CAPÍTULO 55

Sanem observó a Naim en el acto, y algo se transformó en ella. Aquellos ojos que lloraban, ahora se volvieron ardientes por saciar su dolor, y porque otro también sufriera con ella.

Esta vez ella dio el paso hacia él, tomó de su vaso todo lo que pudo y puso su aire encima de su rostro, hasta que ninguno supo quién besó al otro ni inició la situación.

Sus labios se encontraron en un beso cargado de urgencia y anhelo. Fue como si un fuego se encendiera dentro de ellos, consumiendo cualquier barrera que pudiera haber existido entre ellos. Los besos se volvieron más profundos, más desesperados, como si estuvieran buscando refugio el uno en el otro.

Ambos caminaron empujándose y sacándose la ropa, y luego él la detuvo de forma rápida.

—No aquí…

Ella se agitó, estaba entre huir o sumergirse en la situación, pero se dejó arrastrar por la mano de Naim cunando la condujo a los pasillos del palacio.

Caminaron tan rápido que pudieron y Sanem abrió los ojos en medio de su mareo y debilidad cuando
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