de ahí y dirigirme hacia la salida.
Hoy es un día pesado en la oficina… mucho más ahora, puesto debo luchar para no perder aquello que yo misma cree.
Mis pies se clavan descalzos en la tierra húmeda del bosque.Plantas, piedrecillas, raíces viejas y nuevas, hojas caídas, insectos compactados por la reciente lluvia que a levantado esta espesa neblina a mi alrededor.La melodía del bosque danza en mis oídos mientras intento definir el camino por el que avanzo.Llevo el mismo camisón rosado con el que me metí en la cama.No sé porque ni el cómo he terminado en medio de la nada.Con el frio calando mis huesos, obligándome a intentar darme calor a mi misma al abrazarme y frotar mis palmas expuestas sobre mis brazos.Un búho ulula a lo lejos, marcando el eco del tiempo y acompañando casi al compas los diferentes sonidos que crea la naturaleza a mi alrededor.Detengo mis pasos por una pesada y extraña sensación a mis espaldas.Como si alguien o algo me acechara.Mi corazón comienza a bombear con fuerza, agitándose y golpeando contra mi caja toráxica, exigiendo lo que mi cuerpo tarda en procesar.Huir.Correr.Sin mirar a atrás.Lo hago aú
Froto mi frente con cierto cansancio mientras avanzo por la oficina, en dirección a mi despacho.Hoy he sujetado mi largo cabello en una cola alta, la cual se agita a mis espaldas a cada paso que doy, dejando apenas unos mechones sueltos que hacen el símil de un flequillo escaso.Nunca he soportado los flecos, para mí.No me quedan bien, me resultan una lata de mantener y colocar en su lugar, además de no serme absolutamente prácticos.Pero hace poco creí que algo neutral me ayudaría a mantener mi autoestima y lo hace externamente.Luzco bien, me queda bien y no importa si se me riza o ondula ya que igual, termina quedando bien.Pero personalmente, desde mi punto de vista, no me ha quedado como esperaba.Yo esperaba una imagen un poco más de mujer adulta, fuerte y firme.Pero en su lugar… me siento como una tonta versión preadolescente mía sobre tacones altos, ropa cara y ese intento de mirada intimidante que apenas me dura lo necesario.De por si siempre soy juzgada por el hecho de s
Suelto con pesades un suspiro mezclado entre frustración y cansancio.No estoy durmiendo bien desde hace días.Las pesadillas han ido en aumento y cada vez siento que lo que sueño me pasan factura en la realidad.Estoy tecleando un rápido mensaje a mi asistente para confirmar la reunión de esa tarde.Los problemas en la oficina cada vez van de peor a catastrófico. Pero intento no arrástralo cuando estoy con Leonel.Por eso, nada más enviar el mensaje, bloqueo mi móvil y lo suelto en mi bolso de marca, colgado en mi brazo, esperando la salida animada de los niños y niñas de la Academia.Estoy junto a el resto de padres o representantes de estos, que vienen a buscar a sus pequeños.Nunca he sido de socializar activamente con el resto de padres, aún cuando varias veces un grupo de madres demasiado activas en todo lo que tenga que ver con la escuela, me han intentado acorralar para unirme a ellas.Pero no quiero pasar tiempo con gente que realmente ni me tolera, lo veo tan falso e inútil.
