El taller estaba iluminado con luces fluorescentes que arrojaban un brillo frío sobre las herramientas y las máquinas. Belinda observaba cómo el mecánico inspeccionaba el Bugatti, su mirada fija en el parachoques que había decidido mandar a reparar.—Quiero que quede perfecto, que no se note nada —indicó con un tono firme, cruzando los brazos.El mecánico asintió mientras hacía anotaciones.—No se preocupe, señorita. En un par de días lo tendrá como nuevo.Belinda asintió, aunque la tensión en su pecho no desaparecía. Mandar a reparar el auto era su manera de evitar preguntas incómodas, de mantener la paz en su hogar y alejar cualquier problema que quisiera rodear a su familia.Mientras regresaba a casa, no podía evitar que su mente volviera a Fabio y Sasha. Desde aquella noche en el hospital, sentía un vínculo creciente con ellos, como si sus vidas estuvieran entrelazadas de una manera que aún no podía comprender del todo.Belinda estaba en su habitación, sumida en sus pensamientos
El parque estaba bañado por una luz dorada que se filtraba entre las hojas de los árboles, creando sombras danzantes sobre el sendero. Los días habían pasado y Fabio sentía que el dolor no mitigaba ni siquiera un poco. Su único consuelo era la compañía de Belinda, quien hacía de todo para tratar de entretenerlo y que no se sumiera en el dolor.En ese momento, caminaba junto a ella, con su mirada perdida en el horizonte. Era un día tranquilo, con el murmullo de los árboles acompañándolos, pero dentro de él se libraba una tormenta.Belinda se mantenía cerca, su silencio era cálido, como si supiera que las palabras eran innecesarias. Finalmente, Fabio se detuvo junto a un banco, el mismo donde se había sentado Sasha no hace mucho tiempo. Se sentó con un suspiro pesado, apoyando los codos sobre las rodillas y ocultando el rostro entre las manos.—A veces siento que me estoy hundiendo —admitió, su voz ronca por la emoción contenida—. Cada rincón de mi vida está lleno de recuerdos de Sasha
El cielo se extendía como un manto azul profundo, mientras Fabio y Belinda recorrían las curvas de una carretera que serpenteaba entre montañas y valles. El sonido del motor del auto era suave, acompañado por las risas de ambos mientras hablaban de pequeñas trivialidades para distraerse del peso que había marcado sus últimos días. Fabio había decidido llevar a Belinda lejos del bullicio de la ciudad y las sombras de su reciente tragedia. Era un escape necesario, una oportunidad para respirar y encontrar algo de paz.Llegaron a un pintoresco hotel boutique enclavado en la ladera de una montaña. El lugar era acogedor, con una decoración que combinaba madera rústica y detalles modernos. Desde el balcón de su habitación se podía ver un lago cristalino que reflejaba el cielo como un espejo. Fabio observó a Belinda mientras ella miraba maravillada el paisaje, su rostro iluminado por una sonrisa genuina.—Es perfecto, Fabio. Gracias por traerme aquí —dijo ella, girándose hacia él.—No tiene
El taller clandestino olía a aceite quemado y mentiras frescas. Ady ajustó la lámpara del escritorio, iluminando la pantalla de su laptop con un brillo siniestro. Las uñas rojas de sus dedos repiquetearon contra el teclado mientras accedía a los registros del Bugatti Chiron de Belinda.No era fácil hackear el sistema de un auto de lujo, pero ante la guía del hacker a su lado y contactos turbios le habían dado las herramientas necesarias. —07:32 p.m. Ubicación: Calle Principal. Velocidad: 72 km/h —murmuró, la hora y la dirección del momento del accidente de Sasha. Una sonrisa torcida se dibujó en sus labios. Mientras abría una carpeta llena de fotos de Belinda al volante, tomadas en otras direcciones. Con un programa de edición, borró la fecha, alteró la iluminación y en el Bugatti la imagen de Belinda en la calle donde Sasha fue atropellada. —Perfecto —susurró, guardando las imágenes falsas en una memoria USB. Pero lo más crucial eran los mensajes de texto. Ady deslizó un segun
