La Condena de Nuestra Luna
La Condena de Nuestra Luna
Por: Mónica Briseb
UNO

 ¿Recuerdas lo que tienes que hacer?

Deja de mordisquear y babear su manita para asentir varias veces, distraídamente, mientras le sigo acomodando la pequeña corbatilla de clip en el cuello de su uniforme.

No hacerle nunca caso a los extraños… Murmura tras apartar su manita de su boca, permitiéndome limpiarla con un pañuelo de papel Esperar a que termines junto a la señora Clower.

Sonrío con cariño y orgullo mientras lo escucho.

¿Y que más?

Lo veo distraerse con una mariposa que revolotea a nuestro alrededor.

Leo Lo llamo.

Sigue mirando a la mariposa mientras responde.

Nunca quitarme el colgante de Mamá.

Con una nueva sonrisa enmarcando mis labios, aprieto sus cachetitos regordetes entre mis manos, ganándome una de sus caritas cargadas de frustración que casi lo hacen parecer un mini hombre con una dignidad que desea mantener.

Él ya sabe lo que viene y no le gusta.

Ese es mi hombrecito.

Antes de que se me escape le lleno de besitos su adorable carita, provocando quejidos de su parte, como si realmente odiara mis mimos.

Él siempre es cariñoso y mimoso, pero solo cuando no haya mucha gente a nuestro alrededor, mucho menos sus compañeros de clase o desconocidos.

Casi como si tuviera que demostrarle algo a alguien.

Cuando finalmente consigue salirse de mi ataque afectuoso, me incorporo para verlo correr como una adorable tortuga con esa mochila casi de su tamaño, hacia su grupo de compañeros.

Me quedo de pie un poco más, junto a algunos padres que como yo aún les cuesta separarse de sus bebés.

Desde que Brenda, mi mejor amiga de la infancia, volvió a aparecer en mi vida hace ya tres años atrás, cargando a ese pequeño bebé que enseguida conquisto mi corazón, mi vida está ahora llena de felicidad.

Y el vacío que suelo sentir en mi pecho, ese que duele siempre que intento pensar en quienes son mis padres o por qué me abandonaron, ha dejado de incordiarme e incluso se siente un poco más lleno que antes.

Quizás por eso soy tan protectora con Leonel.

Mi pequeño León.

Por eso y por el terror que transportaba Brenda cuando me suplicaba hacerme cargo de su hijo.

Había huido de su familia para salvarlo de su padre.

Estaban locos, sentenciando al bebé a una vil muerte por creerlo maldito.

Ella no podría hacerse cargo de él, porque tarde o temprano la atraparían, así que fui su único recurso viable para protegerlo de esa familia de monstruos.

¿Quién puede tan siquiera pensar en hacerle daño a un dulce bebé inocente?

Aprieto mis manos en puños a los costados de mi cuerpo, al nada más imaginarme a alguno de ellos queriendo dañar a mi bebé.

Desde que Brenda lo dejó a mi cargo, yo soy su madre y me aseguraré, cueste lo que me cueste, de siempre protegerlo de todo aquel que quiera dañarlo.

Mi vista choca con una mujer en la lejanía, quien parece conducir al grupo de clase de Leo y a este mismo.

A pesar de la forma en la que me mira, como si me odiase, su mano brinda una cálida caricia en el cabello revuelto y rizado de Leo.

Intento no ponerme en alerta.

Ofreciéndole una sonrisa gentil en respuesta a su odio, ganándome que rompa nuestras miradas y retome su accionar al seguir a su grupo de alumnos.

¿Quién es esa mujer y donde está la señora Clower?

Un escalofrío estremece mi cuerpo ante la angustiosa sensación de que algo malo está a punto de suceder, pero lo rechazo.

Desde que Brenda apareció con Leo entre sus brazos, esa sensación ha persistido a cada cosa o acción que hagamos.

Como si me acecharan.

Pero es imposible que algo así pase.

Brenda había desaparecido de mi vida tras haber sido adoptada por una familia, a sus ocho años de edad.

