— ¿Recuerdas lo que tienes que hacer?
Deja de mordisquear y babear su manita para asentir varias veces, distraídamente, mientras le sigo acomodando la pequeña corbatilla de clip en el cuello de su uniforme.
— No hacerle nunca caso a los extraños… —Murmura tras apartar su manita de su boca, permitiéndome limpiarla con un pañuelo de papel — Esperar a que termines junto a la señora Clower.
Sonrío con cariño y orgullo mientras lo escucho.
— ¿Y que más?
Lo veo distraerse con una mariposa que revolotea a nuestro alrededor.
— Leo —Lo llamo.
Sigue mirando a la mariposa mientras responde.
— Nunca quitarme el colgante de Mamá.
Con una nueva sonrisa enmarcando mis labios, aprieto sus cachetitos regordetes entre mis manos, ganándome una de sus caritas cargadas de frustración que casi lo hacen parecer un mini hombre con una dignidad que desea mantener.
Él ya sabe lo que viene y no le gusta.
— Ese es mi hombrecito.
Antes de que se me escape le lleno de besitos su adorable carita, provocando quejidos de su parte, como si realmente odiara mis mimos.
Él siempre es cariñoso y mimoso, pero solo cuando no haya mucha gente a nuestro alrededor, mucho menos sus compañeros de clase o desconocidos.
Casi como si tuviera que demostrarle algo a alguien.
Cuando finalmente consigue salirse de mi ataque afectuoso, me incorporo para verlo correr como una adorable tortuga con esa mochila casi de su tamaño, hacia su grupo de compañeros.
Me quedo de pie un poco más, junto a algunos padres que como yo aún les cuesta separarse de sus bebés.
Desde que Brenda, mi mejor amiga de la infancia, volvió a aparecer en mi vida hace ya tres años atrás, cargando a ese pequeño bebé que enseguida conquisto mi corazón, mi vida está ahora llena de felicidad.
Y el vacío que suelo sentir en mi pecho, ese que duele siempre que intento pensar en quienes son mis padres o por qué me abandonaron, ha dejado de incordiarme e incluso se siente un poco más lleno que antes.
Quizás por eso soy tan protectora con Leonel.
Mi pequeño León.
Por eso y por el terror que transportaba Brenda cuando me suplicaba hacerme cargo de su hijo.
Había huido de su familia para salvarlo de su padre.
Estaban locos, sentenciando al bebé a una vil muerte por creerlo maldito.
Ella no podría hacerse cargo de él, porque tarde o temprano la atraparían, así que fui su único recurso viable para protegerlo de esa familia de monstruos.
¿Quién puede tan siquiera pensar en hacerle daño a un dulce bebé inocente?
Aprieto mis manos en puños a los costados de mi cuerpo, al nada más imaginarme a alguno de ellos queriendo dañar a mi bebé.
Desde que Brenda lo dejó a mi cargo, yo soy su madre y me aseguraré, cueste lo que me cueste, de siempre protegerlo de todo aquel que quiera dañarlo.
Mi vista choca con una mujer en la lejanía, quien parece conducir al grupo de clase de Leo y a este mismo.
A pesar de la forma en la que me mira, como si me odiase, su mano brinda una cálida caricia en el cabello revuelto y rizado de Leo.
Intento no ponerme en alerta.
Ofreciéndole una sonrisa gentil en respuesta a su odio, ganándome que rompa nuestras miradas y retome su accionar al seguir a su grupo de alumnos.
¿Quién es esa mujer y donde está la señora Clower?
Un escalofrío estremece mi cuerpo ante la angustiosa sensación de que algo malo está a punto de suceder, pero lo rechazo.
Desde que Brenda apareció con Leo entre sus brazos, esa sensación ha persistido a cada cosa o acción que hagamos.
Como si me acecharan.
Pero es imposible que algo así pase.
Brenda había desaparecido de mi vida tras haber sido adoptada por una familia, a sus ocho años de edad.
