IDRIS DOYLEEn cuanto llegamos al restaurante entendí a lo que se refería. El señor Rogers era un hombre entrado en años, barrigón y de aspecto bonachón. Noté como le brillaban los ojos en cuanto vio mis largas piernas y, para terminar de arruinar mi día, tuve que sentarme a su lado.Con cada copa que se tomaba, sentía que se recorría sobre el sillón, acercándose cada vez más a mí. Durante toda la comida permanecí con la misma copa de vino, bebiendo con tragos pequeños. No era mi plan embriagarme. —¡No pienso firmar nada hasta que esta encantadora señorita se acabe su copa! —exclamó divertido, con las mejillas y la nariz enrojecidas. Entre risas y suaves codazos, me tomé el vino. El alcohol me ardió en la garganta y al dejar la copa de regreso en la mesa, el señor Rogers la volvió a llenar pese a mi negativa. —¿Qué tan buena es bebiendo, señorita Doyle? —preguntó entre risas. —No muy buena —respondí angustiada al ver mi copa casi llena hasta el borde. —Tómese otra conmigo —insist
IDRIS DOYLE—¡No me puedes llevar a la fuerza! ¡Suéltame! —grité furiosa mientras Liam me llevaba bien agarrada de la muñeca. Aunque todos en el restaurante podían verme forcejear para liberarme, nadie hacía el mínimo esfuerzo por ayudarme.—Deja de comportarte como una niña —respondió Liam perdiendo la paciencia y metiéndome al auto.Quise salir por el otro lado, pero cuando intenté abrir la puerta, esta no cedía, tenía el seguro. De inmediato entró Liam, acomodándose del otro lado. Con un movimiento de cabeza, le indicó a Clark que emprendiera el viaje hacia no sé dónde.—¡Tengo que ir con Oliver! ¡Me n
LIAM BLAKEEn cuanto me apoderé de su boca, ella terminó de ceder, dejando que su cuerpo se retorciera de esa manera tan dulce que tanto me encantaba. Subí su falda y bajé sus pantaletas, dejando que colgaran de uno de sus delicados tobillos mientras me acomodaba entre sus piernas, bajando lentamente la bragueta de mi pantalón.Atrapada contra mi cuerpo y víctima de mi erección, di rienda suelta a mi lujuria, tomándola con fuerza de las caderas, arrancando los botones de su blusa y pegándola a mi cuerpo mientras las embestidas se volvían más violentas y vigorosas. Su calor y humedad me volvían loco y esos delicados ronroneos y gimoteos sacaban lo peor de mí.Mordí su espalda y me aferré a sus caderas mientras cada movimien
IDRIS DOYLELos días pasaron y yo regresé a la rutina, servir a Liam de día y de noche, saliendo de su cama en cuanto se saciaba y huyendo hacia el hospital para vigilar el sueño de mi bebé. Cada vez me sentía más cansada y consumida, además, la culpabilidad de meterme en su compromiso me estaba enloqueciendo. Me juré nunca lastimar a otra mujer, y ahí estaba, fingiendo que no había nada entre él y yo, mientras que, a espaldas de Annie, nos revolcábamos cada noche. Pobre mujer. Por fin había llegado mi día libre, pero eso no significaba que fuera a descansar. Estaba afuera del hospital, caminando de un lado para otro, dándome una pausa antes de quedarme el resto de la noche con mi pequeño. En cuanto iba a regresar al hospital, me detuve, como si una fuerza invisible estuviera susurrándome al oído, pidiéndome que volteara. Mi mirada migró hacia un hombre viejo y con bastón, completamente pálido y ojeroso, su semblante no auguraba nada bueno. Se recargó sobre la pared, con la mano en
