SEIS

Desde el día en el que aquellos hombres hicieron su movimiento invasor en mi vida privada, he perdido la seguridad de tener todo bajo control, como si viera la mecha prendida de un detonador, pero no supiera donde está el paquete de pólvora.

Y el hecho de que apenas pueda quitarme la sensación cargada de malestar que empujan mis alertas respecto a Leo y las palabras de Brenda aquella noche, tras darme en cuidado a su bebé, me hacen sentir que estoy próxima a perder la cordura.

Ya no tengo concentración para las dificultades por las que están pasando mi empresa.

Si no fuera por mi asistente y por Candy, ya ni tendría mi agenda al día.

Es por eso mismo que me encuentro en la disyuntiva de contratar los servicios de un detective privado.

No por lo que mi asistente lo a localizado en primera instancia, descubrir quienes son los que me están intentando eliminar de mi propia empresa que forman parte de mis asociados.

Sino para descubrir que es lo que esos hombres pretenden o esconden.

Porque no es normal la forma en la que se han plantado en mi vida, tanto laboral como privada, dándome la sensación de que lo voy a perder todo.

La empresa en cierto punto me da completamente igual, pero Leonel… solo de pensar que su verdadero padre me lo pueda arrebatar me aterroriza.

Ya no tengo pesadillas porque apenas duermo.

No consigo encontrar esa paz necesaria como para apagar mis pensamientos y dejarme caer en los brazos de Morfeo.

Y el sueño acumulado que he comenzado a arrastrar no es bueno para nada, ni siquiera en mi labor como madre y figura representativa de mi hijo.

Unos toques en mi puerta me arrancan de mis pensamientos, tras haber colgado la llamada con el detective privado ya hace un buen tiempo.

Ni siquiera me he percatado del estambay en el que me he quedado tras acordar el encargo que le he pedido al hombre al otro lado de la línea.

Uno que guarde completa discreción, para obtener todo lo que me sea posible sobre esos hombres.

 ¿Sí?

Danna abre la puerta de mi despacho, asomándose brevemente como si estuviera preparada para rechazar a quien sea la tenga en ese estado.

Señorita Monteri… Su voz remarca lo que su rostro me expresa, ante la confidencialidad que ambas compartimos por tanto tiempo coexistiendo la una con la otra Los señores Hellgan se encuentran en la sala de juntas…La he excusado indicándoles que no tiene espacio en su agenda pero, se niegan a marcharse y no sé qué…

Alzo mi mano interrumpiéndola.

Estar cansada y agotada me hace tener muy mal humor, pero no quiero pagarlo con nadie que no lo merezca.

Así que la presencia de los dueños de esa dichosa cooperativa me viene increíblemente oportuno.

No te preocupes, enseguida me reúno con ellos… hazlos sentir bienvenidos.

Danna duda unos minutos ante lo que digo, como si no se creyera que esté cayendo en su evidente presión para llegar a un acuerdo.

Pero una fugaz mirada llena de advertencia, le hace alejarse de la puerta antes de asentir y hacer lo que le he pedido.

Llevo mis manos hacia mi cuello, frotando la tensión que solidifica mis músculos y aumente mi malestar en general.

Los señores Hellgan aquí en mi oficina…

¿Por qué se habrán dignado a venir hasta aquí cuando se han pasado todo este tiempo enviando representantes para exponer sus chanchulleras ofertas para comprarme todo esto?

¿Por qué tienen tanto interés en mi empresa?

A pesar de ser una competencia seguimos siendo pequeños y con los problemas que está habiendo en la empresa, dudo que sea tan apetitosa como antes… todos saben que estoy a un paso de la quiebra.

Ellos se han ocupado de eso.

Libero un nuevo suspiro cargado de cansancio, dejándome caer en el respaldar de mi silla antes de clavar mi vista en el techo.

Pequeños lapsus nostálgicos de como comencé esto vienen a mi cabeza.

Nunca me intereso realmente algo lo suficiente como para colocarlo como una meta que alcanzar.

Siempre fui aplicada en las diferentes áreas académicas desde pequeña, como si en mí el equilibrio fuera parte de mi personalidad.

