Mis pies se clavan descalzos en la tierra húmeda del bosque.
Plantas, piedrecillas, raíces viejas y nuevas, hojas caídas, insectos compactados por la reciente lluvia que a levantado esta espesa neblina a mi alrededor.
La melodía del bosque danza en mis oídos mientras intento definir el camino por el que avanzo.
Llevo el mismo camisón rosado con el que me metí en la cama.
No sé porque ni el cómo he terminado en medio de la nada.
Con el frio calando mis huesos, obligándome a intentar darme calor a mi misma al abrazarme y frotar mis palmas expuestas sobre mis brazos.
Un búho ulula a lo lejos, marcando el eco del tiempo y acompañando casi al compas los diferentes sonidos que crea la naturaleza a mi alrededor.
Detengo mis pasos por una pesada y extraña sensación a mis espaldas.
Como si alguien o algo me acechara.
Mi corazón comienza a bombear con fuerza, agitándose y golpeando contra mi caja toráxica, exigiendo lo que mi cuerpo tarda en procesar.
Huir.
Correr.
Sin mirar a atrás.
Lo hago aún si no soy la mejor haciendo deporte y mi resistencia es nula.
Lo hago sin importar las raíces gruesas que casi parecen querer moverse frente mía y tirarme al suelo para ser capturada por mi depredador.
Porque eso no es humano.
Patas gruesas golpeando la tierra compactada.
Rugidos feroces que casi se sienten rodearme cada vez que me acerco más y más al final del bosque, por la luz clara de la Luna que se desliza en la lejanía frente mía.
He comenzado a jadear y casi puedo sentir mi garganta arrastrar adolorida un quejido al dar un mal paso.
Casi ruedo sobre el suelo, pero consigo restablecerme antes de tiempo y mantener aún la distancia con mi depredador.
Mi pecho duele, se estruja y contrae como si sus propios latidos le quitaran vida.
Estoy a punto.
Estoy realmente a punto de tocar los troncos de los árboles que me aproximan al final.
Estiro la mano esperanzada por alcanzar la libertad, salvarme de lo que me acecha y me caza en la oscuridad.
Pero antes de poder hacerlo algo me golpea.
Me empuja con fuerza haciéndome volar unos metros y golpear el suelo al aterrizar, arrastrándome hasta chocar contra un árbol que sacude todo mi cuerpo en otro quejido más.
Sollozo mientras intento buscar aliento por la forma que el golpe me a machacado los pulmones.
Probablemente tenga unas costillas rotas.
Pero nada de eso importa cuando siento como el hocico de aquella bestia resopla sobre mi cara, completamente oculta por mi cabello revuelto.
Me encojo asustada contra la tierra mojada.
El olor profundo de la naturaleza se mezcla con un aroma mucho más fuerte y gélido, algo que me hace recordar a la muerte.
Pero no puedo morir.
No puedo rendirme.
Debo luchar por Leonel.
Soy lo único que tiene.
Pero antes de que pueda levantarme y enfrentarme a la ferocidad de la bestia, me sobresalto en mi cama, con el sudor bañando mi cuerpo.
Jadeo agitada mirando desorientada mi alrededor.
Intento calmar las pulsaciones frenéticas de mi corazón, repitiendo una y otra vez que solo ha sido una pesadilla.
Solo eso.
Una pesadilla.
Una pesadilla demasiado real, demasiado sentida…
Llevo mis manos hacia mis costillas.
El dolor no es tan fuerte como en el sueño, pero aún así ahí se encuentra una punzada molesta que me hace engruñar mi rostro.
De nuevo he soñado lo mismo.
Solo que esta vez, sí me han alcanzado.
La salida ha estado mucho más lejos que la última vez y cada vez me cuesta más llegar a ella.
Me dejo caer de nuevo en la cama, enfocando el techo blanco que comienza a remarcar la salida del sol.
Aprieto mis parpados y deslizo mis manos por mi cara, intentando darme la paz que solo Leonel consigue empujar en mí.
Ruedo sobre mi cama, demasiado cansada y aturdida.
Es otra de esas mañanas en las que probablemente no voy a conseguir nada al final del día, sino un fuerte dolor de cabeza y una pesada sensación de malestar sobre mis hombros.
Me arrastro lejos de la cama.
Apago el despertador antes de que suene.
Mis pies me duelen al caminar, casi como si realmente hubiera estado corriendo descalza por un bosque.
Y mi cuerpo… ni siquiera lo mencionemos.
Me meto en el baño para comenzar a prepárame.
