TINA WILLIAMS Kyle había renunciado a cada casino, algunos habían sido demolidos, otros habían sido vendidos. Aunque no me dio nombres, podía apostar a que ahora estaban en manos de alguno de esos mafiosos, pero ya no importaba, pues incluso el nombre de «El trébol dorado» había sido cambiado. Lo que había vivido en Inglaterra se convirtió en un sueño que a veces no estaba segura de que hubiera pasado. Pensaba en Patrick y ya no podía recordar sus ataques de violencia, pero sus ojos tristes y ese beso de despedida seguía clavado en mi corazón y dolía. Aún seguía sintiendo lástima por todo lo que pudo ser ese hombre y cómo terminó. A diferencia de la noticia de la muerte de mi padre, que se resumía en un pequeño párrafo en una de las tantas páginas del periódico, la muerte de los hermanos Marshall y el incendio que devoró su mansión abarcó la primera plana del diario y fue noticia en redes sociales hasta el cansancio. A la gente importante se les da más protagonismo, no importa cóm
IDRIS DOYLE—¡Qué gusto me da conocerte por fin! —exclamó la rubia en la mesa mientras me veía con aparente diversión—. Entonces, tú eres Idris, la asistente personal de Liam.—Así es, señorita Spencer —contesté con una sonrisa mecanizada y tomando su abrigo del armario—. Su taxi la espera. Mi deber siempre era despedir a las mujeres con las que se citaba mi jefe, entregarles educadamente su abrigo y encaminarlas hacia el auto que las estaría esperando para llevarlas a su casa, pero cada vez era más complicado convencerlas.—Pero si la noche aún es joven y pienso divertirme en la cama de Liam —dijo entre risas mientras tomaba su copa—. Mejor guarda mi abrigo y danos privacidad, ¿quieres?Liam estaba refrescándose en el baño, esperando a que, al regresar, la señorita Spencer ya no estuviera. —No entiende, necesito que se retire, ya es muy noche y el señor Blake necesita descansar. —No, tú eres la que no entiende. —Se levantó altiva y presuntuosa—. Se dice que te gusta frustrar los e
IDRIS DOYLELa paleta con el número cinco descansaba sobre mi regazo mientras la subasta seguía con la siguiente pieza. Estaba esperando pacientemente la obra de arte por la que había venido. Solo tenía un único trabajo, comprar la pintura que tanto ansiaba mi jefe y podía disponer de todo el dinero que fuera necesario para luchar por ella. En ese momento mi teléfono sonó, irrumpiendo en la calma de la sala, haciendo que todas las miradas se posaran sobre mí de manera acusatoria. Me levanté del asiento y saliendo con la cara llena de vergüenza, contesté. —¿Señora Doyle? —reconocí la voz de mi vecina, quien cuidaba a mi hijo mientras trabajaba, sonaba angustiada.—¿Qué ocurre? —Oliver se puso muy mal y lo traje al hospital, no sabía qué más hacer —contestó haciendo que mi alma se despegara de mis huesos. Mi pequeño Oliver había estado enfermo recientes días, todo indicaba que era solo un resfriado, incluso había pensado, hoy por la mañana, que estaba mejor de salud. Abandoné el lug
LIAM BLAKECon el teléfono aún en la mano, le pedí a mi chofer que se detuviera, quería comprender qué era lo que había escuchado. Desde hacía ocho años tenía a mi servicio a Idris, una mujer de mirada fría y cabello tan rojo como el fuego. Su belleza era sublime y única, jamás había visto una mujer tan encantadora, pero, sobre todo, que parecía poder distinguir muy bien entre el placer y el trabajo, eso era lo que necesitaba, una mujer que no le costara involucrar el corazón. Durante ocho años fue mi asistente, cumpliendo mis antojos y esperándome en la cama cada vez que regresaba de viaje. Cuando ella se embarazó de Oliver, no entró en pánico, habló con tanta calma y parsimonia que tomé las cosas con tranquilidad. Ella me pidió tener al niño y firmó un contrato donde aceptaba que en un futuro no haría uso de la criatura para chantajearme ni querer obtener un beneficio extra. Me sorprendió lo rápido que aceptó firmarlo. Después de tener al niño y tomarse la licencia de maternidad,
IDRIS DOYLE—Pagaré todos los gastos médicos de Oliver hasta que encuentren a un posible donador para él. Después de todo es mi hijo y no voy a dejarlo solo —contestó Liam con frialdad. No parecía preocupado ni ansioso. ¿En verdad le importaba Oliver?Guardé silencio. Ya había decidido no volver a trabajar para él, necesitaba alejarme de esa relación extraña. Ya era suficiente de hacerme falsas ideas, era tan tonta como esas mujeres que creían poder alcanzar el corazón de Liam con actos de gentileza y educación. En mi caso, un hijo de cinco años y ocho años de mi vida dedicados a él y a sus exigencias no fueron suficientes. Cuando el auto se detuvo me di cuenta de que habíamos llegado al edificio de departamentos donde vivía. Abrí la puerta y antes de salir del asiento, me quité el abrigo y lo volteé a ver, pero su rostro seguía frío y apacible, con la mirada clavada en la ventana, ignorándome por completo. —Gracias… —dije en un susurro sin recibir respuesta. Bajé del auto y subí a
LIAM BLAKEHacía ocho años había asistido a una fiesta de beneficencia para un orfanato de la ciudad, el único motivo que me llevó a presentarme era que habría una subasta y esperaba encontrarme con alguna pieza de arte que me convenciera, en su lugar me di cuenta de que la dueña del orfanato había hecho una jugada muy arriesgada. Juntó a todas las chicas que habían cumplido dieciocho años y por tanto ya no podrían seguir viviendo en sus instalaciones, y las ofreció. Se me hizo desagradable notar como los viejos ricos del lugar parecían interesados en la carne fresca y, con respecto a las víctimas, todas destilaban inocencia y miedo, no me imaginaba bajo qué mentiras las habían convencido de ser parte de esta venta de esclavas. Cuando estaba a punto de irme, me percaté de un manchón rojo que se movía entre la gente. Resaltaba de entre todos no solo por el intenso color de su cabello, sino que tenía unos hermosos ojos azules, fríos y penetrantes. A diferencia de todas las presentes,
LIAM BLAKE—¿No te da gracia como todos intentan ser agradables y perfectos ante tus ojos solo para tener tu benevolencia? —pregunté mientras veía a la familia reunida. Todos fingiendo ser almas buenas para tener el favor de mi abuelo.—Es el ciclo de la vida… Solo se acercan al anciano cuando aspiran tener una parte de la herencia —contestó mi abuelo entre risas y terminó tosiendo su alegría. Mi madre tenía razón, se veía enfermo y decaído, pero no borraba esa sonrisa burlona de su rostro—. Dime, Liam, ¿cuándo planeas traer a casa una mujer y tener una familia? La última mujer que había pisado la mansión me había roto el corazón y me había humillado frente a todos. ¿En verdad tenía motivos para volverlo a intentar?—No puedes juzgar a todas las mujeres por culpa de una sola. Además, eran demasiado jóvenes para saber lo que en verdad querían. —Abuelo, me iba a casar con ella y me abandonó en el altar argumentando que era demasiado débil para una relación de verdad. Gritó frente a to
IDRIS DOYLEEn cuanto llegamos al restaurante entendí a lo que se refería. El señor Rogers era un hombre entrado en años, barrigón y de aspecto bonachón. Noté como le brillaban los ojos en cuanto vio mis largas piernas y, para terminar de arruinar mi día, tuve que sentarme a su lado.Con cada copa que se tomaba, sentía que se recorría sobre el sillón, acercándose cada vez más a mí. Durante toda la comida permanecí con la misma copa de vino, bebiendo con tragos pequeños. No era mi plan embriagarme. —¡No pienso firmar nada hasta que esta encantadora señorita se acabe su copa! —exclamó divertido, con las mejillas y la nariz enrojecidas. Entre risas y suaves codazos, me tomé el vino. El alcohol me ardió en la garganta y al dejar la copa de regreso en la mesa, el señor Rogers la volvió a llenar pese a mi negativa. —¿Qué tan buena es bebiendo, señorita Doyle? —preguntó entre risas. —No muy buena —respondí angustiada al ver mi copa casi llena hasta el borde. —Tómese otra conmigo —insist