Zahar se removió en la cama, y trató de parpadear de forma lenta.Pero cuando ella abrió los ojos y vio la luz entre las persianas, se levantó de golpe.Miró hacia todas partes, entendiendo que no estaba en su habitación, y mirando la hora en su reloj de muñeca, sintió que el pulso se le aceleró.Eran las ocho de la mañana. Algo que nunca sucedía en ella.Se metió en una ducha de forma urgente y cerró sus ojos recordando la noche anterior.“¿Te gusta así?”. Podía recordar los sonidos. Los besos largos, placenteros y rudos, recordó la hora de la última vez que follaron. 4:45 de la mañana.Ella tomó unas toallas, enrolló su largo cabello y luego se puso delante del espejo mirando su cuerpo. En su pecho había marcas viejas y marcas muy recientes. Acercándose, se fijó en sus muslos.Sus dedos temblaron un poco. Cada vez que estaba con este hombre, sus orgasmos llegaban a un nivel diferente, y a veces cuando sus ojos se quedaban en los de él, esto que había comenzado como una pequeñés, se
Kereem observó cómo Asad salió de su despacho, y comenzó a revisar de nuevo el iPad.Revisó las fotos de Zahar de niña, y esa foto donde aparecía con su madre.“Nunca ha tenido buena relación con su padre”. “Señor, yo solo quiero irme de Arabia, necesito la firma de ustedes”. Él dejó el aparato en la mesa, se recostó a su sillón, y las llamadas comenzaron a sonar en su teléfono gubernamental, pero él solo tenía la mirada fija en el techo dorado y decorado.La noche anterior saltó por sus ojos y pasó un trago pesado ante el recuerdo, y lo que eso hacía en su cuerpo. Levantó su móvil marcando al número de Sanem, y ella contestó en el segundo tono.—¿Cariño?—¿Saliste?—No, no aún. Creo que lo haré mañana… ¿Has desayunado…? —Kereem miró la hora.Once de la mañana. —No he comido nada, pero lo haré en un momento, estoy ansioso por tus resultados.—Pronto… ¿Kereem? ¿Está todo bien?En el momento, los toques en la puerta anunciaron una entrada. Kereem se tensó cuando notó a Emré en la pue
Los pasos de Zahar iban detrás de ese cuerpo grande, alto e imponente que ella seguía como hipnotizada.Las luces de los pasillos, más su respiración que intentaba controlar, se mezclaron hasta que vio que Kereem abría la puerta de la misma habitación, de la que se había quedado por la noche con ella.Solo la miró abriendo la puerta y Zahar entró sin un atisbo de duda. Ella únicamente escuchó la puerta cerrarse y luego se giró para verlo apagando las lámparas, y dejando una que alumbraba muy en el fondo de forma tenue.Kereem se quitó la chaqueta mirándola y ella estuvo a punto de sacarse su vestido, cuando su mano grande la detuvo.—No quiero que te desnudes, no ahora, y no por ti… —Zahar dio un paso hacia él para tomar su camisa, pero la mano de Kereem rodeó la suya, acercándose a ella para susurrar—. No quiero que hagas nada.Zahar frunció el ceño y él tomó su mano para llevarla a la zona del baño.Había una tina grande que comenzó a llenar, mientras se desajustaba los botones de s
Al salir de la ducha, Zahar eligió su atuendo con cuidado. Mientras se vestía, su mente repasaba los posibles escenarios de su reunión con Bakir. Sabía que las palabras y sus gestos serían su arma más poderosa y que cada frase debía ser medida y precisa. Antes de salir de la habitación, Zahar se detuvo frente al espejo, observando su reflejo. La mujer que veía ante ella había cambiado un poco, ya no era solo una participante en los juegos de poder y deseo, sino alguien que empezaba a comprender la complejidad de sus propias emociones y las de aquellos que la rodeaban. Janna desayunó con ella y los niños en un ambiente de familia, pero no vio en ningún momento a Kereem. Después de una hora y media, se le informó a Janna que era el momento para salir, y ella despidió a los niños, mientras Zahar envió su último mensaje desde su teléfono analógico. Ya habían elegido un centro comercial, se subieron al auto junto a dos hombres, y dos autos más detrás de ellas. —¿Por dónde comenzamos? —
—Señor Abdalá, me presento, soy el médico que está frente al caso de la señora Sanem.Sanem estaba sentada en la habitación en Chicago, mientras que Kereem estaba en su oficina frente a su laptop, en la videollamada, que tanto había esperado.—Un gusto, doctor.El médico tomó un respiro y miró la pantalla.—Me gustaría que tomara un tiempo, hay muchas cosas en las que me gustaría hablar con la señora y usted… —Kereem frunció el ceño.—¿Qué está sucediendo?—Se trata de los análisis, tenemos algunos resultados, pero no me parece profesional hablar con ustedes a través de una pantalla ante un asunto como este.Kereem pasó un trago, podía ver el rostro de Sanem, ella se veía totalmente alarmada.—No, doctor, mi esposo no puede, de hecho…—Iré… —Kereem la cortó—. Si usted dice que es un asunto delicado, viajaré esta misma noche, tal vez podamos hablar mañana en la mañana después de mi llegada.El médico asintió relajándose un poco y pidió una disculpa.—Realmente podría decírselo por aquí
El impacto de las palabras del médico reverberó en la habitación con una intensidad que dejaba el aire cargado de tensión y desesperación. Kereem, con la mirada endurecida por la furia y el miedo, se volvió hacia Sanem, cuyas lágrimas ahora fluían libremente, marcando ríos de angustia en su rostro. La incredulidad y el horror se entrelazaban en sus expresiones mientras asimilaban la cruel realidad de que alguien había estado atentando contra la vida de Sanem de la manera más vil y traicionera, y en su propio palacio.En su propia frente…La revelación cayó a él como una losa, pesada y fría, mientras la ira y el desconcierto se entrelazaban en su pecho, creando una tormenta que amenazaba con desbordarse. La idea de que alguien había estado atentando contra su vida, de la persona que él consideraba su todo, gota a gota, era aterradora.—¿Quién haría algo así? ¿Y por qué? —La voz de Sanem temblaba, ella miraba a Kereem como buscando una explicación, pero Kereem apartó la mirada.Su postu
El silencio en la suite era un reflejo palpable del caos interno que Kereem experimentaban. Ahora eran las cinco de la mañana y él permanecía en un sillón frente a Sanem, observándola dormir. Dio una calada a su puro y lo aspiró tanto como pudo. Sanem había llorado horas, ella se había quedo dormida en sus brazos, y aunque ya no escuchaba sus sollozos, sus entrañas podían sentirlos. Nunca había sentido tanta impotencia, nunca se había sentido tan atado como ahora, pero antes de que generara cualquier otro pensamiento en cuanto a cómo iba a actuar, su teléfono se encendió, y el contacto de Naim titiló en la pantalla. Lo tomó en su mano, y se levantó para salir de la habitación. —Hermano… —Kereem… ¿Cómo van? El asistente me informó de tu salida repentina. ¿Está todo bien? La diferencia de hora podía responder a por qué lo estaba llamando a esta hora. —Nada bien. —¿Qué pasó? ¿Se quedarán más tiempo? —En lo absoluto… —Él se fue a la terraza y sintió el aire frío del ambiente—. Un
“Es hora, no va a ver otra oportunidad más que esta”. Zahar observó su móvil analógico y pasó un trago. La única forma de ver a Aziz era ahora que Kereem estaba ausente en el palacio, y el único medio, para salir, era Emré.“Es mejor que no se lo menciones a Naim”. Recordó la mirada de Emré, parecía entender un poco la dinámica entre ellos, pero Zahar estaba contra reloj, y debía usar todo lo que estaba a su alcance para salir un momento del palacio.Después del almuerzo tocaron su puerta, y para cuando la abrió, Emré estaba allí esperando con un tono serio en su rostro.—Se supone que ya voy saliendo a mi reunión. Así que puedes ir conmigo y hacer lo que tienes que hacer, pero lo prometiste… —él la señaló—. Después de esto, tú y yo hablaremos con sinceridad.Zahar asintió lentamente y tomó una chaqueta.—Estoy lista.Emré miró su reloj y caminó con ella por los patios traseros. Ordenó a un chofer hacerse cargo, y la subió sin que nadie se diera cuenta.—Estamos rompiendo muchas reg