Lo apodaban "Barba Azul", odioso sobrenombre que se ganaba al enterrar a su tercera esposa. Ese era Jerom Tramonte, un atractivo y millonario hombre de 33 años, que tenía toda la fortuna que cualquiera deseaba, pero el amor lo tenía prohibido. Las mujeres empezaron a rechazarlo, solo por el miedo de ser la próxima bajo tierra, ya que también se rumoraba que era víctima de una maldición. Desechó todo lo que tuviera de sentimientos, y su exterior lo cubrió con arrogancia y tristeza. Amy moría de hambre y angustia al no poder dar lo suficiente a sus hermanitas; una sobre todo que necesitaba una cirugía de manera urgente. Ella conocía a Jerom desde la escuela, el problema es que cuando pudo lo trató muy mal, lo humilló, lo pisoteó. Ahora que no tiene nada, solo le quedaba tirarse a los pies de "Barba Azul" para que ayude a su familia. Él acepta, solo con una condición, que se mude a la casa de huéspedes de su mansión y haga las tareas domésticas que él quiera. Amy no entiende muy bien a qué se refiere, y solo le pide que no la convierta en su cortesana. Ella lleva cuestas un secreto, que la hace objetivo de terribles enemigos. El tiempo de Jerom se acaba y tampoco desea sepultar a otra esposa; no obstante, busca con desespero quien pueda encargarse de él. Los dos, entonces, caen en la trampa del amor, una oscura y dolorosa, en el que alguno tendrá que perder.
Leer másXVEl lugar estaba tan atestado de gente que le generaba fastidio no encontrar un rincón donde esconderse. Pese a esa incomodidad, logró ubicarse lo más lejos que pudo del todo el mundo, para seguir pensando en Amy.Estaba muy confundido con su proceder, además de no entender el magnetismo que ella ejercía sobre él. Movía constantemente su cabeza en negativa, de vez en cuando sonreía, después sus ojos cambiaban a una expresión peligrosa, cuando pensaba en lo bien que se sentía hacerle el amor.—Mírenlo ahí, barba azul está enamorado. De seguro pensar en su próxima víctima lo tiene en las nubes.—Qué horror, como puedes decir algo así —intervino una mujer, que con un grupo de amigos, observaban a Jerom desde cierta distancia.—Linda, él es la muerte. ¿Tres esposas? Por favor —insinuó un tercero en la conversación.—Yo me he divorciado tres veces y eso no me hace una mala persona. Aunque sí hubiera querido ver muerto a algunos de mis exmaridos.Lo dicho por Linda les hizo reír mucho, co
XIV (Capítulo con alto contenido erótico)El adiós de la mañana, ahora, se traducía en una caricia sobre su sedoso y renegrido cabello, que ella misma se había encargado de alborotar. No sabía cómo tomarlo, si halarlo lejos, si darle ritmo a su cabeza, o solo entrelazarlo en sus dedos.A diferencia de sus manos, sus pies estaban firmemente apoyados en los hombros de Jerom, que estaba haciendo su trabajo, destrozando con su boca la entrepierna de la mujer. Amy ya no podía distinguir entre gemidos y jadeos, hasta que todo se convirtió en gritos. Él no se movía, estaba dispuesto a hacer que ella terminara una y otra vez en sus labios. Algo debía tener ella ahí, ¿miel? No era precisamente eso, solo que lo que fuera que emanara, a él lo convertía en una fiera.—¡Basta! ¡Por favor! —jadeaba ella, sudando ya, ante la embestida de esa lengua en su vagina. Él, a cada súplica, se aferraba más y más.Amy no tuvo más la fuerza suficiente para seguir luchando contra el maravilloso sexo oral que
XIIISentía como si estuviese metida en una caja, con voces que la llamaban desde afuera. No tenía dolor en ninguna parte de su cuerpo, creyó que entonces solo estaba dormida, o había caído desmayada por no comer lo suficiente y trabajar mucho.Una caricia algo áspera rozó su mejilla, era cálida, fuerte. Su nombre en esa voz tan gruesa le hizo abrir los ojos, tenía que saber de quién se trataba.—¡Amy! ¡Por dios! ¡Despierta ya! —decía esa preocupada persona.—Jerom… estás aquí…—Sí, Amy, me llamaron al trabajo diciendo que te habías desmayado, vine tan rápido como pude…La joven se dio cuenta de que no estaba soñando y de un grito que asustó a los presentes, quedó sentada en el sofá en el que la habían acostado. Llevó las manos a su pecho, ahora recordaba lo horrible que había sido esa tarde.—Mi niña, ¿qué pasó? Me has dado un horrible susto —sollozaba Lolita, tomándola de una mano. Lionel también estaba ahí, solo que ninguno de los dos sirvientes pudo subirla a la habitación para qu
XIIEl avión aterrizaba y de este empezó a descender el heredero de la familia más reconocida en el mundo de los negocios de tecnología. Atrás de él iba su madre, bruja de cabellos negros que jamás lo abandonaba, no podía permitirse un desliz, como lo tuvo su hijo mayor.—Mamá, estoy harto de que me sigas a todos lados, tengo edad suficiente para cuidarme solo.—No, no la tienes. Estoy cansada de que todos los días lleguen a mí llamadas, como que te vieron retozando con cualquier mujerzuela. No quiero que te suceda lo mismo que a tu hermano.—¿Qué? ¿Ser un adicto imbécil que llevó a la familia de su esposa a la ruina? ¿No tener las pelotas de enfrentar la cárcel y preferir morirme? No, querida madre, yo no soy como mi hermano. Vienes en mi vuelo por cortesía, de otro modo te enviaría en un avión atestado de infantes que tosan en tu cara, sus horribles virus.Everett era demasiado cínico como para discutir con la mujer que solo lo veía cuando necesitaba dinero. Ahora ella lo acosaba má
