Una familia muy particular

Hana y Jazmín continuaron en la cocina desde temprano, envueltas en el cálido aroma de las especias y los ingredientes frescos.

La mesa está repleta de ingredientes: hojas de parra, carne molida, arroz, dátiles, y una mezcla de especias que llenan el aire con un aroma reconfortante.

—Espero que a Imran le guste la sorpresa —dice Hana, enrollando con destreza las hojas de parra rellenas de arroz y carne.

Jazmín sonríe mientras mezcla una salsa espesa en una cacerola.

—Le va a encantar. Pero debo admitir que estoy más emocionada por probar ese bobotie sudafricano del que tanto hablas.

—¡Ah, Jazmín! —ríe Hana—. Es el platillo favorito de Imran, ya verás por qué.

Ambas trabajan con sincronía, compartiendo risas y anécdotas mientras cocinan.

—Recuerdo la primera vez que intenté hacer maqlooba sola —dice Jazmín, revolviendo la salsa—. Terminé con todo el arroz pegado al fondo de la olla y Omar riéndose de mí.

Hana suelta una carcajada.

—Yo tampoco fui una experta al principio. Mi abuela solía decir que cocinar es como el amor, necesita paciencia y dedicación.

Jazmín suspira.

—Sabias palabras.

El tiempo pasa volando y cuando todo está casi listo, la puerta principal se abre. Imran entra, cansado, pero con una sonrisa en el rostro.

—¿Qué huele tan bien aquí? —pregunta, acercándose a la cocina.

Hana lo recibe con un beso en la mejilla.

—¡Sorpresa! Queremos celebrar tu futura paternidad con un banquete.

Imran se lleva la mano al pecho, fingiendo emoción.

—Estoy conmovido. ¡Díganme qué tengo que hacer para que me consientan así todos los días!

Jazmín le sirve un plato con un guiño.

—Serás papá, Imran. Eso ya es bastante trabajo.

De repente, la puerta vuelve a abrirse y Zaid, el hermanastro de Imran, entra con su actitud despreocupada.

—¿Fiesta sin mí? Eso no es justo.

Hana ríe.

—Llegaste justo a tiempo, tío Zaid. Anda, lávate las manos y siéntate.

—¿Tío? Tu acaso….

—Así es, estoy en cinta. Pronto esta casa se llenará de llantos y risas.

Mientras todos se acomodan en la mesa regocijados, las charlas fluyen entre bocados y risas.

—Hana, esto está delicioso —dice Imran con la boca llena—. Jazmín, te estás volviendo una experta en la cocina sudafricana.

Jazmín sonríe.

—Tienes una gran maestra.

Zaid se reclina en su silla, observando a Jazmín con una sonrisa.

—Yo podría darte clases privadas si quieres.

Jazmín rueda los ojos, riendo.

—Gracias, pero creo que estoy en buenas manos.

Imran levanta una ceja.

—Zaid, ¿puedes dejar de coquetear por una vez en tu vida?

Zaid finge ofensa.

—No puedo evitarlo, hermano. La belleza merece ser apreciada.

Hana interviene para cambiar de tema.

—Chicos, estuve pensando que podríamos hacer una escapada a la playa el mes que viene. ¿Qué opinan? —opina Hana.

Los ojos de Imran se iluminan.

—Suena como una gran idea. Necesitamos un descanso.

Jazmín sonríe.

—Me encantaría. Hace muchos años que no siento la arena bajo mis pies.

Zaid aplaude.

—¡Perfecto! Podemos organizar un picnic y hasta hacer una fogata nocturna.

Imran asiente.

—Está decidido, entonces. Organizare todo y nos vamos temprano.

Hana sonríe, disfrutando de la compañía de los que más quiere. Mientras siguen conversando, Jazmín no puede evitar pensar que, a pesar de todo lo que ha pasado, la vida le está dando una segunda oportunidad para ser feliz.

Jazmín se asoma por la ventana de su habitación, observando la piscina iluminada por la luz de la luna. Desde que llegó, ha sentido la tentación de nadar, de dejarse llevar por el agua como solía hacerlo en su apartamento de Ramala.