Una ducha fría que eriza y golpea mi piel para hacerme sentir viva, casi como una certeza a mi misma de que no estoy soñando.
Tras cuidar mi piel untando diferentes aceiteres por todo mi cuerpo, quito el exceso a base de toques suaves con la toalla, para terminar, vistiéndome con uno de mis vestidos azul marino que se entalla sobre mi cuerpo.
Todos en el orfanato pensaron que me haría diseñadora de moda, por siempre estar creando mis propias piezas de ropa.
Es algo a lo que recurres cuando no tienes mucho dinero para malgastar en ropa.
Quien me viera ahora no creería el lugar de donde salí.
Aunque en las pocas entrevistas que he hecho a lo largo de mi etapa empresarial, dejo entrever con orgullo mis orígenes.
Necesito hacerle saber a los niños y niñas que como yo se han quedado a cargo del estado, que pueden lograrlo.
Que realmente pueden salir de los estereotipos que nos fuerzan a encarnar antes las escasas posibilidades que nos prestan y todas esas barreras que debemos de superar.
Seco mi cabello de forma distraída con el secador mientras reviso brevemente mi móvil, repasando la agenda de hoy.
Una vez seco no me ocupo de mucho más que amoldarlo con un poco de aceite que vierto en la palma de mi mano para ayudar a este tipo de cabello caótico.
Ese que pretende ser rizado, pero termina en una combinación extraña de ondulado.
No me molesto en peinármelo de alguna forma en concreto.
Así que prosigo con el maquillaje sutil que me permite ocultar las ojeras y el cansancio que destella en mis ojos.
Al salir del baño me calzo las mullidas y pomposas pantuflas de un rosa claro, antes de dirigirme al exterior de mi habitación, rumbo a la cocina.
En mi casa he implantado ese método previsor y limpio de zapatos en la entrada, para únicamente dejar este tipo de pantuflas suaves apropiándose de las áreas internas de mi hogar.
No me gusta causarle trabajo de más a la gente, aún si he contratado específicamente un equipo de limpieza para cuidar y mantener en perfecto estado mi casa.
Así que siempre intento ensuciar lo menos posible.
Y Leonel, a pesar de su edad, lo disfruta.
Él es el primero que se pone a gruñirle a cualquier invitado que entre a la casa y no se quite los zapatos de la calle.
Es una cosita adorable cuando se molesta.
Como un pequeño hombrecito muy seguro de su palabra.
A pesar de los lujos que mantengo, no soy muy propensa a depender de un personal para hacerse cargo de cosas tan básicas como el desayuno.
Siempre he disfrutado de la cocina.
No soy la mejor, ni podría considerarme un chef en prácticas, pues es aún y se me quema el arroz cuando me distraigo, pero siempre estoy dispuesta a ponerme un delantal y distraerme cocinando.
Probando recetas nuevas, propias o de esas que llaman familiares.
Aunque mis recetas familiares se basan en recetas familiares de otros… pues, no tengo familia.
Y la señora Bolhed, a pesar de ser un encanto y casi como una madre para nosotros, los niños de su orfanato, nunca fue buena en la cocina.
Para eso estaba Pethe… el anciano cascarrabias que custodiaba la cocina como un feroz dragón.
Así que aprendí por mi cuenta en cuanto tuve la oportunidad.
Por lo que me entretengo en prepararnos un desayuno equilibrado y nutritivo para los dos.
— ¿Mami?
Escucho su vocecita desde el pasillo, posiblemente buscándome en mi habitación.
Limpio mis manos en el delantal que termino desabrochando para dejarlo a un lado de la isla, para rodearla e ir en su encuentro.
— Aquí, cariño… — Respondo al adentrarme en el extenso pasillo, escuchando seguido sus piececitos golpear el suelo para finalmente aparecer asomado por la puerta de mi habitación. Sonrío al verlo aún en su enterizo de osito — Es muy temprano para ti.
Admito mientras lo alcanzo siendo recibida por un tierno bostezo de su parte, mientras frota uno de sus ojitos con una de sus manitas encerradas en un pequeño puño.
Nada más tenerme cerca estira sus bracitos para que lo alce, cosa que hago encantada.
Según he leído debo aprovechar esta etapa dulce y mimosa de él.
Así que lo cargo sobre mi cadera mientras dejo que sus bracitos me rodeen y esconda su carita en mi cuello.
Lo acuno con caricias y pequeños toquecitos en su espaldita al reconocer su comportamiento.
— ¿Tuviste una pesadilla?
