CAPÍTULO 27

—Recuerda llamar en cuanto llegues, ¿sí? —Kereem tomó a Sanem del rostro y la miró con la preocupación disfrazada de calma—. Nunca salgas sin la seguridad, y trata de mantener a raya a Bahar.

—Oye, te estoy escuchando… —Bahar le sonrió y él negó con una sonrisa en sus labios.

Sanem le dio un beso en la barbilla y lo abrazó.

—Lo haré, no te preocupes tanto. Estaré bien, y tú, por favor, cuida de ti mismo —respondió ella con una mirada significativa—. Come bien, duerme las horas adecuadas. Arabia necesita un Emir fuerte y con la mente clara.

«Imposible», la mente de Kereem gritó, pero asintió rápidamente hacia ella.

—Voy a extrañarte mucho, pero será solo un tiempo breve.

—Lo sé. Pero este palacio no será lo mismo sin ti —Kereem le dio un beso en la frente y, con ese último beso y una mirada cargada de palabras no dichas, abrió la puerta. Sanem se metió en el auto con Bahar, después de que se despidió de todos.

Él dio órdenes precisas a los hombres que viajarían con ellas y ya su asiste
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