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Capítulo 6. Tras alguna pista.

Al escuchar la voz de la niñera, Fabio sintió que el mundo se le derrumbaba encima. —¿Qué? ¿Cómo? ¡Por Dios! ¡Voy para allá ahora mismo! —gritó, ya corriendo hacia su auto.

En cuestión de minutos, Fabio condujo a toda velocidad, ignorando las señales de tránsito y los cláxones de otros conductores. Nada importaba excepto llegar a su hija. Cuando finalmente llegó a su casa, una ambulancia ya estaba estacionada frente a la entrada. Los paramédicos trabajaban con rapidez para estabilizar a Sasha antes de trasladarla al hospital.

Marta estaba arrodillada junto a la niña, llorando desconsoladamente. El rostro de Fabio, generalmente sereno y controlado, ahora estaba marcado por el terror. Se arrodilló al lado de su hija, tocando su rostro pálido con una suavidad que contrastaba con la desesperación en su mirada.

—Sasha... mi niña, papá está aquí. Todo va a estar bien —aseveró, como si al pronunciar esas palabras pudiera hacerlas realidad.

Fabio subió a la ambulancia junto a Sasha, su mirada fija en su rostro mientras las sirenas rompían el silencio de la mañana. Cada segundo que pasaba en ese trayecto lo consumía. Al llegar al hospital, los médicos tomaron a Sasha y lo dejaron en la sala de espera. Fabio comenzó a caminar de un lado a otro, incapaz de quedarse quieto. Cada minuto era un tormento, y el eco de sus pasos en los pasillos vacíos parecía amplificar su angustia.

Finalmente, un médico se acercó a él con una expresión grave. —Señor Rossi, hemos hecho todo lo posible para estabilizar a su hija, pero su estado es crítico. Ha sufrido un traumatismo craneoencefálico y múltiples fracturas. Necesitamos operarla de inmediato para aliviar la presión en su cerebro. Las próximas horas serán cruciales.

Fabio sintió que el aire abandonaba sus pulmones. Se apoyó contra la pared, cerrando los ojos con fuerza mientras intentaba procesar lo que acababa de escuchar.

—Hagan lo que sea necesario... por favor, salven a mi hija —suplicó con voz quebrada.

El médico asintió y regresó al quirófano. Fabio se dejó caer en una de las sillas de la sala de espera, enterrando el rostro entre las manos. Su pequeña Sasha estaba luchando por su vida, y él se sentía completamente impotente.

El tiempo pasaba lentamente. Fabio no podía dejar de preguntarse quién era el responsable de esta tragedia. La persona que atropelló a su hija había huido. Necesitaba respuestas, necesitaba justicia. Cada segundo alimentaba la determinación en su interior.

Cuando el médico regresó horas después, Fabio se levantó de un salto. —¿Cómo está mi hija? —preguntó con urgencia.

—La operación fue un éxito, pero su estado sigue siendo delicado. Ahora está en la unidad de cuidados intensivos. Tendremos que esperar para ver cómo evoluciona en las próximas 48 horas.

Fabio asintió lentamente, agradeciendo al médico antes de dirigirse a la habitación donde estaba Sasha. Al verla conectada a máquinas, con tubos y vendas cubriendo su pequeño cuerpo, algo dentro de él se rompió. Se sentó junto a la cama, tomando su diminuta mano entre las suyas.

—Voy a encontrar a quien te hizo esto, Sasha. Te lo prometo —susurró, su voz cargada de determinación.

Al amanecer, Fabio salió del hospital. Su madre había llegado para apoyarlo, y mientras él se dirigía a su auto, no pudo evitar enfrentarse a Marta.

—Jamás pensé que podrías ser tan negligente, Marta. Me has decepcionado profundamente. Reza para que mi hija salga bien de esto, porque también voy a responsabilizarte —sostuvo con frialdad antes de marcharse.

Fabio marcó el número de un inspector amigo suyo dentro de la policía. La búsqueda del responsable sería su próxima prioridad.