Belinda no podía dormir, necesitaba hablar con Fabio, se fue al apartamento que compartían y lo esperó con la luz encendida.Entretanto, Fabio condujo con lentitud, apretó el volante del auto hasta que sus nudillos blanquearon. Observando desde la distancia, vio las ventanas iluminadas del dormitorio de Belinda.El resplandor cálido que antes lo invitaba a entrar ahora le quemaba la retina. “¿Estará riéndose de mí en este momento?”, pensó, mordiendo el interior de su mejilla hasta sentir el sabor metálico de la sangre.Los mensajes falsos seguían danzando en su mente. “Destruyan las cámaras. Pagaré lo que sea”. Respiró hondo, conteniendo el impulso de irrumpir en la casa y estrangular la verdad a golpes. “No. Debo ser estratégico. Si sospecha que lo sé, destruirá las pruebas*. Arrancó el motor con un rugido y aceleró, dejando atrás el aroma de jazmines que Belinda solía plantar para él.Días después.Belinda dejó caer el cepillo de pelo en el lavabo del baño, su reflejo en el espejo,
El estruendo de la prueba de embarazo golpeando el suelo pasó desapercibido. Aunque ella se puso nerviosa, en el frenesí del momento, la pateó sin querer, deslizándose bajo el mueble sin que Fabio se diera cuenta.Pero eso no importaba.Porque en ese instante, la furia lo consumía, y sus manos se cerraban con fuerza alrededor de su cuello.Fabio la sujetaba con una furia incontenible, su respiración era un jadeo áspero y sus ojos verdes brillaban como llamas de un incendio incontrolable. Sus dedos, firmes, alrededor de su garganta, ejercían una presión que la hizo temblar, pensando que la mataría.Belinda jadeó, su vista se tornó borrosa mientras lágrimas caían por su rostro. Sus uñas rasguñaron los brazos de Fabio en un intento desesperado por librarse de su agarre.—¡Dímelo, Belinda! —gruñó, apretando los dientes—. ¡¿Cómo pudiste hacerme esto?! ¡¿Cómo pudiste matar a Sasha y acostarte conmigo como si nada hubiera pasado?!Su voz se quebró en la última palabra, pero su furia solo cr
La noche envolvía la ciudad con un manto oscuro cuando Belinda, con el rostro hinchado por el llanto, llegó tambaleándose a la puerta de su apartamento. Sus manos temblaban tanto que apenas pudo introducir la llave en la cerradura. Una vez dentro, se desplomó contra la puerta, dejando que el peso de todo lo ocurrido la aplastara."¿Cómo pudo pasar esto?", se preguntaba, una y otra vez, su mente, un torbellino de confusión y dolor. Las acusaciones de Fabio, la sonrisa triunfante de Ady, todo se mezclaba en una pesadilla de la que no podía despertar.Con un esfuerzo sobrehumano, se arrastró hasta el baño. El reflejo que le devolvió el espejo era el de una extraña: ojos enrojecidos, cabello revuelto, marcas rojas en el cuello donde los dedos de Fabio se habían clavado. Un sollozo escapó de su garganta al recordar la furia en sus ojos, el desprecio en su voz."Me odia", pensó, sintiendo que su corazón se quebraba en mil pedazos. "Cree que maté a Sasha".Instintivamente, su mano se posó so
La lluvia golpeaba los ventanales de la mansión Rossi como lágrimas heladas. Fabio, de pie frente a la chimenea apagada, apretaba entre sus manos el collar de plata que Belinda solía usar. Las llamas danzaban solo en su memoria, recordando las risas de su hija corriendo por los pasillos. Ahora, cada recuerdo estaba envenenado por lo que había hecho Belinda. “¿Cuándo comenzó todo?”, se preguntó, observando el reflejo distorsionado de su rostro en el cristal empañado. Belinda había entrado en su vida como un huracán de luz, prometiendo sanar sus heridas. Pero ahora, cada palabra, cada caricia, cada promesa susurrada en la oscuridad le parecía una mentira calculada. —¿Cómo no lo vi? —murmuró, arrojando el collar contra la pared. El sonido metálico al chocar con el mármol lo hizo estremecer. Caminó a su despacho, el silencio de su casa pesaba sobre él como una losa. Solo el tenue resplandor de la lámpara iluminaba la fotografía de Sasha que sostenía entre sus manos.—Mi niña… —murm