El sol de Dakota brillaba con una intensidad cálida, iluminando los días que transcurrían en una mezcla de emoción, nervios y expectativas. Desde el momento en que Fabio aceptó casarse con Belinda, todo se había convertido en un torbellino de planes, decisiones y preparativos.Para Belinda, organizar la boda era más que solo un evento. Era la culminación de una etapa y el inicio de una historia de amor marcada por pruebas, sacrificios y un vínculo inquebrantable.Habían decidido celebrar la ceremonia en Dakota, en una finca rodeada de campos dorados y árboles que danzaban con el viento. Un lugar donde la vida se sentía pura, donde podrían unir sus almas bajo el cielo que los había visto encontrarse y separarse tantas veces.La lista de pendientes parecía interminable: elegir el vestido, el traje de Fabio, las flores, la música, el menú, las sillas, mesas, decoración. Afortunadamente, contaban con la ayuda del mismo Fabio, su madre, algunos empleados y de Luca, quien se encargaba de lo
El ambiente en la recepción era vibrante, lleno de risas y emoción. Las luces colgantes brillaban sobre los invitados, reflejándose en las copas de champán que tintineaban con cada brindis.La música flotaba en el aire, una combinación de suaves melodías románticas y ritmos animados que invitaban a todos a la pista de baile.Belinda y Fabio, en el centro de la celebración, irradiaban felicidad.No querían dejar de bailar, ni separarse uno de otro.Cuando la música cambió, Belinda iba a separarse, pero Fabio la tomó de la cintura con una sonrisa y la retuvo.—Amor, no me dejes solo, quiero bailar otra pieza contigo, por favor.Ella asintió, su corazón latiendo con fuerza.—Por supuesto, amor, siempre estaré a tu lado, bailando la música que la vida nos toque y jamás te dejaré solo de nuevo.Se movieron con gracia por la pista, como si flotaran en el aire. Fabio la sostenía con firmeza, guiándola con la facilidad de alguien que conocía cada curva de su cuerpo, cada movimiento de su alma
Los ojos de Belinda se iluminaron—¿En serio? Siempre ha sido mi sueño ir allí.—Lo sé —respondió Fabio, tomando su mano. —Por eso lo elegí.El vuelo transcurrió entre risas, juegos con Thiago y momentos de ternura entre los recién casados.Thiago se quedó dormido plácidamente en los brazos de Belinda, mientras Fabio no dejaba de mirarla con una sonrisa en los labios.—¿Feliz? —preguntó él en un murmullo, acariciándole el cabello.—Más de lo que jamás imaginé —respondió ella, apoyando su cabeza en su hombro.Cuando el avión aterrizó en Bora Bora, Belinda quedó sin palabras. Desde la ventanilla podía ver el agua turquesa rodeando la isla, con sus bungalows flotantes y playas de arena blanca.—Fabio… esto es… perfecto.—Lo mejor para mi esposa y mi hijo —dijo él con orgullo, besando su sien.Bajaron del avión y un transporte privado los llevó hasta su villa, un bungalow de madera construido sobre el agua, con una piscina privada y una terraza que daba directamente al océano.Thiago, emo
Los meses pasaron con una dulzura tranquila. La barriga de Belinda crecía con cada semana, y la emoción en la casa era palpable. Thiago, aún no entendía del todo lo que significaba ser hermano mayor, sin embargo, señalaba el vientre de su madre con curiosidad.—¿Allí está el bebé? —preguntó, tocando suavemente la piel estirada de Belinda.—Sí, mi amor —respondía ella con ternura, colocando su mano sobre la de su hijo—. Tu hermanita está aquí dentro.Fabio, cada vez que escuchaba esas palabras, sonreía con orgullo y amor. Había sido un camino largo, pero ahora, con Belinda a su lado, con Thiago creciendo sano y fuerte, y con una hija en camino, sentía que su felicidad estaba completa.Desde que supieron que tendrían una niña, Fabio y Belinda comenzaron a preparar todo para su llegada.—¿Qué te parece este color para la habitación? —preguntó Fabio, sosteniendo una muestra de pintura en tono lila suave.Belinda asintió con una sonrisa.—Es perfecto. Después de todo, se llamará Violeta.
