Inicio / Romance / LA MUJER EQUIVOCADA. Injusta Venganza. / Capítulo 8. Consuelo encontrado.
Capítulo 8. Consuelo encontrado.

El abrazo fue un refugio para Fabio, un momento de alivio en medio de la tormenta que lo envolvía. La calidez de Belinda contrastaba con el frío constante que sentía desde que Sasha había ingresado al hospital. Cerró los ojos, dejando que la sensación lo invadiera, aunque fuera por unos segundos.

Belinda, aunque sorprendida, no se apartó. Podía sentir el peso del dolor de Fabio en la manera en que la sostenía, en la forma en que su respiración temblaba contra su hombro. No necesitaban palabras para comprender que él estaba al borde del abismo.

—Gracias —susurró Fabio finalmente, con voz rasposa, mientras se apartaba ligeramente, pero sin soltarla del todo—. No sé qué me pasa. No suelo ser así, pero todo esto… me supera.

Belinda lo miró a los ojos, esos ojos verdes que ahora reflejaban más emociones de las que podía contar. Quiso decir algo que lo reconfortara, algo que pudiera aliviar ese dolor, pero lo único que salió de su boca fue:

—Es normal, Fabio. Nadie está preparado para algo así. Pero Sasha te tiene a ti, y eso ya es suficiente para que luche con todas sus fuerzas.

Él asintió, sus labios formaron una débil sonrisa. Aunque apenas la conocía, había algo en Belinda que le daba una extraña sensación de paz. Era como si su presencia le recordara que no todo estaba perdido.

—¿Te importa si caminamos un rato? —preguntó Fabio, necesitando más tiempo para calmar su mente.

—Claro —respondió ella, recogiendo su violín y ajustándolo en su funda.

Comenzaron a caminar por el sendero del parque, rodeados del suave murmullo de las hojas movidas por el viento. Fabio caminaba con las manos en los bolsillos, su mirada fija en el suelo, mientras Belinda lo observaba de reojo, esperando a que rompiera el silencio.

—Sasha es todo para mí —comenzó él, su voz apenas audible—. Su madre y yo nunca fuimos realmente compatibles, pero cuando ella nació... cambió todo. Fue la primera vez que sentí que había algo más importante que mi trabajo, que mis problemas.

Belinda escuchó con atención, sintiendo un nudo en el pecho mientras Fabio hablaba. Podía percibir el amor profundo que sentía por su hija en cada palabra que pronunciaba.

—Y ahora... ahora está ahí, en esa cama, y no puedo hacer nada para ayudarla. Todo lo que puedo hacer es esperar y confiar en los médicos. Pero yo no soy bueno esperando. Necesito hacer algo, necesito encontrar al responsable, pero es como si todo estuviera en mi contra.

Belinda sintió un impulso de consolarlo. Sin pensarlo demasiado, extendió su mano y la colocó sobre el brazo de Fabio, deteniéndolo en medio del camino.

—Vas a encontrar al responsable, Fabio. Lo sé. Pero por ahora, lo mejor que puedes hacer por Sasha es estar presente para ella. Necesita sentir que estás ahí, que no la dejarás sola. Eso es lo más importante.

Fabio la miró fijamente, sus ojos llenos de emociones encontradas. Había algo en Belinda que lo hacía confiar en sus palabras, como si fueran una verdad absoluta.

—Tienes razón —admitió, asintiendo lentamente—. Ella me necesita, y no puedo fallarle.

Extendiendo su mano, acarició con suavidad el rostro de Belinda. Había algo en ella que le daba una calma que no había sentido en días. Belinda se estremeció ante su toque, pero no se apartó. Sus ojos se encontraron y, por un momento, el mundo pareció detenerse a su alrededor.

Fabio se inclinó lentamente hacia ella, como atraído por una fuerza invisible. Belinda contuvo la respiración, su corazón latiendo con fuerza.

Sus labios se encontraron en un beso suave y tentativo. El tiempo pareció detenerse mientras el mundo a su alrededor se desvanecía. Fabio sintió una calidez que se extendía desde su pecho hasta la punta de sus dedos, como si una chispa hubiera encendido algo dormido dentro de él. El aroma a jazmín de Belinda lo envolvía, mezclándose con la brisa fresca del parque.

Belinda cerró los ojos, dejándose llevar por la sensación. Los labios de Fabio eran cálidos y suaves contra los suyos, moviéndose con una delicadeza que contrastaba con la intensidad de sus emociones. Podía sentir el ligero temblor en sus manos mientras la sostenía, como si temiera que ella fuera a desaparecer en cualquier momento.