Lo siento asentir, a lo que acuno la parte posterior de su cabecita mientras camino hacia su habitación.
Pero antes de entrar en ella siento sus manitas aferrar mi camisa en pequeños puños.
— Quiero estar contigo…
Mi pecho se contrae en una calidez dulce ante su vocecita asustadiza.
— De acuerdo, cariño — Empujo su capucha con orejitas de osito para poder darle un beso a su frente, cuando saca su rostro de mi cuello y me mira con esos hermosos y grandes ojitos. — He hecho gofres.
Le susurro como nuestra confidencia a lo que él termina sonriendo, empujando lejos esa carita angustiada.
Vuelvo a sellar nuestra dialéctica con un besito en su frente, antes de volver a girar sobre mis pies y encaminarnos a la cocina.
Es un hecho que desde hace varios meces, no soy la única que tiene pesadillas en esta casa.
Froto mi frente con cierto cansancio mientras avanzo por la oficina, en dirección a mi despacho.Hoy he sujetado mi largo cabello en una cola alta, la cual se agita a mis espaldas a cada paso que doy, dejando apenas unos mechones sueltos que hacen el símil de un flequillo escaso.Nunca he soportado los flecos, para mí.No me quedan bien, me resultan una lata de mantener y colocar en su lugar, además de no serme absolutamente prácticos.Pero hace poco creí que algo neutral me ayudaría a mantener mi autoestima y lo hace externamente.Luzco bien, me queda bien y no importa si se me riza o ondula ya que igual, termina quedando bien.Pero personalmente, desde mi punto de vista, no me ha quedado como esperaba.Yo esperaba una imagen un poco más de mujer adulta, fuerte y firme.Pero en su lugar… me siento como una tonta versión preadolescente mía sobre tacones altos, ropa cara y ese intento de mirada intimidante que apenas me dura lo necesario.De por si siempre soy juzgada por el hecho de s
Suelto con pesades un suspiro mezclado entre frustración y cansancio.No estoy durmiendo bien desde hace días.Las pesadillas han ido en aumento y cada vez siento que lo que sueño me pasan factura en la realidad.Estoy tecleando un rápido mensaje a mi asistente para confirmar la reunión de esa tarde.Los problemas en la oficina cada vez van de peor a catastrófico. Pero intento no arrástralo cuando estoy con Leonel.Por eso, nada más enviar el mensaje, bloqueo mi móvil y lo suelto en mi bolso de marca, colgado en mi brazo, esperando la salida animada de los niños y niñas de la Academia.Estoy junto a el resto de padres o representantes de estos, que vienen a buscar a sus pequeños.Nunca he sido de socializar activamente con el resto de padres, aún cuando varias veces un grupo de madres demasiado activas en todo lo que tenga que ver con la escuela, me han intentado acorralar para unirme a ellas.Pero no quiero pasar tiempo con gente que realmente ni me tolera, lo veo tan falso e inútil.
Desde el día en el que aquellos hombres hicieron su movimiento invasor en mi vida privada, he perdido la seguridad de tener todo bajo control, como si viera la mecha prendida de un detonador, pero no supiera donde está el paquete de pólvora.Y el hecho de que apenas pueda quitarme la sensación cargada de malestar que empujan mis alertas respecto a Leo y las palabras de Brenda aquella noche, tras darme en cuidado a su bebé, me hacen sentir que estoy próxima a perder la cordura.Ya no tengo concentración para las dificultades por las que están pasando mi empresa.Si no fuera por mi asistente y por Candy, ya ni tendría mi agenda al día.Es por eso mismo que me encuentro en la disyuntiva de contratar los servicios de un detective privado.No por lo que mi asistente lo a localizado en primera instancia, descubrir quienes son los que me están intentando eliminar de mi propia empresa que forman parte de mis asociados.Sino para descubrir que es lo que esos hombres pretenden o esconden.Porqu
La sensación desgarradora de esos afilados colmillos desgarrando mi piel, me despertó. Arrancándome de la pesadilla repetitiva que parecía cada vez, tener un final diferente y mucho más aterrador que la anterior. Observo los rayos de sol que pretenden escurrirse entre mis cortinas, repasando cada punto de mi habitación, casi como una extraña acusación. No he dormido. Cada vez que lo intentaba las pesadillas me arrancaban feroz y dolorosamente de mi nulo descanso. Llevo mis manos temblorosas hacia mi rostro, apartando el sudor y la espesura de enfermiza sensación que se planta en mí cada vez que despierto, tras una de esas pesadillas que tanto me aterran. Aunque no son las pesadillas en si lo que me aterran… sino la sensación tan realista que aún al despertar, sigue marcando su huella en mí. Como los delgados moretones que cubren parte de mi antebrazo diestro. Ese con el que, en mis sueños, empujaba hasta cubrir mi rostro al ver como esa bestia se abalanzaba sobre mí, siendo atr