Desde entonces no hemos tenido relación alguna, ni siquiera se como supo donde vivía, aunque no me extraña que consiguiera localizarme, ahora que soy madre se lo que puede llegar a ser una madre con tal de salvar a su hijo.

Me alejo como el resto de padres que aún permanecen como yo, nostálgicos por el crecimiento tan rápido de sus hijos, para volver a mi auto.

Estoy a punto de rodear su ocio cuando mi distraída mirada se topa con unos grandes ojos de una curiosa tonalidad discordante entre sí.

Un niño, unos años mayor que Leo, posiblemente entre los seis o los siete años, me contempla en la distancia, entre dos arboles frondosos que dan hacia el escurridizo bosque a un lateral de la prestigiosa academia de Wellston.

Me detengo, parpadeando extrañada al apreciar como nadie parece percatarse de ese pequeño y misterioso niño con heterocromía.

Al sentir que soy la única que le presto atención, posiblemente por la clase social a la que la mayoría de los padres presentes o representantes pertenece, vuelvo a plantar mi atención en el pequeño niño que me contempla inexpresivo al otro extremo de la plazoleta perteneciente a la academia Wellston.

Pero sorpresivamente ya no está ahí.

Lo busco alrededor, preocupada de que se haya perdido o esté buscando a sus padres, pero no lo encuentro por ningún lado.

Extrañada y confusa, desisto, achacando a que posiblemente haya sido imaginaciones mías, para terminar de rodear mi coche y montarme en el asiento del conductor.

Cuando arranco, la música infantil que tanto Leo disfruta cantar conmigo de camino hacia la escuela, vuelve a invadir el interior del auto.

Normalmente la cambiaria, colocando la siguiente playlist que va acorde con mis gustos, pero hoy me siento especialmente afectada por separarme de mi pequeño.

Mucho más al recordar el desprecio con el que esa mujer me miraba en la distancia, mientras acariciaba afectuosamente el enredo de rizos de Leo.

Mi pecho se estruja casi como si ese acto, esos dedos jugueteando con la mata de cabello de mi hijo, hubiera sido una amenaza abiertamente lanzada, termino apretando mis manos sobre el volante, buscando como puedo el autocontrol de alguien cuerdo.

Es solo una maestra que probablemente le irrite el conocimiento de una madre soltera… Me digo, atrayendo la calma hacía mí para empezar a salir del aparcamiento delantero del centro Solo es otra prejuiciosa mujer más que no cree correcto que una mujer se salga de su estereotipo… ¡Dios! ¿Por qué insististe tanto en que lo trajera a este lugar Brenda?

“Cuando cumpla los dos años llévalo a la Academia Wellston, se que allí siempre lo protegerán y te ayudaran en lo que necesites…”

Un nudo se forma en mi garganta al recordar la voz temblorosa de Brenda mientras susurraba esas palabras aún aferrada a su bebé.

Tan pequeña y frágil en la esquina de aquel sillón, desesperada por permanecer un rato más con él, antes de tener que marcharse y desaparecer.

Nunca voy a poder juzgar lo que hizo.

Mucho menos voy a cuestionar las pocas peticiones que me pidió llevar a cabo con Leonel.

Entre esas, darle ese colgante de piedra oscura para que lo conservase con él, nada más cumplir los tres años de edad.

Intento ignorar mis ganas de dar marcha atrás y volver a la academia, para llevarme conmigo a Leo de una forma casi egoísta.

¿Por qué tiene que crecer tan rápido?

Aún no me acostumbro a tener que pasar tanto tiempo lejos de él.

Quizás por eso estoy tan distraída siempre en el trabajo.

Mónica Briseb

ADVERTENCIAS Esta novela es un harem reverso, lo que significa que nuestra protagonista tendrá más de un interes amoroso con un vinculo emocional establecido. Posibles escenas o incinuaciones de Hombre X Hombre dentro del Harem de la protagonista. ¡Disfruten de la lectura!

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