—¡Mi niña apresúrate! ¡Ya no podemos tardar más!—¡Oh por Alá! ¡Ya voy!El eco de las explosiones resonaba en la distancia mientras Jazmín se apresuraba a cerrar su maleta. Las manos le temblaban, pero no por el ruido, sino por lo que dejaba atrás. El estrecho departamento en Ramala, que había sido su refugio junto a Omar, ahora se sentía como una cárcel que la obligaba a enfrentar lo perdido.En cada esquina, los recuerdos estaban presentes: las risas compartidas, las caricias furtivas y los sueños que, aunque pequeños, habían sido todo para ellos.Dos años de matrimonio, y la guerra había destruido más que edificios.Se había llevado a su esposo, Omar, y con él, el futuro que habían soñado. Ahora, lo único que podía hacer era huir, llevar consigo los pedazos de su vida que cabían en una maleta y sobrevivir.Jazmín se posa frente a una enorme fotografía de ella y su esposo por última vez para darle una reverencia al difunto.—¡Jazmín, Jazmin! ¿Aún no terminas? —grita su ex vecina Fat
Jazmín se sienta en la mesa del desayuno con una sonrisa cansada pero genuina.A pesar del agotamiento del viaje y la mudanza, estar en casa de Hana le brinda una sensación de extraña familiaridad. La mesa está repleta de pan fresco, frutas y el inconfundible aroma del café recién hecho. Sudáfrica era muy diferente a su país.—Espero que no hayas olvidado cómo mama preparaba sus platos deliciosos, aprendí mucho de ella —dice Hana con una sonrisa juguetona, sirviéndole una taza de café.—Dudo que eso sea posible —responde jazmín, tomando un sorbo—. Aunque el café de Palestina siempre tendrá un lugar especial en mi corazón.Imran, que lee el periódico con una expresión concentrada, levanta la vista en ese momento. Hay algo en la presencia de jazmín que lo pone nervioso, pero intenta disimularlo tras una sonrisa cortés.—Espero que te sientas cómoda aquí, jazmín, si necesitas cualquier cosa solo dime y te lo traeré—dice con voz firme pero amable.—Muchas gracias, agradezco su amabilidad
Hana y Jazmín continuaron en la cocina desde temprano, envueltas en el cálido aroma de las especias y los ingredientes frescos.La mesa está repleta de ingredientes: hojas de parra, carne molida, arroz, dátiles, y una mezcla de especias que llenan el aire con un aroma reconfortante.—Espero que a Imran le guste la sorpresa —dice Hana, enrollando con destreza las hojas de parra rellenas de arroz y carne.Jazmín sonríe mientras mezcla una salsa espesa en una cacerola.—Le va a encantar. Pero debo admitir que estoy más emocionada por probar ese bobotie sudafricano del que tanto hablas.—¡Ah, Jazmín! —ríe Hana—. Es el platillo favorito de Imran, ya verás por qué.Ambas trabajan con sincronía, compartiendo risas y anécdotas mientras cocinan.—Recuerdo la primera vez que intenté hacer maqlooba sola —dice Jazmín, revolviendo la salsa—. Terminé con todo el arroz pegado al fondo de la olla y Omar riéndose de mí.Hana suelta una carcajada.—Yo tampoco fui una experta al principio. Mi abuela sol
Imran niega con la cabeza.—De alguna manera sí lo soy. Zaid es impulsivo y a veces dice cosas sin pensar. Pero eso no es excusa para lo que hizo. Estoy aquí porque quiero asegurarme de que estás bien.Jazmín esboza una sonrisa ligera, pero efímera.—Estoy bien, solo... —hace una pausa, buscando las palabras correctas—. No es fácil escuchar esas cosas, sobre todo cuando apenas estoy tratando de encontrar mi lugar aquí.Imran asiente lentamente.—Lo entiendo. Y quiero que sepas que nadie aquí espera que olvides a Omar o que te apresures a seguir adelante. Todos tenemos nuestro propio ritmo para sanar.Jazmín lo observa con gratitud.—Gracias, Imran. Tu apoyo significa mucho para mí.Imran sonríe levemente.—Hana siempre habla de lo fuerte que eres. Yo lo estoy viendo ahora. Solo quiero que te sientas cómoda aquí, como en casa.Jazmín asiente, sintiéndose un poco más aliviada.—Gracias por entender. Y también por hablar con Zaid. Espero que haya comprendido.Imran suelta una risa leve.
