—Señor Abdalá, me presento, soy el médico que está frente al caso de la señora Sanem.Sanem estaba sentada en la habitación en Chicago, mientras que Kereem estaba en su oficina frente a su laptop, en la videollamada, que tanto había esperado.—Un gusto, doctor.El médico tomó un respiro y miró la pantalla.—Me gustaría que tomara un tiempo, hay muchas cosas en las que me gustaría hablar con la señora y usted… —Kereem frunció el ceño.—¿Qué está sucediendo?—Se trata de los análisis, tenemos algunos resultados, pero no me parece profesional hablar con ustedes a través de una pantalla ante un asunto como este.Kereem pasó un trago, podía ver el rostro de Sanem, ella se veía totalmente alarmada.—No, doctor, mi esposo no puede, de hecho…—Iré… —Kereem la cortó—. Si usted dice que es un asunto delicado, viajaré esta misma noche, tal vez podamos hablar mañana en la mañana después de mi llegada.El médico asintió relajándose un poco y pidió una disculpa.—Realmente podría decírselo por aquí
El impacto de las palabras del médico reverberó en la habitación con una intensidad que dejaba el aire cargado de tensión y desesperación. Kereem, con la mirada endurecida por la furia y el miedo, se volvió hacia Sanem, cuyas lágrimas ahora fluían libremente, marcando ríos de angustia en su rostro. La incredulidad y el horror se entrelazaban en sus expresiones mientras asimilaban la cruel realidad de que alguien había estado atentando contra la vida de Sanem de la manera más vil y traicionera, y en su propio palacio.En su propia frente…La revelación cayó a él como una losa, pesada y fría, mientras la ira y el desconcierto se entrelazaban en su pecho, creando una tormenta que amenazaba con desbordarse. La idea de que alguien había estado atentando contra su vida, de la persona que él consideraba su todo, gota a gota, era aterradora.—¿Quién haría algo así? ¿Y por qué? —La voz de Sanem temblaba, ella miraba a Kereem como buscando una explicación, pero Kereem apartó la mirada.Su postu
El silencio en la suite era un reflejo palpable del caos interno que Kereem experimentaban. Ahora eran las cinco de la mañana y él permanecía en un sillón frente a Sanem, observándola dormir. Dio una calada a su puro y lo aspiró tanto como pudo. Sanem había llorado horas, ella se había quedo dormida en sus brazos, y aunque ya no escuchaba sus sollozos, sus entrañas podían sentirlos. Nunca había sentido tanta impotencia, nunca se había sentido tan atado como ahora, pero antes de que generara cualquier otro pensamiento en cuanto a cómo iba a actuar, su teléfono se encendió, y el contacto de Naim titiló en la pantalla. Lo tomó en su mano, y se levantó para salir de la habitación. —Hermano… —Kereem… ¿Cómo van? El asistente me informó de tu salida repentina. ¿Está todo bien? La diferencia de hora podía responder a por qué lo estaba llamando a esta hora. —Nada bien. —¿Qué pasó? ¿Se quedarán más tiempo? —En lo absoluto… —Él se fue a la terraza y sintió el aire frío del ambiente—. Un
“Es hora, no va a ver otra oportunidad más que esta”. Zahar observó su móvil analógico y pasó un trago. La única forma de ver a Aziz era ahora que Kereem estaba ausente en el palacio, y el único medio, para salir, era Emré.“Es mejor que no se lo menciones a Naim”. Recordó la mirada de Emré, parecía entender un poco la dinámica entre ellos, pero Zahar estaba contra reloj, y debía usar todo lo que estaba a su alcance para salir un momento del palacio.Después del almuerzo tocaron su puerta, y para cuando la abrió, Emré estaba allí esperando con un tono serio en su rostro.—Se supone que ya voy saliendo a mi reunión. Así que puedes ir conmigo y hacer lo que tienes que hacer, pero lo prometiste… —él la señaló—. Después de esto, tú y yo hablaremos con sinceridad.Zahar asintió lentamente y tomó una chaqueta.—Estoy lista.Emré miró su reloj y caminó con ella por los patios traseros. Ordenó a un chofer hacerse cargo, y la subió sin que nadie se diera cuenta.—Estamos rompiendo muchas reg
