Adaptándose a un nuevo país

Jazmín se sienta en la mesa del desayuno con una sonrisa cansada pero genuina.

A pesar del agotamiento del viaje y la mudanza, estar en casa de Hana le brinda una sensación de extraña familiaridad. La mesa está repleta de pan fresco, frutas y el inconfundible aroma del café recién hecho. Sudáfrica era muy diferente a su país.

—Espero que no hayas olvidado cómo mama preparaba sus platos deliciosos, aprendí mucho de ella —dice Hana con una sonrisa juguetona, sirviéndole una taza de café.

—Dudo que eso sea posible —responde jazmín, tomando un sorbo—. Aunque el café de Palestina siempre tendrá un lugar especial en mi corazón.

Imran, que lee el periódico con una expresión concentrada, levanta la vista en ese momento. Hay algo en la presencia de jazmín que lo pone nervioso, pero intenta disimularlo tras una sonrisa cortés.

—Espero que te sientas cómoda aquí, jazmín, si necesitas cualquier cosa solo dime y te lo traeré—dice con voz firme pero amable.

—Muchas gracias, agradezco su amabilidad —responde ella— estoy agradecida.

Zaid, el hermanastro de Imran, entra en la cocina con su habitual energía desbordante y una sonrisa traviesa.

—¡Buenos días, familia! ¡Y bienvenida, jazmín! Mi hermano me dijo que venias —exclama, tomando una tostada con descaro—. ¡Imran, hermano, espero que no le estés dando la mirada de ingeniero serio a nuestra querida invitada!

Jazmín suelta una carcajada mientras Imran lo fulmina con la mirada.

—No le hagas caso a Zaid, es su especialidad hablar más de la cuenta —interviene Hana, riendo—. ¿Qué planes tienes hoy, jazmín?

Zaid se inclina hacia jazmín, con una sonrisa ladeada.

—Si necesitas un guía guapo y encantador para conocer la ciudad, aquí me tienes —dice en tono coqueto.

jazmín se sonroja levemente, pero decide seguirle el juego.

—¡Vaya! No sabía que venía con un paquete turístico incluido.

—Solo para personas especiales —responde él, guiñándole un ojo.

Kenia, la vecina y amiga de la familia, llega en ese momento cargando una canasta de pan y dulces.

—Espero que estén listos para engordar —dice, dejando la canasta sobre la mesa.

Latifa, la joven artista que vive en la casa de al lado, aparece justo detrás de Kenia.

—¡Jazmín! Hana me ha hablado tanto de ti. Estoy segura de que nos llevaremos de maravilla.

El desayuno transcurre entre risas, bromas y pequeños gestos de cariño que hacen que Jazmín sienta, por primera vez en mucho tiempo, que quizás podría encontrar un nuevo hogar aquí.

Mientras todos se levantan de la mesa, Imran se queda atrás unos segundos, observando a Jazmín mientras ella recoge los platos. Por alguna razón se siente feliz de tenerla en su casa y no en un país donde su vida corría peligro.

—No tienes que hacer eso —dice Imran en voz baja.

Jazmín sonríe.

—No te preocupes, Imran. Estoy aquí para ayudar, no para ser una carga.

Zaid aparece por la puerta, con su sonrisa de siempre.

—Imran, deja de parecer tan serio, hombre. ¡Vamos, acompáñanos a mostrarle a Jazmín la ciudad!

Imran suspira, sintiéndose atrapado entre su lealtad a Hana y las emociones confusas que Jazmín despierta en él.

—De acuerdo, vamos —dice, y juntos salen a enfrentar un nuevo día en Sudáfrica.

Pasaron por las plazas, el mercado artesanal varios museos y muchas tiendas.

Mientras caminan por la ciudad del cabo, Zaid se mantiene cerca de Jazmín, haciéndole preguntas sobre su vida en Palestina y contándole anécdotas divertidas de su infancia.

—Definitivamente haces que esta ciudad parezca más interesante —dice Jazmín, sintiéndose extrañamente relajada.

—Solo espera a ver el mejor café de la ciudad —responde Zaid, guiñándole un ojo nuevamente.

Imran observa la interacción desde atrás, con una mezcla de incomodidad y celos que trata de ocultar. Jazmín, por su parte, se siente halagada y lo ve como una buena persona y un buen amigo.

Aquel tour fue magnífico.

Al día siguiente, muy temprano en la mañana, Hana sonríe mientras conduce a Jazmín por la casa, mostrándole cada rincón con una mezcla de orgullo y nostalgia.

—Aquí estás en tu casa, Jazmín. ¡Haz de cuenta que siempre has vivido aquí!

Jazmín sonríe, recorriendo con la vista los amplios ventanales y los cálidos tonos de la decoración.

—Es preciosa, Hana. Y tan tranquila…

—Espera a ver mi lugar favorito y ya sé cuál será el tuyo—dice Hana, tomándola de la mano y guiándola hacia la parte trasera.

Al salir al jardín, Jazmín siente que el aire es diferente, cargado de una paz que no había experimentado en mucho tiempo. Las flores de colores vivos, el aroma de jazmines flotando en el aire y un pequeño estanque con peces dorados crean un paisaje casi onírico. En el fondo del jardín hay una piscina que llamaba a sambullirse en ella.

—Este es mi santuario —dice Hana, sentándose en un banco de madera—. Cuando necesito claridad o simplemente respirar, vengo aquí. Y aquel será el tuyo, compre camastros nuevos solo por ti.

—¡Es maravilloso! —susurra Jazmín, tocando los pétalos de una rosa blanca—Con este calor ese será mi paraíso a todas horas.

Los días transcurren y Hana comienza a sentir un agotamiento inusual, acompañado de náuseas persistentes. Jazmín insiste en acompañarla al médico cuando su prima no logra levantarse de la cama una mañana.

—No es nada, Jazmín —insiste Hana, tratando de restarle importancia.

—Vamos, no puedes seguir así. Imran está ocupado con su proyecto y alguien tiene que cuidar de ti.

Hana suspira y finalmente cede. Ambas se dirigieron al hospital del centro.

En la consulta, Jazmín espera en la sala de espera mientras Hana habla con el doctor en el consultorio.

—Señora Al-Sayeed, los resultados muestran algo inesperado… usted está embarazada.

Hana se queda en silencio, sus ojos verdes se agrandan con sorpresa.

—¿Embarazada? —susurra, casi incrédula.

El doctor asiente con una sonrisa, pero luego su expresión se torna más seria.

—Sin embargo, hay un problema. Su condición actual con el cáncer en su cabeza… no estoy seguro de que su cuerpo pueda soportarlo. Necesitamos discutir opciones. Necesita apoyo de su esposo en estos casos, necesitaba empezar la quimioterapia, pero ahora con el embarazo es imposible comenzar ese tratamiento, sin caer en un aborto, porque puede afectar al feto ¿Aun no le ha dicho lo que sucede a él?

Hana respira hondo, llevando una mano a su vientre.

—Voy a tener a mi bebé, doctor. Suspenda la quimio. No es una opción para mi y pase lo que pase mi esposo no debe saberlo, no aun. Mi esposo no tiene que saber lo que sucede, doctor, solo quiero que se mantenga al margen, tengo mis razones. Solo ayúdeme a traer a salvo a este bebé.

El doctor la mira con empatía, mientras toma el sobre con mucho dinero que Hana le pone en el escritorio.

—Es una decisión difícil, pero quiero que sepa que estaremos aquí para ayudarla en todo lo posible. Buscare opciones para que pueda conservar la criatura a término.

Al salir, Jazmín la espera impaciente.

—¿Y bien? ¿Todo está bien?

Hana sonríe débilmente.

—¡Estoy embarazada, Jazmín. No era nada estomacal, como pensé!

Jazmín la abraza con entusiasmo.

—¡Eso es una noticia maravillosa!

—Pero no le digas nada a nadie, por favor. Ni siquiera a Imran. Quiero tomarme mi tiempo. Le diré en la noche después de la cena.

Cuando Imran llega esa noche, cansado por el trabajo, encuentra a Hana en la sala, Imran la saluda como de costumbre con un beso y subió a su alcoba para bañarse y cambiarse, luego baja cuando estuvo listo, todos cenaron tranquilamente.