Desde entonces no hemos tenido relación alguna, ni siquiera se como supo donde vivía, aunque no me extraña que consiguiera localizarme, ahora que soy madre se lo que puede llegar a ser una madre con tal de salvar a su hijo.
Me alejo como el resto de padres que aún permanecen como yo, nostálgicos por el crecimiento tan rápido de sus hijos, para volver a mi auto.
Estoy a punto de rodear su ocio cuando mi distraída mirada se topa con unos grandes ojos de una curiosa tonalidad discordante entre sí.
Un niño, unos años mayor que Leo, posiblemente entre los seis o los siete años, me contempla en la distancia, entre dos arboles frondosos que dan hacia el escurridizo bosque a un lateral de la prestigiosa academia de Wellston.
Me detengo, parpadeando extrañada al apreciar como nadie parece percatarse de ese pequeño y misterioso niño con heterocromía.
Al sentir que soy la única que le presto atención, posiblemente por la clase social a la que la mayoría de los padres presentes o representantes pertenece, vuelvo a plantar mi atención en el pequeño niño que me contempla inexpresivo al otro extremo de la plazoleta perteneciente a la academia Wellston.
Pero sorpresivamente ya no está ahí.
Lo busco alrededor, preocupada de que se haya perdido o esté buscando a sus padres, pero no lo encuentro por ningún lado.
Extrañada y confusa, desisto, achacando a que posiblemente haya sido imaginaciones mías, para terminar de rodear mi coche y montarme en el asiento del conductor.
Cuando arranco, la música infantil que tanto Leo disfruta cantar conmigo de camino hacia la escuela, vuelve a invadir el interior del auto.
Normalmente la cambiaria, colocando la siguiente playlist que va acorde con mis gustos, pero hoy me siento especialmente afectada por separarme de mi pequeño.
Mucho más al recordar el desprecio con el que esa mujer me miraba en la distancia, mientras acariciaba afectuosamente el enredo de rizos de Leo.
Mi pecho se estruja casi como si ese acto, esos dedos jugueteando con la mata de cabello de mi hijo, hubiera sido una amenaza abiertamente lanzada, termino apretando mis manos sobre el volante, buscando como puedo el autocontrol de alguien cuerdo.
— Es solo una maestra que probablemente le irrite el conocimiento de una madre soltera… — Me digo, atrayendo la calma hacía mí para empezar a salir del aparcamiento delantero del centro — Solo es otra prejuiciosa mujer más que no cree correcto que una mujer se salga de su estereotipo… ¡Dios! ¿Por qué insististe tanto en que lo trajera a este lugar Brenda?
“Cuando cumpla los dos años llévalo a la Academia Wellston, se que allí siempre lo protegerán y te ayudaran en lo que necesites…”
Un nudo se forma en mi garganta al recordar la voz temblorosa de Brenda mientras susurraba esas palabras aún aferrada a su bebé.
Tan pequeña y frágil en la esquina de aquel sillón, desesperada por permanecer un rato más con él, antes de tener que marcharse y desaparecer.
Nunca voy a poder juzgar lo que hizo.
Mucho menos voy a cuestionar las pocas peticiones que me pidió llevar a cabo con Leonel.
Entre esas, darle ese colgante de piedra oscura para que lo conservase con él, nada más cumplir los tres años de edad.
Intento ignorar mis ganas de dar marcha atrás y volver a la academia, para llevarme conmigo a Leo de una forma casi egoísta.
¿Por qué tiene que crecer tan rápido?
Aún no me acostumbro a tener que pasar tanto tiempo lejos de él.
Quizás por eso estoy tan distraída siempre en el trabajo.
ADVERTENCIAS Esta novela es un harem reverso, lo que significa que nuestra protagonista tendrá más de un interes amoroso con un vinculo emocional establecido. Posibles escenas o incinuaciones de Hombre X Hombre dentro del Harem de la protagonista. ¡Disfruten de la lectura!
