XISubía la princesa de cuentos de hadas, con su vestido de villana, con la entrepierna hecha un lío. Podía respirar las ganas que tenía Jerom de romperla en dos, en tres, en mil pedazos, con la finalidad de hacerla suya. Ese momento suspendido por años, debido a la ignorancia y a la pésima suerte, por fin se daba para los dos. Tal vez no tanto como la mujer lo deseaba.Jerom empujó la puerta de la habitación con un pie y luego la bajó a ella de manera delicada. Amy no tuvo mucho tiempo para componerse, pues él atacó a su cuello, cerrando sus enormes manos en los senos aún cubiertos por el vestido. Por cuello y pecho ella recibía los labios del CEO, pero parecía que no encontraban la ruta a su boca.—¡Jerom! —frenó un poco, poniéndole las manos en el pecho—. ¿No piensas besarme nunca?—No.Amy sintió como esa respuesta se le clavaba igual que un puñal muy oxidado, en medio de su corazón. Sonrió un poco, ya no había vuelta atrás, con honestidad no la quería.Él, poseído de placer, empe
XIIEl avión aterrizaba y de este empezó a descender el heredero de la familia más reconocida en el mundo de los negocios de tecnología. Atrás de él iba su madre, bruja de cabellos negros que jamás lo abandonaba, no podía permitirse un desliz, como lo tuvo su hijo mayor.—Mamá, estoy harto de que me sigas a todos lados, tengo edad suficiente para cuidarme solo.—No, no la tienes. Estoy cansada de que todos los días lleguen a mí llamadas, como que te vieron retozando con cualquier mujerzuela. No quiero que te suceda lo mismo que a tu hermano.—¿Qué? ¿Ser un adicto imbécil que llevó a la familia de su esposa a la ruina? ¿No tener las pelotas de enfrentar la cárcel y preferir morirme? No, querida madre, yo no soy como mi hermano. Vienes en mi vuelo por cortesía, de otro modo te enviaría en un avión atestado de infantes que tosan en tu cara, sus horribles virus.Everett era demasiado cínico como para discutir con la mujer que solo lo veía cuando necesitaba dinero. Ahora ella lo acosaba má
XIIISentía como si estuviese metida en una caja, con voces que la llamaban desde afuera. No tenía dolor en ninguna parte de su cuerpo, creyó que entonces solo estaba dormida, o había caído desmayada por no comer lo suficiente y trabajar mucho.Una caricia algo áspera rozó su mejilla, era cálida, fuerte. Su nombre en esa voz tan gruesa le hizo abrir los ojos, tenía que saber de quién se trataba.—¡Amy! ¡Por dios! ¡Despierta ya! —decía esa preocupada persona.—Jerom… estás aquí…—Sí, Amy, me llamaron al trabajo diciendo que te habías desmayado, vine tan rápido como pude…La joven se dio cuenta de que no estaba soñando y de un grito que asustó a los presentes, quedó sentada en el sofá en el que la habían acostado. Llevó las manos a su pecho, ahora recordaba lo horrible que había sido esa tarde.—Mi niña, ¿qué pasó? Me has dado un horrible susto —sollozaba Lolita, tomándola de una mano. Lionel también estaba ahí, solo que ninguno de los dos sirvientes pudo subirla a la habitación para qu
XIV (Capítulo con alto contenido erótico)El adiós de la mañana, ahora, se traducía en una caricia sobre su sedoso y renegrido cabello, que ella misma se había encargado de alborotar. No sabía cómo tomarlo, si halarlo lejos, si darle ritmo a su cabeza, o solo entrelazarlo en sus dedos.A diferencia de sus manos, sus pies estaban firmemente apoyados en los hombros de Jerom, que estaba haciendo su trabajo, destrozando con su boca la entrepierna de la mujer. Amy ya no podía distinguir entre gemidos y jadeos, hasta que todo se convirtió en gritos. Él no se movía, estaba dispuesto a hacer que ella terminara una y otra vez en sus labios. Algo debía tener ella ahí, ¿miel? No era precisamente eso, solo que lo que fuera que emanara, a él lo convertía en una fiera.—¡Basta! ¡Por favor! —jadeaba ella, sudando ya, ante la embestida de esa lengua en su vagina. Él, a cada súplica, se aferraba más y más.Amy no tuvo más la fuerza suficiente para seguir luchando contra el maravilloso sexo oral que
