Jazmín lo besa, mientras su respiración es cada vez más rápida, aferrándose a él con la misma pasión.—Imran...Cada beso, cada caricia parecía consumirlos más, borrando cualquier duda que hubiera quedado. Sus manos recorren los cuerpos del otro, buscando algo más, algo que sólo se podía encontrar en ese momento, en esa unión tan íntima.—Jazmin...El contacto de sus labios era suave pero lleno de urgencia, como si los dos intentaran acortar la distancia que los separaba del todo.Jazmín sentía sus dedos recorrer su piel, dibujando caminos invisibles, mientras sus labios responden con la misma ansia. Los besos se hicieron más profundos, mientras se adentra a lo más profundo de su interior, besos más pesados, más exigentes, como si cada uno le pidiera al otro algo que ya sabían que no podían evitar.Imran la acaricia con la delicadeza, pero al mismo tiempo con la firmeza de quien sabe lo que quiere. Jazmín cerró los ojos, dejándose llevar por el momento, sintiendo cómo su cuerpo respon
Desde la distancia, Amara Lía empieza a llorar en su carreola, como si sintiera la agitación de Jazmin.Jazmín cierra los ojos y se limpia las lágrimas rápidamente antes de acercarse a la niña. La toma en brazos y la acuna contra su pecho, tratando de calmarla.—No te preocupes, mi amor, estarás bien sin mí —le dice en un murmullo tembloroso.Mira la pequeña carita de la niña y un nudo se forma en su garganta.¿Está haciendo lo correcto? ¿Está huyendo sin escuchar a Imran? Pero el recuerdo de Noemí y su sonrisa petulante le devuelve la determinación.No piensa quedarse a esperar más mentiras. No puede volver a confiar en él.Con un último vistazo a la habitación, toma su maleta en una mano y la Nana toma a Amara Lía en las de ella. Salen de la habitación, bajando las escaleras con pasos apresurados.Al llegar a la puerta principal, la ama de llaves la mira con sorpresa.—¿Señora Jazmín? ¿Va a salir? ¿se va de viaje?—Sí. Necesito irme por un tiempo —responde sin dar más explicaciones—
Imran se deja caer en una de las sillas altas de la isla de la cocina mientras Zaid abría un par de cervezas.El ambiente estaba cargado de cien mil emociones, pero el alcohol ayudaba a aliviar un poco la tensión. Zaid toma un trago y mira a su primo con seriedad.—Escucha, hermano. No puedes seguir permitiendo que tu familia se meta en tu vida. Siempre van a interferir. Si realmente quieres estar con Jazmín, llévatela lejos. A ella y a la bebé. Puedes trabajar donde sea, no dependes de nadie. Yo te apoyo.Imran suspira, dándole vueltas a la botella en su mano. Sabe que su primo tiene razón. Nunca aceptarían a Jazmín, y cada día que pasara, encontrarían nuevas formas de hacerla sentir fuera de lugar.—Tienes razón —murmura, apoyando los codos en la encimera—. Nunca la aceptarán, y yo no pienso perderla. Gracias por traerla y comunicarte conmigo.Ambos continuaron conversando durante una hora más, compartiendo pensamientos y planes mientras las cervezas se vaciaban lentamente. En la ha
—¡Mi niña apresúrate! ¡Ya no podemos tardar más!—¡Oh por Alá! ¡Ya voy!El eco de las explosiones resonaba en la distancia mientras Jazmín se apresuraba a cerrar su maleta. Las manos le temblaban, pero no por el ruido, sino por lo que dejaba atrás. El estrecho departamento en Ramala, que había sido su refugio junto a Omar, ahora se sentía como una cárcel que la obligaba a enfrentar lo perdido.En cada esquina, los recuerdos estaban presentes: las risas compartidas, las caricias furtivas y los sueños que, aunque pequeños, habían sido todo para ellos.Dos años de matrimonio, y la guerra había destruido más que edificios.Se había llevado a su esposo, Omar, y con él, el futuro que habían soñado. Ahora, lo único que podía hacer era huir, llevar consigo los pedazos de su vida que cabían en una maleta y sobrevivir.Jazmín se posa frente a una enorme fotografía de ella y su esposo por última vez para darle una reverencia al difunto.—¡Jazmín, Jazmin! ¿Aún no terminas? —grita su ex vecina Fat
Jazmín se sienta en la mesa del desayuno con una sonrisa cansada pero genuina.A pesar del agotamiento del viaje y la mudanza, estar en casa de Hana le brinda una sensación de extraña familiaridad. La mesa está repleta de pan fresco, frutas y el inconfundible aroma del café recién hecho. Sudáfrica era muy diferente a su país.—Espero que no hayas olvidado cómo mama preparaba sus platos deliciosos, aprendí mucho de ella —dice Hana con una sonrisa juguetona, sirviéndole una taza de café.—Dudo que eso sea posible —responde jazmín, tomando un sorbo—. Aunque el café de Palestina siempre tendrá un lugar especial en mi corazón.Imran, que lee el periódico con una expresión concentrada, levanta la vista en ese momento. Hay algo en la presencia de jazmín que lo pone nervioso, pero intenta disimularlo tras una sonrisa cortés.—Espero que te sientas cómoda aquí, jazmín, si necesitas cualquier cosa solo dime y te lo traeré—dice con voz firme pero amable.—Muchas gracias, agradezco su amabilidad
Hana y Jazmín continuaron en la cocina desde temprano, envueltas en el cálido aroma de las especias y los ingredientes frescos.La mesa está repleta de ingredientes: hojas de parra, carne molida, arroz, dátiles, y una mezcla de especias que llenan el aire con un aroma reconfortante.—Espero que a Imran le guste la sorpresa —dice Hana, enrollando con destreza las hojas de parra rellenas de arroz y carne.Jazmín sonríe mientras mezcla una salsa espesa en una cacerola.—Le va a encantar. Pero debo admitir que estoy más emocionada por probar ese bobotie sudafricano del que tanto hablas.—¡Ah, Jazmín! —ríe Hana—. Es el platillo favorito de Imran, ya verás por qué.Ambas trabajan con sincronía, compartiendo risas y anécdotas mientras cocinan.—Recuerdo la primera vez que intenté hacer maqlooba sola —dice Jazmín, revolviendo la salsa—. Terminé con todo el arroz pegado al fondo de la olla y Omar riéndose de mí.Hana suelta una carcajada.—Yo tampoco fui una experta al principio. Mi abuela sol
Imran niega con la cabeza.—De alguna manera sí lo soy. Zaid es impulsivo y a veces dice cosas sin pensar. Pero eso no es excusa para lo que hizo. Estoy aquí porque quiero asegurarme de que estás bien.Jazmín esboza una sonrisa ligera, pero efímera.—Estoy bien, solo... —hace una pausa, buscando las palabras correctas—. No es fácil escuchar esas cosas, sobre todo cuando apenas estoy tratando de encontrar mi lugar aquí.Imran asiente lentamente.—Lo entiendo. Y quiero que sepas que nadie aquí espera que olvides a Omar o que te apresures a seguir adelante. Todos tenemos nuestro propio ritmo para sanar.Jazmín lo observa con gratitud.—Gracias, Imran. Tu apoyo significa mucho para mí.Imran sonríe levemente.—Hana siempre habla de lo fuerte que eres. Yo lo estoy viendo ahora. Solo quiero que te sientas cómoda aquí, como en casa.Jazmín asiente, sintiéndose un poco más aliviada.—Gracias por entender. Y también por hablar con Zaid. Espero que haya comprendido.Imran suelta una risa leve.
Imran sacude la cabeza un tanto preocupado.—No es tan fácil, soy hombre. No es por excusarme, pero Hana dura hasta meses sin querer tener intimidad conmigo. Siento que algo pasa, y no es solo el embarazo. Desde hace un año actúa raro... no sé qué pensar.Thabo asiente con gravedad.—Tal vez deberías hablar con ella, en lugar de estar pensando en cosas que no deberías. Espero que no creas que tiene a otro.—Se que tienes razón, pero a veces siento que ella me aleja.Imran llega a casa más temprano de lo habitual ese día, con la mente revuelta tras su conversación con Thabo. Al entrar, encuentra a Hana en su habitación, sentada frente al espejo mientras comienza a hacerse una trenza. Lleva un camisón sencillo, y su cabello cae como una cascada oscura sobre su hombro.Él se detiene un momento en la puerta, observándola con una mezcla de admiración y culpa. Luego, de saludarla y darle un beso en la cabeza, se dirige al baño. El sonido del agua corriendo llena el silencio mientras Hana te