LIAM BLAKEAgotado, intentando recuperar energías, cerré mis ojos, pero sin poder dormir. Sabía que desearía a Idris una vez más antes de que el sueño llegara. Sentí como se removió en la cama, girando hacia mí, podía percibir su mirada clavada en mi rostro, así que abrí los ojos lo suficiente para poder verla, pero no tanto que pudiera darse cuenta de que estaba despierto. Sus dedos se acercaron temerosos a mi rostro, como si sospechara que en cualquier momento le lanzaría una mordida. Se posaron con delicadeza en mi pómulo y acariciaron mi mejilla para después delinear mis labios con suavidad. ¿Solía hacer esto cuando yo dormía? Tal vez esa era la explicación de por qué me sentía tan reconfortado cuando compartía la cama con ella. —Yo sí me hubiera enamorado… —dijo en un susurro cargado de tristeza—. Yo si me hubiera fijado en el chico débil, pero de gran corazón, lleno de sueños, aunque no tuviera ni un centavo en el bolsillo. Noté como su voz se quebró y sorbió con sutileza por
LIAM BLAKESolo una vez busqué a Idris después del parto, cuando aún no tenía permitido regresar a la oficina ni a mi departamento, estaba curioso por ver al niño y saber cuánto se parecía a mí, pero lo que me encontré fue más de lo que pude soportar. Creyendo que ella solo quería al niño para manipularme, me imaginé que lo tendría abandonado en su cunero mientras se dedicaba a sí misma, pero, por el contrario, la encontré meciéndolo entre sus brazos, viéndolo con amor y adoración, besando sus manitas y hablándole con una dulzura que me rompió el corazón. Esa fue la última vez que quise saber algo de ese niño, porque sabía que entre más me acercara a esa aparente familia que podría ser mía, más débil me volvería, y me aferré a mi lema: El amor te hace débil. Estaba tan absorto en mis recuerdos que no me di cuenta de en qué momento Idris salió de la habitación, con el cabello aún mojado y esa ropa que solo tenía permitido usar cuando no la iba a ver, unos pantalones de mezclilla y u
IDRIS DOYLEEstaba sorprendida, las palabras de Liam parecían sinceras, era como si, por primera vez en todo este tiempo, él pudiera sentir empatía por mí y nuestro hijo. ¿Era el milagro que había estado esperando? ¿Ese lado sensible y noble dentro de él, que parecía extinto, podría resurgir? Lo vi con esperanza y tomé su rostro entre mis manos, revisando sus ojos, queriendo descubrir si mentía, pero parecía sincero. Se inclinó un poco más, reduciendo el espacio entre nuestros rostros, y me besó, saboreando mis lágrimas y haciendo que mi corazón se acelerara hasta reventar. Estaba teniendo una muestra de ternura hacia mí y en público, como si no le importara lo que dijeran los demás, cuando por años me mantuvo escondida. —¡Ah no! ¡No mi mami! —exclamó Oliver asomándose encima de la cama, con el ceño fruncido, indignado. De un brinco bajó del colchón antes de que la enfermera pudiera ponerle el catéter nuevo y, sujetando su batita, caminó lleno de decisión hacia nosotros y jaló a Li
LIAM BLAKEDesperté con dolor de cabeza y todo me daba vueltas. Cuando me quité las sábanas de encima me di cuenta de que estaba completamente desnudo. Mis recuerdos eran borrosos y poco claros, pero también había destellos de Annie encima de mí, obteniendo lo que necesitaba. Estaba asqueado, iracundo, quería encontrarla y matarla con mis propias manos. Me di un baño rápido, creyendo que podría quitarme su asqueroso perfume de la piel. En cuanto abrí el clóset noté que la ropa de Idris estaba hecha jirones, Annie había destrozado todo sin piedad. Al salir a la sala vi el «baby doll» sobre el respaldo del sillón y la peluca roja que usó. Lleno de ira destruí la lencería y arrojé la peluca a la basura. Esto no se quedaría así. —¿Qué fue lo que encontraste? —le pregunté a Clark en cuanto subí al auto. Noté su mirada por el retrovisor, parecía desconcertado por mi comportamiento, aun así, no hizo preguntas. —Al parecer la familia Taylor está pasando por un problema económico serio. Es
IDRIS DOYLENo había podido contactar a Liam, durante la noche le llamé más de treinta veces y no contestó. Temía que estuviera molesto por mi ausencia. Sentía que en esos días había tocado su corazón y pensar que podría perder todo lo que había avanzado, me torturaba. —Pareces muy ansiosa. Hoy mismo la habitación estará lista y Oliver podrá estar más cómodo aquí y con mejor servicio médico —dijo Ethan a mi lado mientras veíamos, desde el pasillo, como los trabajadores adecuaban una cama hospitalaria con todos los aditamentos necesarios para que Oliver pudiera abandonar el hospital sin que sufriera de cualquier necesidad. Incluso había convencido a Tina de cuidar de él aquí.Con una sonrisa mustia, tomé distancia de Ethan en cuanto vi al señor Harrison pasar detrás de nosotros. —Creo que esto no es necesario… —dije pisándole los talones. —¿No es necesario? —Después de lo que ocurrió en la fiesta, no tengo cara para recibir tal regalo, no puedo aceptarlo —dije agachando la mirada.
