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Capítulo 3. La celebración de Belinda.

El sol comenzaba a hundirse en el horizonte, tiñendo el cielo con pinceladas doradas y rosadas que se reflejaban en los globos pastel flotando entre las mesas decoradas con flores frescas. La brisa traía consigo el dulce aroma de los postres y el sutil perfume de los arreglos florales. Cada detalle del jardín reflejaba la dedicación de los padres de Belinda para celebrar sus dieciocho años.

Aunque su cumpleaños había pasado el fin de semana anterior, la presentación de Belinda con la orquesta había pospuesto la celebración. Ahora, bajo las luces cálidas de las guirnaldas, la noche prometía ser memorable.

Belinda estaba radiante. Su vestido azul suave parecía diseñado para resaltar la frescura de su juventud y la delicadeza de sus movimientos. Recibía abrazos y felicitaciones con una sonrisa genuina, pero había algo en su mirada que traicionaba una leve incomodidad: no estaba acostumbrada a ser el centro de atención.

—¡Feliz cumpleaños, hija mía! —exclamó su padre, acercándose con una caja pequeña entre las manos.

Belinda frunció el ceño, curiosa, mientras abría el regalo. Dentro, un par de llaves brillaba como joyas bajo la luz del atardecer.

—¿Esto es...? —murmuró, con la voz temblorosa por la sorpresa.

—Tu primer auto —confirmó su madre, abrazándola con ternura—. Pensamos que era el momento perfecto para darte algo especial.

Belinda quedó sin palabras. Un auto. Su primer auto. Y no cualquier auto: un Bugatti Chiron Súper Sport en un rojo vibrante. La emoción iluminó su rostro mientras saltaba a los brazos de sus padres, agradeciéndoles entre risas y lágrimas.

Los invitados aplaudieron, celebrando el momento. Entre ellos, una figura destacaba en silencio: Ady, la prima de Belinda. Su vestido impecable y su sonrisa aparentemente encantadora no lograban disimular la envidia que ardía en su interior. Siempre había deseado lo que Belinda tenía, y esta noche no era la excepción.

Ady se acercó, envolviendo a Belinda en un abrazo que parecía sincero.

—¡Feliz cumpleaños, prima! —exclamó con entusiasmo forzado.

—Gracias, Ady. Me alegra que hayas venido —respondió Belinda, con genuina alegría.

Ady estudió cada detalle del auto con admiración fingida.

—Es impresionante. Tus padres siempre saben cómo hacer las cosas a lo grande. Tienes mucha suerte.

—Lo sé, estoy tan agradecida con ellos —respondió Belinda, sin notar la frialdad detrás de las palabras de su prima.

Ady continuó conversando, fingiendo interés y lanzando cumplidos, poco a poco ganándose la confianza de Belinda. Mientras la risa de su prima llenaba el aire, Ady se prometió a sí misma que encontraría una manera de opacar su brillo.

—Por cierto, ¿te acuerdas de lo que me contaste del parque? —preguntó Ady, inclinándose un poco hacia ella con aparente curiosidad.

Belinda se detuvo un instante. Sus pensamientos volvieron al encuentro con Fabio y Sasha. Recordó la mirada intensa de Fabio y la calidez de Sasha tirando de su mano. Una sonrisa suave curvó sus labios.

—Sí, claro que lo recuerdo —respondió con un brillo en los ojos—. Fue un momento especial. Sasha era un encanto, y su papá... él tenía algo diferente.

Ady arqueó una ceja, notando el cambio en la expresión de su prima.

—¿Algo diferente? Eso suena interesante. ¿Qué pasó?

Belinda, confiando en la aparente sinceridad de Ady, compartió los detalles. Habló del parque, de la presentación de la orquesta, y del encuentro en el jardín, incluyendo el beso inesperado que compartió con Fabio.

—Fue un momento extraño... pero no sé, algo en él me hizo sentir... viva —confesó, sonrojándose al recordar la intensidad del momento.

Ady, por dentro, hervía de celos, pero en el exterior se limitó a sonreír con entusiasmo falso.

—¡Qué emocionante! Parece que ese hombre dejó una impresión en ti.

Belinda asintió, sin percatarse de la chispa maliciosa que brillaba en los ojos de su prima.

La fiesta continuó. La música llenaba el ambiente mientras los invitados bailaban y reían bajo las luces cálidas. Pero Belinda estaba distraída. Aunque intentaba disfrutar del momento, su mente volvía una y otra vez a Fabio y Sasha. Había algo en aquel hombre que no podía sacarse de la cabeza.

Desde lejos, Ady observaba. Sus pensamientos eran un torbellino de envidia y frustración. Belinda parecía tenerlo todo: un evento perfecto, un regalo de ensueño, y ahora, incluso la atención de un hombre interesante. Pero Ady no era de las que se quedaban atrás.

—Esto no termina aquí —murmuró para sí misma, esbozando una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

La noche culminó con fuegos artificiales, arrancando exclamaciones de asombro de los invitados. Belinda, mirando las luces que iluminaban el cielo, sintió una mezcla de felicidad y melancolía. Era un día especial, pero también un recordatorio de que estaba dejando atrás su niñez.

Su madre se acercó en silencio.

—¿Estás bien, hija? —preguntó con ternura.

Belinda asintió, abrazándola con fuerza.

—Sí. Ha sido un día perfecto. Gracias por todo, mamá.

—Te lo mereces. Pero recuerda, esto es solo el comienzo. Lo mejor está por venir.

Más tarde, mientras se preparaba para dormir, los eventos de la fiesta seguían dando vueltas en su mente. Pero sobre todo, pensaba en Fabio. Algo le decía que su historia con él no había terminado, que el destino aún tenía algo reservado para ambos.

Y mientras Belinda soñaba, Ady trazaba un plan. Porque en su mente, no había lugar para que su prima fuese más feliz que ella, estaba decidida a ser la única.

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