IDRIS DOYLE—¡Mami! —exclamó Oliver al despertar, emocionado, estirando sus brazos hacia mí.Muerta de sueño, cansada y sin fuerzas, me levanté del sillón con una enorme sonrisa y lo estreché, llenándolo de besos y frotando mi mejilla contra sus suaves cabellos. Su aroma me daba energías y me hacía sentir viva. Él era mi motivo para seguir moviéndome en este mundo, por muy duro que fuera. —Y a eso es a lo que yo llamo un «verdadero milagro» —dijo el señor Thomas asomado a la habitación—. El amor de una madre que siempre está presente contra viento y marea. Un don que Dios le ha dado a las mujeres de buen corazón, porque no cualquiera es buena madre.—¿Mami? ¿Quién es ese señor? —preguntó Oliver viéndolo con atención. —¡Soy tu abuelo! —exclamó el hombre acercándose con una gran sonrisa.—¿Mi abuelo? Yo no tengo abuelo, ni siquiera tengo papá —contestó Oliver receloso. —Bueno, pues hoy has descubierto que si tienes abuelo —agregó con una gran sonrisa antes de revolver el cabello de m
IDRIS DOYLEMis primeros días en la mansión fueron completamente diferentes. Acudí a la habitación del señor Thomas para acomodar la ropa que se pondría ese día. Revisé su agenda y confirmé las citas a las que acudiría. Lo llevé del brazo hasta el comedor para que desayunara mientras yo seguía haciendo mi trabajo con singular gusto. Cuando llegó la hora de ir al hospital a ver a mi bebé, él no dudó en acompañarme, parecía sentir una empatía muy especial por Oliver y, de camino, había decidido comprarle golosinas y un pequeño camioncito de juguete. Era como si su instinto le dijera que ese niño en verdad era su nieto. En el caso de Oliver, fue para él una alegría poder ver al señor Thomas, la idea de tener un abuelo parecía excepcional. —Sé lo importante que es para ti tener a tu hijo cerca… —dijo el señor Thomas cuando salimos del hospital—. No quiero ser el motivo de que te alejes de él durante las noches, por la preocupación de hacer tu trabajo. Ya hablé con el médico responsable
IDRIS DOYLEJamás creí que cuidar de un hombre como Thomas sería tan divertido. Lo había acompañado al parque para alimentar a las palomas y cuando se acabaron las migajas de pan, quiso que lo llevara por un helado. Me daba tristeza que, teniendo tanto dinero y una familia grande, nadie quisiera estar con él.—Necesito que te compres un vestido nuevo, el más bonito que encuentres —dijo una vez que se acabó su helado—. Habrá una reunión el fin de semana y quiero que te veas espectacular.—¿Qué?—Eres mi asistente y me tienes que acompañar. Vendrá el hijo de un amigo de visita. Estuvo viviendo en el extranjero y ya pedí que se organice una gran fiesta para recibirlo. Debes de verte preciosa. Depositaré el dinero suficiente en tu cuenta, no escatimes, ¿entendido?—Pero… tengo vestidos…—Idris, por favor… Hazme caso y no repeles —contestó como lo haría un abuelo reprendiendo a su nieta.ϔAproveché la tarde libre y de camino al hospital para ver a Oliver, pasé a un centro comercial muy gr
IDRIS DOYLENunca me había sentido tan humillada y ridiculizada. La mujer policía revisó mi bolsa, abriendo todo, mi monedero, una pequeña bolsa de golosinas que le había enviado el señor Thomas a mi hijo, regando todos los caramelos por el suelo y, por supuesto, mis artículos personales.—Bien, ¿puede hacerme el favor de retirarse la ropa? —preguntó la policía con aparente calma. —¿Qué? ¡¿Por qué?! ¿Cree que me puedo poner un vestido debajo de los pantalones? ¡¿Es en serio?! —exclamé horrorizada, cubriéndome con ambas manos como si ya estuviera desnuda. —Por favor, la invito a cooperar. Es parte de la rutina. En caso de que se niegue, podemos ir a la comisaría donde podrá hacer una llamada y solicitar un abogado de oficio si no tiene posibilidad de contratar uno. —¿Me arrestará si no me desnudo? —pregunté escéptica.—Por evasión de la ley —contestó lentamente, como si fuera una retrasada.ϔLIAM BLAKE Llegué al centro comercial donde vería a Annie. Quería comprarse un vestido en