Inicio / Romántica / La Amante Secreta del CEO: Tengo a tu Hijo / Capítulo 4: Una relación complicada
Capítulo 4: Una relación complicada

IDRIS DOYLE

—Pagaré todos los gastos médicos de Oliver hasta que encuentren a un posible donador para él. Después de todo es mi hijo y no voy a dejarlo solo —contestó Liam con frialdad. No parecía preocupado ni ansioso. ¿En verdad le importaba Oliver?

Guardé silencio. Ya había decidido no volver a trabajar para él, necesitaba alejarme de esa relación extraña. Ya era suficiente de hacerme falsas ideas, era tan tonta como esas mujeres que creían poder alcanzar el corazón de Liam con actos de gentileza y educación. En mi caso, un hijo de cinco años y ocho años de mi vida dedicados a él y a sus exigencias no fueron suficientes. 

Cuando el auto se detuvo me di cuenta de que habíamos llegado al edificio de departamentos donde vivía. Abrí la puerta y antes de salir del asiento, me quité el abrigo y lo volteé a ver, pero su rostro seguía frío y apacible, con la mirada clavada en la ventana, ignorándome por completo. 

—Gracias… —dije en un susurro sin recibir respuesta. Bajé del auto y subí a mi departamento, necesitaba un baño caliente, ropa seca y hacer planes. 

ϔ

LIAM BLAKE

Como cada mañana llegué temprano a la empresa, recibiendo saludos llenos de cortesía y miedo. Llegué hasta el escritorio donde debería de estar Idris esperándome, pero no estaba. Tenía que estar con Oliver, no la creía capaz de cumplir su palabra de abandonarme, o ¿sí?

¿Sospechaba de los sentimientos de Idris? Después de cómo se comportó el día anterior, me temía que la afirmación de la señorita Spencer fuera real y en algún momento de nuestra convivencia, Idris se hubiera enamorado. —Qué decepción… —dije en un susurro, dejando atrás su escritorio.

Cuando estaba a punto de entrar a mi oficina, escuché unos susurros insistentes y molestos que me hicieron agudizar más el oído. 

—¿Crees que por fin la despidió? —preguntaba una voz femenina, acompañada de una risita irritante. 

—Lo más seguro. Esa zorra siempre llega puntual. 

—¡Qué horror con esa mujer! ¿Qué no tenía algo de amor propio? Eso de ser la amante del jefe es tan patético.

—Así son las mujeres que no se saben dar a respetar. Todos ya sabíamos que era una cualquiera y la única forma de mantener su trabajo era abriéndole las piernas al jefe. 

Escuchar a ese par de arpías burlarse de Idris hizo que la sangre me hirviera. ¿Cómo se atrevían a hablar así de ella? Me asomé sutilmente reconociendo al par de trabajadoras que estaban entretenidas criticando. 

—Clark… —pronuncié el nombre de mi chofer y mi asistente. Era como mi sombra. 

—¿Señor?

—Encárgate de ellas. No las quiero volver a ver aquí —contesté furioso, apretando los dientes. 

—Sí, señor —agregó mi asistente y de inmediato detuvo su parloteo y las llevó directo a recursos humanos para que dispusieran de ellas. 

Entré furioso a la oficina, sobándome la cabeza, indeciso si llamar a Idris o darle tiempo para que ella sola se presentara y tomara su lugar de siempre. No podía creer que sus amenazas de abandonarme eran reales. ¿No le había dado lo que necesitaba en estos años? ¿No me debía más respeto y fidelidad de la que estaba demostrando?

—¡Liam! Sabía que te encontraría aquí… 

Giré hacia la puerta, descubriendo a mi madre entrando como toda una celebridad, con esa ropa fina y sonrisa deslumbrante. 

—¿Por qué no has contestado mis llamadas? Parece que me evitas. 

—No parece, en realidad lo hago —contesté sin remordimiento ni pesar mientras me servía un trago. 

