LIAM BLAKE
Hacía ocho años había asistido a una fiesta de beneficencia para un orfanato de la ciudad, el único motivo que me llevó a presentarme era que habría una subasta y esperaba encontrarme con alguna pieza de arte que me convenciera, en su lugar me di cuenta de que la dueña del orfanato había hecho una jugada muy arriesgada. Juntó a todas las chicas que habían cumplido dieciocho años y por tanto ya no podrían seguir viviendo en sus instalaciones, y las ofreció.
Se me hizo desagradable notar como los viejos ricos del lugar parecían interesados en la carne fresca y, con respecto a las víctimas, todas destilaban inocencia y miedo, no me imaginaba bajo qué mentiras las habían convencido de ser parte de esta venta de esclavas.
Cuando estaba a punto de irme, me percaté de un manchón rojo que se movía entre la gente. Resaltaba de entre todos no solo por el intenso color de su cabello, sino que tenía unos hermosos ojos azules, fríos y penetrantes. A diferencia de todas las presentes, ella parecía altiva y orgullosa. Durante toda la noche no despegué mi mirada de ella y cuando la subasta empezó, no dudé en ofrecer una suma de dinero estúpidamente grande para que ella fuera mía.
—¿Cuál es tu nombre? —pregunté en cuanto me declararon ganador.
—Idris Doyle —contestó con la mirada fija en la nada.
—¿Irlandesa? —volví a preguntar mientras la rodeaba, viendo sus atributos. Era una mujer preciosa, no lo podía negar.
Después de unos días me di cuenta de que tenía un corazón tan frío como el mío, que seguía mis órdenes sin dudar y resolvía todo sin estar pidiendo ayuda, y no solo eso, cuando por fin probé su piel, cuando enredé mis dedos en sus cabellos y besé sus labios, me di cuenta de que era capaz de contener la pasión y el fuego en la habitación, sin necesidad de hablarlo fuera de la cama.
Era por eso por lo que no podía creerle cuando argumentaba que se había enamorado de mí, estaba mintiendo.
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IDRIS DOYLE
Había cometido un grave error al confesarme de esa forma. Por ocho años yo acepté lo que él deseara, creyendo que en algún momento cambiaría y me vería de otra forma. Que no sería siempre su juguete. Cuando me embaracé de Oliver, pensé que un niño lo haría darse cuenta de que hay más que solo negocios y placer, creí que nacería dentro de él la intención de conocerme más allá de la cama o el trabajo, pero me había equivocado.
Ahora veía a Oliver en la cama y sabía que él era lo único hermoso que tendría de mi amor imposible por Liam. Estábamos solos y era consciente de que esperar que Liam cambiara por mí, había sido estúpido.
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Inserté la tarjeta, dispuesta a pagar la semana de hospitalización que había pasado, presioné el NIP y ante mi sorpresa, la tarjeta fue rechazada. Lo intenté un par de veces hasta que la recepcionista, apenada, me insinuó que la cuenta no tenía fondos y debería encontrar otra forma de pago.
Mientras revisaba la aplicación del banco en mi celular, la angustia se apoderó de mí. ¿Liam había decidido dejar de depositar dinero para el niño? Él había prometido hacerse cargo de lo que Oliver necesitara, ¿por qué había cambiado de decisión?
Sin pensarlo dos veces salí del hospital, llegando hasta el edificio de la empresa. Para mi sorpresa, nadie de seguridad me detuvo, por el contrario, me saludaron como si fuera un día normal de trabajo.
Llegué hasta el último piso y me dirigí directamente a la oficina de Liam, mientras todos me criticaban en mi andar: «¿Ya viste cómo va vestida?», «Ni siquiera se maquilló o se peinó», «¿Dónde quedó la impecable asistente del señor Blake?». Hice oídos sordos y continué hasta abrir la puerta de la oficina, donde Liam parecía haberme estado esperando.
—Ya era hora… —dijo sin levantar la mirada—. Necesito que llames a los proveedores y alquiles el salón de la otra vez donde se hará el lanzamiento del nuevo medicamento.
Era como si para él no hubiera pasado ni un solo día desde que me fui.
—¿Por qué dejaste de depositar dinero?
—También necesitarás un vestido adecuado, será la fiesta de cumpleaños de mi abuelo y planeo llevarte. —Se levantó de su asiento y comenzó a caminar detrás de su escritorio, de un lado para otro, como un tiburón.
—¡Liam! ¡Escúchame! —exclamé desesperada—. Necesito dinero para el hospital de Oliver, tú dijiste…
—Sé lo que dije —contestó con altanería, dejando sus papeles sobre el escritorio y andando hacia mí de esa manera tan intimidante—, pero ya que estás encaprichada con no volver, creí necesario darte una motivación para regresar a trabajar.