Pero toda esta idea de crear Cretive Safari surgió al darme cuenta de la injusticia y las escasas oportunidades que se le ofrecían a las nuevas mentes creadoras, girando siempre en el mismo circulo arcaico que comenzaba a apestar a rancio.

La gente joven no tiene muchas oportunidades si no son alguien o no llevan tras de si un apellido de fácil conexión social, al nada más salir de la universidad.

Tanta gente cualificada y con ganas de ofrecer sus habilidades o conocimientos desarrollados, encasillados en trabajos de medio tiempo en los que muy pocas veces les ayuda a subsistir de manera eficaz en su día a día.

Casi como si estuvieran condenados a vivir en un estado constante de angustia, al no saber si tendrían dinero suficiente para seguir conservando el techo bajo el que viven.

Y menos aún señalicemos a aquellos jóvenes que de por si les ha costado salir del estereotipo asociado al lugar del que proceden, para ser aquello que tanto desean ser.

¿Quién diría que todo esto empezó con una tonta y ridícula inversión sobre una idea que nadie más valoraba?

Al no ser alguien avaricioso ni demasiado enfocado en una ambición en concreto, he llegado a ser un poco despreocupada respecto al dinero, aún si me costaba conseguirlo en mi adolescencia en esos trabajos de medio tiempo.

Digamos que me había acostumbrado a moverme sola de una forma en la que rara vez iba a tener la molestia o carga de una preocupación que no tuviera solución.

Más aún cuando ni siquiera se a activado en mi ese deseo o curiosidad sobre las relaciones románticas e intimas.

No le he buscado ni un nombre a mi nulo interés por lo sexual o emocional con alguien de carne y hueso, pero podríamos decir que tengo cierto complejo Asexual, únicamente con aquello que sea real. Pues los libros que algunas veces consumen me hacen pensar lo contrario.

Luego intento llevarlo a la realidad, pero de repente todo en mi se seca perdiendo por completo el interés.

Sacudo mi cabeza apartando ese tipo de pensamiento, sin entender por qué he empezado a darle vueltas al tema, pues desde que tengo a Leo en mi vida, dejó de planteárseme como una duda existencial en mi mente y más como un viejo problema que ya no tiene interés alguno para mí.

Al percatarme de que me he pasado divagando en mi propia mente, me pongo en pie para salir de mi despacho y dirigirme hacia la sala de juntas, siendo seguida por Candy, a la que termina uniéndosele en el camino Danna.

Tienes una cita a las doce y hoy Leonel sale una hora más tarde Me recuerda Danna repasando mi agenda en su ipad. La asamblea de accionistas se a pospuesto para mañana a las diez…

Alzo mi ceja deteniendo mi paso frente a la puerta de la sala de juntas.

Esa que es un cubículo completamente de cristal, consciente de que esos hombres pueden verme al ladear mi cabeza en dirección a Danna.

¿Otra vez? Mi malestar se aprecia en mi voz. Intento aflojarlo cuando Danna parpadea ciertamente intimidada por el. ¿Quién ha sido está vez?

En esta ocasión a sido de forma unánime…

Unánime…

Tenso mi mandíbula al darme cuenta de lo que eso implica.

Genial, posiblemente todos mis inversores y accionistas están en mí contra…

Ese es el maldito complejo del rico, en cuanto ven que algo no se amolda a sus caprichos se cambian de bando… llevan con esta m*****a estrategia mucho antes de que mi empresa estuviera en problemas.

Posponiendo, excusándose o cambiando una y otra vez las reuniones necesarias que debo mantener con quienes piden y exigen una parte de lo que he hecho por mi propia cuenta.

Para seguramente, en cuanto lo tengan factible, hacer un movimiento ruin que me anule por completo en una de esas dichosas asambleas.

Porque los muy canallas sí que han intentado organizar reuniones sin mi presencia de carácter oficial, al exigirlas en horarios que todos saben dedico enteramente a mi hijo.