Finalmente, decide darse ese gusto. Se cambia con rapidez, colocándose su traje de baño que cubre todo su cuerpo, pero, aun así, sus curvas quedan evidentes bajo la tela mojada.

Imran, desde la habitación matrimonial, también observa la escena. No puede evitar sentirse intrigado al ver a Jazmín deslizándose en el agua con tanta gracia. No es deseo lo que siente, porque ama a Hana con todo su ser, pero hay algo en Jazmín que lo conmueve. Su historia, su dolor, su fortaleza, todo eso mezclado en una mujer de belleza indiscutible.

Desde la piscina, Jazmín cierra los ojos por un momento, dejando que el agua le brinde una sensación de calma que hace tiempo no experimenta. Mientras flota en silencio, los recuerdos de Omar la invaden. Recuerda las tardes que pasaban juntos nadando, las risas y cómo él siempre le decía que el agua era su elemento.

Imran sigue observándola, cruzado de brazos, con una expresión seria. Sabe que Jazmín es una mujer fuerte, pero también sabe que lleva muchas cicatrices internas. No puede evitar preguntarse cuánto más podrá soportar antes de derrumbarse. Sus pensamientos se interrumpen cuando escucha la puerta abrirse y Hana entra en la habitación.

—¿En qué piensas? —pregunta ella con una sonrisa cansada, acercándose para abrazarlo por la espalda.

—Nada importante —responde Imran, besando su mano. —Jazmín está nadando. Se ve… tranquila.

Hana se asoma por la ventana y la observa también. Sabe cuánto está sufriendo su prima, y verla disfrutar, aunque sea un momento le da un poco de paz.

—Se merece un poco de felicidad, aunque sea en pequeños momentos como este.

Imran asiente, apretando suavemente la mano de su esposa.

—Tienes razón. Todos necesitamos algo que nos haga sentir vivos.

Mientras tanto, Jazmín sigue nadando, sintiéndose observada, pero sin importarle. Sabe que Imran probablemente esté mirando, pero confía en él y en el amor que siente por Hana. Para ella, esta es solo una forma de recordar que sigue siendo ella misma, a pesar de todo.

Después de varios minutos, Jazmín sale de la piscina, secándose el cabello mientras regresa a su habitación. Se cruza con Imran en el pasillo, quien le dedica una sonrisa amable.

—¿Te sientes mejor? —pregunta él.

jazmín asiente, con una sonrisa sincera.

—Mucho mejor. Gracias por dejarme usar la piscina.

—Siempre será tu casa —responde Imran.

Ella asiente y se marcha, dejando a Imran pensativo. Sabe que su presencia traerá cambios a su hogar, pero también sabe que debe ser fuerte por Hana, quien necesita todo su apoyo en estos momentos.

Dentro de su habitación, Jazmín se recuesta en la cama, con el cuerpo relajado pero con la mente inquieta. Piensa en cómo la vida la ha llevado hasta aquí, y en cómo Imran y Hana han sido su refugio en esta tormenta. Sin embargo, no puede evitar sentir que su presencia podría ser una carga para ellos, una sombra del pasado que amenaza su felicidad.

Por su parte, Imran vuelve con Hana y la abraza.

—Te amo —susurra contra su cabello.

—Y yo a ti —responde ella, acurrucándose en su pecho. —Estoy feliz de tenerte aquí.

—Quiero hacerte el amor. ¿Hoy te sientes mejor?

—Si.

Y en ese instante, Imran promete en silencio que hará todo lo posible por mantener a su familia unida, sin importar los fantasmas que el pasado pueda traer.

En la mañana siguiente, Jazmín camina por el pasillo de la casa en dirección a la cocina cuando escucha pasos detrás de ella. Voltea lentamente y encuentra a Zaid, el hermanastro de Imran, recargado contra la pared con una sonrisa ladeada.

—Jazmín —dice con su voz profunda—, que sorpresa, sí que despiertas temprano. Deberías de escucharme.

—¿Escuchar qué? —responde ella, cruzándose de brazos.

Zaid se acerca con confianza.

—Eres una mujer hermosa y madrugadora, Jazmín. No entiendo por qué sigues aferrándote a un pasado que ya no existe. Deberías pensar en rehacer tu vida. Casarte de nuevo.

Jazmín siente un nudo en la garganta, pero mantiene la compostura.

—Eso no es asunto tuyo, Zaid —dice con firmeza, mientras camina hacia la cocina.

—Solo digo que no tienes por qué quedarte sola, tan hermosa como eres. Hay muchos hombres que matarían por estar contigo.

—Estás cruzando una línea muy peligrosa. Así que deja ese tema.

—Vamos, Jazmín —dice él, acercándose aún más—, la vida es corta. Deberías disfrutarla. Ese cuerpo se lo van a comer los gusanos ¿no es mejor que lo disfrutes?

En un instante, la mano de Jazmín se estrella contra el rostro de Zaid con un sonoro golpe. Él se queda quieto, sorprendido.

—No vuelvas a dirigirme la palabra de esa manera. —Los ojos de Jazmín arden de furia. —No sabes nada de mí, de mi dolor ni de mi vida.

Zaid, tocándose la mejilla enrojecida, suelta una risa nerviosa.

—Tienes carácter, eso me gusta.

—Sal de mi vista, Zaid. Ahora mismo.

Sin otra palabra, Jazmín se gira y se marcha, dejando a Zaid en el pasillo con una expresión entre la sorpresa y la diversión.

Más tarde esa noche, Imran y Zaid están sentados en la terraza, cada uno con un vaso de whisky en la mano. La brisa nocturna es fresca, pero la tensión en el aire se siente densa.

—Hoy tuve un encontronazo con Jazmín —dice Zaid de repente, girando el vaso entre sus dedos.

Imran levanta la vista.

—Ah, ¿sí? ¿Y qué hiciste ahora?

Zaid se encoge de hombros.

—Nada grave. Solo le sugerí que debería dejar el luto y pensar en casarse de nuevo. Y, bueno... me abofeteó.

Imran frunce el ceño, dejando su vaso en la mesa.

—¿Le dijiste qué?

—Vamos, hermano, no es para tanto.

—Es para tanto, Zaid. No tenías ningún derecho de decirle eso. Jazmín ha pasado por mucho y no necesita a alguien como tú metiéndole ideas absurdas en la cabeza.

Zaid sonríe, inclinándose hacia Imran.

—Solo trato de ser realista. No puede quedarse viuda para siempre.

Imran lo mira fijamente.

—Lo que haga Jazmín con su vida es asunto suyo, no tuyo. Mantente alejado de ella. No quiero más problemas.

Zaid suspira y toma un sorbo de whisky.

—De acuerdo, de acuerdo. No necesitas ponerte así.

—No, Zaid. Esto es serio. —Imran aprieta los dientes—. La próxima vez que la irrespetes, no será solo una cachetada lo que recibas.

Zaid lo observa en silencio por un momento, luego levanta su vaso en señal de tregua.

—Entiendo. Tranquilo, hermano.

Imran asiente, pero la tensión no desaparece del todo. Se recuesta en su silla, con la mente dando vueltas sobre la situación. Jazmín es una mujer fuerte, pero aun así, no merece ser molestada de esa forma.

Esa noche, mientras observa las estrellas, Imran se promete a sí mismo estar más atento. No permitiría que nadie le hiciera daño a Jazmín, ni siquiera su propio hermano.

Imran encuentra a Jazmín en el jardín, bajo la sombra de un árbol de jazmín que perfuma el ambiente con su suave fragancia. Ella está sentada en una banca de madera, con la mirada perdida en la distancia, sus manos entrelazadas en su regazo. La tensión aún es evidente en su expresión, aunque intenta mantenerse serena.

—Jazmín, ¿puedo hablar contigo un momento? —pregunta Imran con voz calmada mientras se acerca lentamente.

Jazmín levanta la vista y asiente en silencio. Imran se sienta a su lado, dejando un espacio prudente entre ellos.

—Quiero disculparme en nombre de Zaid —dice Imran con sinceridad, sus ojos reflejan arrepentimiento—. Lo que te dijo fue completamente inapropiado. No tenía derecho a meterse en tu vida de esa manera.

Jazmín suspira y baja la mirada.

—No tienes por qué disculparte por él, Imran. No eres responsable de sus acciones —responde con suavidad, pero su tono revela el dolor que le causaron las palabras de Zaid.

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