TINA WILLIAMS Por un instante pude imaginarme esa vida que hubiera tenido al lado de Patrick de haberme quedado. Tal vez no hubiera sido enfermera, tal vez me hubiera convertido en una doctora. Tal vez no estaríamos en esta situación hoy, tal vez Patrick y yo estaríamos juntos, formando una familia, tal vez no y sería el padrino de Lucy y mejor amigo de Kyle. Tal vez… tal vez… tal vez… ¿Tenía sentido pensar en todos los posibles caminos que una decisión diferente hubiera creado? Sentí como sus lágrimas se mezclaron con nuestros labios, haciéndome creer que él también estaba atrapado con todos esos «tal vez». Nuestros labios se separaron lentamente y cuando abrí los ojos, no vi al monstruo, tampoco al ángel piadoso, vi al hombre torturado, triste por todo lo que tuvo en sus manos y se fue como agua por una enfermedad que vino sin avisar, se apoderó de sus buenos sentimientos y los reemplazó por odio y violencia. El verdadero monstruo estaba dentro de su cráneo, creciendo, no solo c
TINA WILLIAMS Todo el camino de regreso a Irlanda lo pasé dormida. No solo estaba cansada, sino que deseaba no hablar de lo que había ocurrido. Mi única compañera era Lucy, quien no dejaba de acurrucarse en mi regazo, sintiendo mi dolor, mi incertidumbre y queriendo confortarme, mientras que Kyle parecía indeciso de acercarse. Tenía miedo de que ese beso que le había dado a Patrick lo hubiera lastimado más de lo que imaginaba. Al llegar a Dublín, fue reconfortante volver a pisar la mansión Lynch, abracé con efusividad al mayordomo, mi mejor amigo en la casa. Lo primero que hice una vez que todos se fueron, fue tomar una taza de té en la mesa de la cocina con él, mientras le platicaba todo lo que había ocurrido, haciéndolo pasar del suspenso al horror y consiguiendo un par de risas perdidas en todo lo largo de mi relato. —¿Tú ya sabías que Kyle…? —No pude terminar mi pregunta. —Señorita Tina, conozco a los pequeños niños Lynch desde que nacieron. Los vi crecer, los acompañé durante
TINA WILLIAMS Kyle había renunciado a cada casino, algunos habían sido demolidos, otros habían sido vendidos. Aunque no me dio nombres, podía apostar a que ahora estaban en manos de alguno de esos mafiosos, pero ya no importaba, pues incluso el nombre de «El trébol dorado» había sido cambiado. Lo que había vivido en Inglaterra se convirtió en un sueño que a veces no estaba segura de que hubiera pasado. Pensaba en Patrick y ya no podía recordar sus ataques de violencia, pero sus ojos tristes y ese beso de despedida seguía clavado en mi corazón y dolía. Aún seguía sintiendo lástima por todo lo que pudo ser ese hombre y cómo terminó. A diferencia de la noticia de la muerte de mi padre, que se resumía en un pequeño párrafo en una de las tantas páginas del periódico, la muerte de los hermanos Marshall y el incendio que devoró su mansión abarcó la primera plana del diario y fue noticia en redes sociales hasta el cansancio. A la gente importante se les da más protagonismo, no importa cóm
IDRIS DOYLE—¡Qué gusto me da conocerte por fin! —exclamó la rubia en la mesa mientras me veía con aparente diversión—. Entonces, tú eres Idris, la asistente personal de Liam.—Así es, señorita Spencer —contesté con una sonrisa mecanizada y tomando su abrigo del armario—. Su taxi la espera. Mi deber siempre era despedir a las mujeres con las que se citaba mi jefe, entregarles educadamente su abrigo y encaminarlas hacia el auto que las estaría esperando para llevarlas a su casa, pero cada vez era más complicado convencerlas.—Pero si la noche aún es joven y pienso divertirme en la cama de Liam —dijo entre risas mientras tomaba su copa—. Mejor guarda mi abrigo y danos privacidad, ¿quieres?Liam estaba refrescándose en el baño, esperando a que, al regresar, la señorita Spencer ya no estuviera. —No entiende, necesito que se retire, ya es muy noche y el señor Blake necesita descansar. —No, tú eres la que no entiende. —Se levantó altiva y presuntuosa—. Se dice que te gusta frustrar los e
