CAPÍTULO 35

Kereem observó cómo Asad salió de su despacho, y comenzó a revisar de nuevo el iPad.

Revisó las fotos de Zahar de niña, y esa foto donde aparecía con su madre.

“Nunca ha tenido buena relación con su padre”.

“Señor, yo solo quiero irme de Arabia, necesito la firma de ustedes”.

Él dejó el aparato en la mesa, se recostó a su sillón, y las llamadas comenzaron a sonar en su teléfono gubernamental, pero él solo tenía la mirada fija en el techo dorado y decorado.

La noche anterior saltó por sus ojos y pasó un trago pesado ante el recuerdo, y lo que eso hacía en su cuerpo. Levantó su móvil marcando al número de Sanem, y ella contestó en el segundo tono.

—¿Cariño?

—¿Saliste?

—No, no aún. Creo que lo haré mañana… ¿Has desayunado…? —Kereem miró la hora.

Once de la mañana.

—No he comido nada, pero lo haré en un momento, estoy ansioso por tus resultados.

—Pronto… ¿Kereem? ¿Está todo bien?

En el momento, los toques en la puerta anunciaron una entrada. Kereem se tensó cuando notó a Emré en la pue
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