El parque estaba lleno de vida aquella tarde, con la luz dorada del sol filtrándose entre los árboles y risas infantiles flotando en el aire. Fabio caminaba con paso firme, sosteniendo la pequeña mano de Sasha, su hija de cinco años. Como siempre, la niña hablaba sin parar, su entusiasmo burbujeante contrastando con la mirada seria de su padre.—Papá, ¿puedo jugar un rato? —preguntó Sasha, alzando la vista hacia él con ojos llenos de expectativa.—Cinco minutos —respondió Fabio sin mirarla, ajustando la correa de su reloj. Siempre parecía tener la mente en otro lugar, lejos de los pequeños placeres que rodeaban su mundo.Sin embargo, apenas terminaron de cruzar el sendero, Sasha soltó su mano.—¡Papá, escucha! ¡Es música! —gritó, corriendo hacia el sonido que provenía de un banco cercano.—¡Sasha! —Fabio levantó la voz, su tono grave, cortando el bullicio del parque. Pero la niña no se detuvo.El violín llenaba el aire con una melodía melancólica, como un lamento que resonaba en los r
La gran sala brillaba con un lujo ostentoso. Las lámparas de cristal colgaban del techo alto, proyectando destellos dorados sobre las cortinas de terciopelo y los vestidos elegantes de los asistentes. La música suave y el murmullo de conversaciones llenaban el espacio, creando una atmósfera de refinada opulencia.Fabio ingresó al salón con su porte característico: seguro, imponente, y con una ligera sonrisa que nunca llegaba a sus ojos. Saludaba con breves inclinaciones de cabeza, pero su atención estaba en otro lugar. Sus ojos verdes recorrían a la multitud con una intención oculta, buscando algo o a alguien.Entonces la escuchó. La melodía de un violín flotó por el aire, clara y envolvente, como si la misma música lo llamara. Fabio giró la cabeza hacia el rincón donde se encontraba la orquesta. Allí, bajo la cálida luz de las lámparas, estaba ella: Belinda.Su cabello negro caía en cascada sobre sus hombros mientras sostenía el violín con la misma elegancia que había mostrado en el p
El sol comenzaba a hundirse en el horizonte, tiñendo el cielo con pinceladas doradas y rosadas que se reflejaban en los globos pastel flotando entre las mesas decoradas con flores frescas. La brisa traía consigo el dulce aroma de los postres y el sutil perfume de los arreglos florales. Cada detalle del jardín reflejaba la dedicación de los padres de Belinda para celebrar sus dieciocho años.Aunque su cumpleaños había pasado el fin de semana anterior, la presentación de Belinda con la orquesta había pospuesto la celebración. Ahora, bajo las luces cálidas de las guirnaldas, la noche prometía ser memorable.Belinda estaba radiante. Su vestido azul suave parecía diseñado para resaltar la frescura de su juventud y la delicadeza de sus movimientos. Recibía abrazos y felicitaciones con una sonrisa genuina, pero había algo en su mirada que traicionaba una leve incomodidad: no estaba acostumbrada a ser el centro de atención.—¡Feliz cumpleaños, hija mía! —exclamó su padre, acercándose con una
La luz matinal se filtraba a través de las cortinas, llenando la habitación de Belinda con un resplandor suave y cálido. Aún bajo las sábanas, exhaló un suspiro largo mientras los recuerdos del beso con Fabio revoloteaban en su mente. Una sonrisa involuntaria apareció en sus labios, pero se desvaneció cuando un toque en la puerta interrumpió su ensueño.—¡Belinda! Baja pronto, Ady quiere hablar contigo —llamó su madre desde el pasillo.Belinda se levantó con pereza, vistiéndose rápidamente antes de bajar las escaleras. En el salón, Ady la esperaba con una taza de café entre las manos y una expresión demasiado amigable.—Buenos días, cumpleañera —saludó Ady con una sonrisa que parecía brillar más de lo normal.—Buenos días —respondió Belinda, sentándose frente a ella.Ady inclinó la cabeza, observándola con ojos chispeantes.—¿Cómo te sientes hoy? Supongo que todavía emocionada por ese auto tan espectacular.Belinda sonrió con timidez.—Es un sueño hecho realidad. Mis padres realmente