LIAM BLAKE
En cuanto me apoderé de su boca, ella terminó de ceder, dejando que su cuerpo se retorciera de esa manera tan dulce que tanto me encantaba. Subí su falda y bajé sus pantaletas, dejando que colgaran de uno de sus delicados tobillos mientras me acomodaba entre sus piernas, bajando lentamente la bragueta de mi pantalón.
Atrapada contra mi cuerpo y víctima de mi erección, di rienda suelta a mi lujuria, tomándola con fuerza de las caderas, arrancando los botones de su blusa y pegándola a mi cuerpo mientras las embestidas se volvían más violentas y vigorosas. Su calor y humedad me volvían loco y esos delicados ronroneos y gimoteos sacaban lo peor de mí.
Mordí su espalda y me aferré a sus caderas mientras cada movimien
IDRIS DOYLELos días pasaron y yo regresé a la rutina, servir a Liam de día y de noche, saliendo de su cama en cuanto se saciaba y huyendo hacia el hospital para vigilar el sueño de mi bebé. Cada vez me sentía más cansada y consumida, además, la culpabilidad de meterme en su compromiso me estaba enloqueciendo. Me juré nunca lastimar a otra mujer, y ahí estaba, fingiendo que no había nada entre él y yo, mientras que, a espaldas de Annie, nos revolcábamos cada noche. Pobre mujer. Por fin había llegado mi día libre, pero eso no significaba que fuera a descansar. Estaba afuera del hospital, caminando de un lado para otro, dándome una pausa antes de quedarme el resto de la noche con mi pequeño. En cuanto iba a regresar al hospital, me detuve, como si una fuerza invisible estuviera susurrándome al oído, pidiéndome que volteara. Mi mirada migró hacia un hombre viejo y con bastón, completamente pálido y ojeroso, su semblante no auguraba nada bueno. Se recargó sobre la pared, con la mano en
IDRIS DOYLE—¡Mami! —exclamó Oliver al despertar, emocionado, estirando sus brazos hacia mí.Muerta de sueño, cansada y sin fuerzas, me levanté del sillón con una enorme sonrisa y lo estreché, llenándolo de besos y frotando mi mejilla contra sus suaves cabellos. Su aroma me daba energías y me hacía sentir viva. Él era mi motivo para seguir moviéndome en este mundo, por muy duro que fuera. —Y a eso es a lo que yo llamo un «verdadero milagro» —dijo el señor Thomas asomado a la habitación—. El amor de una madre que siempre está presente contra viento y marea. Un don que Dios le ha dado a las mujeres de buen corazón, porque no cualquiera es buena madre.—¿Mami? ¿Quién es ese señor? —preguntó Oliver viéndolo con atención. —¡Soy tu abuelo! —exclamó el hombre acercándose con una gran sonrisa.—¿Mi abuelo? Yo no tengo abuelo, ni siquiera tengo papá —contestó Oliver receloso. —Bueno, pues hoy has descubierto que si tienes abuelo —agregó con una gran sonrisa antes de revolver el cabello de m
IDRIS DOYLEMis primeros días en la mansión fueron completamente diferentes. Acudí a la habitación del señor Thomas para acomodar la ropa que se pondría ese día. Revisé su agenda y confirmé las citas a las que acudiría. Lo llevé del brazo hasta el comedor para que desayunara mientras yo seguía haciendo mi trabajo con singular gusto. Cuando llegó la hora de ir al hospital a ver a mi bebé, él no dudó en acompañarme, parecía sentir una empatía muy especial por Oliver y, de camino, había decidido comprarle golosinas y un pequeño camioncito de juguete. Era como si su instinto le dijera que ese niño en verdad era su nieto. En el caso de Oliver, fue para él una alegría poder ver al señor Thomas, la idea de tener un abuelo parecía excepcional. —Sé lo importante que es para ti tener a tu hijo cerca… —dijo el señor Thomas cuando salimos del hospital—. No quiero ser el motivo de que te alejes de él durante las noches, por la preocupación de hacer tu trabajo. Ya hablé con el médico responsable
IDRIS DOYLEJamás creí que cuidar de un hombre como Thomas sería tan divertido. Lo había acompañado al parque para alimentar a las palomas y cuando se acabaron las migajas de pan, quiso que lo llevara por un helado. Me daba tristeza que, teniendo tanto dinero y una familia grande, nadie quisiera estar con él.—Necesito que te compres un vestido nuevo, el más bonito que encuentres —dijo una vez que se acabó su helado—. Habrá una reunión el fin de semana y quiero que te veas espectacular.—¿Qué?—Eres mi asistente y me tienes que acompañar. Vendrá el hijo de un amigo de visita. Estuvo viviendo en el extranjero y ya pedí que se organice una gran fiesta para recibirlo. Debes de verte preciosa. Depositaré el dinero suficiente en tu cuenta, no escatimes, ¿entendido?—Pero… tengo vestidos…—Idris, por favor… Hazme caso y no repeles —contestó como lo haría un abuelo reprendiendo a su nieta.ϔAproveché la tarde libre y de camino al hospital para ver a Oliver, pasé a un centro comercial muy gr