XVEl lugar estaba tan atestado de gente que le generaba fastidio no encontrar un rincón donde esconderse. Pese a esa incomodidad, logró ubicarse lo más lejos que pudo del todo el mundo, para seguir pensando en Amy.Estaba muy confundido con su proceder, además de no entender el magnetismo que ella ejercía sobre él. Movía constantemente su cabeza en negativa, de vez en cuando sonreía, después sus ojos cambiaban a una expresión peligrosa, cuando pensaba en lo bien que se sentía hacerle el amor.—Mírenlo ahí, barba azul está enamorado. De seguro pensar en su próxima víctima lo tiene en las nubes.—Qué horror, como puedes decir algo así —intervino una mujer, que con un grupo de amigos, observaban a Jerom desde cierta distancia.—Linda, él es la muerte. ¿Tres esposas? Por favor —insinuó un tercero en la conversación.—Yo me he divorciado tres veces y eso no me hace una mala persona. Aunque sí hubiera querido ver muerto a algunos de mis exmaridos.Lo dicho por Linda les hizo reír mucho, co
PrólogoLevantó su vista todo lo que pudo para divisar la punta de la torre, donde de seguro se encontraba el dragón que iba a devorarla. Tomó mucho aire, el sitio era impresionante, muy luminoso, e igual, aterrador. Veía entrar y salir a muchas personas, y ella seguía ahí, con los pies pegados a la fina baldosa negra, esperando algo que la empujara hacia fuera y le hiciera desistir de la idea de pedirle ayuda al enemigo.Pero ella, no tenía de otra. Amy estaba atrapada en una pobreza asquerosa, tanto como lo era la riqueza de Jerom, su única salvación en ese momento. Se miró a sí misma un poco en el cristal que la separaba de la entrada, con esa ropa ahora tan sencilla, tan falta de colores, lo más formal que tenía. ¿Dónde quedó el esplendor de su belleza, de años atrás?, seguramente se había esfumado con los kilos que perdió por aguantar tanta hambre.—O es Jerom, o no es nada —susurró sin atreverse a cruzar la entrada aún.Lo peor de todo, es que no parecía ser el momento para que
I El punto equidistante entre él, el ataúd y el sacerdote, lo estaba analizando con mucho cuidado, entrecerrando los ojos. ¿50 centímetros, 20? Quizás podía estar equivocado en esas medidas. Las hojas secas bailaban en el viento para caer sobre aquella cama cubierta de caoba y que resguardaría el cuerpo de su amada, su tercera amada. A todo lugar al que Jerom fijara su mirada, encontraba la compasión, el pesar e incluso la sospecha sobre su horrendo destino. El ministro pidió que se pusieran todos de pie, para la última oración a la señora Tramonte.Él no lo hizo. Jerom se quedó sentado haciendo sus mediciones mentales, haciéndole el quite al desgarrador dolor que lo estaba arañando por dentro. Ahora habría un lugar vacío en su mesa, en su cama, en su casa. No estaría el aroma a ese delicioso perfume, ni esa vocecita aguda que lo llamaba con ganas de que la tocara. Por ninguna parte ya la encontraría, más que hecha recuerdo en ese cementerio, donde sus dos esposas anteriores también r
IIMirando a la nada, revolviendo su copa de brandi a la vez que escuchaba la algarabía del lugar, Jerom esperaba. Vio la hora en su reloj digital, uno de marca bastante económica, pero que llevaba ese día en especial, ya era el que le había regalado su última esposa cuando lo conoció. Ella no tenía muchos recursos, aun así, quiso halagarlo con algo.Recordó las muchas recomendaciones que recibió de sus conocidos que le advertían la posibilidad de que ella podría ser solo una vividora. Que quizás solo estaba con él por su fortuna y miles de cosas más, que tuviera cuidado. Si hubiera sabido la pobre señorita que era ella quien debía tener cuidado de la mala suerte de Jerom, hubiese corrido tan rápido como sus piernas le hubieran permitido.—Yo también tengo lo mío, no solo dinero —susurró el abatido hombre a la copa, probando otro sorbo.—¿Peter?La voz suave y dulce de una dama lo sacó de sus pensamientos, haciendo que moviera su cabeza para observarla. Estaba bien, muy hermosa y olía