Kereem sentía una mezcla de emociones que lo invadía: ira, frustración, pero también una profunda preocupación por la mujer que había compartido su vida durante tantos años. Sin embargo, sabía que esta conversación sería difícil, llena de palabras no dichas y heridas que aún no habían sanado, ni sanarían nunca.Kereem se acercó con cautela, sabiendo que cualquier palabra mal dicha podría desencadenar una explosión de emociones.—Sanem… Necesitamos hablar.Sanem levantó la mirada, sus ojos brillaban con una intensidad peligrosa mientras lo miraba fijamente.—¿Qué sucedió con Tara? —preguntó con voz temblorosa, apenas conteniendo la furia que la consumía—. ¿Qué castigo hay para ella?Kereem se sentó a su lado, tomando sus manos con suavidad, pero Sanem las apartó bruscamente.—No me toques… —murmuró, apartándose de él—. No después de llevarme la contraria y llevarte a Zahar de aquí…—Es lo mejor para los dos…—O para ti…—Sanem… ya para, de verdad… aún tenemos tiempo para solucionar muc
El silencio se extendió entre ellos, cargado de tensiones y emociones reprimidas que se negaban a salir a la superficie. Zahar sintió la intensidad de la mirada de Kereem sobre ella, como si estuviera escudriñando cada parte de su ser en busca de respuestas que ni siquiera ella misma podía ofrecer.Y era cierto, no tenía una sola palabra por decir, ni cómo actuar. Estaba impactada, sacada de su forma, con lo que Kereem acababa de decirle, mientras en su estómago sentía un calor que nunca experimentó.Tampoco es que podía descifrar que “era” lo que existía en ellos, a ella solo la habían hecho vivir para ejecutar un plan. Para despertar su lado sexual y para ser el arma de su padre contra una monarquía que quería destruir.No más de eso…No podía hacer preguntas, no sabía cómo actuar ahora, lo único que sabía hacer era complacer sexualmente al hombre que tenía frente a ella, pero viendo sus ojos en este instante, sabía que él no estaba buscando sexo en lo absoluto y se sintió perdida.
Kereem parpadeó varias veces sintiendo como su anatomía palpitaba y se restregó los ojos rápidamente.Él, junto a Zahar estaba en la cama totalmente desnudos, mientras ella tenía sus piernas enredadas en las de él.Se giró un poco para tomar su teléfono que estaba en silencio, y comprobó que eran las ocho de la mañana. Se sentó de golpe y deslizó su dedo para ver al menos veinte llamadas de Sanem y otras más de Naim.Le envió un mensaje rápidamente a Asad para saber si había pasado, pero su jefe de seguridad, le dijo que todo estaba bien, y aunque vio los mensajes de Sanem no abrió ninguno.Estaba colocando el móvil en la mesa, cuando sintió que Zahar se movió, y se levantó rápidamente.—Me quedé dormida…—¿Tienes alguna cita? —no supo por qué le sonrió y Zahar imitó su gesto.—¿Quieres comer algo antes de irte…? —Kereem alzó la ceja.—¿Cocinas?Ella había tenido que aprender hacer de todo.—No mucho… —mintió—. Si quieres puede bañarte y yo prepararé el desayuno antes de que te vayas.
