El hospital estaba envuelto en un silencio solemne, roto solo por el eco de pasos apresurados y el suave murmullo de conversaciones entre los médicos. Belinda caminaba por el pasillo hacia la habitación de Sasha con el violín en su estuche, sujetándolo con ambas manos como si fuera su salvación y su escudo. Fabio había insistido en que viniera. Él creía que la música podía alegrar a su pequeña, aunque fuera solo un poco.Al llegar, Fabio la esperaba en la puerta. Su rostro reflejaba el cansancio acumulado, pero al verla, sus ojos parecieron iluminarse brevemente.—Gracias por venir —murmuró en voz baja, como si temiera perturbar el frágil ambiente de la habitación.Belinda asintió, respondiéndole con una sonrisa tenue. Juntos entraron al cuarto donde Sasha descansaba. La pequeña lucía débil, pero sus ojos se iluminaron al ver a Belinda.—¡Tú! —musitó Sasha con voz entrecortada, esbozando una sonrisa que le costó todo su esfuerzo.Belinda se acercó a la cama y colocó suavemente una ma
Fabio quería olvidar todo su dolor, sumergirse en el cuerpo de esa mujer que había robado poco a poco su corazón, la besó con una pasión desbordante, mientras la despojaba de cada prenda de ropa.Los besos se volvieron más intensos y apasionados. Las manos de Fabio recorrieron el cuerpo de Belinda con urgencia, como si quisiera memorizar cada curva. Ella respondía con igual fervor, dejándose llevar por el deseo que había estado conteniendo.Prenda tras prenda, fueron cayendo al suelo mientras se dirigían hacia la cama. Fabio la recostó con suavidad, admirando su belleza a la tenue luz de la habitación. Sus ojos recorrieron cada centímetro de su piel desnuda, maravillándose ante la perfección de su juventud.—¡Eres hermosa!Belinda se estremeció bajo su mirada intensa. Nunca antes se había sentido tan expuesta y vulnerable, pero al mismo tiempo tan deseada. Las manos de Fabio exploraban su cuerpo con reverencia, arrancando suspiros de placer.Sus labios se encontraron nuevamente en un
La tenue luz del amanecer se filtraba a través de las cortinas de la habitación del hotel, bañando con un resplandor suave los cuerpos entrelazados de Fabio y Belinda. La noche que habían compartido los había dejado exhaustos, pero también llenos de una paz inesperada. Fabio despertó primero, observándola mientras dormía profundamente, con su cabello desparramado sobre la almohada como un halo oscuro.Belinda parecía tan serena, tan frágil y al mismo tiempo tan fuerte. Fabio no pudo evitar que una sonrisa se dibujara en sus labios. En su vida, marcada por responsabilidades, pérdidas y un dolor que aún lo perseguía, Belinda era un rayo de luz, un refugio inesperado en medio de la tormenta. Besó su frente, pero no se despertó. Pronto sus pensamientos lo llevaron a Sasha, su pequeña guerrera que todavía luchaba por su vida en el hospital. Una punzada de culpa lo atravesó. Había buscado consuelo en Belinda, pero ¿qué significaba eso para su hija? ¿Para él mismo? Fabio respiró hondo, ap
El taller estaba iluminado con luces fluorescentes que arrojaban un brillo frío sobre las herramientas y las máquinas. Belinda observaba cómo el mecánico inspeccionaba el Bugatti, su mirada fija en el parachoques que había decidido mandar a reparar.—Quiero que quede perfecto, que no se note nada —indicó con un tono firme, cruzando los brazos.El mecánico asintió mientras hacía anotaciones.—No se preocupe, señorita. En un par de días lo tendrá como nuevo.Belinda asintió, aunque la tensión en su pecho no desaparecía. Mandar a reparar el auto era su manera de evitar preguntas incómodas, de mantener la paz en su hogar y alejar cualquier problema que quisiera rodear a su familia.Mientras regresaba a casa, no podía evitar que su mente volviera a Fabio y Sasha. Desde aquella noche en el hospital, sentía un vínculo creciente con ellos, como si sus vidas estuvieran entrelazadas de una manera que aún no podía comprender del todo.Belinda estaba en su habitación, sumida en sus pensamientos
