Los pasos de Zahar iban detrás de ese cuerpo grande, alto e imponente que ella seguía como hipnotizada.Las luces de los pasillos, más su respiración que intentaba controlar, se mezclaron hasta que vio que Kereem abría la puerta de la misma habitación, de la que se había quedado por la noche con ella.Solo la miró abriendo la puerta y Zahar entró sin un atisbo de duda. Ella únicamente escuchó la puerta cerrarse y luego se giró para verlo apagando las lámparas, y dejando una que alumbraba muy en el fondo de forma tenue.Kereem se quitó la chaqueta mirándola y ella estuvo a punto de sacarse su vestido, cuando su mano grande la detuvo.—No quiero que te desnudes, no ahora, y no por ti… —Zahar dio un paso hacia él para tomar su camisa, pero la mano de Kereem rodeó la suya, acercándose a ella para susurrar—. No quiero que hagas nada.Zahar frunció el ceño y él tomó su mano para llevarla a la zona del baño.Había una tina grande que comenzó a llenar, mientras se desajustaba los botones de s
Al salir de la ducha, Zahar eligió su atuendo con cuidado. Mientras se vestía, su mente repasaba los posibles escenarios de su reunión con Bakir. Sabía que las palabras y sus gestos serían su arma más poderosa y que cada frase debía ser medida y precisa. Antes de salir de la habitación, Zahar se detuvo frente al espejo, observando su reflejo. La mujer que veía ante ella había cambiado un poco, ya no era solo una participante en los juegos de poder y deseo, sino alguien que empezaba a comprender la complejidad de sus propias emociones y las de aquellos que la rodeaban. Janna desayunó con ella y los niños en un ambiente de familia, pero no vio en ningún momento a Kereem. Después de una hora y media, se le informó a Janna que era el momento para salir, y ella despidió a los niños, mientras Zahar envió su último mensaje desde su teléfono analógico. Ya habían elegido un centro comercial, se subieron al auto junto a dos hombres, y dos autos más detrás de ellas. —¿Por dónde comenzamos? —
—Señor Abdalá, me presento, soy el médico que está frente al caso de la señora Sanem.Sanem estaba sentada en la habitación en Chicago, mientras que Kereem estaba en su oficina frente a su laptop, en la videollamada, que tanto había esperado.—Un gusto, doctor.El médico tomó un respiro y miró la pantalla.—Me gustaría que tomara un tiempo, hay muchas cosas en las que me gustaría hablar con la señora y usted… —Kereem frunció el ceño.—¿Qué está sucediendo?—Se trata de los análisis, tenemos algunos resultados, pero no me parece profesional hablar con ustedes a través de una pantalla ante un asunto como este.Kereem pasó un trago, podía ver el rostro de Sanem, ella se veía totalmente alarmada.—No, doctor, mi esposo no puede, de hecho…—Iré… —Kereem la cortó—. Si usted dice que es un asunto delicado, viajaré esta misma noche, tal vez podamos hablar mañana en la mañana después de mi llegada.El médico asintió relajándose un poco y pidió una disculpa.—Realmente podría decírselo por aquí
El impacto de las palabras del médico reverberó en la habitación con una intensidad que dejaba el aire cargado de tensión y desesperación. Kereem, con la mirada endurecida por la furia y el miedo, se volvió hacia Sanem, cuyas lágrimas ahora fluían libremente, marcando ríos de angustia en su rostro. La incredulidad y el horror se entrelazaban en sus expresiones mientras asimilaban la cruel realidad de que alguien había estado atentando contra la vida de Sanem de la manera más vil y traicionera, y en su propio palacio.En su propia frente…La revelación cayó a él como una losa, pesada y fría, mientras la ira y el desconcierto se entrelazaban en su pecho, creando una tormenta que amenazaba con desbordarse. La idea de que alguien había estado atentando contra su vida, de la persona que él consideraba su todo, gota a gota, era aterradora.—¿Quién haría algo así? ¿Y por qué? —La voz de Sanem temblaba, ella miraba a Kereem como buscando una explicación, pero Kereem apartó la mirada.Su postu
El silencio en la suite era un reflejo palpable del caos interno que Kereem experimentaban. Ahora eran las cinco de la mañana y él permanecía en un sillón frente a Sanem, observándola dormir. Dio una calada a su puro y lo aspiró tanto como pudo. Sanem había llorado horas, ella se había quedo dormida en sus brazos, y aunque ya no escuchaba sus sollozos, sus entrañas podían sentirlos. Nunca había sentido tanta impotencia, nunca se había sentido tan atado como ahora, pero antes de que generara cualquier otro pensamiento en cuanto a cómo iba a actuar, su teléfono se encendió, y el contacto de Naim titiló en la pantalla. Lo tomó en su mano, y se levantó para salir de la habitación. —Hermano… —Kereem… ¿Cómo van? El asistente me informó de tu salida repentina. ¿Está todo bien? La diferencia de hora podía responder a por qué lo estaba llamando a esta hora. —Nada bien. —¿Qué pasó? ¿Se quedarán más tiempo? —En lo absoluto… —Él se fue a la terraza y sintió el aire frío del ambiente—. Un
“Es hora, no va a ver otra oportunidad más que esta”. Zahar observó su móvil analógico y pasó un trago. La única forma de ver a Aziz era ahora que Kereem estaba ausente en el palacio, y el único medio, para salir, era Emré.“Es mejor que no se lo menciones a Naim”. Recordó la mirada de Emré, parecía entender un poco la dinámica entre ellos, pero Zahar estaba contra reloj, y debía usar todo lo que estaba a su alcance para salir un momento del palacio.Después del almuerzo tocaron su puerta, y para cuando la abrió, Emré estaba allí esperando con un tono serio en su rostro.—Se supone que ya voy saliendo a mi reunión. Así que puedes ir conmigo y hacer lo que tienes que hacer, pero lo prometiste… —él la señaló—. Después de esto, tú y yo hablaremos con sinceridad.Zahar asintió lentamente y tomó una chaqueta.—Estoy lista.Emré miró su reloj y caminó con ella por los patios traseros. Ordenó a un chofer hacerse cargo, y la subió sin que nadie se diera cuenta.—Estamos rompiendo muchas reg
Zahar se limpió la boca y restregó las gotas de sangre para quitarlas de sus labios. Miró hacia todas partes, colocando su hiyab en su cabeza y cubriendo su rostro, comenzó a caminar por las ventas de telas, mientras eligió una al azar.—Por favor, deme esa… —La persona que estaba atendiendo quería explicarle la clase de hilos de la que estaba hecha, pero Zahar la interrumpió—. No, solo quiero que me la venda, tengo prisa —La mujer frunció el ceño, aun así, envolvió la tela en la bolsa de papel, mientras Zahar buscó el dinero y le pagó.Rápidamente, se metió entre los mismos callejones para llegar donde estaba el hombre de seguridad, viéndolo fruncir el ceño.—Tenía rato buscándola, señorita, me hubiese metido en problemas… —ella negó, aun cubriendo su rostro, y el guardia abrió la puerta del auto.El aire acondicionado la refrescó de inmediato. Zahar recostó la cabeza en el asiento, y cerró los ojos, sabiendo que el auto estaba andando, alejándose del mercado.En media hora el auto s
Hubo un silencio largo, tenso y denso.Zahar no pudo apartar la mirada de Kereem. Su pelo se veía algo desordenando, y vestía de negro, su sola presencia generaba esa imponencia de siempre, pero en sus ojos, había algo más que rabia.Era como si estuviera decepcionado de ella, y algo se removió en su estómago.—No sabía que llegaban antes… —Emré fue el primero en excusarse, y Zahar pensó que el primero en descontrolarse era Kereem, pero ella estaba muy equivocada de ello.—¿Qué es esto? ¿Cuántas veces te lo tengo que decir, Emré? —Kereem comenzó apretando las palabras, pero algo fue peor que él.Sanem se levantó con furia, ella parecía otra persona, su rostro se veía algo demacrado como si hubiese llorado mucho hasta que llegó a ellos, y si no fuera por Emré que se interpuso, Sanem hubiese sacudido a Zahar.—¡¿Quién te crees?! ¡¿Quién?! —ella incluso estaba gritando. Janna se levantó igual que Naim, y Kereem ante la inminente situación.—Sanem, tranquilizarte… —Janna intentó tomarle e