El beso duró unos segundos, pero para ambos pareció una eternidad. Cuando finalmente se separaron, sus miradas se encontraron nuevamente. Los ojos de Fabio brillaban con una mezcla de sorpresa y algo más profundo, algo que ni él mismo podía nombrar.

Belinda sentía que sus mejillas ardían, su corazón latía con tanta fuerza que temía que él pudiera escucharlo.

El silencio entre ellos estaba cargado de electricidad, de palabras no dichas y emociones a flor de piel. La brisa del parque agitaba suavemente el cabello de Belinda, creando un halo dorado alrededor de su rostro. Las hojas de los árboles susurraban secretos indescifrables, como si fueran testigos silenciosos de este momento íntimo.

Fabio fue el primero en romper el silencio, su voz apenas un susurro ronco.

—Yo... lo siento, no debí...

Pero Belinda negó suavemente con la cabeza, colocando un dedo sobre sus labios para silenciarlo.

—No te disculpes —declaró ella, su voz tan suave como el roce de una pluma—. A veces, en los momentos más oscuros, necesitamos un rayo de luz.

Fabio la miró, maravillado por su comprensión, por la manera en que parecía leer sus emociones como si fueran un libro abierto. Sin embargo, la culpa comenzó a arrastrarse por su mente, recordándole la situación en la que se encontraba, la razón por la que estaba en ese parque en primer lugar.

—Sasha... —murmuró, el nombre de su hija como un ancla.

En ese momento, el sonido estridente de un teléfono los sobresaltó, rompiendo el hechizo del momento. Fabio se apartó rápidamente, con una mezcla de vergüenza y confusión en su rostro. Sacó el celular de su bolsillo y miró la pantalla con el ceño fruncido.

—Es del hospital —murmuró, antes de contestar con voz tensa—. ¿Sí? Habla Fabio Montero.

Belinda observó cómo el rostro de Fabio pasaba por una serie de emociones mientras escuchaba a la persona al otro lado de la línea. Preocupación, alivio, y finalmente, una chispa de esperanza iluminó sus ojos.

—Entiendo. Sí, voy para allá de inmediato. Gracias —confirmó antes de colgar. Se volvió hacia Belinda, una sonrisa temblorosa en sus labios—. Debo ir, al parecer Sasha ha despertado.

—¡Eso es maravilloso, Fabio! —exclamó Belinda, genuinamente feliz por la noticia.

Sin pensarlo, Fabio la abrazó de nuevo, esta vez con una energía renovada. Belinda le devolvió el abrazo, compartiendo su alegría.

—Tengo que ir al hospital —afirmó Fabio al separarse, la urgencia evidente en su voz—. Yo... quizás debería llevarte a verla, a Sasha le encantaría escuchar tu violín.

Belinda asintió, una suave sonrisa en sus labios.

—Estaré ahí, Fabio. Ahora ve con ella, Sasha te necesita.

Fabio asintó, agradecido por su comprensión. Comenzó a alejarse, pero se detuvo y se volvió hacia ella una vez más.

—Belinda, gracias. Por todo. No sé cómo, pero me has ayudado más de lo que imaginas.

—Ve —insistió ella, haciendo un gesto con la mano—. Y dile a Sasha que le mando mis mejores deseos.

Fabio le dedicó una última sonrisa antes de salir corriendo hacia el estacionamiento.

Belinda lo observó alejarse, su corazón aún latiendo rápidamente. No podía negar que había algo especial en Fabio, algo que la atraía de una manera que nunca había experimentado antes. Pero también sabía que la situación era complicada. Él tenía, como treinta años, una hija que lo necesitaba y ella... ella era apenas una joven que acababa de cumplir dieciocho años.

Recogió su violín y se preparó para irse, sin embargo, Belinda no podía dejar de pensar en lo que había sucedido. Ese beso le había gustado más de lo que se atrevía a admitir, esa conexión que sentía con Fabio... era tan intensa que la había marcado profundamente, y sabía que ese era solo uno de sus muchos encuentros.

Mientras conducía de regreso al hospital, Fabio sintió que, por primera vez en días, podía respirar con un poco más de facilidad. El dolor y la incertidumbre seguían ahí, pero ahora tenía una chispa de esperanza, una razón para seguir adelante. Y esa razón no era solo Sasha, sino también la promesa de un futuro que, aunque incierto, parecía menos oscuro con Belinda en el.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP