CAPÍTULO 60
Sanem miró su propio teléfono y lo apretó.

Por más que quería calmarse, ella no lo intentaba ni una vez, y decir que Kereem y ella ya tenían un mundo entre ellos, era quedarse corto.

Sus manos temblaron con fuerza y luego tiró el teléfono contra la pared viendo cómo se hizo añicos. Su impotencia crecía cada nada, y no le ayudaba la actitud de Kereem.

Ella salió de la habitación caminando muy rápido por el palacio y fue directo al punto que quería llegar.

El despacho presidencial estaba lleno de guardias, y ni siquiera tocó para entrar cuando notó que Naim alzaba la cabeza.

—Necesito un momento… —Naim dejó de teclear en su laptop y miró a los hombres que estaban allí.

De hecho, el secretario de Kereem salió, mientras ella trataba de calmar su agitación.

—Buenos días… Sanem… casi tardes… —Sanem levantó la barbilla y caminó hacia él al saber que habían cerrado la puerta.

Ni siquiera habló, no medió palabra cuando se puso delante de él, mientras Naim la veía con lujuria.

—Yo… —Naim se leva
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