Claro que ellos no contaban conque mi pequeño sea lo suficientemente inteligente y respetuoso como para poder dejarlo al cargo de Candy, en mi oficina, sin preocuparme al tener que asistir a esas reuniones en las que, ¡Oh, dichoso sea! De repente quienes podían acudir ya no pueden.

De acuerdo, no te olvides de recordármela antes de ir a recoger a Leo y mañana a primera hora de la mañana… Indico ganándome un asentimiento de su parte antes de voltear mi vista de nuevo hacia el frente, enfocando al fin a los señores Hellgan. Me congelo brevemente sosteniendo la barra metálica que sirve de tirador en la puerta de cristal, ante el reconocimiento de los hombres que ahí me esperan. Parpadeo antes de recuperar la firmeza en mi postura. Tráeme un café largo Señalo en dirección a Candy, quien ni siquiera se lo piensa antes de asentir y desaparecer de mi vista. Luego miro hacia Danna a la par que abro la puerta No es necesario que entres conmigo, prefiero que te encargues de obtener la información que necesito.

Danna parece dudar unos segundos ante mi petición, sin saber a lo que me refiero, hasta que una lucecita se enciende en su cabeza de reconocimiento y asiente.

Enseguida, señorita Monteri.

Despego mi atención de ella para adentrarme a la sala de juntas y encarar a los dichosos hombres que tanta ansiedad y paranoia me han creado.

Siento como la puerta es cerrada con ayuda de Danna a mis espaldas, mientras alcanzo la cabecera de la mesa al otro extremo de donde se mantiene impasible y completamente firme, el mismo desconocido que se presentó junto a Lyam y su hijo, Nova.

Lyam se encuentra sentado a un lado de ese hombre, su postura sigue siendo la misma cargada de esa arrogancia impertinente que tanto me molesta.

Al otro extremo se encuentra el hombre de ojos grises que mantiene la elegancia casi afeminada en su porte.

Y detrás del hombre que encabeza el otro lado de la mesa, permanecen en pie los otros dos tipos.

Ninguno de ellos aparta su mirada de mí, todo lo contrario, parecen empujar con mayor ímpetu esa gélida arrogancia que destila demasiado odio hacia mi persona.

Así que en esta ocasión habéis venido con el jefe… Murmuro con la misma arrogancia agresiva que sus miradas penetran en mí, mientras tomo asiento. Me pregunto con que tipo de propuesta venís está vez…

Con la misma que antes, señorita Monteri.

Aprieto mi mano en un breve puño sobre la mesa de cristal.

Sus miradas me detallan y analizan como si quisieran despellejarme trocito a trocito hasta conocerse cada musculo de mi cuerpo.

Estoy molesta.

Estoy furiosa.

Pero sobre todo, me siento condenadamente incomodo por el revuelto que comienza a macharme en mi vientre y afligir mi pecho.

Me siento completamente fuera de lugar.

Como si mi cuerpo supiera algo que mi mente desconoce.

Como si mi propio corazón ya se estuviera preparando para un duelo.

Eso me hace estremecer y por primera vez, aparto la vista intimidada por la ferocidad con la que ellos se empujan en mí.

Esa completamente afilada y dolorosa.

Entonces no veo el porque seguir con esta absurda reunión… Señores… Me pongo en pie empujando la silla a mi paso.

Ellos no responden ni se niegan a mi evidente rechazo, algo que capta mi atención, forzándome a volver a encontrarme con sus miradas y apreciando de una forma lastimera y herida lo que realmente han querido puntualizar conmigo todo este tiempo.

Han conseguido incrustar sus fauces en mi yugular.

La ingenua chica que se creía Alfa ha sido sometida bajo su duro y cruel escrutinio sin necesidad de empujar palabra alguna.

Tengan o no el contrato firmado, ellos ya son vencedores, porque han conseguido lo que nadie más ha logrado antes.

Asustarme.

Intimidarme.

Enloquecerme.

Y afligirme de forma que no recupero el aliento correctamente hasta que he salido vergonzosamente precipitada, de mi propia sala de juntas y huido por el mismo pasillo que anteriormente he atravesado con una seguridad que ya no tengo en mí.

Esto está mal.

Esto está realmente mal.

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