—El fin de semana es el cumpleaños de tu abuelo —dijo molesta, cruzada de brazos—. No puedes faltar. 

—¿Por qué debería de asistir? 

—Sabes que tu abuelo está muy delicado de salud y cada fiesta es importante pasarla juntos. Además, te tengo una sorpresa. 

—No me gustan las sorpresas.

—Lo sé, pero esta te encantará. Ya lo verás —contestó dichosa, acercándose más a mí y acomodándome la corbata—. Por favor, no faltes. Si no lo haces por mí, hazlo por tu abuelo, ¿quieres?

ϔ

Los días pasaron e Idris no aparecía en su escritorio. Intenté llamarla un par de veces, pero siempre estaba ocupada. Clark era el único que me mantenía informado del avancé del caso de Oliver y como la salud del pequeño se deterioraba al igual que la de Idris. ¡Esa tonta!

—Está buscando trabajo… —dijo Clark sin hacer contacto visual, sabiendo que la noticia me haría rabiar.

—¿Trabajo? ¿Dónde? 

—Ha ido a diferentes empresas para solicitar el puesto de secretaria o recepcionista… 

—Prepara el auto —pedí rompiendo la pluma que tenía en mi puño. 

ϔ

IDRIS DOYLE

No recordaba lo cómodo que era usar pantalones de mezclilla y playeras amplias, así como ropa interior de algodón. No tenía nada en contra de la lencería de encaje, pero a veces me sentía tan desnuda y vulnerable. 

El departamento solo me servía de bodega, mis días pasaban en el hospital, junto a mi hijo, jugando con él para distraerlo de los medicamentos y las terapias, y durante la noche me dormía en uno de los sillones junto a su cama, vigilando su sueño y consolándolo. 

El dinero comenzaba a escasear, pero me sentía tranquila de saber que Liam no había faltado a su palabra y seguía depositando lo necesario para la hospitalización de Oliver. 

Mientras tomaba algo de aire en el pasillo del hospital, empecé a escuchar murmullos que auguraban oscuridad y miedo. Cuando busqué con la mirada al otro extremo del pasillo, vi a Liam caminando directo hacia mí, sus ojos me dejaron congelada y mi instinto de supervivencia me pedía que corriera y me escondiera en el lugar más alejado, pero era demasiado tarde, mis pies estaban clavados al suelo. 

Pese a su aura maligna, su belleza varonil era cautivante. Era la clase de hombre que por su elegancia y apariencia peligrosa podría pasar por algún mafioso o capo importante, joven y atractivo. 

—Has faltado ya bastante tiempo… —dijo en cuanto se plantó delante de mí. 

—No he faltado, señor Blake. Renuncié…

—¿Renunciaste? ¿Con permiso de quién? —preguntó altanero. 

—No necesito permiso para hacerlo. Era una empleada, no su esclava. 

—Teníamos un trato…

—¡¿Estás hablando de tratos frente a la puerta de tu hijo enfermo?! —exclamé desesperada ante su frialdad—. ¿No hay nada dentro de ti? ¿No hay ni siquiera una pizca de compasión? 

—La hay, por algo estoy dándote dinero para el tratamiento del niño, lo que esperaría como mínimo es que sigas haciendo tu trabajo.

—Tan solo escúchate… frío y sin sentimientos… —dije sorprendida y al mismo tiempo herida. Me acerqué un poco más, buscando en el fondo de sus pupilas una pizca de piedad. Acerqué mi mano hasta su mejilla, acariciando su piel fría. Sentí como apretó los dientes, molesto, como si mi tacto lo lastimara. Me tomó por la muñeca y alejó mi mano, iracundo. 

—Regresarás al trabajo y…

—No lo haré… Ya fue demasiado frío y demasiada indiferencia… —De pronto me animé a decir algo que de seguro lo terminaría de ahuyentar—. Tal vez la señorita Spencer tenía razón y si me estaba enamorando, pero es cansado esperar un milagro para ese corazón vacío y vuelto piedra.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo