Zahar escuchó el teléfono de aquella suite a las once de la noche, y aunque estaba en el balcón con la piel helada, frunció el ceño y dejó caer la llamada. Sin embargo, quien estaba detrás, volvió a insistir.Descalza caminó rumbo al teléfono en la mitad de la suite y se puso delante del aparato, para tomarlo y colocárselo en la oreja.—¿Sí?—Señorita Zahar… vuelva a alistar su maleta… mañana, a primera hora, la recogeremos en la suite…Zahar frunció el ceño y abrió la boca.—¿A dónde iré?El silencio se prolongó por un momento, pero pronto ella lo escuchó:—Irá con el Emir a Estados Unidos… —y aunque Zahar sintió que el corazón le latió en la misma boca, cuando ella soltó el aire, y los tonos de la llamada finalizada se mezclaron con sus nervios.Ella pudo reconocer sus manos temblando y colgando el teléfono en la pared, y como no se movió por mucho tiempo.Sintió cómo su cuerpo se puso recto, y su piel se encogió de solo pensarlo.Y literalmente no durmió en toda la noche.La llamad
Las horas pasaron en un borrón de dolor y confusión. Sanem apenas era consciente de las voces que llegaban hasta ella, las preguntas y preocupaciones de quienes la rodeaban. Todo parecía distante, como si estuviera observando su propia vida desde lejos.Finalmente, se volvió a levantar y se colocó una bata encima, y caminó por el palacio, notando que eran las diez de la noche. Le ardía la mano, pero fue hasta el espacio favorito de Kereem y se sirvió un trago.—¿Necesitas algo, Sanem? —Sanem se giró de golpe para ver a Naim de pie, y fue cuando él vio la venda llena de sangre y un vaso lleno de licor en sus manos cuando frunció el ceño—. No puedes… estás tomando antibióticos…—Que se jodan todos… no tomaré una pastilla más en mi vida, Naim…Naim se metió las manos en los bolsillos, y bajó la mirada a su vestimenta.—No deberías… —Sanem tomó un trago largo y rio. Pero algunas gotas cayeron de su boca.—¿Deber? Estoy harta del deber, Naim… de hecho mi esposo ya pasó las reglas… ¿Por qué
Sanem observó a Naim en el acto, y algo se transformó en ella. Aquellos ojos que lloraban, ahora se volvieron ardientes por saciar su dolor, y porque otro también sufriera con ella.Esta vez ella dio el paso hacia él, tomó de su vaso todo lo que pudo y puso su aire encima de su rostro, hasta que ninguno supo quién besó al otro ni inició la situación.Sus labios se encontraron en un beso cargado de urgencia y anhelo. Fue como si un fuego se encendiera dentro de ellos, consumiendo cualquier barrera que pudiera haber existido entre ellos. Los besos se volvieron más profundos, más desesperados, como si estuvieran buscando refugio el uno en el otro.Ambos caminaron empujándose y sacándose la ropa, y luego él la detuvo de forma rápida.—No aquí…Ella se agitó, estaba entre huir o sumergirse en la situación, pero se dejó arrastrar por la mano de Naim cunando la condujo a los pasillos del palacio.Caminaron tan rápido que pudieron y Sanem abrió los ojos en medio de su mareo y debilidad cuando
Los primeros rayos de sol se filtraban por las cortinas entreabiertas, iluminando la habitación con una luz suave y dorada, mientras Sanem apretó los ojos y trató de parpadear.Ella se removió un poco, despertó lentamente, y luego giró con cautela en la cama, tratando de no perturbar el silencio que reinaba en la habitación. Pero al hacerlo, su corazón se detuvo por un momento al darse cuenta de que Naim seguía acostado a su lado, respirando tranquilamente con un ligero fruncimiento en el ceño.De forma abrupta se sentó tapando su cuerpo con la sábana blanca mientras su corazón le latió como un martillo.El tintineo en su cabeza la sobrepasó, y rápidamente sintió el peso de la realidad, aplastándola mientras las imágenes de la noche anterior se agolpaban en su mente.El remordimiento la golpeó con fuerza, haciéndola sentir como si estuviera cargando el peso del mundo sobre sus hombros. Se levantó con cuidado, tratando de no despertar a Naim, y se envolvió en la sábana mientras sus pen
—¿Está todo bien? —Kereem parpadeó rápidamente mirando a Emré mientras ambos estaban sentados en una sala amplia, en uno de los edificios más grandes de Nueva York.Solo faltaban minutos para que se pudieran reunir con toda la cámara estadounidense y con el mismísimo presidente.—Si… —Kereem se rascó los ojos restándole importancia.Solo había dormido horas, y las imágenes de Zahar en su cabeza pasaban a milisegundos a cada nada sin poder quitárselas a cada momento.—Pareces cansado… ¿Sabes que he intentado comunicarme con Naim y no contesta?Kereem volvió a observar a Emré.—Puede que tenga muchas cosas, ahora que estoy aquí se le doblegará el trabajo en el palacio… —Emré asintió, pero prontamente los hombres de la reunión entraron, y ellos se pusieron de pie, para comenzar con las formalidades.Zahar colgó el teléfono de la suite y frunció el ceño cuando le anunciaron que, por la noche, saldría con el Emir a una cena.Se movió directo a la panorámica frente a ella, que la alucinaba
—¿Quieres ir a cenar? Creo que esta reunión fue demasiada… —Kereem negó hacia Emré.—No… tengo asuntos.—¿asuntos? —Kereem se giró hacia Emré.—¿No tienes dónde quedarte acaso?—Claro que sí, hermano, pero…—Pero qué, Emré… ¿Qué quieres saber? —Emré se puso serio y Asad estaba alerta cuando ambos estaban en el sótano mientras sus hombres estaban alrededor.—¿Ella está aquí? ¿Contigo? —Kereem achicó los ojos.—Está conmigo… si…Emré tomó el aire, abrió la boca, pero la volvió a cerrar.—Kereem…—No puedo ahora Emré… debo irme… —Asada le abrió el auto a Kereem y Emré se quedó de pie mirándolo hasta que él le bajó el vidrio.—Mándale los reportes a Naim. Dile que dentro de esta semana estaremos en reuniones importantes y cuando lleguemos a Riad, debe estar todo listo para los comisionados de Estados Unidos…Emré asintió lento, y caminó hacia otro auto, mientras un guardia se encargó de él.Kereem esperó que el auto de Emré saliera primero del sótano y luego le ordenó a Asad ir al lugar q
Kereem pasó un trago y deslizó su otra mano por sus curvas para llegar al muslo desnudo. Bajó la boca a la de Zahar y se la abrió con los dedos, para meter su lengua en ella.Sus besos siempre eran urgidos, pero altamente satisfactorios. Aunque Kereem empleara la rudeza, la profundidad de su acto, sacaba a Zahar del mundo.Y aunque ella no estaba preparada para interrumpir el beso, fue Kereem quien se despegó y se apartó de ella, haciéndole fruncir el ceño.Zahar se giró viendo cómo él se apresuró a llegar a la entrada, y literalmente él fue quien cerró todas las entradas a su sitio privado. Luego de eso, lo vio caminar hacia ella, que literalmente la suspendió en el aire, y luego la sentó en la gran mesa decorada con flores y candelabros de lujo.—Kereem…—Sí… hazlo… gime por mí… —Zahar sentía que se le iba a salir el alma cuando las manos de Kereem viajaron a sus piernas desnudas por la posición y metió las manos para quitarle su ropa interior.Él tomó la prenda en su puño, la apret
Sanem miró su propio teléfono y lo apretó.Por más que quería calmarse, ella no lo intentaba ni una vez, y decir que Kereem y ella ya tenían un mundo entre ellos, era quedarse corto.Sus manos temblaron con fuerza y luego tiró el teléfono contra la pared viendo cómo se hizo añicos. Su impotencia crecía cada nada, y no le ayudaba la actitud de Kereem.Ella salió de la habitación caminando muy rápido por el palacio y fue directo al punto que quería llegar.El despacho presidencial estaba lleno de guardias, y ni siquiera tocó para entrar cuando notó que Naim alzaba la cabeza.—Necesito un momento… —Naim dejó de teclear en su laptop y miró a los hombres que estaban allí.De hecho, el secretario de Kereem salió, mientras ella trataba de calmar su agitación.—Buenos días… Sanem… casi tardes… —Sanem levantó la barbilla y caminó hacia él al saber que habían cerrado la puerta.Ni siquiera habló, no medió palabra cuando se puso delante de él, mientras Naim la veía con lujuria.—Yo… —Naim se leva