IDRIS DOYLENo podía estar en una peor situación, sentía las miradas sobre mí y no sabía cómo demostrar mi inocencia. —Yo puse el collar dentro de su bolso —dijo Liam tomándonos a todos por sorpresa.—¡¿Qué?! —exclamó Annie con los ojos desorbitados y la boca abierta.—Sí, el collar se le cayó al estar bailando. Sé lo importante que es para mi abuelo, así que lo recogí y lo guardé en su bolso para que no se perdiera. Le iba a avisar cuando Ethan se decidiera a soltarla de una vez por todas —contestó Liam tomando el collar de manos de Annie, así como mi bolso y regresándome ambos—. No fue mi intención que se hiciera todo un alboroto. Con delicadeza limpió una lágrima perdida que caía por mi mejilla. Era la segunda vez que intercedía por mí.—Me sorprende que hayas tardado tanto en confesarte —dijo el señor Harrison viendo con desconfianza a Liam. —Ya sabes… Hay hombres a los que nos gusta ver el mundo arder —agregó Liam con una sonrisa arrogante. —¿Querías sabotearla? ¿Querías que
LIAM BLAKELa vi directo a los ojos, eran tan azules como el cielo despejado, mientras que los míos eran de un azul similar a las profundidades marinas. Era una metáfora interesante y al mismo tiempo catastrófica, porque, aunque el cielo y el mar parecen que se unen en el horizonte, nunca se llegan a tocar. Desde el primer momento que la vi supe que era la clase de mujer que nunca estaría con un hombre como el que fui, tenía la belleza suficiente para someter a cualquier varón a su voluntad, pero parecía que no era consciente de su poder. Aun así, fue interesante sentirme dueño de una criatura así, inalcanzable. La frialdad que había descubierto en ella en un principio se fue derritiendo sin que lo notara, o más bien, sin que tuviera intenciones de hacerlo. —Gracias por protegerme de ella —dijo en un susurro agachando la mirada mientras mi mano ya estaba acariciando su mejilla. Esa maldita necesidad de siempre estarla tocando, era como si su piel tuviera alguna clase de droga que br
LIAM BLAKEAgotado, intentando recuperar energías, cerré mis ojos, pero sin poder dormir. Sabía que desearía a Idris una vez más antes de que el sueño llegara. Sentí como se removió en la cama, girando hacia mí, podía percibir su mirada clavada en mi rostro, así que abrí los ojos lo suficiente para poder verla, pero no tanto que pudiera darse cuenta de que estaba despierto. Sus dedos se acercaron temerosos a mi rostro, como si sospechara que en cualquier momento le lanzaría una mordida. Se posaron con delicadeza en mi pómulo y acariciaron mi mejilla para después delinear mis labios con suavidad. ¿Solía hacer esto cuando yo dormía? Tal vez esa era la explicación de por qué me sentía tan reconfortado cuando compartía la cama con ella. —Yo sí me hubiera enamorado… —dijo en un susurro cargado de tristeza—. Yo si me hubiera fijado en el chico débil, pero de gran corazón, lleno de sueños, aunque no tuviera ni un centavo en el bolsillo. Noté como su voz se quebró y sorbió con sutileza por
LIAM BLAKESolo una vez busqué a Idris después del parto, cuando aún no tenía permitido regresar a la oficina ni a mi departamento, estaba curioso por ver al niño y saber cuánto se parecía a mí, pero lo que me encontré fue más de lo que pude soportar. Creyendo que ella solo quería al niño para manipularme, me imaginé que lo tendría abandonado en su cunero mientras se dedicaba a sí misma, pero, por el contrario, la encontré meciéndolo entre sus brazos, viéndolo con amor y adoración, besando sus manitas y hablándole con una dulzura que me rompió el corazón. Esa fue la última vez que quise saber algo de ese niño, porque sabía que entre más me acercara a esa aparente familia que podría ser mía, más débil me volvería, y me aferré a mi lema: El amor te hace débil. Estaba tan absorto en mis recuerdos que no me di cuenta de en qué momento Idris salió de la habitación, con el cabello aún mojado y esa ropa que solo tenía permitido usar cuando no la iba a ver, unos pantalones de mezclilla y u
