Capítulo 9: Esa caricia

IX

Era otra noche en que Jerom llegaba medio muerto del trabajo, oliendo a nada esta vez, con ganas de que su nana le diera un baño. Ese había sido un día horrible, pues estaban bajo una investigación por contrabando, hecho que sucedía desgraciadamente desde una de sus bodegas. Alguien los estaba robando.

Con ese amargo sin sabor de la traición, el CEO entró a la casa de huéspedes, su lugar favorito ahora. Añoraba lo mucho que se podía ser feliz junto a una mujer, cuando con una sonrisa podía iluminar los días más oscuros, cuando con su cabello que se movía al compás de su cuerpo, alejaba las tristezas, la horrenda sensación de fracaso.

Ella salió del cuarto de lavado, hasta ahí podía olerse el chicle. Sonrió, ella también lo hizo caminando hacia él. Esos pasos cortos, aquel cuerpo tan menudo que se bamboleaba, le quitaba los pensamientos pesados del día. Solo que él hubiera querido que fuera el bamboleo de una de sus esposas, esas que ya no regresarían más que en sus sueños.

—Te ves
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