—Inspector Rizzo, necesito su ayuda. Mi hija fue atropellada ayer frente a mi casa. Quiero que encuentre al responsable, y quiero resultados rápidos.

La respuesta del inspector fue inmediata. “Entendido, señor Rossi. Ya nombraré un equipo para investigar. ¿Tiene alguna pista o sospecha?”

Fabio pensó por un momento antes de responder. —La calle tiene cámaras de seguridad. Asegúrese de revisar las grabaciones. Quiero saber quién lo hizo y por qué huyeron.

El inspector asintió al otro lado de la línea y prometió informarle en cuanto tuviera avances. Mientras Fabio regresaba al hospital, su mente oscilaba entre la preocupación por Sasha y la rabia que lo consumía. No descansaría hasta encontrar al culpable.

Cuando llegó al hospital, encontró a su madre sentada junto a Marta en la sala de espera. Su rostro pálido y las ojeras bajo sus ojos reflejaban el agotamiento.

—¿Hay alguna novedad? —preguntó Fabio, sentándose junto a su madre.

—Sigue estable, los médicos dicen que debemos ser pacientes. Está luchando, hijo. Sasha es fuerte. Creo que deberías llamar a Regina. Ella tiene derecho a conocer el estado de su hija —manifestó su madre con seriedad.

Fabio se tensó ante la mención de Regina, su exesposa. Aunque sabía que su madre tenía razón, la idea de llamarla lo llenaba de ansiedad.

—Lo sé, mamá. Pero sabes cómo es Regina. No quiero que venga aquí y cause una escena. Sasha necesita tranquilidad ahora.

Su madre lo miró con compasión, pero insistió.

—Es su madre, Fabio. Tiene derecho a saber. Además, ¿qué pasará si las cosas... empeoran? —su voz se quebró ligeramente al final.

Fabio cerró los ojos, sintiendo el peso de la situación. Finalmente, asintió.

—Tienes razón. La llamaré.

Se alejó unos pasos y sacó su teléfono. Respiró hondo antes de marcar el número de Regina. Después de varios tonos, escuchó su voz.

“¿Fabio? ¿Qué sucede? Es raro que me llames.”

—Regina... —comenzó, su voz tensa—. Es sobre Sasha. Ha tenido un accidente. Está en el hospital.

Hubo un silencio al otro lado de la línea, seguido de un jadeo ahogado.

“¿Qué? ¿Qué le pasó a mi hija? ¡Dímelo todo ahora mismo!”

Fabio le explicó la situación lo mejor que pudo, tratando de mantener la calma mientras Regina alternaba entre sollozos y exigencias de más información.

—...y ahora está en cuidados intensivos. Los médicos dicen que las próximas 48 horas son cruciales.

“Tomo un vuelo para allá ahora mismo”, declaró Regina con firmeza.

—Regina, por favor, no causes...

Pero ella ya había colgado. Fabio suspiró, preparándose mentalmente para lo que vendría. Regresó junto a su madre, quien lo miró interrogante.

—Viene para acá —siséo simplemente.

Su madre asintió, apretando suavemente su mano en señal de apoyo.

Mientras tanto, el inspector Rizzo llamó a Fabio.

“Señor Rossi, hemos revisado las cámaras de seguridad. Pero no hay ninguna imagen del vehículo que atropelló a su hija. Todos los videos han sido borrados.”

Fabio sintió que la sangre le hervía al escuchar las palabras del inspector.

—¿Cómo que los videos han sido borrados? —preguntó con voz tensa, controlando su ira a duras penas.

“Así es, señor Rossi. Parece que alguien hackeó el sistema de seguridad y eliminó todas las grabaciones de ese día. Quien haya sido, sabía lo que hacía.”

Fabio apretó el puño con fuerza. Esto no era coincidencia. Quien fuera responsable del accidente de Sasha había planeado cuidadosamente cómo cubrir sus huellas.

—Encuentre al responsable, inspector. No me importa lo que cueste o el tiempo que lleve. Quiero respuestas.

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