IDRIS DOYLEEstaba sorprendida, las palabras de Liam parecían sinceras, era como si, por primera vez en todo este tiempo, él pudiera sentir empatía por mí y nuestro hijo. ¿Era el milagro que había estado esperando? ¿Ese lado sensible y noble dentro de él, que parecía extinto, podría resurgir? Lo vi con esperanza y tomé su rostro entre mis manos, revisando sus ojos, queriendo descubrir si mentía, pero parecía sincero. Se inclinó un poco más, reduciendo el espacio entre nuestros rostros, y me besó, saboreando mis lágrimas y haciendo que mi corazón se acelerara hasta reventar. Estaba teniendo una muestra de ternura hacia mí y en público, como si no le importara lo que dijeran los demás, cuando por años me mantuvo escondida. —¡Ah no! ¡No mi mami! —exclamó Oliver asomándose encima de la cama, con el ceño fruncido, indignado. De un brinco bajó del colchón antes de que la enfermera pudiera ponerle el catéter nuevo y, sujetando su batita, caminó lleno de decisión hacia nosotros y jaló a Li
LIAM BLAKEDesperté con dolor de cabeza y todo me daba vueltas. Cuando me quité las sábanas de encima me di cuenta de que estaba completamente desnudo. Mis recuerdos eran borrosos y poco claros, pero también había destellos de Annie encima de mí, obteniendo lo que necesitaba. Estaba asqueado, iracundo, quería encontrarla y matarla con mis propias manos. Me di un baño rápido, creyendo que podría quitarme su asqueroso perfume de la piel. En cuanto abrí el clóset noté que la ropa de Idris estaba hecha jirones, Annie había destrozado todo sin piedad. Al salir a la sala vi el «baby doll» sobre el respaldo del sillón y la peluca roja que usó. Lleno de ira destruí la lencería y arrojé la peluca a la basura. Esto no se quedaría así. —¿Qué fue lo que encontraste? —le pregunté a Clark en cuanto subí al auto. Noté su mirada por el retrovisor, parecía desconcertado por mi comportamiento, aun así, no hizo preguntas. —Al parecer la familia Taylor está pasando por un problema económico serio. Es
IDRIS DOYLENo había podido contactar a Liam, durante la noche le llamé más de treinta veces y no contestó. Temía que estuviera molesto por mi ausencia. Sentía que en esos días había tocado su corazón y pensar que podría perder todo lo que había avanzado, me torturaba. —Pareces muy ansiosa. Hoy mismo la habitación estará lista y Oliver podrá estar más cómodo aquí y con mejor servicio médico —dijo Ethan a mi lado mientras veíamos, desde el pasillo, como los trabajadores adecuaban una cama hospitalaria con todos los aditamentos necesarios para que Oliver pudiera abandonar el hospital sin que sufriera de cualquier necesidad. Incluso había convencido a Tina de cuidar de él aquí.Con una sonrisa mustia, tomé distancia de Ethan en cuanto vi al señor Harrison pasar detrás de nosotros. —Creo que esto no es necesario… —dije pisándole los talones. —¿No es necesario? —Después de lo que ocurrió en la fiesta, no tengo cara para recibir tal regalo, no puedo aceptarlo —dije agachando la mirada.
IDRIS DOYLE—¿Qué ocurre? —pregunté mientras intentaba mantener el paso de Ethan dentro de los pasillos del hospital. —Buenas noticias… —dijo sin bajar la velocidad, hasta que de repente se detuvo en seco y giró hacia mí, haciendo que chocara con él—. ¡Encontré un donador para Oliver!Su noticia me paralizó e hizo que todo dentro de mí se retorciera al mismo tiempo que mi corazón se agitaba.—¿No estás feliz? —preguntó desconcertado. —¿Estás hablando en serio? —¡Muy en serio! Encontré a uno de los cuarenta y tres, lo contacté y aceptó ser el donador de Oliver. ¿No es genial?Exploté en alegría y lo abracé con fuerza. No podía creerlo, era un milagro. Cuando quise disolver el abrazo, noté que Ethan no estaba muy seguro de querer soltar mi cintura. Sus ojos se clavaron en los míos y su rostro se enserio. —Te ves hermosa sonriendo de esa forma —dijo con ternura, no solo haciendo que me sonrojara, sino que también me incomodara un poco. —¿Señora Doyle? —preguntó el doctor de Oliver,