Imran sacude la cabeza un tanto preocupado.—No es tan fácil, soy hombre. No es por excusarme, pero Hana dura hasta meses sin querer tener intimidad conmigo. Siento que algo pasa, y no es solo el embarazo. Desde hace un año actúa raro... no sé qué pensar.Thabo asiente con gravedad.—Tal vez deberías hablar con ella, en lugar de estar pensando en cosas que no deberías. Espero que no creas que tiene a otro.—Se que tienes razón, pero a veces siento que ella me aleja.Imran llega a casa más temprano de lo habitual ese día, con la mente revuelta tras su conversación con Thabo. Al entrar, encuentra a Hana en su habitación, sentada frente al espejo mientras comienza a hacerse una trenza. Lleva un camisón sencillo, y su cabello cae como una cascada oscura sobre su hombro.Él se detiene un momento en la puerta, observándola con una mezcla de admiración y culpa. Luego, de saludarla y darle un beso en la cabeza, se dirige al baño. El sonido del agua corriendo llena el silencio mientras Hana te
El rugido de las olas en la playa de Clifton, una de las más famosas de Ciudad del Cabo, daban la bienvenida al grupo en cuanto bajaron del auto.El aroma a sal y arena caliente llena el aire, transportando a Jazmin un lugar completamente distinto del que había dejado atrás. Mientras observaba el vasto océano Atlántico extendiéndose ante ella, no pudo evitar sentirse diminuta, pero también ligeramente liberada.Hana, vestida con un traje de baño de una pieza con colores vibrantes y un sombrero de ala ancha, baja del auto con energía. Imran la sigue, cargando una sombrilla y una gran bolsa llena de toallas, protector solar y lo que parecía ser un pequeño picnic. Llevaba un short y una camiseta ligera que pronto se quitó para revelar su torso moreno, causando que Jazmín desviara la mirada rápidamente, sintiéndose fuera de lugar en su modesta ropa tradicional. Mientras que Zaid trae shorts rojos y unas sandalias.—¿Estás segura de que estarás cómoda con eso, Jazmín? —pregunta Hana con un
Ella aparta la mirada, pero él la tomó suavemente del rostro, obligándola a enfrentarlo.—No puedo sacarte de mi mente —continua él, susurrando cerca de sus labios—. Tu cuerpo... tus labios... Cada vez que te veo, pierdo el control.Imran volvió a besarla con desesperación, y Jazmín, aunque intentaba resistirse, terminó cediendo a la pasión que también la consumía.—Imran, esto... esto no está bien —susurra una última vez, con los ojos cerrados, sintiendo que su fuerza de voluntad se desmoronaba mientras abre las piernas.—Déjame demostrarte lo que siento —rogó él, con su voz temblando por la intensidad de sus emociones—. Por favor, Jazmín.Imran sentía la adrenalina recorriendo su cuerpo mientras avanzaba con Jazmín en brazos. La cueva que había divisado entre las rocas parecía un refugio perfecto, un espacio donde nadie los encontraría. Las olas rompían contra la costa con fuerza, y el sol daba su calor.Jazmín aún respiraba agitada, su piel húmeda por el agua salada y el roce del c
El sonido de las olas rompen en la orilla resonando dentro de la pequeña cueva, envolviendo a Jazmín e Imran en una burbuja fuera del tiempo. Sus respiraciones entrecortadas fueron disminuyendo poco a poco, hasta que el peso de la realidad cayó sobre ellos.Imran se separa con cuidado y comienza a vestirse apresuradamente. Mira a Jazmín, que aún estaba sentada en la arena, con la mirada perdida en la roca húmeda frente a ella.—Perdóname —susurra, con un deje de culpa en la voz—. Fue un arrebato… no debió pasar. No así.Jazmín tarda en responder, pero cuando lo hizo, su tono fue frío y decidido.—Será mejor que olvidemos esto. Hana no puede saberlo.Imran asintió, terminando de ajustarse el traje de baño antes de extenderle la mano para ayudarla a levantarse. Ella la ignora y se puso de pie por sí misma, sacudiendo la arena de su trasero, mientras siente un líquido caliente deslizarse por su entrepierna. Sin más palabras, ambos salieron de la cueva y nadaron de regreso.El sol estaba