XISubía la princesa de cuentos de hadas, con su vestido de villana, con la entrepierna hecha un lío. Podía respirar las ganas que tenía Jerom de romperla en dos, en tres, en mil pedazos, con la finalidad de hacerla suya. Ese momento suspendido por años, debido a la ignorancia y a la pésima suerte, por fin se daba para los dos. Tal vez no tanto como la mujer lo deseaba.Jerom empujó la puerta de la habitación con un pie y luego la bajó a ella de manera delicada. Amy no tuvo mucho tiempo para componerse, pues él atacó a su cuello, cerrando sus enormes manos en los senos aún cubiertos por el vestido. Por cuello y pecho ella recibía los labios del CEO, pero parecía que no encontraban la ruta a su boca.—¡Jerom! —frenó un poco, poniéndole las manos en el pecho—. ¿No piensas besarme nunca?—No.Amy sintió como esa respuesta se le clavaba igual que un puñal muy oxidado, en medio de su corazón. Sonrió un poco, ya no había vuelta atrás, con honestidad no la quería.Él, poseído de placer, empe
X—Señor Tramonte, entienda que debemos hacer todo este proceso para que la empresa y ustedes los directivos queden exonerados de toda investigación…—Creo que está tomando más del tiempo necesario y no se enfocan en buscar lo realmente importante.Jerom discutía con uno de los detectives que estaba a cargo del tema del contrabando que al parecer se realizaba en la empresa. El CEO ya sabía cómo era todo, dilatarlo hasta tener que ofrecer un soborno, para que la investigación parara. No quería llegar a eso, él era un hombre en extremo honesto, pero ese día en particular tenía la necesidad de salir corriendo a su mansión, más específico, a su casa de huéspedes. Estaba ansioso, aunque tal vez no tanto como Amy lo soñaría.Ella hizo su rutina diaria, lavó y planchó la ropa de su jefe, dobló las camisas almidonadas y apestando a fresas, luego se hizo algo de comer y después se dio un largo baño. Para su sorpresa, cuando salió de su cuarto a prepararse el café del final de la tarde, encontr
IXEra otra noche en que Jerom llegaba medio muerto del trabajo, oliendo a nada esta vez, con ganas de que su nana le diera un baño. Ese había sido un día horrible, pues estaban bajo una investigación por contrabando, hecho que sucedía desgraciadamente desde una de sus bodegas. Alguien los estaba robando.Con ese amargo sin sabor de la traición, el CEO entró a la casa de huéspedes, su lugar favorito ahora. Añoraba lo mucho que se podía ser feliz junto a una mujer, cuando con una sonrisa podía iluminar los días más oscuros, cuando con su cabello que se movía al compás de su cuerpo, alejaba las tristezas, la horrenda sensación de fracaso.Ella salió del cuarto de lavado, hasta ahí podía olerse el chicle. Sonrió, ella también lo hizo caminando hacia él. Esos pasos cortos, aquel cuerpo tan menudo que se bamboleaba, le quitaba los pensamientos pesados del día. Solo que él hubiera querido que fuera el bamboleo de una de sus esposas, esas que ya no regresarían más que en sus sueños.—Te ves
VIIITramonte estaba junto a su padre. Ese que en un inicio ni sabía que existía, pero que de un momento a otro le ofreció un futuro mejor, para que, por favor, heredara su apellido o toda esa fortuna habría que dejarla a los gatos y a la caridad.Y es que Tramonte, padre, toda su vida estuvo amasando dinero, como si de ello se pudiera respirar, solo que no contaba con que por mucho que tuviera, a veces no podía comprar ciertas cosas que alargaran su vida.—Muchacho, debes tener un hijo, como sea —masculló, a penas moviendo los labios. Estaba en completo deterioro.—No voy a casarme otra vez, padre. Menos ahora que todo va tan mal.—No tienes que casarte. El legado Tramonte debe vivir, o todo lo que hacemos y hemos logrado se irá al caño. No tienes mucho tiempo.Tiempo. Esa palabra a sus 33 años parecía profética, una sentencia. Las personas morían en cualquier momento, a cualquier edad, así como sus esposas lo hicieron, solo que la gran mayoría no sabía ni la hora, ni el lugar, menos
VIIDejó de sentir el calor en su cuerpo, como si el aire frío le tocara la espalda en una ráfaga. Tanteó con su mano y se encontró con el espacio vacío a su lado. De seguro Jerom había dejado esa cama hacía mucho tiempo, saliendo despavorido al darse cuenta en el lugar donde estaba.Amy se sentó en la cama y sollozó un poco abrazando sus rodillas.—¿Sucede algo malo? ¿Despertaste enferma?La gruesa voz de Jerom hizo brincar a la chica en la cama, que tenía el corazón en la boca. Estaba en la puerta del baño, con una bata y con la apariencia de haberse terminado de dar una ducha.—No me pasa nada… solo me has sorprendido, asustado, mejor —respondió la chica, poniéndose en pie.—No podía esperar a que despertaras, por eso me he duchado yo mismo. Esta noche igual, regresaré a mi baño.Amy caminó hasta Jerom, ubicándose muy frente a él. Ahí notó lo tan alto que era. Tuvo un poco de miedo y dio un paso hacia atrás, cosa que él no entendió.—Jerom, ¿cuál es el propósito de tenerme acá, hac