Kereem miró al hombre que de ante mano ya estaba golpeado, y metió las manos que le picaban en los bolsillos.—Tienes unos minutos… pero antes necesito que sepas, que no me importa si es mujer o niño… adulto o anciano… toda tu familia se irá al infierno…La mandíbula del hombre tembló, mientras los hilos de sangre salían de su boca.—Yo… nunca podré darle un nombre señor… quien está detrás de esto, nunca se da a conocer… nosotros solo actuamos por mensajeros, y esto que hicimos… —el hombre lloriqueó—. Fue para no ver morir a otro integrante de mi familia…Kereem sonrió y se agachó para ver su rostro de cerca.—Estás gastando tu tiempo pensando que voy a verte como una víctima… dime el nombre del mensajero… —El hombre respiró agitado y negó.—Nunca lo sé, señor… por favor, deje a mi hija… ella solo fue obligada por mí, somos inocentes.A Kereem le hirvió la sangre a tal punto que se levantó para golpear su rostro tantas veces hasta que sus nudillos ardieron.—Señor… si lo mata… no pode
Sanem caminó de aquí allá y luego se detuvo cuando la puerta de su habitación fue abierta.Sus ojos se fueron a los de Kereem y ella soltó el aliento.—¿A qué hora sale tu vuelo? —Kereem se quitó su reloj de pulsera y luego la miró.—Ocho de la mañana…Él pasó por su lado y Sanem lo haló de la camisa.—Hablemos… —Kereem asintió lento—. Sé que… todo lo que dije…—Olvídalo Sanem…—No quiero olvidarlo. Tú… nunca fuiste así conmigo, siempre fuiste comprensivo conmigo, muy protector. Lo que me han hecho, tan poco es tu culpa…Los ojos de Kereem se enrojecieron.—Incluso si tengo que destruir todo este palacio… te vengaré, Sanem…Sanem apretó su mandíbula y se arrojó a sus brazos para abrazarlo.—Ya no puedo retroceder el tiempo, Kereem… los daños colaterales están hechos. Tanto tú como yo… nos estamos dañando, ni siquiera somos los mismos…Kereem vio las lágrimas en el rostro de Sanem y pasó un trago amargo. Se acercó a ella lentamente y tomó su rostro en una sola mano.—Sanem… —él puso su
Zahar escuchó el teléfono de aquella suite a las once de la noche, y aunque estaba en el balcón con la piel helada, frunció el ceño y dejó caer la llamada. Sin embargo, quien estaba detrás, volvió a insistir.Descalza caminó rumbo al teléfono en la mitad de la suite y se puso delante del aparato, para tomarlo y colocárselo en la oreja.—¿Sí?—Señorita Zahar… vuelva a alistar su maleta… mañana, a primera hora, la recogeremos en la suite…Zahar frunció el ceño y abrió la boca.—¿A dónde iré?El silencio se prolongó por un momento, pero pronto ella lo escuchó:—Irá con el Emir a Estados Unidos… —y aunque Zahar sintió que el corazón le latió en la misma boca, cuando ella soltó el aire, y los tonos de la llamada finalizada se mezclaron con sus nervios.Ella pudo reconocer sus manos temblando y colgando el teléfono en la pared, y como no se movió por mucho tiempo.Sintió cómo su cuerpo se puso recto, y su piel se encogió de solo pensarlo.Y literalmente no durmió en toda la noche.La llamad
Las horas pasaron en un borrón de dolor y confusión. Sanem apenas era consciente de las voces que llegaban hasta ella, las preguntas y preocupaciones de quienes la rodeaban. Todo parecía distante, como si estuviera observando su propia vida desde lejos.Finalmente, se volvió a levantar y se colocó una bata encima, y caminó por el palacio, notando que eran las diez de la noche. Le ardía la mano, pero fue hasta el espacio favorito de Kereem y se sirvió un trago.—¿Necesitas algo, Sanem? —Sanem se giró de golpe para ver a Naim de pie, y fue cuando él vio la venda llena de sangre y un vaso lleno de licor en sus manos cuando frunció el ceño—. No puedes… estás tomando antibióticos…—Que se jodan todos… no tomaré una pastilla más en mi vida, Naim…Naim se metió las manos en los bolsillos, y bajó la mirada a su vestimenta.—No deberías… —Sanem tomó un trago largo y rio. Pero algunas gotas cayeron de su boca.—¿Deber? Estoy harta del deber, Naim… de hecho mi esposo ya pasó las reglas… ¿Por qué
Sanem observó a Naim en el acto, y algo se transformó en ella. Aquellos ojos que lloraban, ahora se volvieron ardientes por saciar su dolor, y porque otro también sufriera con ella.Esta vez ella dio el paso hacia él, tomó de su vaso todo lo que pudo y puso su aire encima de su rostro, hasta que ninguno supo quién besó al otro ni inició la situación.Sus labios se encontraron en un beso cargado de urgencia y anhelo. Fue como si un fuego se encendiera dentro de ellos, consumiendo cualquier barrera que pudiera haber existido entre ellos. Los besos se volvieron más profundos, más desesperados, como si estuvieran buscando refugio el uno en el otro.Ambos caminaron empujándose y sacándose la ropa, y luego él la detuvo de forma rápida.—No aquí…Ella se agitó, estaba entre huir o sumergirse en la situación, pero se dejó arrastrar por la mano de Naim cunando la condujo a los pasillos del palacio.Caminaron tan rápido que pudieron y Sanem abrió los ojos en medio de su mareo y debilidad cuando