—Es tu hijo —dije en un susurro con los ojos llenos de lágrimas—. ¿En verdad estás usando su enfermedad para esto? ¿Por qué yo? ¡Puedes conseguirte cualquier otra mujer como tu ayudante! ¡Más de una estará feliz de servirte en la oficina y en la cama!
—¿Eso quieres? ¿Qué te deje ir? ¿Qué te olvide? Si eso hago, ¿qué sentido tendría para mí seguir dándote dinero para ese niño?
—Ese niño… es tu hijo, no hables de él como si fuera ajeno a ti. —Me acerqué lo suficiente para ver sus ojos fríos y vacíos—. Sí, quiero que me dejes ir. Quiero que te olvides de mí. No quiero tener nada que ver con un hombre tan frío y cruel, con un monstruo.
—¿Para que me pediste aquella vez que te dejara tenerlo? —preguntó a mis espaldas, antes de que abriera la puerta y saliera de ahí—. ¿Qué pensabas conseguir? ¿Creíste en verdad que algo cambiaría en mí o solo querías una clase de mascota para no sentirte tan sola cuando lo nuestro terminara?
Regresé sobre mis pasos, iracunda, y lo abofeteé. ¿Cómo podía comparar a su hijo con una mascota? ¡No era un maldito perro!
—No voy a trabajar para ti, no regresaré aquí… Ya me cansé de visitar tu cama creyendo que alguna parte de ti me veía como algo más que un trozo de carne con el cual jugar por las noches. ¡Descuida! Ya encontraré cómo sobrevivir y sacar adelante a mi hijo sin ti. No te necesitamos. Yo no te necesito.
Salí de su oficina sin esperar respuesta alguna. Llevé mi corazón roto y desangrándose entre mis manos, pero con la determinación de que lo iba a lograr.
LIAM BLAKE—¿No te da gracia como todos intentan ser agradables y perfectos ante tus ojos solo para tener tu benevolencia? —pregunté mientras veía a la familia reunida. Todos fingiendo ser almas buenas para tener el favor de mi abuelo.—Es el ciclo de la vida… Solo se acercan al anciano cuando aspiran tener una parte de la herencia —contestó mi abuelo entre risas y terminó tosiendo su alegría. Mi madre tenía razón, se veía enfermo y decaído, pero no borraba esa sonrisa burlona de su rostro—. Dime, Liam, ¿cuándo planeas traer a casa una mujer y tener una familia? La última mujer que había pisado la mansión me había roto el corazón y me había humillado frente a todos. ¿En verdad tenía motivos para volverlo a intentar?—No puedes juzgar a todas las mujeres por culpa de una sola. Además, eran demasiado jóvenes para saber lo que en verdad querían. —Abuelo, me iba a casar con ella y me abandonó en el altar argumentando que era demasiado débil para una relación de verdad. Gritó frente a to
IDRIS DOYLEEn cuanto llegamos al restaurante entendí a lo que se refería. El señor Rogers era un hombre entrado en años, barrigón y de aspecto bonachón. Noté como le brillaban los ojos en cuanto vio mis largas piernas y, para terminar de arruinar mi día, tuve que sentarme a su lado.Con cada copa que se tomaba, sentía que se recorría sobre el sillón, acercándose cada vez más a mí. Durante toda la comida permanecí con la misma copa de vino, bebiendo con tragos pequeños. No era mi plan embriagarme. —¡No pienso firmar nada hasta que esta encantadora señorita se acabe su copa! —exclamó divertido, con las mejillas y la nariz enrojecidas. Entre risas y suaves codazos, me tomé el vino. El alcohol me ardió en la garganta y al dejar la copa de regreso en la mesa, el señor Rogers la volvió a llenar pese a mi negativa. —¿Qué tan buena es bebiendo, señorita Doyle? —preguntó entre risas. —No muy buena —respondí angustiada al ver mi copa casi llena hasta el borde. —Tómese otra conmigo —insist
IDRIS DOYLE—¡No me puedes llevar a la fuerza! ¡Suéltame! —grité furiosa mientras Liam me llevaba bien agarrada de la muñeca. Aunque todos en el restaurante podían verme forcejear para liberarme, nadie hacía el mínimo esfuerzo por ayudarme.—Deja de comportarte como una niña —respondió Liam perdiendo la paciencia y metiéndome al auto.Quise salir por el otro lado, pero cuando intenté abrir la puerta, esta no cedía, tenía el seguro. De inmediato entró Liam, acomodándose del otro lado. Con un movimiento de cabeza, le indicó a Clark que emprendiera el viaje hacia no sé dónde.—¡Tengo que ir con Oliver! ¡Me n