—Podríamos hacer un nuevo balance y probar con compañías diferentes, lejos de nuestro campo que nos brinden apoyo…La voz de Jackson, el líder de equipo de finanzas se escucha en la distancia de la sala.Debería prestarle atención, mostrarme mucho más interesada en él y en las propuestas que tanto su equipo como el personal de confianza han planificado en vista de una solución que pueda salvar nuestra compañía.Pero ahora mismo la situación tan precaria de mi trabajo me es lo de menos.Mucho más siendo consciente de la repentina desaparición del detective privado que había contratado para investigar a los padres de Nova.Como un toc, me encuentro desbloqueando el móvil en espera de ver alguna respuesta de él a mi ristra de mensajes o quizás alguna llamada perdida que me demuestre sigue ahí, sano y salvo, investigando para mí.Pero a cambio solo recibo la pantalla de inicio completamente vacía.Suelto un nuevo suspiro con pesadez, captando la atención de Danna a mi diestra, quien se oc
Badel mantiene sus ojos clavados en mí, casi analizando con demasiada intensidad la forma en la que acuno a Leo sobre mi regazo, acariciando con suavidad su esponjoso y ruloso cabello.Ese que se asemeja un tanto a la mata de pelo que Nova posee sobre su cabeza.Siento ese destello impulsivo en ese hombre de querer arrancármelo de mis brazos, pero a su vez también hay algo ahí que se escurre cada tanto en un confuso parpadeo cuando algo se cruza en su mente, algo que parece querer empujar en mi conocimiento cuando se encuentra con mis ojos y termina tensando aún más su postura.Estamos en la parte de los sillones de mi despacho.Danna y Candy han desaparecido, en mi petición por tener la privacidad que siento necesito con este hombre.Veo como su boca se abre, la incipiente barba castaña que gobierna su marcada y varonil mandíbula resaltando en un atractivo ante mis ojos.—Leonel es mi hijo.Sus palabras impactan como un brusco golpe que saca el aire de mis pulmones y congela mi cuerp
Mi mano mantiene serenamente las caricias sobre la cabecita de Leonel.Ya estamos en casa.En la supuesta seguridad de nuestro hogar.Mi bebé ha vuelto a confiar lo suficientemente en mí como para volver a arrastrarse a la seguridad y calor de mis brazos.Soy incapaz de preguntarle el paradero del colgante que Brenda me hizo ponerle nada más cumplir los dos años de edad.No me atrevo a hacer un movimiento que pueda volver a arrancarlo de mi lado.Estoy siendo infantil y egoísta en este momento, pero realmente necesito esto, sentir su respiración suave sobre el hueco de mi cuello, su corazoncito latir contra el mío, sus manitas aferrarse a mi pijama.Necesito a mi bebé conmigo.Percibir su dulce aroma que calma la angustia que ha estado sacudiendo y atormentando mi pecho.—Mami… — Su vocecita es tan suave y frágil que siento como está a un suspiro de volver a llorar desconsoladamente por estar lejos del hombre que dice ser su padre, es esa misma sensación que siento yo cuando creía pod
No sé como he terminado sucumbiendo a una nueva pesadilla.Se siente mucho más real que cualquier otra, sobre todo por el escenario en el que se presenta.Una oscuridad nítida que me engulle por completo, dejándome en el abandono de la soledad enturbiada que amenaza asfixiarme en cualquier momento.No hay bosque.No hay lobos bestiales que desean devorarme.No hay ruidos.Ni siquiera consigo escuchar mis propios latidos.Solo un extenso y prolongado vacío.La nada misma.Oscuridad devorándome como una masa pesada de alquitrán que amenaza asfixiarme hasta la muerte en un abrumador silencio.Grito.Lloro.Pero nada llega a mis oídos.Ni siquiera creo que salga de mi garganta el más mínimo ruido.Esto es mucho peor que cualquier pesadilla de ser cazada y acechada por feroces lobos hambrientos.Me dejo caer en la superficie sobre la que me encuentro, no sé como es, no consigo ver nada y al intentar tocarlo tampoco puedo palparlo, casi como si hubiera perdido cada uno de mis sentidos.Angu