Desde el día en el que aquellos hombres hicieron su movimiento invasor en mi vida privada, he perdido la seguridad de tener todo bajo control, como si viera la mecha prendida de un detonador, pero no supiera donde está el paquete de pólvora.Y el hecho de que apenas pueda quitarme la sensación cargada de malestar que empujan mis alertas respecto a Leo y las palabras de Brenda aquella noche, tras darme en cuidado a su bebé, me hacen sentir que estoy próxima a perder la cordura.Ya no tengo concentración para las dificultades por las que están pasando mi empresa.Si no fuera por mi asistente y por Candy, ya ni tendría mi agenda al día.Es por eso mismo que me encuentro en la disyuntiva de contratar los servicios de un detective privado.No por lo que mi asistente lo a localizado en primera instancia, descubrir quienes son los que me están intentando eliminar de mi propia empresa que forman parte de mis asociados.Sino para descubrir que es lo que esos hombres pretenden o esconden.Porqu
La sensación desgarradora de esos afilados colmillos desgarrando mi piel, me despertó. Arrancándome de la pesadilla repetitiva que parecía cada vez, tener un final diferente y mucho más aterrador que la anterior. Observo los rayos de sol que pretenden escurrirse entre mis cortinas, repasando cada punto de mi habitación, casi como una extraña acusación. No he dormido. Cada vez que lo intentaba las pesadillas me arrancaban feroz y dolorosamente de mi nulo descanso. Llevo mis manos temblorosas hacia mi rostro, apartando el sudor y la espesura de enfermiza sensación que se planta en mí cada vez que despierto, tras una de esas pesadillas que tanto me aterran. Aunque no son las pesadillas en si lo que me aterran… sino la sensación tan realista que aún al despertar, sigue marcando su huella en mí. Como los delgados moretones que cubren parte de mi antebrazo diestro. Ese con el que, en mis sueños, empujaba hasta cubrir mi rostro al ver como esa bestia se abalanzaba sobre mí, siendo atr
—Podríamos hacer un nuevo balance y probar con compañías diferentes, lejos de nuestro campo que nos brinden apoyo…La voz de Jackson, el líder de equipo de finanzas se escucha en la distancia de la sala.Debería prestarle atención, mostrarme mucho más interesada en él y en las propuestas que tanto su equipo como el personal de confianza han planificado en vista de una solución que pueda salvar nuestra compañía.Pero ahora mismo la situación tan precaria de mi trabajo me es lo de menos.Mucho más siendo consciente de la repentina desaparición del detective privado que había contratado para investigar a los padres de Nova.Como un toc, me encuentro desbloqueando el móvil en espera de ver alguna respuesta de él a mi ristra de mensajes o quizás alguna llamada perdida que me demuestre sigue ahí, sano y salvo, investigando para mí.Pero a cambio solo recibo la pantalla de inicio completamente vacía.Suelto un nuevo suspiro con pesadez, captando la atención de Danna a mi diestra, quien se oc
Badel mantiene sus ojos clavados en mí, casi analizando con demasiada intensidad la forma en la que acuno a Leo sobre mi regazo, acariciando con suavidad su esponjoso y ruloso cabello.Ese que se asemeja un tanto a la mata de pelo que Nova posee sobre su cabeza.Siento ese destello impulsivo en ese hombre de querer arrancármelo de mis brazos, pero a su vez también hay algo ahí que se escurre cada tanto en un confuso parpadeo cuando algo se cruza en su mente, algo que parece querer empujar en mi conocimiento cuando se encuentra con mis ojos y termina tensando aún más su postura.Estamos en la parte de los sillones de mi despacho.Danna y Candy han desaparecido, en mi petición por tener la privacidad que siento necesito con este hombre.Veo como su boca se abre, la incipiente barba castaña que gobierna su marcada y varonil mandíbula resaltando en un atractivo ante mis ojos.—Leonel es mi hijo.Sus palabras impactan como un brusco golpe que saca el aire de mis pulmones y congela mi cuerp
Mi mano mantiene serenamente las caricias sobre la cabecita de Leonel.Ya estamos en casa.En la supuesta seguridad de nuestro hogar.Mi bebé ha vuelto a confiar lo suficientemente en mí como para volver a arrastrarse a la seguridad y calor de mis brazos.Soy incapaz de preguntarle el paradero del colgante que Brenda me hizo ponerle nada más cumplir los dos años de edad.No me atrevo a hacer un movimiento que pueda volver a arrancarlo de mi lado.Estoy siendo infantil y egoísta en este momento, pero realmente necesito esto, sentir su respiración suave sobre el hueco de mi cuello, su corazoncito latir contra el mío, sus manitas aferrarse a mi pijama.Necesito a mi bebé conmigo.Percibir su dulce aroma que calma la angustia que ha estado sacudiendo y atormentando mi pecho.—Mami… — Su vocecita es tan suave y frágil que siento como está a un suspiro de volver a llorar desconsoladamente por estar lejos del hombre que dice ser su padre, es esa misma sensación que siento yo cuando creía pod