LIAM BLAKEEn cuanto me apoderé de su boca, ella terminó de ceder, dejando que su cuerpo se retorciera de esa manera tan dulce que tanto me encantaba. Subí su falda y bajé sus pantaletas, dejando que colgaran de uno de sus delicados tobillos mientras me acomodaba entre sus piernas, bajando lentamente la bragueta de mi pantalón.Atrapada contra mi cuerpo y víctima de mi erección, di rienda suelta a mi lujuria, tomándola con fuerza de las caderas, arrancando los botones de su blusa y pegándola a mi cuerpo mientras las embestidas se volvían más violentas y vigorosas. Su calor y humedad me volvían loco y esos delicados ronroneos y gimoteos sacaban lo peor de mí.Mordí su espalda y me aferré a sus caderas mientras cada movimien
IDRIS DOYLELos días pasaron y yo regresé a la rutina, servir a Liam de día y de noche, saliendo de su cama en cuanto se saciaba y huyendo hacia el hospital para vigilar el sueño de mi bebé. Cada vez me sentía más cansada y consumida, además, la culpabilidad de meterme en su compromiso me estaba enloqueciendo. Me juré nunca lastimar a otra mujer, y ahí estaba, fingiendo que no había nada entre él y yo, mientras que, a espaldas de Annie, nos revolcábamos cada noche. Pobre mujer. Por fin había llegado mi día libre, pero eso no significaba que fuera a descansar. Estaba afuera del hospital, caminando de un lado para otro, dándome una pausa antes de quedarme el resto de la noche con mi pequeño. En cuanto iba a regresar al hospital, me detuve, como si una fuerza invisible estuviera susurrándome al oído, pidiéndome que volteara. Mi mirada migró hacia un hombre viejo y con bastón, completamente pálido y ojeroso, su semblante no auguraba nada bueno. Se recargó sobre la pared, con la mano en
IDRIS DOYLE—¡Mami! —exclamó Oliver al despertar, emocionado, estirando sus brazos hacia mí.Muerta de sueño, cansada y sin fuerzas, me levanté del sillón con una enorme sonrisa y lo estreché, llenándolo de besos y frotando mi mejilla contra sus suaves cabellos. Su aroma me daba energías y me hacía sentir viva. Él era mi motivo para seguir moviéndome en este mundo, por muy duro que fuera. —Y a eso es a lo que yo llamo un «verdadero milagro» —dijo el señor Thomas asomado a la habitación—. El amor de una madre que siempre está presente contra viento y marea. Un don que Dios le ha dado a las mujeres de buen corazón, porque no cualquiera es buena madre.—¿Mami? ¿Quién es ese señor? —preguntó Oliver viéndolo con atención. —¡Soy tu abuelo! —exclamó el hombre acercándose con una gran sonrisa.—¿Mi abuelo? Yo no tengo abuelo, ni siquiera tengo papá —contestó Oliver receloso. —Bueno, pues hoy has descubierto que si tienes abuelo —agregó con una gran sonrisa antes de revolver el cabello de m
IDRIS DOYLEMis primeros días en la mansión fueron completamente diferentes. Acudí a la habitación del señor Thomas para acomodar la ropa que se pondría ese día. Revisé su agenda y confirmé las citas a las que acudiría. Lo llevé del brazo hasta el comedor para que desayunara mientras yo seguía haciendo mi trabajo con singular gusto. Cuando llegó la hora de ir al hospital a ver a mi bebé, él no dudó en acompañarme, parecía sentir una empatía muy especial por Oliver y, de camino, había decidido comprarle golosinas y un pequeño camioncito de juguete. Era como si su instinto le dijera que ese niño en verdad era su nieto. En el caso de Oliver, fue para él una alegría poder ver al señor Thomas, la idea de tener un abuelo parecía excepcional. —Sé lo importante que es para ti tener a tu hijo cerca… —dijo el señor Thomas cuando salimos del hospital—. No quiero ser el motivo de que te alejes de él durante las noches, por la preocupación de hacer tu trabajo. Ya hablé con el médico responsable
IDRIS DOYLEJamás creí que cuidar de un hombre como Thomas sería tan divertido. Lo había acompañado al parque para alimentar a las palomas y cuando se acabaron las migajas de pan, quiso que lo llevara por un helado. Me daba tristeza que, teniendo tanto dinero y una familia grande, nadie quisiera estar con él.—Necesito que te compres un vestido nuevo, el más bonito que encuentres —dijo una vez que se acabó su helado—. Habrá una reunión el fin de semana y quiero que te veas espectacular.—¿Qué?—Eres mi asistente y me tienes que acompañar. Vendrá el hijo de un amigo de visita. Estuvo viviendo en el extranjero y ya pedí que se organice una gran fiesta para recibirlo. Debes de verte preciosa. Depositaré el dinero suficiente en tu cuenta, no escatimes, ¿entendido?—Pero… tengo vestidos…—Idris, por favor… Hazme caso y no repeles —contestó como lo haría un abuelo reprendiendo a su nieta.ϔAproveché la tarde libre y de camino al hospital para ver a Oliver, pasé a un centro comercial muy gr