IDRIS DOYLELa paleta con el número cinco descansaba sobre mi regazo mientras la subasta seguía con la siguiente pieza. Estaba esperando pacientemente la obra de arte por la que había venido. Solo tenía un único trabajo, comprar la pintura que tanto ansiaba mi jefe y podía disponer de todo el dinero que fuera necesario para luchar por ella. En ese momento mi teléfono sonó, irrumpiendo en la calma de la sala, haciendo que todas las miradas se posaran sobre mí de manera acusatoria. Me levanté del asiento y saliendo con la cara llena de vergüenza, contesté. —¿Señora Doyle? —reconocí la voz de mi vecina, quien cuidaba a mi hijo mientras trabajaba, sonaba angustiada.—¿Qué ocurre? —Oliver se puso muy mal y lo traje al hospital, no sabía qué más hacer —contestó haciendo que mi alma se despegara de mis huesos. Mi pequeño Oliver había estado enfermo recientes días, todo indicaba que era solo un resfriado, incluso había pensado, hoy por la mañana, que estaba mejor de salud. Abandoné el lug
LIAM BLAKECon el teléfono aún en la mano, le pedí a mi chofer que se detuviera, quería comprender qué era lo que había escuchado. Desde hacía ocho años tenía a mi servicio a Idris, una mujer de mirada fría y cabello tan rojo como el fuego. Su belleza era sublime y única, jamás había visto una mujer tan encantadora, pero, sobre todo, que parecía poder distinguir muy bien entre el placer y el trabajo, eso era lo que necesitaba, una mujer que no le costara involucrar el corazón. Durante ocho años fue mi asistente, cumpliendo mis antojos y esperándome en la cama cada vez que regresaba de viaje. Cuando ella se embarazó de Oliver, no entró en pánico, habló con tanta calma y parsimonia que tomé las cosas con tranquilidad. Ella me pidió tener al niño y firmó un contrato donde aceptaba que en un futuro no haría uso de la criatura para chantajearme ni querer obtener un beneficio extra. Me sorprendió lo rápido que aceptó firmarlo. Después de tener al niño y tomarse la licencia de maternidad,
IDRIS DOYLE—Pagaré todos los gastos médicos de Oliver hasta que encuentren a un posible donador para él. Después de todo es mi hijo y no voy a dejarlo solo —contestó Liam con frialdad. No parecía preocupado ni ansioso. ¿En verdad le importaba Oliver?Guardé silencio. Ya había decidido no volver a trabajar para él, necesitaba alejarme de esa relación extraña. Ya era suficiente de hacerme falsas ideas, era tan tonta como esas mujeres que creían poder alcanzar el corazón de Liam con actos de gentileza y educación. En mi caso, un hijo de cinco años y ocho años de mi vida dedicados a él y a sus exigencias no fueron suficientes. Cuando el auto se detuvo me di cuenta de que habíamos llegado al edificio de departamentos donde vivía. Abrí la puerta y antes de salir del asiento, me quité el abrigo y lo volteé a ver, pero su rostro seguía frío y apacible, con la mirada clavada en la ventana, ignorándome por completo. —Gracias… —dije en un susurro sin recibir respuesta. Bajé del auto y subí a
LIAM BLAKEHacía ocho años había asistido a una fiesta de beneficencia para un orfanato de la ciudad, el único motivo que me llevó a presentarme era que habría una subasta y esperaba encontrarme con alguna pieza de arte que me convenciera, en su lugar me di cuenta de que la dueña del orfanato había hecho una jugada muy arriesgada. Juntó a todas las chicas que habían cumplido dieciocho años y por tanto ya no podrían seguir viviendo en sus instalaciones, y las ofreció. Se me hizo desagradable notar como los viejos ricos del lugar parecían interesados en la carne fresca y, con respecto a las víctimas, todas destilaban inocencia y miedo, no me imaginaba bajo qué mentiras las habían convencido de ser parte de esta venta de esclavas. Cuando estaba a punto de irme, me percaté de un manchón rojo que se movía entre la gente. Resaltaba de entre todos no solo por el intenso color de su cabello, sino que tenía unos hermosos ojos azules, fríos y penetrantes. A diferencia de todas las presentes,