IDRIS DOYLENunca me había sentido tan humillada y ridiculizada. La mujer policía revisó mi bolsa, abriendo todo, mi monedero, una pequeña bolsa de golosinas que le había enviado el señor Thomas a mi hijo, regando todos los caramelos por el suelo y, por supuesto, mis artículos personales.—Bien, ¿puede hacerme el favor de retirarse la ropa? —preguntó la policía con aparente calma. —¿Qué? ¡¿Por qué?! ¿Cree que me puedo poner un vestido debajo de los pantalones? ¡¿Es en serio?! —exclamé horrorizada, cubriéndome con ambas manos como si ya estuviera desnuda. —Por favor, la invito a cooperar. Es parte de la rutina. En caso de que se niegue, podemos ir a la comisaría donde podrá hacer una llamada y solicitar un abogado de oficio si no tiene posibilidad de contratar uno. —¿Me arrestará si no me desnudo? —pregunté escéptica.—Por evasión de la ley —contestó lentamente, como si fuera una retrasada.ϔLIAM BLAKE Llegué al centro comercial donde vería a Annie. Quería comprarse un vestido en
LIAM BLAKECuando estaba buscando mi siguiente objetivo, las suaves manos de Idris se aferraron a mi brazo, llamando mi atención, clavando sus hermosos ojos azules en mi rostro y calmando lentamente mi furia, dominándome, sedándome con su simple tacto. —Ya basta… No sigas… —pidió angustiada y de pronto ya no me sentía furioso, por el contrario, compartía su melancolía.Respiré profundamente y volteé hacia la encargada que se había tirado al suelo a llorar. —Dile al dueño de la tienda que me mande la cuenta, acompañado de tu acta de renuncia. No pienso condenarte como a ese par de ineptos defensores de la justicia, no voy a arruinar por completo tu vida, pero… a cambio te encargarás de difundir por cielo, mar y tierra, que cualquier idiota que se atreva a tocar un solo cabello de la señorita Idris Doyle, recibirá mi furia y no solo la mía, pues mi abuelo dudo mucho que también tolere que lastimen y humillen a su asistente, ¿entendiste?Su mirada cargada de miedo me confirmó que había
IDRIS DOYLE—Usa el collar de tu abuela y no dejes que nadie te diga nada. Si preguntan, yo te lo estoy prestando —agregó el señor Harrison levantando mi mentón para que lo luciera con orgullo—. Solo cuídalo mucho, pues es de las pocas cosas que me quedan de ella.—Así lo haré… —contesté para después tomar su brazo y juntos ir al enorme salón donde la fiesta se estaba llevando a cabo. Justo en la entrada, pude ver a Liam, con ese traje negro tan elegante y un gazné rojo que combinaba a la perfección con mi vestido, era como si estuviera vestido para acompañarme durante la fiesta, o eso hubiera pensado si no hubiera descubierto a Annie a su lado, con el mismo modelo de vestido que había escogido en aquella tienda donde me fue tan mal. Para ser sincera, a mí se me veía mejor que a ella. Herida, triste, pero cómoda al lado de mi elegante compañero, avancé entre la gente, escuchando los susurros que comenzaban a rodearnos. —¿Te das cuenta? —preguntó el señor Harrison con una sonrisa—.
IDRIS DOYLENo podía estar en una peor situación, sentía las miradas sobre mí y no sabía cómo demostrar mi inocencia. —Yo puse el collar dentro de su bolso —dijo Liam tomándonos a todos por sorpresa.—¡¿Qué?! —exclamó Annie con los ojos desorbitados y la boca abierta.—Sí, el collar se le cayó al estar bailando. Sé lo importante que es para mi abuelo, así que lo recogí y lo guardé en su bolso para que no se perdiera. Le iba a avisar cuando Ethan se decidiera a soltarla de una vez por todas —contestó Liam tomando el collar de manos de Annie, así como mi bolso y regresándome ambos—. No fue mi intención que se hiciera todo un alboroto. Con delicadeza limpió una lágrima perdida que caía por mi mejilla. Era la segunda vez que intercedía por mí.—Me sorprende que hayas tardado tanto en confesarte —dijo el señor Harrison viendo con desconfianza a Liam. —Ya sabes… Hay hombres a los que nos gusta ver el mundo arder —agregó Liam con una sonrisa arrogante. —¿Querías sabotearla? ¿Querías que