Zahar…A veces me preguntaba si todo esto se trataba de una maldición. Me preguntaba si yo realmente tenía un sello que iba por allí destruyendo vidas, o si simplemente este era mi destino y el destino de los que decidía amar.Lidia nunca se movió, aunque le imploré. Las ambulancias y los paramédicos llegaron 15 minutos después de que los encontramos, pero luego de que examinaron su cuerpo, se hizo presente la policía, para decir que iban a entrar en un proceso de identificación.Teníamos horas en las declaraciones, y en última instancia, ya estaban comunicándose con la familia, para decirles que ella había muerto. Sin embargo, la explicación del asesinato se las darían en persona. Y eso me estaba matando lentamente.—Ana —parpadeé de forma lenta cuando Víctor me ofreció un café. Sabía que estaba caliente, porque podía ver el humo frente a mis ojos, pero mi estómago estaba completamente cerrado.Estaba segura de que no podía pasarme ni una gota de agua.—Gracias —mi voz apenas se escu
Kereem…Kereem miró el móvil y lo apretó solo para estrellarlo contra la pared. Se sentía tan asfixiado, que, por más que lo intentaba controlar, no podía estar tranquilo.Tenía tanta necesidad de hablar con ella, explicarle lo que estaba pasando, pero aun su cuerpo no se movía.Quería solucionar el tema de Lidia. No podía imaginar cómo estaba Zahar, ella le había hablado de esa mujer infinidad de veces, y que la hubiesen asesinado, era un golpe demasiado bajo.Era evidente que fue el último paso de Bakir, y, por si fuera poco, no era lo peor del todo.—Señor, esta es la nota que Samir le quitó a Zahar de las manos —vi el teléfono, y la imagen.Era muy claro, le estaban demostrando a ella que el involucrarse conmigo había sido su peor decisión.Asentí quitándome el botón de garganta, y simplemente me senté.Hace unas horas había decidido acompañar a los militares a una zona de conflicto, pero el correo sobre la prueba genética, lo cambiaba todo.—Nadie sale del palacio, Asad, y llevab
Kereem…Sanem detuvo todo su temblor por un tiempo determinado, sus ojos ya no tenían lágrimas y su boca ya no temblaba. Lo único que podía escuchar de ella era su respiración, que no era continua. Ella soltaba el aire, lo retenía y lo volvía a botar mientras me miraba con los ojos muy abiertos.—¿Qué? —intentaba pasar los tragos, podía ver su garganta—. Eso… eso no… no puede ser cierto.Mi mirada estaba fija en sus ojos y luego me despegué de su cuerpo solo para masajear mi sien.—¿Quieres saber cómo lo sé? Porque es el mismo Naim quien mandó a cambiar las muestras. Él desea que este hijo sea suyo y que tú seas la madre. Él planeó esto, y solo llegué a esta conclusión, porque estuve detrás de sus hombres, y detrás de ti por meses y meses.Sanem abrió la boca para responder, pero nada salió de ella. Parecía que su mente estaba en caos insoportable y lo único que hacía era negar.—No… —negó con la cabeza—. No… no…—Oh, claro que sí —la interrumpí con una sonrisa fría—. Y es simple de e
Zahar…Víctor se sirvió un trago, y luego otro, y luego otro, hasta que al final lo vi soltar el aire varias veces. Teníamos minutos en silencio y le llevó un tiempo volver a estabilizarse.Sus manos se restregaron por su cara y luego se sentó en definitiva frente a mí, mientras en sus ojos parecía desatarse una tormenta oscura. Y su mirada, era otra cosa.—¿Zahar? —asentí de forma lenta—. ¿Dónde está tu familia? La verdadera.Negué todas las veces.—No tengo una. Fui un arma para mi padre, y las cosas se complicaron para él, punto final.—Es una locura —él volvió a negar y alzó la mirada para mirarme. Tenía atisbos en su mirada de mirarme como si fuera un monstruo. Tal vez lo era. Tal vez lo que me quedaba de alma estaba tan manchada que ya no podía distinguirse del barro—. Por supuesto, no podías ser Ana.Tragué saliva, firme.—Es muy sutil para mí.—Te condenas mucho.—¿De verdad? —Contraataqué—. Mírame. Soy la razón por la que Lidia murió. Soy…Él alzó la palma.—Solo veo a una ni