Al día siguiente la monotonía varía al tener que llevar a Leo al médico para hacerse un chequeo.Desde que cumplió los tres años parece casi arrastrar consigo un catarro leve que aparece y desaparece cada tanto.El medico intenta calmar cualquier hipótesis que se pueda montar en mi cabeza, al registrarlo como una posible alergia climática.No llega a extrañarme del todo ya que también soy victima de ese tipo de maluras, pero la sensación latente e insegura de que hay algo más tras sus repetidas recaídas, me hace actuar un poco más precavida de lo normal.Por eso he cambiado la corbatilla de Leo por una mullida bufanda del osito adicto a la miel, “Winnie the Pooh”.Leonel me mira con sus grandes ojos de ese hermoso gris claro, sin quejarse de mi obstinada preocupación al insistir si se siente bien, casi pidiéndole sigilosamente que lo niegue para así poder llevarlo conmigo de vuelta a casa.Lo reviso una última vez, su naricita está rojita por las veces que he tenido que sonarle.— Mam
Mis pies se clavan descalzos en la tierra húmeda del bosque.Plantas, piedrecillas, raíces viejas y nuevas, hojas caídas, insectos compactados por la reciente lluvia que a levantado esta espesa neblina a mi alrededor.La melodía del bosque danza en mis oídos mientras intento definir el camino por el que avanzo.Llevo el mismo camisón rosado con el que me metí en la cama.No sé porque ni el cómo he terminado en medio de la nada.Con el frio calando mis huesos, obligándome a intentar darme calor a mi misma al abrazarme y frotar mis palmas expuestas sobre mis brazos.Un búho ulula a lo lejos, marcando el eco del tiempo y acompañando casi al compas los diferentes sonidos que crea la naturaleza a mi alrededor.Detengo mis pasos por una pesada y extraña sensación a mis espaldas.Como si alguien o algo me acechara.Mi corazón comienza a bombear con fuerza, agitándose y golpeando contra mi caja toráxica, exigiendo lo que mi cuerpo tarda en procesar.Huir.Correr.Sin mirar a atrás.Lo hago aú
Froto mi frente con cierto cansancio mientras avanzo por la oficina, en dirección a mi despacho.Hoy he sujetado mi largo cabello en una cola alta, la cual se agita a mis espaldas a cada paso que doy, dejando apenas unos mechones sueltos que hacen el símil de un flequillo escaso.Nunca he soportado los flecos, para mí.No me quedan bien, me resultan una lata de mantener y colocar en su lugar, además de no serme absolutamente prácticos.Pero hace poco creí que algo neutral me ayudaría a mantener mi autoestima y lo hace externamente.Luzco bien, me queda bien y no importa si se me riza o ondula ya que igual, termina quedando bien.Pero personalmente, desde mi punto de vista, no me ha quedado como esperaba.Yo esperaba una imagen un poco más de mujer adulta, fuerte y firme.Pero en su lugar… me siento como una tonta versión preadolescente mía sobre tacones altos, ropa cara y ese intento de mirada intimidante que apenas me dura lo necesario.De por si siempre soy juzgada por el hecho de s
Suelto con pesades un suspiro mezclado entre frustración y cansancio.No estoy durmiendo bien desde hace días.Las pesadillas han ido en aumento y cada vez siento que lo que sueño me pasan factura en la realidad.Estoy tecleando un rápido mensaje a mi asistente para confirmar la reunión de esa tarde.Los problemas en la oficina cada vez van de peor a catastrófico. Pero intento no arrástralo cuando estoy con Leonel.Por eso, nada más enviar el mensaje, bloqueo mi móvil y lo suelto en mi bolso de marca, colgado en mi brazo, esperando la salida animada de los niños y niñas de la Academia.Estoy junto a el resto de padres o representantes de estos, que vienen a buscar a sus pequeños.Nunca he sido de socializar activamente con el resto de padres, aún cuando varias veces un grupo de madres demasiado activas en todo lo que tenga que ver con la escuela, me han intentado acorralar para unirme a ellas.Pero no quiero pasar tiempo con gente que realmente ni me tolera, lo veo tan falso e inútil.