IDRIS DOYLE—¿Qué ocurre? —pregunté mientras intentaba mantener el paso de Ethan dentro de los pasillos del hospital. —Buenas noticias… —dijo sin bajar la velocidad, hasta que de repente se detuvo en seco y giró hacia mí, haciendo que chocara con él—. ¡Encontré un donador para Oliver!Su noticia me paralizó e hizo que todo dentro de mí se retorciera al mismo tiempo que mi corazón se agitaba.—¿No estás feliz? —preguntó desconcertado. —¿Estás hablando en serio? —¡Muy en serio! Encontré a uno de los cuarenta y tres, lo contacté y aceptó ser el donador de Oliver. ¿No es genial?Exploté en alegría y lo abracé con fuerza. No podía creerlo, era un milagro. Cuando quise disolver el abrazo, noté que Ethan no estaba muy seguro de querer soltar mi cintura. Sus ojos se clavaron en los míos y su rostro se enserio. —Te ves hermosa sonriendo de esa forma —dijo con ternura, no solo haciendo que me sonrojara, sino que también me incomodara un poco. —¿Señora Doyle? —preguntó el doctor de Oliver,
IDRIS DOYLELa música era un tango suave y acompasado, las manos de Liam se derretían en mi cuerpo, generándome escalofríos y temblores involuntarios. Su loción con notas de cuero y vainilla me torturaba a cada paso que daba conmigo entre sus brazos, era una mezcla cautivante de elegancia y fuerza. Las parejas que nos rodeaban en la pista fueron haciéndose a un lado conforme nos movíamos. El tango era la expresión de dos amantes, muchas veces equivocados, no había mejor baile para nosotros, sabíamos muy bien lo que era jugar con un amor no correspondido e imposible. Bailar entre la pasión y la negación, entre el gozo y el dolor. —¿Por qué me torturas de esta forma, Idris? —preguntó mientras me tenía cautivada con sus hermosos ojos.—¿Yo te torturo a ti? —inquirí herida por sus palabras, pero queriendo sonreír mientras delineaba sus labios con las yemas de mis dedos—. Tienes a tu prometida y ahora a una amante. ¿Qué haces aquí, interrumpiendo mi cita con Ethan? Es obvio que yo ya sob
IDRIS DOYLELlegué al hospital, recorriendo los pasillos con rapidez, directo hacia la habitación de mi bebé. Al abrir me encontré a un hombre joven y agradable que le sonreía con insistencia a Oliver. Parecía encantado por conocerlo y no pude evitar notar sus cabellos rojos y despeinados que desentonaban con el pulcro y perfecto traje que lucía.—¡Mami! —exclamó Oliver en cuanto me vio—. ¡Mira, es mi nuevo amigo! ¡Se llama Kyle! El chico se puso de pie y al voltear hacia mí se quedó petrificado, no sabía si quería sonreír o gritar. Sacudió un poco su cabeza, antes de ofrecerme su mano. —Kyle Lynch… Mucho gusto —se presentó con cortesía y noté ese acento extraño. —Idris Doyle —contesté estrechando su mano. Su tacto era gentil, así como su mirada. —¿Doyle? Qué feo apellido. —Ese es el apellido con el que llegué al orfanato donde crecí.—¿Un orfanato? Claro… —dijo para sí, como si lo comprendiera mejor que yo—. Es un gusto conocerte por fin, Idris. —¡Mami! ¿Ya te diste cuenta que s