Zahar se limpió la boca y restregó las gotas de sangre para quitarlas de sus labios. Miró hacia todas partes, colocando su hiyab en su cabeza y cubriendo su rostro, comenzó a caminar por las ventas de telas, mientras eligió una al azar.—Por favor, deme esa… —La persona que estaba atendiendo quería explicarle la clase de hilos de la que estaba hecha, pero Zahar la interrumpió—. No, solo quiero que me la venda, tengo prisa —La mujer frunció el ceño, aun así, envolvió la tela en la bolsa de papel, mientras Zahar buscó el dinero y le pagó.Rápidamente, se metió entre los mismos callejones para llegar donde estaba el hombre de seguridad, viéndolo fruncir el ceño.—Tenía rato buscándola, señorita, me hubiese metido en problemas… —ella negó, aun cubriendo su rostro, y el guardia abrió la puerta del auto.El aire acondicionado la refrescó de inmediato. Zahar recostó la cabeza en el asiento, y cerró los ojos, sabiendo que el auto estaba andando, alejándose del mercado.En media hora el auto s
Hubo un silencio largo, tenso y denso.Zahar no pudo apartar la mirada de Kereem. Su pelo se veía algo desordenando, y vestía de negro, su sola presencia generaba esa imponencia de siempre, pero en sus ojos, había algo más que rabia.Era como si estuviera decepcionado de ella, y algo se removió en su estómago.—No sabía que llegaban antes… —Emré fue el primero en excusarse, y Zahar pensó que el primero en descontrolarse era Kereem, pero ella estaba muy equivocada de ello.—¿Qué es esto? ¿Cuántas veces te lo tengo que decir, Emré? —Kereem comenzó apretando las palabras, pero algo fue peor que él.Sanem se levantó con furia, ella parecía otra persona, su rostro se veía algo demacrado como si hubiese llorado mucho hasta que llegó a ellos, y si no fuera por Emré que se interpuso, Sanem hubiese sacudido a Zahar.—¡¿Quién te crees?! ¡¿Quién?! —ella incluso estaba gritando. Janna se levantó igual que Naim, y Kereem ante la inminente situación.—Sanem, tranquilizarte… —Janna intentó tomarle e
Kereem caminó por los largos pasillos del palacio con una determinación que oscilaba entre la ira y la resolución. La conversación con Sanem había dejado un sabor amargo en su boca, una mezcla de culpa, frustración y una inesperada claridad sobre lo que necesitaba hacer a continuación…Además, estaba esta sensación que quería matarlo. Sanem estaba en su etapa más dura, y él estaba pensando en Zahar más que en cualquier cosa ahora.No supo cuándo demoró en llegar, pero cuando entró al salón, solo Naim y Janna estaban allí en un silencio sepulcral hasta que él entró.Sus miradas se conectaron como un triángulo. Janna no dijo una sola palabra, pero él sabía que estaba en estado de shock total.—Hermano… —Naim fue el primero en hablar—. Esto tiene que ser una broma…Kereem lo miró serio, y no relajó su expresión dura.—No es una broma, es lo que es…—Pero… ¿Por qué así? —Janna se levantó con cuidado—. ¿Cómo pudiste aceptarlo? Se supone que Sanem es tu vida, Kereem.Kereem soltó el aire y
La garganta de Kereem se secó enseguida y ya sabía lo único que podía saciar esta sed.Odiaba estar en medio de esta situación, sujeto a un deseo insaciable que no podía llenar por más que la tomara una y otra vez.Abrió las piernas de Zahar enseguida, podía sentir su intimidad, humedad y podía oler como el deseo se desprendía de la piel de ambos. Y el que Zahar le comiera la boca a continuación, solo le hizo soltar un gruñido, y sin ninguna espera desabrochó sus pantalones, y sí, se hundió en ella con fuerza, comiéndose su gruñido, y sacudiendo su lengua contra la de ella, mientras las respiraciones se atascaban en su garganta.Parecía que su cuerpo estaba diseñado para él, parecía que sus toques eran perfectos para ella. Lamió su garganta escuchando el ronroneo de sus cuerdas vocales ante su toque, mientras la embestía una y otra vez, allí de pie.Zahar no dejó de mirarlo, y por un momento sintió que se aferraba a él como su única opción.Zahar se convulsionó. Sus embestidas duras y