Desde el día en el que aquellos hombres hicieron su movimiento invasor en mi vida privada, he perdido la seguridad de tener todo bajo control, como si viera la mecha prendida de un detonador, pero no supiera donde está el paquete de pólvora.Y el hecho de que apenas pueda quitarme la sensación cargada de malestar que empujan mis alertas respecto a Leo y las palabras de Brenda aquella noche, tras darme en cuidado a su bebé, me hacen sentir que estoy próxima a perder la cordura.Ya no tengo concentración para las dificultades por las que están pasando mi empresa.Si no fuera por mi asistente y por Candy, ya ni tendría mi agenda al día.Es por eso mismo que me encuentro en la disyuntiva de contratar los servicios de un detective privado.No por lo que mi asistente lo a localizado en primera instancia, descubrir quienes son los que me están intentando eliminar de mi propia empresa que forman parte de mis asociados.Sino para descubrir que es lo que esos hombres pretenden o esconden.Porqu
La sensación desgarradora de esos afilados colmillos desgarrando mi piel, me despertó. Arrancándome de la pesadilla repetitiva que parecía cada vez, tener un final diferente y mucho más aterrador que la anterior. Observo los rayos de sol que pretenden escurrirse entre mis cortinas, repasando cada punto de mi habitación, casi como una extraña acusación. No he dormido. Cada vez que lo intentaba las pesadillas me arrancaban feroz y dolorosamente de mi nulo descanso. Llevo mis manos temblorosas hacia mi rostro, apartando el sudor y la espesura de enfermiza sensación que se planta en mí cada vez que despierto, tras una de esas pesadillas que tanto me aterran. Aunque no son las pesadillas en si lo que me aterran… sino la sensación tan realista que aún al despertar, sigue marcando su huella en mí. Como los delgados moretones que cubren parte de mi antebrazo diestro. Ese con el que, en mis sueños, empujaba hasta cubrir mi rostro al ver como esa bestia se abalanzaba sobre mí, siendo atr
—Podríamos hacer un nuevo balance y probar con compañías diferentes, lejos de nuestro campo que nos brinden apoyo…La voz de Jackson, el líder de equipo de finanzas se escucha en la distancia de la sala.Debería prestarle atención, mostrarme mucho más interesada en él y en las propuestas que tanto su equipo como el personal de confianza han planificado en vista de una solución que pueda salvar nuestra compañía.Pero ahora mismo la situación tan precaria de mi trabajo me es lo de menos.Mucho más siendo consciente de la repentina desaparición del detective privado que había contratado para investigar a los padres de Nova.Como un toc, me encuentro desbloqueando el móvil en espera de ver alguna respuesta de él a mi ristra de mensajes o quizás alguna llamada perdida que me demuestre sigue ahí, sano y salvo, investigando para mí.Pero a cambio solo recibo la pantalla de inicio completamente vacía.Suelto un nuevo suspiro con pesadez, captando la atención de Danna a mi diestra, quien se oc
Badel mantiene sus ojos clavados en mí, casi analizando con demasiada intensidad la forma en la que acuno a Leo sobre mi regazo, acariciando con suavidad su esponjoso y ruloso cabello.Ese que se asemeja un tanto a la mata de pelo que Nova posee sobre su cabeza.Siento ese destello impulsivo en ese hombre de querer arrancármelo de mis brazos, pero a su vez también hay algo ahí que se escurre cada tanto en un confuso parpadeo cuando algo se cruza en su mente, algo que parece querer empujar en mi conocimiento cuando se encuentra con mis ojos y termina tensando aún más su postura.Estamos en la parte de los sillones de mi despacho.Danna y Candy han desaparecido, en mi petición por tener la privacidad que siento necesito con este hombre.Veo como su boca se abre, la incipiente barba castaña que gobierna su marcada y varonil mandíbula resaltando en un atractivo ante mis ojos.—Leonel es mi hijo.Sus palabras impactan como un brusco golpe que saca el aire de mis pulmones y congela mi cuerp