A la hora de dormir, cuando el subió a la habitación, encontró a Hana recostada en la cama, con una sonrisa cálida.

—Te ves agotada —dice él, acercándose para besar su frente.

Hana le toma las manos y las lleva a su vientre.

—Hay una razón para eso… estoy embarazada.

Imran la mira, primero sorprendido, luego con una sonrisa que ilumina su rostro.

—¡¿Hablas en serio, amor?¡ ¡Hana, esto es… maravilloso! ¡Que felicidad!—la abraza.

—Así es, mi amor —dice ella, aferrándose a la felicidad del momento.

Esa noche, mientras Imran la abraza en la oscuridad, Hana siente que el peso de su secreto es más liviano con Jazmín a su lado, pero también sabe que pronto tendrá que enfrentarse a la realidad de su enfermedad.

Al día siguiente, Hana se sienta en la mesa del desayuno con una sonrisa cansada cuando Imran se fue a trabajar, mientras Jazmín la observa con atención. El aroma del café recién hecho inunda la cocina, y los rayos del sol se cuelan tímidamente por la ventana.

—Ahora sí, ya Imran se fue. Cuéntame .

—Imran se tomó la noticia... bueno, como era de esperarse —dice Hana, revolviendo su taza—. Estaba feliz, brinco en una pata, pero preocupado. Sabes cómo es, siempre quiere tener todo bajo control.

Jazmín sonríe con dulzura.

—Me imagino —responde—. Pero ¿qué hay de ti? ¿Cómo te sientes con todo esto? ¿ya tienes el nombre del bebé?

Hana se queda en silencio unos segundos antes de responder.

—Estoy emocionada... y asustada. Es un milagro inesperado, Jazmín. Pero siento que todo va a salir bien. Aun no se que nombre llevara, solo quiero que nazca…saludable.

Jazmín le aprieta la mano con cariño.

—Siempre fuiste valiente, Hana. A veces me pregunto cómo lo haces. Todo estará bien, me tienes a mí.

Hana ríe suavemente.

—No creas que siempre lo soy. Recuerdo cuando viví en tu casa, cuando éramos adolescentes. Siempre te admiré por tu determinación y tu fortaleza. Eras mi ejemplo a seguir.

Jazmín suelta una carcajada.

—¿Yo? Si siempre fuí un desastre. Recuerdo que compartíamos todo, incluso la ropa, porque tú nunca traías suficiente.

—¡Y cómo olvidar que tomabas prestado mi diario y escribías en él! —bromea Hana, dándole un ligero codazo.

—Bueno, tenía que mantener un registro de nuestra vida increíble.

Aunque no era tan increíble cuando nos peleábamos por quién se ponía qué vestido.

Ambas ríen, sintiendo la calidez de los recuerdos. Hana suspira y mira su taza con nostalgia.

—A veces extraño esos días, cuando todo era más simple. Luego me mudé con mi abuela aquí en Sudáfrica, y aunque al principio me sentía sola, siempre supe que estabas al otro lado del teléfono.

Jazmín asiente.

—Nunca dejamos de hablar, eso es cierto. Aunque pasaron años antes de que nos volviéramos a ver en persona.

—Y mientras tú te casabas con Omar, yo conocía a Imran. La vida nos llevó por caminos distintos, pero de algún modo, siempre volvemos a encontrarnos.

Jazmín baja la mirada, su expresión se torna melancólica.

—Sí... y luego la guerra se llevó a Omar. Apenas habían pasado dos años de casados... —su voz se quiebra levemente—. Lo extraño todos los días.

Hana le acaricia la espalda con ternura.

—Lo sé, Jazmín. Y sé que él querría verte feliz.

Jazmín intenta sonreír.

—Tenerte aquí me ayuda más de lo que crees. Eres como una hermana para mí, Hana.

—Y tú para mí, Jazmín —responde Hana, abrazándola—. Siempre lo seremos.

A pesar de la complicidad entre ellas, Hana guarda en silencio su secreto. No quiere que Jazmín la vea como una mujer enferma, no quiere que la lastimen las sombras de la compasión. Por ahora, prefiere mantener la ilusión de normalidad.

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