Kereem…La sala estaba tenuemente iluminada por lámparas, y el mapa del reino cubría casi toda la pared del fondo. Una mesa larga se extendía con precisión quirúrgica al centro, rodeada por los comandantes de cada escuadrón. Todos tenían los ojos fijos en mí, esperando una orden, una señal, cualquier palabra que les diera certeza.Asad estaba a mi derecha. Se mantenía recto, con el mentón alto, pero sus ojos no dejaban de moverse, calculando, anticipando.—Lo haremos al amanecer —dije con firmeza, señalando la zona del desierto donde era el punto más rojo—. Sabemos que han desplazado parte de sus hombres al límite de la frontera, lo que significa que la Casa Roja está menos protegida. Vamos a usar eso.No di un nombre, en este punto, solo Asad y yo teníamos el nombre en el pensamiento, y hablarlo públicamente, correría la voz hasta Naim, y no es que pensara que posiblemente tendríamos un traidor en las cabezas, pero podía tener una posibilidad.Si lo pasábamos a las cabezas de los esc
Zahar…El rugido del avión parecía querer tragarse mi corazón. Afuera, la oscuridad era espesa, como si la noche hubiese decidido cubrir de luto mi regreso. Pero mis pensamientos no estaban en el cielo, ni en el arma que tenía asegurada en mi muslo. Estaban en él. Kereem. No lo había visto en semanas. No había tocado su voz, ni sentido su furia, ni su fuego. Y, sin embargo, cada célula de mi cuerpo gritaba su nombre como si él fuera el oxígeno que me faltaba. —Treinta minutos —dijo uno de los hombres al mando—. Coordinadas en curso y aterrizaje, llegaremos a las 5:30 am.Me concentré en las imágenes mentales: los mapas que había estudiado.Tenía que ser rápida. Precisa. Invisible. Y, aun así, hacerle saber que estaba ahí dondequiera que estuviera. Me ajusté el auricular, y rezaba por escuchar la voz de Asad, que era la principal voz de mando en todo este plan, y allí sabría en qué lugar se encontraban ellos.Cuando aterrizamos, no hubo tiempo para contemplaciones. Descendimos
Zahar…—Destino confirmado —dijo Asad, sin apartar la vista del monitor táctico—. Tres kilómetros al este, el subterráneo inicia allí. Bajo la arena.Nos faltaban solo tres kilómetros, y eso era cuestión de dos minutos o tres a esta velocidad. Mi cuerpo vibraba, pero no era solo por lo que estaba a punto de suceder. La mirada de Kereem sobre mí, era el motivo.Tenía que abrir la boca, para no estancar el aire, y de alguna manera no estaba midiendo la magnitud.—Todo el que se encuentre abajo, es enemigo. No importa a quién vean, todos son objetivos.Parpadeé lentamente cuando Asad dijo eso por el micrófono, y me pregunté qué rostros vería allí abajo.Las camionetas frenaron en seco y no me quedó un espacio de segundos para preguntarle algo a Kereem. No había tiempo, y por lo que las conexiones hablaban, pelotones dirigiéndose aquí con rapidez.Bajamos con precisión. No había tiempo para respirar, solo avanzar, y apreté el arma larga cuando las manos me sudaron.—Formación en abanico.
Zahar…La sangre zumbó en mis oídos con el estallido y esta vez toqué mis costillas.No veía nada. Solo humo, gritos distorsionados, y el crujido seco de los disparos. Milo estaba a mi lado, estaba gritando, pero no podía oír nada. El caos era demasiado, y estaba tratando de levantarme cuando escuché por el auricular.—Salgan de allí, ahora… —No sé quién estaba al mando ahora, pero era la nueva orden.—Milo…—¡Debemos salir! No hay nadie aquí, escucha, salieron por otro lado. Los demás soldados están en persecución.Mis ojos se abrieron cuando una cantidad de hombres corrió, y eso solo indicaba que había explosivos por todas partes, y que este lugar prontamente quedaría reducido a la nada.Me levanté tambaleando. Corrí. Sin plan. Sin mapa. Solo con la intuición de que a esto le quedaba muy poco tiempo. Me dolía el cuerpo cuando me levanté, y fui detrás de Milo todo el tiempo, incluso cuando cada paso era un castigo.Las botas me pesaban. El aire quemaba, además de que el tiempo esta