El parque estaba bañado por una luz dorada que se filtraba entre las hojas de los árboles, creando sombras danzantes sobre el sendero. Los días habían pasado y Fabio sentía que el dolor no mitigaba ni siquiera un poco. Su único consuelo era la compañía de Belinda, quien hacía de todo para tratar de entretenerlo y que no se sumiera en el dolor.En ese momento, caminaba junto a ella, con su mirada perdida en el horizonte. Era un día tranquilo, con el murmullo de los árboles acompañándolos, pero dentro de él se libraba una tormenta.Belinda se mantenía cerca, su silencio era cálido, como si supiera que las palabras eran innecesarias. Finalmente, Fabio se detuvo junto a un banco, el mismo donde se había sentado Sasha no hace mucho tiempo. Se sentó con un suspiro pesado, apoyando los codos sobre las rodillas y ocultando el rostro entre las manos.—A veces siento que me estoy hundiendo —admitió, su voz ronca por la emoción contenida—. Cada rincón de mi vida está lleno de recuerdos de Sasha
El cielo se extendía como un manto azul profundo, mientras Fabio y Belinda recorrían las curvas de una carretera que serpenteaba entre montañas y valles. El sonido del motor del auto era suave, acompañado por las risas de ambos mientras hablaban de pequeñas trivialidades para distraerse del peso que había marcado sus últimos días. Fabio había decidido llevar a Belinda lejos del bullicio de la ciudad y las sombras de su reciente tragedia. Era un escape necesario, una oportunidad para respirar y encontrar algo de paz.Llegaron a un pintoresco hotel boutique enclavado en la ladera de una montaña. El lugar era acogedor, con una decoración que combinaba madera rústica y detalles modernos. Desde el balcón de su habitación se podía ver un lago cristalino que reflejaba el cielo como un espejo. Fabio observó a Belinda mientras ella miraba maravillada el paisaje, su rostro iluminado por una sonrisa genuina.—Es perfecto, Fabio. Gracias por traerme aquí —dijo ella, girándose hacia él.—No tiene
El taller clandestino olía a aceite quemado y mentiras frescas. Ady ajustó la lámpara del escritorio, iluminando la pantalla de su laptop con un brillo siniestro. Las uñas rojas de sus dedos repiquetearon contra el teclado mientras accedía a los registros del Bugatti Chiron de Belinda.No era fácil hackear el sistema de un auto de lujo, pero ante la guía del hacker a su lado y contactos turbios le habían dado las herramientas necesarias. —07:32 p.m. Ubicación: Calle Principal. Velocidad: 72 km/h —murmuró, la hora y la dirección del momento del accidente de Sasha. Una sonrisa torcida se dibujó en sus labios. Mientras abría una carpeta llena de fotos de Belinda al volante, tomadas en otras direcciones. Con un programa de edición, borró la fecha, alteró la iluminación y en el Bugatti la imagen de Belinda en la calle donde Sasha fue atropellada. —Perfecto —susurró, guardando las imágenes falsas en una memoria USB. Pero lo más crucial eran los mensajes de texto. Ady deslizó un segun
Belinda no podía dormir, necesitaba hablar con Fabio, se fue al apartamento que compartían y lo esperó con la luz encendida.Entretanto, Fabio condujo con lentitud, apretó el volante del auto hasta que sus nudillos blanquearon. Observando desde la distancia, vio las ventanas iluminadas del dormitorio de Belinda.El resplandor cálido que antes lo invitaba a entrar ahora le quemaba la retina. “¿Estará riéndose de mí en este momento?”, pensó, mordiendo el interior de su mejilla hasta sentir el sabor metálico de la sangre.Los mensajes falsos seguían danzando en su mente. “Destruyan las cámaras. Pagaré lo que sea”. Respiró hondo, conteniendo el impulso de irrumpir en la casa y estrangular la verdad a golpes. “No. Debo ser estratégico. Si sospecha que lo sé, destruirá las pruebas*. Arrancó el motor con un rugido y aceleró, dejando atrás el aroma de jazmines que Belinda solía plantar para él.Días después.Belinda dejó caer el cepillo de pelo en el lavabo del baño, su reflejo en el espejo,