El doctor se volvió a inclinar y pegó el ojo a la lente del microscopio. Podía esperarse cualquier cosa de aquellos híbridos, de sus genes tan peculiares, pero aquello era mucho más de lo que se hubiera imaginado.
Volvió a apartar la vista de la plaqueta y garabateó en su libreta. Era una ecuación, una lucha de célula contra célula. Ya conocía las que generaban la inmortalidad, también las que la contrarrestaban, pero aquello…
Daniel entró en el laboratorio de nuevo después de acompañar a Milita hasta la cabaña. La chica se había acostado en su habitación a descansar.
—¿Cómo lo ve doctor?
El doctor se sobresaltó ante la voz del muchacho. Se giró e hizo un movimiento afirmativo con la cabeza.
—Lo tenemos, Daniel.
—¡Bien!
El doctor vio entrar a Nuria al l
A cinco días de volver a ser noche de luna llena, los muchachos notaban cómo sus nervios se iban acrecentando.El doctor preparó la dosis que Daniel debía inyectarle a Martín y otra más con aquel gen que había extraído y que aseguraba la inmortalidad sin dolor, pero, esta última, la metió en la cámara frigorífica.Milita estaba especialmente nerviosa con la transformación. Temía que durante la misma tratara de hacer daño a su propio bebé. Pablo la tranquilizaba diciéndola que la madre de Efrén había pasado todo su embarazo siendo una transformada sin que hubiese habido ningún problema durante las transformaciones.—Sabes que te tendré controlada, Milita, no debes temer nada.A aquellas alturas, Pablo ya ni siquiera le había preguntado por la decisión que ella quería tomar respecto a a
Cuatro días para la luna llena.Daniel cogió la jeringuilla con tapón que le tendía Pablo y la colocó con cuidado en el bolsillo trasero de su pantalón, con la boquilla hacia arriba.Milita le sujetó el rostro entre sus pequeñas manos y le dejó un beso sobre los labios.—Estaré de vuelta en seguida.Era primera hora de la mañana. Pablo observó partir a Daniel y una angustia le apretó el pecho, no se le pasaría hasta que el chico volviese. Después de tantos años, estar tan cerca de la solución y no saber cómo podía terminar todo era algo que le hacía perder los nervios. Se pasó una mano sobre los ojos y recogió a Milita pasándola un brazo sobre los hombros mientras miraban a Daniel marchar.La Colonia estaba triste, apenas habitada por los cachorros, Raquel, Nuria y un puñado de
Daniel se adentró en la cueva hasta el espacio que su padre ocupaba como dormitorio. Ezequiel estaba sentado en una de las mesas que habían instalado y levantó la cabeza al olerle.—¿Qué haces aquí?A Daniel se le congeló la sonrisa en el rostro.—Yo también me alegro de verle, padre.Ezequiel hizo caso omiso. Tenía el muñón sobre la mesa y a Daniel se le iba la vista hacia él. A su mente acudieron las palabras del doctor, “esto no era lo que Valdius quería que pasara” Pero Valdius tampoco había actuado bien, él había rechazado al resto de transformados como hijos y sólo había reconocido a Ezequiel como tal. Sangre de su sangre, ahora Ezequiel también miraba solo para los suyos y Daniel ni siquiera tenía claro quiénes entraban en esa categoría. ¿A cuántos considerar&
Daniel salió de la estancia en la que se encontraba su padre para ir a la habitación en la que Valdius agonizaba y se dio de bruces con Ibrahim que llevaba un plato con una especie de papilla. Daniel miró el plato mientras Ibrahim se lo ponía bajo las narices.—Al viejo cada vez le cuesta más comer.Daniel tendió una mano y le quitó el plato.—Yo se lo daré, quiero verle antes de volver a La Colonia.Ibrahim pareció aliviado y se largó sin protestar. Daniel se preguntaba si sentiría algo hacia Valdius. A fin de cuentas, todos aquellos hombres que ejercían de soldados para Ezequiel eran también hijos de Valdius.Daniel cogió una de las linternas que había sobre una roca a la entrada del pasillo que llevaba a la habitación de su abuelo. Era la única zona de la cueva que mantenían en absoluta oscuridad porque parec&
Daniel introdujo la aguja en el abdomen de Martín y luego empujó el líquido a su interior con el émbolo de la jeringuilla. Cuando este hizo tope esperó unos segundos y luego extrajo la aguja con suavidad.Martín contempló el pequeño pinchazo al tiempo que este comenzaba a menguar hasta desaparecer de su vista.Todos se quedaron en silencio, como si esperaran algún tipo de reacción en el cuerpo de Martín, pero no sucedió nada. El muchacho se bajó la camiseta.—Sólo habrá una forma de saber si esto ha funcionado.Daniel asintió con la cabeza.—Estoy seguro de que el doctor no se equivoca —volvió a meter la aguja en el plástico y esta y la jeringuilla de nuevo en el bolsillo de sus tejanos —. Ahora decidme qué era eso de lo que hablabais.Martín no parecía muy convencido.
Nuria entró en el laboratorio buscando a Pablo. Necesitaba hablar con él. Estaba un poco conmocionada con lo que acababa de ver.La sala estaba sola, pero Pablo debía estar en la cabaña, porque su chaqueta estaba colgada del respaldo de una de las sillas.Sobre una de las mesas tenía distinto material extendido. Nuria se acercó y miró por encima. Se abrazó a sí misma y luego recogió varias pipetas sobre las que el doctor tenía colocado un papel indicando “para refrigerar”.Abrió la puerta del pequeño aparato de enfriar y las hizo un hueco.Sus ojos se detuvieron sobre otra pipeta. La giró y leyó el número, sabía bien qué era aquello.Pablo entró en el laboratorio y Nuria se volvió dando un pequeño saltito. Pablo sonrió.—Lo siento, ¿te he asustado?—Un
Daniel se echó hacia atrás para resguardarse tras la puerta cuando escuchó los pasos que avanzaban hacia la misma. La madre de Jandro salió del cuarto sin mirar atrás, y Daniel agradeció que ninguno de ellos fuera un transformado, porque de ser así haría tiempo que le habrían olido.Esperó unos segundos, controló el ritmo de su corazón, alterado con la noticia que había recibido en la cueva y con el nuevo descubrimiento que acababa de hacer, y entró en la sala.Pablo se levantó de la silla en la que había tomado asiento, frente a un microscopio, al irse Nuria.—¡Daniel! —abrazó al muchacho. Para él era como una pequeña incógnita el saber si iba a regresar cada vez que le despedía en La Colonia — ¿Cómo ha ido, muchacho?—Está hecho.El rostro de Daniel es
Mañana del día de la noche de luna llena.Las manos de Raúl y Angélica se entrelazaron. Estaban en la cama que habían trasladado a otra de las habitaciones libres de la cabaña en cuanto se habían declarado pareja oficialmente.Sus ojos se encontraron. Sus labios se unieron.—Esta noche cualquiera de nosotros puede transformarse —dijo Angélica.—Esta noche puede ser una de las últimas que seamos inmortales.Angélica sonrió.—¿Tú te sientes así?—Yo me sentiré así siempre si tú te quedas conmigo.Mudarse de habitación no les había liberado solo a ellos. Milita y Daniel se habían quedado con la otra. Ellos también estaban despiertos. Milita cogía la mano de Daniel y la apoyaba emocionada sobre su vientre. El muchacho sintió cómo la piel